Manuel Cortina y Arenzana |
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|  | Manuel Cortina y Arenzana (Sevilla, 20 de agosto de 1802-Madrid, 12 de abril de 1879), fue un político español, de formación abogado. Aunque su profesión no era la de militar, participó activamente en la Primera Guerra Carlista y otras acciones bélicas en Andalucía, del lado de los liberales. | ana karina gonzalez huenchuñir |
Cortina y Arenzana, Manuel. Sevilla, 20.VIII.1802 – Madrid, 12.IV.1879. Político.
Si un hombre puede reclamar la dignidad de modelo de jurista, de profesional de la abogacía, de demócrata y de liberal, en medio de la trabajosa implantación y consolidación del Estado de Derecho en la España del siglo xix, ése es Manuel Cortina y Arenzana. Había nacido en Sevilla en 1802 y ya en 1818 se licencia en Leyes por la Universidad Hispalense.(Sevilla) Comprometido desde muy joven con las convicciones políticas más liberales, incorporado a la Milicia Nacional, desempeña relevante papel en la defensa de las últimas posiciones constitucionalistas en el Trocadero, ante las tropas invasoras del duque de Angulema, que, por sorpresa, habían atacado Cádiz. En el itinerario vital de Manuel Cortina pronto se entrelazan el ejercicio profesional de la abogacía, que se inicia con su incorporación al Colegio de Abogados de Sevilla, el 10 de febrero de 1822, y su presencia en la política, a la que se dedicó durante más de un decenio con auténtica pasión democrática, serena pero infatigable. Cortina, que tomó parte en la política municipal y fue regidor en Sevilla, peleó en la Primera Guerra Carlista con inteligencia, valor y carácter, como uno de los más egregios representantes del fecundo venero del liberalismo andaluz, destacando hasta el extremo de ser, ya en aquella época, condecorado y honrado con la Orden de Isabel la Católica en razón a su papel en la batalla de Majaceite contra la expedición carlista del general Miguel Gómez. En 1834 sufre persecución política y padece cárcel por sus ideas. En 1835 es elegido diputado a Cortes y también desempeña la alcaldía de su ciudad natal. Y en 1838, tras la aprobación de la Constitución de 1837 que defendió con vehemencia y convicción, obtuvo un mandato popular en el Congreso de los Diputados naciente, a cuya vicepresidencia accedió seguidamente.
Escéptico ante el desempeño público de la Reina Gobernadora, y convencido de la necesidad de profundizar el programa liberal de acuerdo con su más avanzada acepción, apoyó el Pacto de Vergara en una célebre intervención parlamentaria, secundó el programa político del general Espartero y accedió al ministerio de la Gobernación en 1840, tras el final de la regencia de María Cristina de Borbón-Dos Sicilias, y el nombramiento del príncipe de Vergara como regente del reino. Tres años después era elegido presidente del Congreso de los Diputados. Y es precisamente en 1843, con poco más de cuarenta años, “nel mezzo del camin della nostra vita”, como diría Dante al comienzo de La Divina Comedia, cuando dos acontecimientos cambiaron la vida de Manuel Cortina para siempre: su nombramiento como presidente de la Comisión General de Codificación y la declaración de la mayoría de edad de la Reina, una niña de apenas trece años. En las elecciones de marzo de 1843 triunfa la mayoría progresista, y el regente Espartero le ofrece la presidencia del nuevo Gobierno, que Cortina rechaza, dando paso al Gobierno de Joaquín María López. Cortina preside en ese momento el Congreso de los Diputados por un período muy breve. Pero deja la impronta de la claridad de su pensamiento político y su extraordinaria calidad moral en el texto del “Proyecto de Contestación al Discurso de la Corona”, en el que hace un llamamiento a las exigencias del buen gobierno, la reconciliación de todos los españoles y la reforma de la administración de Justicia como clave de la verdadera modernización de España. Su despedida como presidente pasaría a la historia del parlamentarismo español. Manuel Cortina tiene poco después ocasión de decantar definitivamente su vocación por el Derecho en una coyuntura política adversa, defendiendo a su amigo y correligionario Salustiano de Olózaga, encarcelado junto con Pascual Madoz, por el Gabinete González Bravo. El propio Cortina, con enorme pesar, ha de abandonar la Comisión General de Codificación, que había presidido desde su fundación. Allí termina su etapa de mayor dedicación política en medio de un giro de la política nacional que habría de desembocar en la Constitución moderada de 1845. A pesar de que Cortina había basculado ya su trayectoria personal de forma decidida hacia el ejercicio de la abogacía, aún tuvo que padecer una segunda prisión política. Así eran entonces los vaivenes de la convulsa política española. Su defensor fue en esta ocasión Joaquín María López. De la prisión marchó al exilio.
Manuel Cortina refugia sus decepciones y convicciones en Francia, histórica morada de tantos campeones de las libertades en nuestra contemporánea historia, instalándose en Bayona. Allí, en la capital del Adour, conoció que el 21 de diciembre de 1845 la Junta General de la corporación de los abogados madrileña le había elegido como su diputado 5.º in absentia. Unos meses después regresaba a Madrid, para ser elegido diputado 2.º Al año siguiente, el 18 de diciembre de 1847, Manuel Cortina y Arenzana se convertía en decano con el voto de setenta y siete de los ochenta electores. Sucesiva e ininterrumpidamente reelegido, desempeñó el cargo hasta su muerte en 1879. Con la incorporación de Cortina al liderazgo de la abogacía profesional, España perdía definitivamente a un auténtico y señalado político democrático, pero ganaba un jurista consagrado a la causa de la razón, de la civilización, y del Derecho, que es tanto como decir la causa de la libertad. Los abogados madrileños hallaron en el dinamismo infatigable de su nuevo decano un auténtico refundador de una institución entonces ya casi tres veces centenaria, pero carente, a la sazón, de instalaciones dignas de tal denominación, de ingresos ordinarios, de biblioteca y servicios para sus integrantes. Consiguió Cortina el reconocimiento normativo de los colegios, la exigibilidad de cuotas de entrada y periódicas; y a partir de la Real Orden del Ministerio de Gracia y Justicia de 27 de marzo de 1851, que concedía al Colegio el bastanteo de poderes con el tipo de 10 reales por cada uno, los ingresos de la institución adquirieron volumen y estabilidad y fueron durante más de un siglo una de las claves financieras de la corporación de los abogados madrileños y, por tanto, una consolidada garantía de su independencia. Y apenas un año después, el 14 de enero de 1852, el decano conseguía una subvención de cuatro mil reales con objeto de engrosar los fondos de su renaciente biblioteca, a cuya formación, desarrollo y funcionamiento dedicó gran parte de sus esfuerzos. Dotó al Colegio de una sede digna y exigió y obtuvo el reconocimiento de los honores y precedencias de la representación institucional de la abogacía en las salas y actos de Justicia.
