Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Ana Karina Gonzalez Huenchuñir; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma;Nelson Gonzalez Urra ; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo; Katherine Alejandra Lafoy Guzmán; Soledad García Nannig; Paula Flores Vargas;
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El Ateneo. |
Introducción. La palabra ateneo etimológicamente proviene de la diosa griega de la sabiduría Atenea. Según este término los Ateneos son centros en los que se difunde la cultura. En España a partir de mediados del siglo XIX tanto la burguesía (como por ejemplo el Ateneo de Madrid, o el Ateneo de Barcelona) como la clase trabajadora crean sus propios Ateneos, en los que se realizan actividades culturales de acuerdo a sus necesidades.
Federación de Ateneos de España. El Ateneo de Madrid pertenece a la Federación de Ateneos de España formada por: Ateneo Mercantil de Valencia, Ateneo Científico, Literario y Artístico de Alicante, Ateneo Albacetense, Ateneo Navarro, Ateneo Obrero de Gijón, Ateneo de Ourense, Ateneo de Salamanca y Ateneo Riojano. Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid. C/ Prado, 21 – 28014 Madrid Ateneo Literario, Artístico y Científico de Cádiz C/ Ancha 20, 1º – 11001 Cádiz Ateneo Albacetense C/ Feria, 10 — Apartado 1045. 02005 Albacete Ateneo Científico, Literario y Artístico de Alicante Navas, 32 – Bajo. C.P – 03001 Alicante Ateneo Jovellanos C/ Begoña, 25 – 33206 Gijón (Asturias) Ateneo Obrero de Gijón C/ Covadonga, 7 1.º izda – 33201 Gijón (Asturias) Ateneo Barcelonés C/ Canuda, 6 – 08002 Barcelona Ateneo Riojano C/ Muro de Cervantes 1,1º 26001 Logroño (La Rioja) Ateneo de Málaga C/ Compañía, n.º 2. Edificio San Telmo – 29008 Málaga Ateneo de Ourense C/ Curros Enríquez, 1 pral.- 32003 Ourense Ateneo Caldense Apartado 20 – 36650 Caldas de Reis (Pontevedra) Ateneo cultural Corredoria Pza. de San Roque, 13 – 36993 Combarro (Pontevedra) Ateneo Los Palacios y Villafranca C/ Padre Manjón, 1- 41720 Los Palacios y Villafranca (Sevilla) Ateneo de La Laguna Pza. de la Catedral, 3 – 38201 La Laguna (Tenerife) Ateneo Marítimo de Valencia C/ Reina, 68 – 46001 Valencia Ateneo Comercial Pza. País Valenciá, 2 – 46670 Pobla Llarga (Valencia) Ateneo de Sevilla Orfila, 7 – 41003 Sevilla Ateneo de Cáceres C/General Ezponda, 9 – 10003 – Cáceres Ateneo de Salamanca Calle de Zamora 64, bajo E-37002-SALAMANCA Ateneo de Alicante C/ Serrano, 10 03003 Alicante Ateneo de Valladolid Acera Recoletos 19, 1º, 47004Valladolid Ateneo de SanLúcar de Barrameda C/ Esperanza de Triana, 23 41010 |
El Ateneo madrileño. |
Entre el Barrio de las Letras y el Congreso de los Diputados se ubica uno de los centros más emblemáticos de la ciudad, en el que el conocimiento y la capacidad de compartirlo sigue siendo el eje sobre el que todo gira. Con casi 200 años de historia, el Ateneo de Madrid, trata de saltar del siglo XIX al XXI y conectarse con las mentes que buscan algo más allá de su desarrollo profesional. A lo largo de este tiempo ha pasado por buenas y malas épocas —revoluciones, guerras, dictaduras— y ahora se encuentra en plena reconversión intelectual, en la recuperación del lugar que tuvo entre los pensadores de cada etapa histórica. “La manera de transmitir el conocimiento ha cambiado muchísimo con la llegada de Internet. Somos conscientes de que aprender no es un ejercicio individual sino colectivo y eso tenemos que potenciar”, señala al respecto el abogado y secretario del centro Pablo Boyer Bergese, empeñado en dinamizar la actividad de este centro anquilosado en el tiempo. Una vez encaminados los problemas burocráticos y judiciales que mantenía con el Ministerio de Cultura por el destino que se hizo de las ayudas recibidas para reformar el edificio, los socios tratan de encontrar el espacio intelectual en el que debe situarse una institución como esta. Juega a su favor el importante patrimonio, tanto de sabiduría como inmobiliario y artístico, que posee. Tiene tres céntricos edificios —con un valor catastral estimado por sus directivos de unos 7 millones de euros—, unas destacadas colecciones pictóricas y escultóricas y una biblioteca histórica, con casi 500.000 volúmenes, que se considera una de las más valiosas de España de entre las de propiedad privada. Todo ello le sitúa en una posición excelente para lanzarse a una proyección como la que pretende: ser referencia y lugar de encuentro para los jóvenes intelectuales de habla hispana. “Somos 500 millones los que manejamos la lengua castellana y nuestro centro puede ser el nexo con los hispanohablantes, sin que ello signifique la exclusión a aquellos que hablan en otras lenguas, y con los otros 21 ateneos que existen en el mundo”, señala el presidente César Navarro. Se apuntó como socio del Ateneo hace 70 años siendo un joven estudiante de Filosofía. En cinco ocasiones durante estas siete décadas ha ocupado su presidencia. “Nos habíamos quedado en el siglo XIX y tenemos que dar el gran salto al XXI. Tenemos que ir de la mano de esta revolución tecnológica que estamos viviendo”, insiste este filósofo. Ética y estética. ¿A quién puede interesar en estos momentos un lugar como el Ateneo? “A aquellas personas que buscan adquirir cultura, conocimiento más allá del dato, y una equidistancia entre la ética y la estética”. En la larga lista de socios que han pasado por sus salas figuran personalidades como Mariano José de Larra, Unamuno, Valle-Inclán, Echegaray, Marañón, Galdós, Menéndez Pelayo, Clarín, Albéniz o Sorolla. La primera mujer que pisó oficialmente este centro fue la escritora Emilia Pardo Bazán, nada menos que en 1905. Ella abrió la puerta en el siglo XX a otras mujeres como las feministas Carmen de Burgos, Blanca de los Ríos o Clara Campoamor. El número de socios ha variado mucho a lo largo del tiempo y actualmente está bastante lejos de los inscritos en los ochenta del pasado siglo cuando tenía 7.000 socios. Hoy, los ateneístas son poco más de 2.000. Los actuales responsables, conscientes de este descenso, planifican una estrategia de posicionamiento en la sociedad. “Queremos ser ese lugar de encuentro para los jóvenes, de esos talentos que están dispersos por España o fuera de esta. Buscar entre sus necesidades para servirles de enlace con el conocimiento del mundo profesional”, apostilla Boyer. El Ateneo ha iniciado un proceso para recatar su historia y organizar su fondo para hacerlo accesible al investigador. Parte de este, el anterior a 1939, desapareció y están intentando recuperar el universo cultural en el que vivió antes de la Guerra Civil.; |
Duque de Rivas. (Ángel de Saavedra, duque de Rivas; Córdoba, 1791 - Madrid, 1865) Poeta y dramaturgo español cuya obra es considerada emblemática del romanticismo hispano. De ideas liberales, luchó contra los franceses en la guerra de independencia y más tarde contra el absolutismo de Fernando VII, por lo que tuvo que exiliarse a Malta. Estas experiencias inspiraron algunos de sus poemas, como Con once heridas mortales, al modo de los antiguos romances pastoriles. Bajo la influencia de su amigo Manuel José Quintana y de la estética entonces dominante, sus primeros versos (reunidos en Poesías, 1813) y obras teatrales, como Ataúlfo (1814) y Lanuza (1822), se encuadraban dentro del orden neoclásico. Sin embargo, durante su exilio maltés conoció la obra de William Shakespeare, Walter Scott y Lord Byron y se adscribió a la corriente romántica con los poemas El desterrado y El sueño del proscrito (1824), y El faro de Malta (1828). Vivió en Francia de 1830 a 1834, año en que pudo regresar a España y heredar el título nobiliario y una gran fortuna. Inició entonces su evolución hacia el ideario conservador. Tras los sucesos de La Granja, renunció a su cartera de Gobernación y se exilió en Lisboa. De esta época son sus obras más representativas: El moro expósito o Córdoba y Burgos en el siglo XI (1834), «leyenda en doce romances» sobre el tema de los infantes de Lara y el bastardo Mudarra que es considerada pieza fundacional del romanticismo en España, y el drama en prosa y verso Don Álvaro o la fuerza del sino (1835), cuyo estreno conoció un estruendoso éxito que recuerda el que en Francia había obtenido Victor Hugo con su Hernani. Don Álvaro o la fuerza del sino inauguró el teatro romántico español y con ello el teatro moderno en España. En esta obra aparecen todos los elementos típicos del romanticismo, como la melancolía o el pesimismo, y se desarrolla un tema característico: el del hombre arrastrado a la desgracia por un destino contra el que su voluntad nada puede hacer. Los principios románticos de fatalidad y rebeldía surgen, como en la tragedia clásica, como expresiones de un sistema social y acaso cósmico determinado por la injusticia como trasunto del destino, el cual, como fuerza irresistible fruto de la misteriosa combinación de azar y necesidad, gobierna los actos de los personajes. Con posterioridad, el duque de Rivas fue embajador en Nápoles (1846) y en París (1859), y director de la Real Academia Española. De su última etapa son la comedia Tanto vales cuanto tienes (1840), el drama El desengaño de un sueño (1842) y el estudio histórico Historia de la sublevación de Nápoles (1848). En 1841 publicó sus Romances históricos: destaca de esta colección de sesenta y nueve romances un gusto por lo decorativo y descriptivo, por las sensaciones casi pictóricas en las que se reconocía su afición por este arte, del que llegó a ser un notable maestro, así como la variedad temática. De entre los de ambiente medieval merecen mencionarse romances como Don Álvaro de Luna y Una antigualla en Sevilla; otros se sitúan en la época de los Austrias: Un castellano leal, Una noche en Madrid, Recuerdos de un gran hombre, El mayor desengaño y El Conde de Villamediana. Escribió también por esos años algunas leyendas románticas al estilo de Zorrilla, pero con menor soltura, como La azucena milagrosa (1847). Duque de Rivas: liberal, dramaturgo y presidente del Ateneo de Madrid Antonio Chazarra Jun 24, 2020