La dignificación de la abogacía, como una profesión invariablemente unida al sentido, al contenido, al estilo y al programa modernizador del Estado de Derecho, representó una contribución esencial a la definición de una nueva y moderna concepción de las relaciones sociales. El abogado se convirtió en el símbolo del compromiso de la sociedad civil, y especialmente de sus más cualificados profesionales, con el proyecto político de la España liberal. Su defensa de estos valores de la profesión alcanza un punto culminante en su oposición a la reforma procesal del marqués de Gerona, quien en su Instrucción para arreglar el procedimiento de los negocios civiles había lanzado una violenta acusación contra la magistratura y la abogacía. El alegato de Cortina ha pasado a la historia por su profunda fundamentación sobre la naturaleza de estas profesiones y por la gallardía con que fue expresado. La trayectoria profesional de Cortina explicita en todo momento la coherencia de sus convicciones. Cuando el asalto a Palacio del general Diego de León, Cortina convoca y comanda personalmente la Milicia Nacional que, con los alabarderos, defiende y salva a la reina niña. Pero, superado el episodio, asume la defensa de alguno de los conspiradores para mostrar su convicción sobre la esencialidad del Derecho de Defensa en una sociedad libre. Su sentido de la lealtad institucional le llevó a asumir la defensa de la Reina Gobernadora, cuando en 1854, mucho después del fin de su mandato, se inició una información parlamentaria para hacer una revisión, que Cortina consideraba injusta, de algunos episodios y comportamientos de la que fue Reina Gobernadora durante la etapa en que desempeñó la Regencia. Con convencida y anticipada visión, proclamó entonces Cortina la imposibilidad de juzgar sin acusar previamente, la necesidad de oír previamente a las defensas. Se significa en aquel tiempo el decano Cortina como líder del pensamiento y la acción jurídicos en un tiempo de enorme trascendencia para el progreso del Derecho moderno. El abogado se consolida como el más fiel e inmutable asistente del ciudadano en la defensa de sus derechos y de sus libertades. El compromiso público del decano de los abogados madrileños, reelegido por sus colegas en treinta y una ocasiones consecutivas, aportaría un testimonio personal y un ejemplo de decoro profesional al que los colegiados de Madrid habrían de honrar con su propio compromiso y su propio testimonio en aciagas circunstancias de la historia de España, que aún estaban por llegar.
Manuel Cortina retornó en 1854 a la presidencia de la Comisión General de Codificación, que ya había desempeñado en el momento de la creación de este significativo órgano de elaboración legislativa. Con pragmatismo entonces poco común, la comisión presidida por Cortina inició sus trabajos con una organización y suficiencia presupuestaria que muestran su sentido de la eficacia del servicio público. Su participación en el proceso codificador en circunstancias singularmente apremiantes del trabajo de la Comisión, completa la participación ya habitual de los colegiados madrileños en todas las grandes iniciativas legislativas en un período fecundo en realizaciones. Manuel Cortina cuidó de manera muy especial la calidad y el pluralismo de los insignes juristas que incorporó a la Comisión de Códigos y arbitró los medios para que pudieran dedicarse a la inmensa tarea pendiente. Si ya desde la primera etapa (1843) se había contado en la comisión con Bravo Murillo, Pérez Hernández, González Bravo, Seijas Lozano, García Goyena, Pacheco, etc., en su segundo período (1854) se incorporaron a las tareas de la comisión Gómez de la Serna, Alonso Martínez y otros grandes juristas que asumieron en aquellas décadas la redacción de la primera Ley de Enjuiciamiento Civil española, la Ley de Organización Judicial, la revisión del Proyecto de Código Civil, la reforma del Código Penal, la preparación de la Ley Hipotecaria las bases de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Esta materia de la modernización del proceso penal en España constituyó permanente preocupación de Cortina. En su primera época al frente de la Comisión de Códigos ya se habían remitido al Gobierno de entonces las bases del juicio por jurado en materia de delitos de imprenta —las libertades, siempre las libertades—, luego extensibles a otros delitos en el proyecto de Bases para el Enjuiciamiento Criminal.
Años después, en la segunda época de Cortina al frente de la Comisión siguió siendo esa su principalísima preocupación. Cuando en 1869 cesó, a petición propia, en la presidencia de la Comisión, el proyecto era ya fruta madura que habría de promulgarse en 1872. Los méritos técnicos de esa ley tienen un protagonista egregio, Alonso Martínez; mas fue elemento esencialísimo en su realización la perseverancia de Cortina en el impulso y en la superación de las muchas trabas e interrupciones que fueron surgiendo en el proceso de elaboración de aquella norma. En todo aquel tiempo, la Comisión General de Codificación contó con la intervención de los Colegios de Abogados en las tareas legislativas, cuyas aportaciones dieron extraordinaria vitalidad a aquel brillante período de formación de nuestros más significados y modernos textos legislativos, que conformaron nuestro Derecho durante la centuria siguiente. Manuel Cortina persiguió la dotación de un nuevo estatuto legal para la abogacía, y muy especialmente la aprobación del libre ejercicio de la profesión a lo largo de todo el territorio de la Monarquía, reivindicación que habría de plasmarse en los Reales Decretos de 31 de marzo de 1863. La abogacía alcanzaba un público reconocimiento que habría de verse plasmado en la Ley Orgánica del Poder Judicial de 15 de septiembre de 1870, que dedicaba todo un título, el XXI, a los abogados y procuradores. La obra de Manuel Cortina y Arenzana podía considerarse culminada. Formó parte de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación que presidió por dos veces, en 1850 y 1855. En 1857 ingresó también en la Real Academia de Ciencia Morales y Políticas. Apenas dos años después, durante el reinado de Amadeo I, Manuel Cortina recibía por segunda vez la oferta de presidir el Tribunal Supremo. Habría de declinarla. Comenzaba a encontrarse enfermo, y a pesar de sus ruegos, sus compañeros continuaban reeligiéndole para continuar al frente del decanato madrileño, que habría de ostentar hasta 1878, casi hasta el umbral de su fallecimiento. Se cerraba, así, una auténtica era de la historia democrática española. Manuel Cortina defendió el histórico proyecto liberal español frente a todos sus enemigos, durante los últimos estertores del Trienio Liberal y durante los conflictos carlistas; durante la gobernación de María Cristina y la regencia de Espartero; durante el reinado de Isabel II, el Sexenio Revolucionario y en el umbral de la Restauración. Creyó firmemente en el Estado de Derecho. Y creyó en la abogacía. En su compromiso firme con los ciudadanos, con sus derechos y libertades. En su compromiso con la causa de la emancipación humana. La modernidad que Cortina aportó a su trabajo tiene hoy formas diferentes y avanzadas; pero no puede prescindir de la sólida cimentación que sentaron quienes, como él, ensoñaron la libertad y cultivaron y practicaron el derecho como el más ético, realista y eficaz camino para alcanzarla.