Al cumplirse el bicentenario de la creación del Ateneo de Madrid, una reflexión al respecto es obligada. Ha sido la Institución cultural y de debate cívico, filosófico, científico y político clave e imprescindible en la historia de nuestro país durante los siglos XIX y XX. Ateneístas han sido científicos, artistas de diversas disciplinas, hombres de letras, políticos, periodistas y humanistas de mayor relieve. Me propongo hablar hoy de Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano, Duque de Rivas (1791-1865), al que sólo se recuerda por ser el autor de la tragedia romántica ‘Don Álvaro o la fuerza del sino’, que algunos críticos, con una ‘chispa’ de buen humor e ironía la rebautizaron como don Álvaro o la fortuna de un título. El Duque de Rivas, cuando regresó de un largo exilio a la muerte del rey felón, es decir, Fernando VII, estuvo entre los refundadores o los que volvieron a dar vida al primitivo Ateneo de 1820, que como ha ocurrido en otras ocasiones, logró renacer de sus cenizas. Presidió la Junta de Gobierno que se constituyó en 1835 hasta 1837. En la Docta Casa está presente en uno de los retratos ubicados en el emblemático salón de actos. Fue inequívocamente liberal y masón. Liberalismo y masonería han dejado su impronta a lo largo de décadas en el Ateneo. Para quienes sientan curiosidad, comentaré que fue elegido Presidente por 52 votos contra los 23 que obtuvo el jurista, político liberal y autor del prefacio de la Constitución de 1812 ‘la Pepa’, Agustín de Argüelles. Persona de exquisitos modales, educado, afable y respetuoso logró concitar en torno suyo, afectos y amistades duraderas. Representaba los valores republicanos y era profundamente contrario a los insultos, descalificaciones, groserías y ‘pateos’. Prueba de su prestigio y de su preparación es que también fue nombrado Presidente de la Academia de San Fernando, Director de la Real Academia de la Lengua (RAE) y académico de la Real Academia de la Historia. Voy a tratar de componer una semblanza de este atractivo liberal, cuya vida y obra son tan representativas de lo mejor del siglo XIX. Hay que añadir a cuánto hemos dicho que fue un excelente poeta e historiador. Supo rodearse toda su vida de buenos amigos y profesó convicciones liberales primero, un tanto exacerbadas y radicales y, más tarde, más atemperadas y tranquilas. Mantuvo una amistad solida y duradera con Antonio Alcalá Galiano que, probablemente, fue quien le influyó decisivamente para adherirse a las ideas progresistas. Apoyó la sublevación de Riego en Cabezas de San Juan y cuando años más tarde, Fernando VII traicionando a cuánto se había comprometido, solicitó la intervención de los Cien mil Hijos de San Luis, se exilio a Gran Bretaña, tuvo la ocasión de conocer París… y de residir en Italia. Se sintió muy atraído por la cultura, el teatro y la historia del país alpino, que por aquel entonces era un mosaico de Estados… y allí vivió años fructíferos, tranquilos y apacibles. Una prueba de esto, son sus obras ‘Sublevación de Nápoles capitaneada por Masanielo’, e ‘Historia del Reino de las dos Sicilias’, ambas prologadas por Enrique Ruiz de la Serna y con un apéndice de Antonio Alcalá Galiano. Vsinoivaz e inquieto como era, detectó claros síntomas del ‘Risorgimento’, que tenía por principal objetivo lograr la unificación del país. Tuvo, asimismo, la ocasión de ponerse en contacto con las obras –especialmente las dramáticas- y el pensamiento de Vittorio Alfieri, cuyas tragedias contribuyó a divulgar en nuestro país y que tuvo presentes a la hora de componer algunas de sus obras de ambientación histórica como ‘Lanuza’ o ‘El Duque de Aquitania‘. Quiero mencionar que durante su largo exilio de once años, se casó por poderes con Encarnación del Cueto, hermana del Marqués de Valmar. Tras varias vicisitudes, fueron a parar a Malta, donde se encontraron con una hospitalaria acogida y excelentes amigos como John Hookham Frere, que había desempeñado el cargo de Embajador del Reino Unido en España y un excelente conocedor de nuestra literatura. Tanto es así que podemos considerarlo, como un auténtico prehispanista. Fueron días de conversaciones e intercambio de opiniones sobre literatura, historia y modos de vida de Gran Bretaña y España, que le resultaron muy fructíferos y que ampliaron su ya de por sí vasta cultura. Otro rasgo de su carácter fue la fidelidad a la palabra dada, la coherencia y la firmeza de sus convicciones liberales. Asimismo, disfrutó de años de paz, sosiego y bienestar en Nápoles, ciudad a la que adoraba. Se encontraba muy a gusto en la antigua Neápolis y en la Corte de Fernando II, más cuando el monarca tuvo el disparatado proyecto de casar a la Infanta Carolina con el pretendiente carlista al trono de España, Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano que desempeñaba un cargo diplomático, por coherencia y fidelidad, en 1850 abandonó el Reino mostrando así su rechazo a este pretendido enlace con el representante de la derecha ultramontana carlista. Coloquemos ahora el foco de atención en el Duque de Rivas como escritor. A lo largo de su existencia, España y Europa se vieron sometidas a fuertes sacudidas presididas por convulsiones y por el empleo de elementos coercitivos nada sutiles. Sin embargo, aristócrata liberal y hábil diplomático supo manejar sus herramientas dialécticas con mesura y acierto. Tuvo una sólida formación neo clásica. Estudió con detenimiento y en profundidad los romances y las leyendas históricas, por cierto, reivindicó con contundencia ‘el Romance’ que atravesaba una fase de descredito y se asimilaba a la sub-literatura y a los romances de ciego. Obras como ‘El moro expósito’ donde ‘bucea’ en la Leyenda de los siete infantes de Lara, es suficientemente representativa a este respecto del interés recurrente que sintió por estos temas. El Duque de Rivas obtuvo un gran éxito con ‘don Álvaro o la fuerza del sino’ tanto es así, que se suele comparar con el que Víctor Hugo alcanzó con ‘Hernani’ y que puede considerarse como el momento en que triunfó el drama romántico en la escena francesa. El estreno de ‘don Álvaro’ en el teatro de El Príncipe de Madrid, (22 de marzo de 1835), tuvo como protagonista al excelente actor Julián Romea, acompañado de Concepción Rodríguez y Rita Luna. Sería interesante hablar de las reposiciones de esta obra, por ejemplo, Rafael Calvo la protagonizó durante la Restauración y, en una época posterior, el hijo de éste, Ricardo Calvo en el Teatro Cervantes, acompañado por la actriz Matilde Moreno. Es interesante señalar que se mantuvo en cartel por espacio de dos meses, es decir, constituyó todo un éxito para aquellos años. El Duque de Rivas tuvo una formación neo clásica, pero una sensibilidad que rompía con los moldes de una visión racionalista y que ejemplificaba el valor del sentimiento, la búsqueda de imposibles, los designios del ‘fatum’ y la más que frecuente ubicación en el Medievo. Por otra parte, el sentimiento religioso no está presente e incluso se escenifican provocaciones como el suicidio de don Álvaro, arrojándose por el acantilado. Es una curiosidad, que no me resisto a pasar por alto, que una primera versión escrita en francés fue destruida, siendo Alcalá Galiano el que lo convenció para reescribirla. Al parecer, el Duque de Rivas tardó sólo quince días en realizar esta nueva versión, que es la que ha llegado hasta nosotros. Se respiraba un ambiente que constituía un auténtico caldo de cultivo para que la estética romántica teatral aflorara y más tarde triunfara. Como apareció reseñado en la revista ‘La abeja’, la obra tuvo el sorprendente efecto, en la España de su tiempo, de ‘acaparar’ todas las tertulias y las opiniones de los mentideros, haciendo olvidar momentáneamente, las cuestiones políticas de actualidad. Hoy, las tragedias románticas huelen a naftalina. Eruditos como Menéndez Pelayo van excesivamente lejos en sus alabanzas, llegando a comparar el ‘don Álvaro’ con Schiller o con el mismo Shakespeare. Entre quienes lo analizan con más ecuanimidad, está Azorín que en su ‘Rivas y Larra’ lo critica, pero tras criticarlo, reconoce en él una cierta grandeza. Creo que es útil señalar, que la frecuencia de las adversidades que padecen los protagonistas, el destino que maneja con sus hilos la vida de los seres humanos arrastrándolos, como el viento mueve las hojas secas, el pesimismo existencial y el azar expresan en cierta forma, una rebeldía contra tantos dramas que no logran sacudirse una mayor o menor ‘dependencia teológica’ Puede afirmarse que en ‘don Álvaro’ y otras tragedias románticas, el destino sustituye a Dios. El hombre se encuentra arrojado y desamparado en ‘la prisión de la existencia’ por eso, precisamente por eso, arrojarse al abismo es toda una prueba de rebeldía. En una semblanza como ésta, son muchos los aspectos que no es posible abordar. A vuela pluma, enunciaré y dedicaré unas líneas a varios de ellos. Fue Alcalde de Madrid, lo que es una distinción inequívoca, así como Ministro de Marina y Presidente del Consejo de Estado. Señalaré a este respecto que mientras que como político pasó prácticamente desapercibido como diplomático y embajador, desempeñó varias misiones delicadas con inteligencia y habilidad. Hace apenas unos días, el 21 de junio, terminó oficialmente el confinamiento y aunque con las debidas precauciones, iniciamos la andadura de lo que se ha dado en llamar ‘nueva normalidad’. Las pandemias no son nuevas. Cada momento histórico padece la suya, que golpea con fuerza… siempre a los más débiles y vulnerables. El Duque de Rivas que había nacido en Córdoba, se trasladó a Madrid con toda su familia, siendo un niño, al verse azotada Andalucía por la denominada ‘fiebre amarilla’ o ‘vomito negro’ como también se le conocía. En la primera mitad del XIX tuvo en Europa efectos devastadores. Al parecer, esta enfermedad fue transmitida por las tripulaciones de los barcos que procedían de los países del Caribe y