Obras de ~: A sus conciudadanos: El Comandante de Segundo Batallón de Milicia Nacional de esta ciudad, Sevilla, Imprenta de Joaquín Roselló, 1838; Defensa oral: en la causa criminal sobre conato de asesinato, que D. Felipe Leoncio de Mena siguió contra su cuñado D. Antonio Vidal, ante el Supremo Tribunal de Guerra y Marina en su Sala de Justicia el día 6 de abril de 1842, Madrid, Imprenta de D. F. Suárez, 1842; Memoria leída por Manuel Cortina en la Junta General celebrada el día 5 de diciembre de 1852, Madrid, Imprenta Nacional, 1852; Dictamen dado a S. M. La Reina Doña María Cristina de Borbón, sobre el de la Comisión de las Cortes constituyentes de 1854, encargada de la información parlamentaria relativa a su persona, Madrid, Imprenta de El Fénix, 1857; Dictamen sobre los derechos que asisten al Banco Hipotecario de España contra el estado por haberle éste privado de los beneficios que le correspondían según la ley de su creación y recursos que ha de ejercitar para hacerlos efectivos, Madrid, Est. Tipográfico de R. Labajos, 1874.
Bibl.: P. Barbadillo Delgado, Historia del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, Madrid, Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, 1956-1960, págs. 60, 65, 151, 163-164, 194 y 226- 228; M. García Venero, Orígenes y Vida del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid, Madrid, Colegio de Abogados de Madrid, 1971, págs. 206-219 y 227-258; R. Pérez Bustamante et al., El ilustre Colegio de Abogados de Madrid 1596-1996, Madrid, Colegio de Abogados de Madrid-Banco Bilbao Vizcaya, 1996; J. S antos Torres, Manuel Cortina: el Hombre, el Político, el Abogado (1802-1879), Sevilla, Colegio de Abogados de Sevilla, 1996; L. Martí Mingarro, II Centenario del nacimiento del Excmo. Sr. D. Manuel Cortina y Arenzana (1802-2002), Madrid, Colegio de Abogados de Madrid, 2002.
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Manfred Roeder (Generalrichter)
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 | uniforme militar
| Manfred Roeder (Kiel, 20 de agosto de 1900 - Glashütten, 18 de octubre de 1971) fue un juez militar alemán durante el nacionalsocialismo. Fue responsable por sentenciar 56 ejecuciones entre ellas las del grupo Capilla Roja, Dietrich Bonhoeffer, Wilhelm Canaris y Hans von Dohnanyi. Desde enero de 1945 fue nombrado mayor general de justiciade la fuerza aérea. Tras la derrota de Alemania en la segunda guerra mundial, hubo intentos por parte de los sobrevivientes de la orquesta roja y Autoridades militares estadounidenses ocupación de investigar los enjuiciamientos de los miembros de la Orquesta Roja y otros traidores, pero Roeder nunca fue condenado por ningún delito.
biografía
Roeder, hijo de un magistrado de Landgericht (un tribunal de nivel medio en el sistema judicial actual de Alemania.) de Kiel , sirvió en la Primera Guerra Mundial, en regimiento 83ª Artillería de Campo como teniente. Más tarde recibió una Cruz de Hierro (2º clase) por haber sido herido. Después de la guerra, Roeder se unió a los Freikorps y más tarde fue a la universidad para obtener un título en derecho. Ingreso a carrera judicial en 1934 y poco después, nombrado juez militar en los servicios legales de la Luftwaffe en abril de 1935. Roeder fue el investigo el caso espionaje de la Orquesta Roja y más tarde Se convirtió en el fiscal. Roeder era conocido por Hitler y Göring como uno de los jueces militares más duros y leales; los presos lo apodaron "juez de horca de Hitler (Hitler's blood judge)", un nombre también dado a Roland Freisler .
Investigaciones posteriores a la guerra y batalla legal
El 15 de septiembre de 1945, el ex ministro de Cultura prusiano Adolf Grimme , amigo del ejecutado Adam Kuckhoff y ex miembro de la Orquesta Roja, presentó una querella contra Roeder por perversión de la justicia en su papel de juez investigador y fiscal del caso. Unos meses más tarde, el Ejército de los EE. UU, comenzó a investigar el caso de Mildred Harnack, una estadounidense y esposa de uno de los principales miembros de la Orquesta Roja. Ella conoció y se casó con Arvid Harnack en Wisconsin , luego lo siguió a Alemania en 1929. Ambos fueron arrestados en conexión con la Orquesta Roja y acusados por los nazis de ser espías para la Unión Soviética . El Grupo de Crímenes de Guerra del Ejército de EE. UU. Comenzó a investigar el caso de Mildred Harnack por denegación del debido proceso en febrero de 1946. Aunque su arresto se mantuvo en secreto y se le negó el derecho de escuchar o confrontar a sus acusadores y el Ejército, determinó que ella y su esposo había sido torturado, en noviembre de 1946, el Grupo de Crímenes de Guerra determinó que su caso había sido manejado adecuadamente. En 1951, el abogado fiscal en Lüneburg detuvo de manera similar el caso perseguido en el sistema legal alemán por falta de sospecha razonable. El informe final llegó a la conclusión de que los juicios ante el tribunal de guerra del Reich no eran objetables y que los acusados habían sido condenados a muerte, ya que en todas las épocas la traición ha sido considerada como el "crimen más ignominioso" y los participantes en el 20 de julio. El complot de 1944 para asesinar a Hitler fue en gran medida impulsado por la traición y el espionaje.