tenía su origen en la picadura de un mosquito. Cádiz y Sevilla, como puertos que eran, fueron las primeras afectadas. Como hemos sabido gracias al testimonio del Doctor Aréjula, que lo vivió en primera línea, causó estragos en toda Andalucía, con el agravante de que los que ‘huían’ propagaban radialmente la enfermedad. Si se sabe enjuiciar con serenidad, no somos tan distintos a como éramos… y tropezamos una y mil veces en la misma piedra. Sólo mencionaré que también practicó el género de la comedia con obras como ‘Tanto vales cuanto tienes’ y con otras de carácter costumbrista entre las que destaca, a mi juicio, ‘El parador de Bailén’ (1844). Me parece interesante de igual forma su manera de entender la relación de los ‘representantes con los representados’ que considero moderna y propia de un liberalismo en el que se puede advertir la influencia británica. Sintió una auténtica fascinación por las formas de vida, por las tradiciones, por diversos momentos de nuestro pasado y sus formas de expresión literaria; quizás de ahí provengan muchos de los argumentos de sus tragedias y de sus romances históricos. El amor a la libertad es más que un ideal político es, también, un fuerte impulso ético. Tal vez por eso, quienes recurrían a las teorías de la conspiración, que por cierto, son todo menos nuevas, le asqueaban. Digámoslo claramente. El Duque de Rivas fue más lo que se entendió por un intelectual en el siglo XX, que un político enredado en disputas de camarillas, en atajos ventajistas para llegar al poder y un hombre de palabra y firmes convicciones que despreciaba la delación, las zancadillas, el oportunismo y la corrupción. Especialmente lo que más tarde se dio en llamar ‘el fuego amigo’ Me llama la atención que huyó permanentemente, de las ‘certezas inamovibles’. Sus lecturas de pensadores ilustrados y su conocimiento de filósofos como David Hume nos lo presentan como un hombre dúctil, pragmático y moderado con ciertos ribetes de relativismo y muy alejado de todo fanatismo y fundamentalismo. Tampoco gustaba de recurrir a aparentes soluciones simplistas y estereotipadas que resultaban, para los menos exigentes, aceptables y consoladoras pero que él rechazaba por zafias. Le gustaba meditar al pie de los castaños. Para él la naturaleza era una fuente de inspiración y tenía, respecto al paisaje, una visión decididamente romántica. Supo ser a un tiempo discreto, elegante y comprometido con un ansia de cosmopolitismo y fraternidad universal que se manifestaba en un liberalismo político exigente. Otra faceta reseñable y, a la vez, poco o nada conocida es la de militar. Al ser el segundo hijo de una familia noble estaba destinado a la vida castrense. Entre el cúmulo de acontecimientos que vivió, me gustaría aludir a que participó en la Guerra de la Independencia y que el General Castaños le nombró Capitán de Caballería Ligera. Otro hecho que merecería más espacio, es que sentía simpatía por los ideales de la Revolución Francesa, es decir, de la Ilustración pero que no dudó, al igual que otros, en oponerse a las tropas bonapartistas con el mismo entusiasmo con que defendería años más tarde ideales de libertad y fraternidad y se opondría al absolutismo. Muchos son los eruditos, críticos e historiadores que se han ocupado del Duque de Rivas. Voy a atreverme, lo que quizás constituya una temeridad, a citar sólo a uno: Salvador García Castañeda, Profesor emérito de la Universidad de Ohio, autor de una biografía que podría definirse como abierta y donde caben, insertadas en una espina dorsal, los distintos enfoques y aspectos que deben resaltarse de su existencia y, desde mi criterio, interpretarse en una clave cosmopolita y propia de un liberalismo político decimonónico. Son muchos los ángulos y perspectivas desde los que abordar una figura tan poliédrica. Después de darle muchas vueltas, he optado por presentar los distintos enfoques desde los que puede y debe interpretarse su figura y dejar que el lector, extraiga las conclusiones que considere más pertinentes, apoyándose, si lo estimas oportuno, en una extensa bibliografía. Finalizo dando a este ensayo un carácter circular. El ‘centro clave’ de la creación literaria, de la filosofía, de las artes, de la ciencia y de la política fue durante todo el siglo XIX, el Ateneo de Madrid. Un buen ejemplo de ello lo constituye Ángel de Saavedra y Ramírez de Baquedano uno de sus primeros Presidentes, tras recuperarse las libertades abolidas por el sanguinario, absolutista, fanático y, sobre todo, inculto y supersticioso Fernando VII. |
Rosario de Acuña y Villanueva. Acuña y Villanueva, Rosario de. Remigio Andrés Delafón. Madrid, 1.XI.1850 – Gijón (Asturias), 5.V.1923. Escritora y librepensadora. Nacida en Madrid, en noviembre de 1850, padeció graves problemas de visión toda su vida, a pesar de los cuales estudió en un colegio de monjas. Pasó luego a viajar por varios países europeos y a residir una temporada en Roma junto a su tío, el embajador Antonio Benavides. A los veinticinco años contrajo matrimonio con el comandante Rafael de la Iglesia, del que se separó por repetidas infidelidades. Su carrera literaria se inició brillantemente como poeta y dramaturga. Fue la segunda mujer que estrenó en el teatro Español de Madrid, algo que sólo había logrado antes Gertrudis Gómez de Avellaneda. También fue la primera en ocupar la tribuna del Ateneo de Madrid, en 1884, y cuatro años más tarde lo haría en el Fomento de las Artes, centro de acogida de las escritoras liberales. Desde 1885 inició su colaboración con Las Dominicales del Libre Pensamiento, y un año después se afilió a la masonería en la logia Constante Alona de Alicante con el nombre de Hipatía. Nunca quiso adscribirse a ningún partido ni escuela a pesar de las presiones recibidas de sus colegas para atraérsela, y guardó un absoluto hermetismo sobre su vida privada. Tuvo que explicar por escrito esta actitud y el hecho de que la independencia no le impidiera colaborar en publicaciones de distintas tendencias dentro del sector progresista. Librepensadora, dirigió duros ataques a la Iglesia Católica, lo que le granjeó la antipatía de gran parte de la sociedad, como señalan algunos contemporáneos. Retirada del ambiente literario, marchó a vivir a su finca de Pinto, donde reunía a sus colegas librepensadores. En 1888 fue nombrada presidenta de su Ateneo Familiar, que tenía al frente al que sería su heredero universal, Carlos Lamo. Siempre defendió la necesidad de vivir en contacto con la naturaleza y cuidar el campo, algo que hizo durante su estancia en la provincia de Santander, donde tuvo una granja avícola. En 1891 estrenó en el teatro de la Alhambra de Madrid su drama anticlerical El padre Juan, que obtuvo un rotundo éxito pero que originó el cierre del local por la autoridad la misma noche de la representación. En pocos días se agotaron dos ediciones de la obra, de dos mil ejemplares cada una. A pesar del escándalo, dos años más tarde volvería al teatro Español con La voz de la Patria. En 1911, indignada ante la noticia de que dos jóvenes norteamericanas habían sido atacadas al salir de la Universidad de Barcelona, escribió una carta a su amigo Luis Bonafoux, que dirigía El Internacional, en París. Éste la envió a El Progreso de Barcelona, que reprodujo dicha carta bajo el título “La chanza de la Universidad”. El escándalo fue de tal calibre que se cerraron todas las facultades de España, como quedó reflejado gráficamente en la prensa de esos días, ofendidos los estudiantes a quienes Acuña había calificado de “afeminados”. La autora se vio obligada a salir hacia Portugal, donde permaneció hasta que, cuatro años más tarde, el Rey le concedió el indulto a propuesta del conde de Romanones y anuló la orden de captura. A partir de entonces su vida fue aún más retirada. Marchó a Gijón, donde compró una modesta casa en la playa, que se convirtió en un lugar de peregrinación para sus admiradores, hasta su fallecimiento a los setenta y dos años. Las obras publicadas con posterioridad en la colección La Novela Blanca por Regina Lamo de O’Neill —sobrina de Carlos Lamo— resultan hoy ilocalizables. Colaboró en La Iberia, La Ilustración Española y Americana, La Mesa Revuelta, Revista Contemporánea, El Imparcial, El Correo de la Moda y Los Dominicales del Librepensamiento, entre otras publicaciones. Obras La vuelta de una golondrina, Madrid, Imprenta de la Sociedad Tipográfica, 1875 Ecos del alma. Poesías, Madrid, Imprenta de A. Gómez Fuentenebro, 1876 Rienzi el Tribuno. Drama trágico en dos actos y epílogo, Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1876 Amor a la Patria. Drama trágico en un acto y en verso, Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1877 Morirse a tiempo. Ensayo de un pequeño poema imitación de Campoamor, Zaragoza, Manuel Ventura, 1879 Tribunales de venganza. Drama trágico-histórico en dos actos y epílogo, Madrid, Imprenta José Rodríguez, 1880 Tiempo perdido. Cuentos y bocetos, Madrid, Manuel Minuesa, 1881 La siesta. Colección de artículos, Madrid, G. Estrada, 1882 Influencia de la vida del campo en la familia, Madrid, Tipografía de Montegrifo, 1882 El lujo en los pueblos rurales, Madrid, Tipografía de Montegrifo, 1882 Sentir y pensar. Poema cómico, Madrid, Imprenta de Tello, 1884 Lecturas instructivas para los niños. Páginas de la naturaleza. La casa de muñecas, Madrid, Romero, 1888 El padre Juan. Drama en tres actos y en prosa, Madrid, R. Velasco, 1891 La voz de la Patria. Cuadro dramático en un acto y en verso, Madrid, R. Velasco, 1893 Avicultura. Colección de artículos, Santander, Tipografía de El Cantábrico, 1902 Cosas mías, Tortosa, Monclús, 1917. Bibliografía VV. AA., ¿Quién fue Rosario de Acuña?, Madrid, 1933 L. Castañón, “Aportación a la biografía de Rosario de Acuña”, en Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, XL (1986), págs. 151-171 C. Simón Palmer, Escritoras españolas del siglo XIX. Manual bio-bibliográfico, Madrid, Castalia, 1991, págs. 4-11 M. P. Celma, “Acuña y Villanueva de la Iglesia, Rosario”, en R. Gullón (dir.), Diccionario de literatura española e hispanoamericana, vol. I, Madrid, Alianza Editorial, 1993, pág. 12. |