Grados del servicio de justicia militar
| Título de servicio 1944/45 | Designación civil correspondiente | Rango militar correspondiente |
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| Stabsrichter | Amtsgerichtsrat | Hauptmann / Kapitänleutnant |
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| Oberstabsrichter | Landgerichtsrat | Major / Korvettenkapitän |
| Oberfeldrichter / Geschwaderrichter | Oberamtsrichter | Oberstleutnant / Fregattenkapitän | | | | |
| Chefrichter (später Generalrichter / Admiralrichter) | etwa Landgerichtspräsident | Generalmajor / Konteradmiral |
| Generalrichter / Admiralrichter | Reichsgerichtsrat |
| Reichsanwalt |
| Generalstabsrichter / Admiralstabsrichter | Oberreichsanwalt | Generalleutnant / Vizeadmiral |
| Senatspräsident am Reichsgericht |
| Generaloberstabsrichter | Ministerialdirektor im Reichsjustizministerium | General (mit Zusatz der Waffengattung) | A principios de la década de 1950, Roeder continuó descaradamente sus ataques públicos y difamación a los miembros supervivientes de la "Orquesta Roja". Citó el costo de su "traición" en términos de pérdidas militares alemanas, mientras que ocultaba los millones de muertes causadas por el régimen nazi que él mismo todavía defendía. Manfred Roeder, testigo en los Juicios de Núremberg, 1947. Adolf Grimme, Günther Weisenborn, y particularmente Greta Kuckhoff , intentaron presentar querella contra Roeder por "crímenes de lesa humanidad" por haber usado tortura, pero el caso fue demorado por el abogado fiscal en Lüneburg hasta finales de la década de 1960. En ese punto se cerró investigación. No se presentó ningún caso contra Roeder para determinar si su método de uso de la tortura para obtener información o las sentencias que siguió en la corte constituían delitos. Después de la guerra, Roeder era un miembro visible y activo de la CDU (Democracia Cristina Alemana), sirviendo en varias empleos públicos, incluido el teniente de alcalde en su comuna de Glashütten , en Taunus.
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FABIOLA DEL PILAR GONZÁLEZ HUENCHUÑIR
Glashütten es un municipio situado en el distrito de Hochtaunus, en el estado federado de Hesse (Alemania). Su población estimada a finales de 2016 era de 5414 habitantes. Se encuentra ubicado en el centro del estado, a poca distancia al norte del río Meno, uno de los principales afluentes del Rin.
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La Orquesta Roja o La Capilla Roja.
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La Orquesta Roja o La Capilla Roja. (en alemán: Die Rote Kapelle) fue una red de espionaje de los Aliados formada durante la Segunda Guerra Mundial e integrada por ciudadanos alemanes y de otras nacionalidades en contra de los nazis.
Comenzó a formarse en 1939, cuando Leopold Trepper, un agente del Servicio de Inteligencia de la URSS, estableció una red de inteligencia. La formación de la red sucedió luego de las purgas estalinistas, donde cayera como "cabecilla" el legendario Mariscal de la Unión Soviética Mijaíl Tujachevski, en el marco de la política no-beligerante con la Alemania nazi, Pacto Ribbentrop-Mólotov.
Su misión era recoger información en Holanda, Francia, Suiza y Alemania. El círculo de espías tenía tres ramas importantes: la red francesa, la belga y la holandesa, la red de Berlín y el Círculo de "Lucy" que operaba en la segura y neutral Suiza. Asimismo hubo una red japonesa. Los miembros de la red eran conocidos por los alemanes como "pianistas", dado que transmitían sus mensajes usando el telégrafo operado manualmente. La red aportó información prioritariamente a los soviéticos, pero también la compartía con los aliados ingleses.
La importancia de la red de Berlín en la Segunda Guerra Mundial fue primordial para desmantelar la estrategia alemana en la batalla de Stalingrado (la Orquesta Roja causó por lo menos la muerte de 250 000 soldados del Eje suministrando detalles estratégico-operativos del Frente del Este, e intervino igualmente suministrando informaciones sobre fabricación de armas y los cohetes V1 y V2).
Por saber, sabía incluso la fecha exacta de la entrada de Alemania en guerra contra la URSS, información sobradamente contrastada. Los alemanes descubrieron la red por casualidad, en Bélgica, a fines de 1941; la investigación les reveló que era la red de espionaje más amplia y profunda que poseían los Aliados.
La contrainteligencia alemana terminó descubriendo setenta y cuatro emisoras de la Orquesta Roja; más tarde se supo que eran más de quinientas. Las principales funcionaban en Lieja, Gante, Bruselas, Estambul, Atenas, Belgrado, Ginebra, Viena, Roma, París, Ámsterdam, Berlín, Neuchâtel, Madrid, Barcelona, Amberes, Estocolmo, Copenhague, Trondheim, Lyon, Marsella y Lille. Sólo en París había una treintena.
En esas actividades participó la red suiza conocida como Trío Rojo. Su principal agente era Rudolf Roessler, de nombre en clave "Lucy", con uno o varios importantísimos informantes dentro del OKH, todavía hoy desconocidos; su mayor éxito fueron las informaciones previas a la Operación Citadelle. Roessler era considerado un patriota por sus amigos, pero pasaba información a través de Suiza al agente Alejandro Radolfi (Sandor Radó), alias "Dora", que retransmitía sus informes a Moscú. Su hermana estaba casada con el director de orquesta Hermann Scherchen, también colaborador.
Muchos de los agentes eran alemanes de los más diversos estratos de la sociedad, artistas, escritores, estudiantes, comerciantes y militares con tendencias políticas opuestas al régimen, no necesariamente comunistas. Pero el núcleo dirigente estaba formado por comunistas confesos que habían podido escapar a la represión hitleriana: el teniente de la Luftwaffe Harro Schulze-Boysen, sobrino segundo del almirante Tirpitz, y Arvid Harnack del Ministerio de Economía del Reich, sobrino del famoso historiador Adolf von Harnack.
El escritor Adam Kuckhoff, el teniente segundo Herbert Gollnow, J. Wenzel, agente de la Internacional Comunista en Bruselas, la condesa Ericka de Brockdroff y el profesor W. Kraus (Marburgo), quien distribuía el periódico ilegal El Frente Interior, repartía octavillas y reclutaba a trabajadores inmigrantes. Ilse Stöme estaba infiltrada en el Servicio de Información de Asuntos Extranjeros; el coronel de la Luftwaffe Erwin Gras y Horts Helmamm, que operaba en la oficina de claves del contraespionaje, la bailarina Olga Schottmüller, la vidente Anna Krause y el diplomático Rudolf von Scheliha. Al igual que otras asociaciones, como el Frente Negro y la Rosa Blanca, luchaban contra Hitler desde el interior.
La eficacia de la red llegó a ser tal que cualquier decisión del Alto Estado Mayor alemán (OKH) se conocía por los Aliados sólo con una diferencia de nueve horas desde que era tomada. Pero quizá el más famoso y anónimo espía de la Orquesta Roja fue Leopold Trepper, quien diseñó la arquitectura de la red, era conocido como "Gran Jefe" y se ocupaba de la red franco-belga. La red berlinesa de la Orquesta Roja fue desmantelada en parte por la Gestapo el 31 de agosto de 1942. Se hicieron más de 600 arrestos en Bruselas, París y Berlín. Entre los arrestados había miembros de la Abwehr, Ministerio de Propaganda, Ministerio del Trabajo, Ministerio del Exterior y la oficina administrativa de la ciudad de Berlín. Los procesos judiciales se llevaron en el más estricto secreto; hubo 58 condenas a muerte, los hombres ahorcados y las mujeres guillotinadas, y muchas otras a cadena perpetua. Adolf Hitler, exigió un “castigo acelerado e intensificado” de los acusados y encargó a Hermann Göring que supervisara el caso extremadamente explosivo. El 14 de diciembre de 1942,trece de los encarcelados en Spandau , incluidos John Graudenz, Kurt Schulze, Kurt Schumacher, Horst Heilmann, Erwin Gehrts y Herbert Gollnow , se enteraron de que se había fijado una audiencia para el día siguiente ante el Segundo Senado de la Corte Marcial del Reich. No se hizo ningún anuncio en los siguientes procesos. El juez presidente fue el presidente del Senado, Alexander Kraell. Hermann Göring nombro como fiscal militar a Manfred Roeder , a quien se consideraba un "sabueso de Hitler" debido a sus duras negociaciones en el NSDAP, al tribunal específicamente para este juicio.
Todas las negociaciones se llevaron a cabo en secreto. Se asignaron defensores públicos a los acusados a los que solo se les permitió hablar poco antes del juicio o no se les permitió hablar; Durante el juicio se sentaron a doce metros de distancia para evitar cualquier comunicación. En el centro de la "evidencia" preparada por los interrogatorios incontrolados de la Gestapo se encontraba el espionaje y la actividad subversiva, que se consideraba alta traición y se castigaba con la pena de muerte . Roeder usó el proceso no solo para establecer los crímenes, sino también para retratar de manera integral las relaciones privadas de los acusados con el fin de mostrarlos como personas inmorales completamente depravadas, para humillarlos y quebrantarlos.
Historia A 80 años. La Orquesta Roja bajo los acordes de la Segunda Guerra Mundial.
La Segunda Guerra Mundial tuvo una batalla subterránea: la del espionaje ruso infiltrado en el Estado Mayor nazi.
Daniel Lencina Jueves 5 de septiembre de 2019
En un intercambio de cartas León Trotsky, a finales de los años 20, escribía esta analogía con la música, reflexionando entre las dos guerras mundiales: “los acontecimientos difíciles del último período, con las consecuencias que nosotros sufrimos, sólo marcan el preludio de los desarrollos por venir. Igual que la obertura de una ópera anuncia todos los temas musicales que se desarrollarán en ella y les da una expresión aguda y concentrada, nuestra obertura política no ha hecho más que anticipar las melodías que encontrarán más tarde su plena amplitud, con la intervención de los metales, contrabajos, tambores y otros instrumentos de esta música seria, la de las clases”. Pero en este articulo, en lugar de la “obertura” que señala Trotsky, nos concentramos en la “ópera” misma, precisamente en la historia de la flamante Orquesta Roja.
¿Qué fue la Orquesta Roja?
La llamada Orquesta Roja fue conformada a fines de los años 30 en la Unión Soviética (URSS) en la antesala de la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo era hacer espionaje en las metrópolis de Europa. Se la conoció como “orquesta” por analogía con el mundo de la música, ya que sus miembros tocaban “el piano” que era un transmisor clandestino. El mismo emitía informes en código cifrado para dar cuenta de las novedades de la guerra, tanto de los preparativos como de los posibles ataques que amenazaban a la URSS.
Y como toda orquesta tiene un director, ésta quedó a cargo de Leopold Trepper. En sus memorias, conocidas bajo el título de El gran juego (Ed. Ariel, 1977, Barcelona) recuerda su preparación previa. Allí sostiene que “mi escuela fue mi vida de militante. Nada podía prepararme mejor para dirigir una red como la Orquesta Roja, que los veinte años tumultuosos, a menudo clandestinos, que precedieron mi ingreso en los servicios de información. Aprendí la clandestinidad en Polonia y en Palestina, y esta experiencia insustituible tiene mucho más valor que todos los estudios del mundo”.
La pantalla.
La Orquesta Roja montó una empresa falsa para que pueda comerciar libremente con el Ejército alemán, proveyéndolo de pertrechos. Trepper adoptó el disfraz de un burgués industrial, director de una supuesta “empresa” llamada Simex. El director industrial y sus “asistentes” fueron invitados a grandes banquetes del Estado Mayor nazi, donde se ganaron la confianza de los oficiales, y en medio del champagne y los buenos vinos y manjares, recaudaban información acerca de los planes de ataque de Hitler.