El Ateneo Barcelonés. |
El Ateneo Barcelonés. (en catalán: Ateneu Barcelonès) es una asociación civil fundada en Barcelona en 1860 con el nombre de Ateneo Catalán, con Joan Agell como presidente y Manuel Milà i Fontanals como bibliotecario. Tiene su sede en el Palacio Savassona, edificio declarado Bien de Interés Cultural como Monumento del patrimonio histórico de España en 1981. Historia En 1872 se fusionó con el Casino Mercantil Barcelonés. Desde el principio se ganó un gran prestigio como centro promotor de la cultura: celebraba conferencias y exposiciones; organizaba cursos; dotó premios (para los Juegos Florales y para otras competiciones); editó un Boletín; acogió grupos artísticos o literarios; formó una rica biblioteca (5.900 títulos en 1877, 13.500 en 1887, 19.000 en 1892, 50.000 en 1921, 175.000 en 1969 y unos 400.000 en 1985, con importantes colecciones de revistas y presa diaria), que durante muchos años fue la más activa de Barcelona, que fue creciendo con donaciones como las de Frederic Rahola, Joaquim Casas Carbó entre otros, así como con la adquisición de la colección de Miquel Victorià Amer. Durante la Guerra Civil la biblioteca quedó bajo el control de la Dirección del Servicio de Bibliotecas Populares y se convirtió en biblioteca pública. En 1939 el Ateneo retomó sus actividades con la intervención de la autoridad gubernativa en la designación de las distintas juntas directivas; desde entonces fue presidido, sucesivamente, por Luys Santamarina, Pere Gual i Villalbí e Ignasi Agustí. El presidente Andreu Brugués inició el período de democratización del Ateneo, y durante su gestión se aprobaron unos nuevos estatutos y se acordó la elección de los presidentes por votación de los socios y no por compromisarios, como se venía haciendo desde 1860. La sede fue remodelada y declarada Bien Cultural de Interés Nacional por el Real Decreto 476/1981 y se halla incluido en el Catálogo de Patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona en categoría A. En 2003 recibió la Creu de Sant Jordi y en enero de 2007 la Medalla de Oro al Mérito Cultural del Ayuntamiento de Barcelona. En marzo del 2011 fue elegido presidente Francesc Cabana i Vancells. Ejerce una notable influencia en la vida pública catalana. Personalidades significativas de Cataluña han ocupado la presidencia, entre otros, Josep Yxart, José Ferrer y Vidal, Joaquim Pella i Forgas, Àngel Guimerà (que en 1895 introdujo la costumbre de leer los discursos en catalán), Valentí Almirall, Joan Josep Permanyer i Ayats, Lluís Domènech i Montaner, Bartomeu Robert, Ramon d'Abadal i Calderó, Joan Maragall, A. Martínez i Domingo, Pere Rahola, el Conde de Lavern, Pompeu Fabra, Jaume Massó i Torrents, Pere Coromines, Ferran de Sagarra, Lluís Nicolau d'Olwer, Eduard Fontserè i Riba, Amadeu Hurtado y Oriol Bohigas. Contenido patrocinado. El Ateneu Barcelonès como referente cultural de Barcelona. Desde su fundación, el Ateneo ha sido un motor de pensamiento crítico y actividad intelectual que se ha adaptado a las necesidades de la sociedad catalana con una programación dinámica e inclusiva Este Sant Jordi, abre las puertas para mostrar rincones únicos del Palau Savassona 22/04/2025 En medio del bullicio del Barri Gòtic, entre tiendas y turistas, en el número 6 de la calle Canuda se encuentra uno de los tesoros culturales más emblemáticos de la ciudad: el Ateneu Barcelonès, un refugio donde la cultura está a la orden del día. El Ateneu es una asociación que acompaña desde hace más de 150 años a la sociedad catalana con la voluntad de ser un espacio central de pensamiento crítico, actividad intelectual y vida comunitaria. Desde 1872, esta institución cultural e independiente ha contribuido activamente al desarrollo de la cultura catalana, manteniéndose fiel a su voluntad fundacional: ser un núcleo de creación, formación y debate abierto y constructivo. A lo largo de su historia, ha estado presidida por nombres ilustres como Àngel Guimerà, Joan Maragall o Pompeu Fabra. Una programación contemporánea El Ateneu Barcelonès es también hoy un motor de dinamización cultural. Su actividad se vertebra a través de 13 secciones temáticas y más de veinte tertulias que dinamizan la vida asociativa de la entidad. Cuentan con un calendario constante de conferencias, mesas redondas, presentaciones de libros, ciclos, cursos y actividades diversas. Actualmente, cerca de 3.500 socios forman parte, con una pluralidad ideológica y social que ha sido clave en la renovación del Ateneo durante las últimas décadas. Durante la primera década del siglo XXI la entidad ha rejuvenecido a su masa social. En un contexto donde hay una alta demanda de clases de catalán a la vez que una dificultad para crear vínculos que ayuden a la integración de los recién llegados que hay en Cataluña, el Ateneu puso en marcha un plan de clases bajo el nombre de Club del Catalán del Ateneo, un espacio pensado para recién llegados con conversación. Los cursos están en grupos reducidos, de hasta 9 alumnos cada uno, con una metodología comunicativa en la que los estudiantes hablan catalán desde la primera clase y aprenden la lengua en su contexto. El Ateneo entiende la lengua como una herramienta de cohesión y de identidad colectiva, por tanto, pretende no sólo enseñar vocabulario, sino ayudar a la integración en la vida cultural catalana ya la participación en lo que somos como comunidad. 