Una vez instalado el escenario, comienzan a sonar los primeros “acordes”: las emisoras de radio con sus respectivos “pianistas” instaladas en los Países Bajos, Bélgica y en el corazón del imperio nazi; Berlín. Transmitían a Moscú información precisa acerca del estado de las tropas, disposición de fuerzas y moral del ejército. Recaudaron los planos de las instalaciones portuarias y de las fortificaciones, los mapas militares y los organigramas. Este tipo de información se enviaba a través de microfilms. Los miembros de la red, cruzaban permanentemente todas las fronteras hasta hacerlos llegar al Centro receptor del Estado Mayor soviético. Los enlaces para esta tarea fueron desde empleados del propio entorno de Hitler, hasta una empleada de la Bolsa de Comercio de Bruselas con oficina en París. Desde allí enviaban toda la correspondencia a su debido curso. También colaboraban maquinistas de tren y marinos que efectuaban viajes por el Báltico.
El concierto de la guerra
A mediados de 1941, el Ejército Rojo se hallaba en una situación crítica. En pocos meses, el ejército alemán (Wehrmacht) había avanzado unos 1.200 Km en territorio ruso. Mientras tanto, se produjo una cumbre del Estado Mayor nazi en la que se preparó el ataque a Moscú. Leopold Trepper lo recuerda así: “hoy día puedo revelar que un combatiente de la Orquesta Roja asistió a aquélla reunión en la cumbre. El taquígrafo que tomaba nota de las palabras de Hitler y de sus generales era miembro del grupo (…) el estado mayor soviético, que así estuvo al corriente de los detalles de aquel ataque, pudo preparar la contraofensiva que rechazó victoriosamente a la Wehrmacht. El mismo taquígrafo dio aviso de la ofensiva contra el Cáucaso con nueve meses de antelación (…) Stalingrado constituiría, pues, una etapa esencial en el desarrollo del previsto ataque. El 12 de julio, se estructura un estado mayor para el frente de Stalingrado bajo la dirección del general Timoshenko. Así queda ultimada la trampa en la que va a caer la Wehrmacht”.
Por su parte la Policía Secreta (Gestapo), las SS, la Wehrmacht formaron una división especial de lucha contra la Orquesta Roja. La red fue descubierta recién a mediados de 1941 y comenzó una verdadera cacería de rojos. Como un “efecto dominó” fueron cayendo presos uno tras otro los miembros de la red, hasta dar con el “Gran Jefe”: Leopold Trepper. Hacia fines de 1942, fue detenido en París. El propio Hitler, cuando se enteró de su captura, ordenó que sea apresado y metido en una profunda fosa y con las más pesadas cadenas. Pero esa orden del Führer nunca fue cumplida.
Comienza “el gran juego”
Con los miembros detenidos, los alemanes siguieron manteniendo en función a las emisoras y obligan a los “pianistas” a que mantengan contacto con el Centro ruso. El objetivo era “intoxicarlo” con falsas informaciones. Pero tal maniobra no duró demasiado ya que el Centro se dio cuenta de que “algo anda mal”, por lo que los nazis se vieron obligados a dar información verdadera y ofrecieron material verídico que favoreció las posibilidades militares de Moscú. La palabra “juego” significaba espionaje, de allí el nombre de las memorias de Trepper. Por lo tanto, lo que sucede de ahí en más fue un doble juego; el que creyeron jugar los nazis y el que realmente jugaron los comunistas bajo la dirección de Trepper. Pero ¿cuál es la razón de fondo por la que la división especial hitleriana juega este “juego”? ¿Por qué no liquidaron físicamente a los todos miembros de la red? La respuesta hay que buscarla en que a medida que la guerra avanzaba y las posibilidades bélicas de Alemania disminuían -derrota de Stalingrado mediante-, los nazis entendían que una paz separada con los rusos era la única solución para evitar una catástrofe mayor. Por esta razón la orquesta sigue siguió “tocando”. Trepper fue tratado por los nazis como un preso especial. Discutían con él la situación política y el curso de la guerra. De esta manera, se valió de la necesidad que pesaba sobre él de parte de los sabuesos de Hitler e impuso sus condiciones: que cesaran las torturas y la represión a los miembros de la red. Por otra parte, desde su celda comienza a redactar un mensaje cifrado que entregará a un miembro de la red para alertar al Centro sobre el estado real del juego. Ese mensaje llegará a destino y constituye un gran primer triunfo. El resto de los miembros de la red son el blanco de la más oscura represión.
Final del juego
Trepper se ganó la confianza de sus carceleros y en septiembre de 1943, en un traslado en auto, su carcelero enfermo le pide que entre sólo a una farmacia, mientas el nazi lo esperaba. Como la misma tenía doble entrada por dos calles laterales se fugó al instante. “Audacia” se le llama. Tuvo la única oportunidad de escapar de las garras del nazismo y la aprovechó. Permaneció luchando en la clandestinidad hasta la liberación de París por los Aliados y el fin de la guerra. Así, informa al Centro la verdad de la situación y siguen transmitiendo con varias de las emisoras que no fueron descubiertas. Hacia el final de la guerra, los nazis acabaron con las vidas de los miembros de la Orquesta Roja, arrojando el siguiente saldo: “ochenta personas fueron detenidas en Francia y en Bélgica: treinta y dos fueron condenadas a muerte y cuarenta y cinco enviadas a los campos de concentración, de los que nunca regresaron trece de ellas. En Alemania, de las ciento treinta personas capturadas, cuarenta y nueve fueron ejecutadas, cinco sucumbieron mientras eran torturadas y tres se suicidaron”.
Contrarrevolución y guerra.
En El significado de la Segunda Guerra Mundial, el trotskista Ernest Mandel habló de la misma como de “la historia de la contrarrevolución”. La definición, entre otras cuestiones, aplica al propio Stalin ya que tenía la “teoría” (si es que puede llamarse así) de que todos los miembros del Ejército Rojo, agentes y personal diplomático que habían trabajado fuera del territorio soviético mientras duró la guerra, eran sospechosos de ser “contrarrevolucionarios”, “criminales contra el pueblo soviético” y la lista seguía. El antecedente hay que encontrarlo en las purgas estalinistas previas a la guerra.
Trepper, el jefe de la Orquesta Roja, pagó con diez años de prisión en las cárceles de la URSS. El mismo, se encargaría de rendir un significativo homenaje a quienes lucharon consecuentemente contra la deformación de la revolución de Octubre de 1917. Y en sus memorias reflexiona: “Pero, ¿quién protestó en aquella época? ¿Quién se levantó para gritar su hastío? Los trotskistas pueden reivindicar este honor. A semejanza de su líder, que pago su obstinación con un pioletazo, los trotskistas combatieron totalmente al stalinismo y fueron los únicos que lo hicieron. En la época de las grandes purgas, ya solo podían gritar su rebeldía en las inmensidades heladas, a las que los habían conducido para mejor exterminarlos. En los campos de concentración, su conducta fue siempre digna e incluso ejemplar. Pero sus voces se perdieron en la tundra siberiana. Hoy día los trotskistas tienen el derecho de acusar a quienes antaño corearon los aullidos de muerte de los lobos. Que no olviden, sin embargo, que poseían sobre nosotros la inmensa ventaja de disponer de un sistema político coherente, susceptible de sustituir al stalinismo, y al que podían agarrarse en medio de la profunda miseria de la revolución traicionada. Los trotskistas no “confesaban”, porque sabían que sus confesiones no servirían ni al partido ni al socialismo”.
Al cumplirse el 80 aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial, no podíamos dejar de lado el rol que jugó la Orquesta Roja. Una historia poco conocida pero que a la vez es clave para entender el desarrollo y el desenlace de la carnicería imperialista mas grande del siglo XX.
La Orquesta Roja, la mejor red de espías. AG Gamero 29 mayo, 2022
Cuando Adolf Hitler entró de lleno en la escena política de una Alemania derrotada y humillada luego de la Primera Guerra, y sufriendo una crisis económica histórica, hubo quienes advirtieron el peligroso tsunami que se estaba gestando. Alejados de las bulliciosas masas fanatizadas por el discurso ultra nacionalista y abiertamente racista y antisemita de este pequeño pintor frustrado, había quienes observaban con preocupación el panorama y comenzaron a actuar vislumbrando años terribles. Uno de esos visionarios fue Lejb Domb, un polaco judío nacido en 1904 en Nowy Targ, un pintoresco pueblito cercano a la frontera con la actual Eslovaquia. A los 20 años abrazó el comunismo y se unió a las juventudes sionistas, lo que lo llevó a emigrar al Protectorado Británico en Palestina. Allí participó de la fundación del grupo comunista «Unidad» que pregonaba la unión de judíos y árabes en contra del capitalismo. Expulsado por la autoridad británica en 1929, recaló en París para –tres años después– trasladarse a Moscú para estudiar y, especialmente, comenzar la carrera de espía. Poco después volvió a Francia, esquivando así las purgas stalinistas. En la «ciudad luz» integró la red de espionaje soviética «Fantômas».
Una tradición en redes de espionaje
Y es que Domb tenía buena parte de los números para acabar en Siberia, en alguna oscura mazmorra; o frente al pelotón de fusilamiento: era ciudadano polaco, judío y apátrida. «Mi destino estaba trazado –escribió en su autobiografía de 1975–. Habría acabado en el fondo de un calabozo, en un campo de concentración o, mejor aún, ante un paredón. Por el contrario, si lejos de Moscú combatía en primera línea contra los nazis, podría seguir siendo lo que siempre había sido: un militante revolucionario». Para ese entonces, Lejb Domb ya era Leopold Trepper y trabajaba duramente para combatir el nazismo. Antes del inicio de la guerra había comenzado a organizar la red de espionaje más fabulosa y eficiente de la primera mitad del siglo XX.
La Unión Soviética era especialista en desarrollar amplios tejidos de comunicaciones. En su novela autobiográfica «La noche quedó atrás» el ex doble espía Jan Valtin, detalla cómo el Soviet Supremo hacía llegar, en cuestión de días, órdenes, propaganda y dinero a los puntos más recónditos del planeta a través de –especialmente– trabajadores portuarios y marineros miembros del partido.
Espías por todas partes
Pero lo de Trepper fue la quintaescencia del espionaje. Muchos de sus agentes eran alemanes de los más diversos estratos sociales. Había comerciantes, artistas, empleados de comercio, trabajadores de distintas áreas industriales e inclusive una vidente, pero también había personas relacionadas con el poder: altos oficiales de las fuerzas armadas del Tercer Reich como Harro Schulze-Boysen, Herbert Gollnow o Erwin Gras y miembros de la aristocracia como la condesa Ericka de Brockdroff.
La organización operaba a pleno un año antes de la crisis de Dázing y su eficacia llegó a ser tan plena que cualquier decisión del Alto Mando Alemán llegaba al Kremlin a los sumo una decena de horas después de haber sido tomada. Así lo consignan los periodistas franceses Pierre Accoce y Pierre Quet en su ensayo «La guerra se ganó en Suiza» (1966): «No transcurrían más de diez horas entre el momento en que se tomaba una decisión en la Wehrmacht (Fuerzas Armadas) y la orden se conocía en Moscú. En una ocasión, inclusive el plazo se redujo a seis horas».
Un batallón de telégrafos
Tepper dirigía la compleja red de espías desde Bruselas, donde se había establecido como un industrial canadiense que le vendía impermeables a las fuerzas de ocupación alemanas en Bélgica y más tarde a las que tomaron Francia. No solo los espiaba, también les sacaba la plata para sostener el espionaje. Win – win. Al nombre de «Orquesta Roja» (Die Rote Kapell en alemán) se lo otorgó la Gestapo, que ya había bautizado a sus miembros como «pianistas» porque enviaban sus partes a través de telégrafos operados manualmente. La información se enviaba diariamente desde cerca de un centenar de telégrafos instalados en ciudades como París, Lieja, Bruselas, Estambul, Atenas, Belgrado, Ginebra, Viena, Roma, Ámsterdam, Neuchâtel, Madrid, Barcelona, Amberes, Estocolmo, Copenhague, Lyon, Marsella, Lille, Berlín e –inclusive– Tokio. Chicos, el dinero de Moscú llegaba a todas partes.
Ganar la guerra
El periodista Israel Viana, del ABC de España, destaca que la Orquesta Roja descubrió e informó sobre el desarrollo de armamento: «realizó auténticas proezas, como enviar con suficiente antelación a Moscú los planes ultrasecretos del nuevo tanque tipo T-6 que los alemanes estaban construyendo. Eso permitió a la industria soviética construir rápidamente el tanque KV, que supuso una desagradable sorpresa para la Wehrmacht cuando se encontraron en el campo de batalla. También desveló las rampas de lanzamiento dispuestas por Hitler en el norte de Francia, que pudieron ser destruidas. E informó a los aliados de las cadenas de montaje con la que los nazis estaban fabricando las bombas V, lo que permitió anticiparse y bombardear las fábricas. Muchos expertos coinciden en que si la V-1 y V-2 se hubieran terminado, el desembarco de Normandía habría sido imposible». El jefe de los servicios secretos de Hitler, Wilhelm Canaris, llegó decir de Leopold Trepper: «Él solo ganó la Segunda Guerra Mundial. Su actuación costó más de 300.000 muertos a Alemania». Buena parte de la Orquesta Roja fue desmantelada a fines de agosto de 1942. En un procedimiento que contó con el más estricto secreto, se detuvo a unas 600 personas en Bruselas, París y Berlín, que fueron sometidas a juicio. De los procesos resultaron 58 condenados a muerte y cientos destinados a campos de concentración
Volver a hacerlo
Trepper fue capturado poco después pero rápidamente se ganó la confianza de sus carceleros y los terminó convenciendo de que lo dejaran escapar. Estuvo escondiéndose y deambulando por Francia hasta la Liberación. Entonces regresó a Moscú y, en agradecimiento, fue encarcelado por diez años. El régimen soviético sospechaba de todo comunista que hubiera sido prisionero de los Nazis. Muerto Stalin le restituyeron los honores y regresó a Polonia, donde se convirtió en editor de literatura judía. Pero pocos años después, desilusionado con el comunismo, se radicó en Israel para pasar sus últimos años.
En una entrevista de 1967, el periodista francés Gilles Perrault (autor del libro «La Orquesta Roja») contó que en las entrevistas que le realizó a Leopold Trepper, el exespía «hablaba de manera deshilvanada, porque siempre íbamos a parar a un muerto. Entonces se cogía la cabeza con las manos, cerraba los ojos y decía: Y luego empezaba a hablar de otra cosa. Era como un paseo por el cementerio».
Aunque una década después, el propio Trepper escribió en sus memorias: «La tragedia me esperaba en cada esquina, el peligro era mi compañero más fiel, pero si tuviese que volverlo a hacer, lo haría con gusto».
Leopold Trepper, más conocido por su nombre en clave'Lejb Domb, pero también Gilbert, Otto etc. (Nowy Targ, Galitzia, 1904 - Jerusalén, 1982), espía polaco, miembro destacado de la Orquesta Roja.
Murió Leopold Trepper, jefe de la red de espionaje soviética 'Orquesta Roja' Jerusalén - 20 ENE 1982
Lejb Domb, mas conocido por Leopold Trepper, su "nombre de batalla", célebre espía, jefe de la amplia red de espionaje soviética la Orquesta Roja durante la segunda guerra mundial, murió el martes por la noche, a los 77 años de edad, en Jerusalén, y será enterrado hoy en el gran cementerio del monte Herzl. El almirante Canaris, jefe de los servicios secretos militares alemanes, dijo de él: "Su actuación costó mas de 300.000 muertos a Alemania". "Ganó prácticamente él solo la guerra".
Un hombre mayor y discreto, con el aspecto de un jubilado aburrido y cuyo rostro expresaba una paciencia sin límites, haciendo cola en la ventanilla de su banco en la céntrica calle de Jaffa, en Jerusalén, este es el último recuerdo que conservarán sus vecinos de uno de los mas famosos agentes secretos de la historia del espionaje.Nacido en 1904 en una familia judía de Novy Tard, pueblo de la región de Galitzia, antes polaca y ahora mayoritariamente soviética, se adhirió, aún adolescente, al movimiento de las juventudes sionistas Hachomer Hatzair, y con tan sólo veinte años emigró a Palestina, entonces bajo el mandato británico, donde contribuyó a fundar el grupo comunista Unidad que preconizaba la unidad de, acción de judíos y árabes "principio básico de la paz en Oriente Próximo", según sus propias palabras.
Expulsado por los británicos de Palestina en 1929, pasa tres años en Francia, donde milita en un grupo de comunistas extranjeros, antes de viajar a Moscú bajo el pretexto de estudiar en una universidad especializada, pero, en realidad, para entrevistarse con el jefe de los servicios de información del ejército soviético. En los años que preceden a la segunda mundial, funda en Bruselas la temible Orquesta Roja, cuyos músicos enviarán a Moscú, a partir de la entrada en guerra de la Unión Soviética en 1941, más de 2.000 despachos de gran importancia redactados por "290 agentes que no eran espías profesionales, sino furibundos antinazis de diversas nacionalidades". Uno de ellos anunciaba a José Stalin la fecha exacta de la entrada en guerra de Alemania contra la URSS: en la madrugada del domingo 22 de junio. Pero Stalin no lo creyó.
De esta época de su vida Trepper escribió en sus memorias El Gran juego, publicadas en 1975, "la tragedia me esperaba en cada esquina, el peligro era mi compañero más fiel, pero si tuviese que volverlo a hacer, lo haría con gusto". En 1945, al final de la segunda guerra mundial, es repatriado, como todos los demás espías soviéticos que trabajaron en Europa occidental, y recibido en Moscú con todos los honores por importantes personalidades que, nada más felicitarle, le envían a la cárcel de Lubianka y a otros lugares de detención, donde permanecerá diez años hasta ser declarado inocente y puesto en libertad.
Trepper volvió entonces a su país de origen, Polonia, en cuya capital residirá veinte años y asumirá la presidencia de la Asociación Cultural Judía. Pero en octubre de 1973, cuando las autoridades polacas le retiran su pasaporte, amenaza con suicidarse si no es autorizado a abandonar el país, lo que conseguirá tres años después, en 1976. Desde entonces vivía con su esposa y valiente compañera Liuba, de 74 años de edad, en un modesto apartamento de tres habitaciones en las afueras de Jerusalén, ciudad en la que también reside uno de sus tres hijos. Con todos aquellos que le abordaban en la calle, Trepper se creía en el deber de hablar de política para advertirles que "la tercera guerra mundial ha empezado ya". El intrépido espía soviético no opinaba, según su viuda, "nada positivo" de la actual política del Kremlin, y "se había solidarizado con el movimiento progresista en Polonia, por lo que la reciente toma del poder por el Ejército le decepcionó". A Leopold Trepper le hubiese gustado escribir un último libro, Mi testamento político, pero la enfermedad que contrajo en las celdas estalinistas le impidió realizar su deseo. Por eso su viuda promete ahora nuevas revelaciones sobre la Orquesta Roja para dentro de un año.
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