160 años al servicio de la cultura Fundado en 1860, el Ateneo Barcelonés nace como un espacio de encuentro para la burguesía, los profesionales liberales y la intelectualidad. Con figuras como Verdaguer, Gaudí o Ildefons Cerdà, rápidamente se convierte en un centro de concurrencia intelectual y un referente de la cultura catalana. En 1897 se catalaniza oficialmente y, con la Mancomunidad y la II República, vive casi tres décadas de esplendor. La dictadura de Primo de Rivera y, más tarde, el franquismo, suponen censura, depuraciones y incautaciones, a pesar de la resistencia cultural impulsada desde dentro. Con la llegada de la democracia, recupera el catalán como lengua oficial, el sufragio y reanuda iniciativas como el Premi Crexells. En los años 80, una grave crisis de socios sacude a la entidad, pero en 1998, con la creación de la Escuela de Escritura, retoma impulso. Con Oriol Bohigas en la presidencia, el Ateneo se moderniza arquitectónica y digitalmente, incrementa la participación social y se proyecta en el siglo XXI como un centro abierto, activo y plenamente integrado en la vida cultural de Barcelona. |
Juan Agell y Torrents (Sanahuja, 4 de enero de 1809-Barcelona, 1 de abril de 1868) fue un científico español. En 1835 ocupó la cátedra de Mecánica Teórica en el Instituto de Barcelona (posteriormente Universidad de Barcelona), en 1841 la de Física Experimental, en 1845 la de Química y en 1846 la de Ciencias. Simultáneamente, fue elegido diputado a las Cortes Españolas en las elecciones generales de 1840, 1843, 1853 y 1857.En 1857 fue nombrado decano de la Universidad de Barcelona, en 1860 director de la Escuela Industrial de Barcelona y en 1863 rector de la Universidad de Barcelona. Biografía Natural de Sanahuja, estudió en el Seminario Conciliar de Barcelona parte de las asignaturas que en aquel entonces formaban la segunda enseñanza, y en las escuelas sostenidas por la Junta de Comercio del Principado de Cataluña cursó Física, Química y Matemáticas. Tuvo como profesores a Pedro Vieta, José Rousa y Onofre Novellas, entre otros, y obtuvo premios en los exámenes públicos de aquellas asignaturas. En 1833 fue nombrado socio residente de la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona y al año siguiente mereció el título de socio de honor de la de Madrid, en premio a una memoria que dedicó a esta corporación. En 1835 desempeñó la cátedra de Mecánica Teórica que le confirió la Academia de Ciencias Naturales y Artes y, en 1841, la de Física Experimental en el Instituto barcelonés. Por real orden de 28 de octubre de 1845, fue nombrado catedrático de Química de la facultad de Filosofía de la Universidad de Barcelona. En 1857 lo designaron decano de la facultad a la que pertenecía y, tres años más tarde, rector de la Universidad de Barcelona por el ascenso del que hasta entonces ocupaba el cargo, Víctor Arnau Lambea, al cargo de director general de instrucción pública. Llobet y Vall-Llosera propuso a la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes de Barcelona (RACAB) formar una estadística científica de Cataluña y, en la sesión celebrada por dicha corporación en diciembre de 1833, Agell fue nombrado individuo de la comisión que debía realizar tales trabajos, encargándosele medir las alturas de los montes y señalar una amplia relación de datos. En 1860 fue uno de los fundadores y primer presidente del Ateneo Barcelonés. Se dedicó también al estudio de la electricidad, la termología y la telegrafía, leyendo en la Real Academia de Ciencias Naturales y Artes varias memorias con la que dio a conocer sus trabajos y experimentos. En la sesión celebrada el 20 de noviembre de 1845, por ejemplo, leyó una sobre un telégrafo de su invención, demostrando prácticamente el modo de transmitir las letras o señales con entera precisión y celeridad, de hasta cuarenta letras por minuto. Conociendo los inconvenientes del telégrafo, trató de evitarlos introduciendo algunas variaciones. Antonio Garcés de Marcilla y Cerdán, en su Tratado de telegrafía eléctrica, describe el telégrafo en los siguientes términos: Este aparato consistía esencialmente en una rueda de escape, movida por la acción alternativa de un electro-imán sobre una barra de hierro dulce adherida a un resorte. La rueda ponía en movimiento un índice, que recorría un círculo en cuya circunferencia estaban escritas las letras o señales, y se detenía un tiempo determinado sobre la que se quería transmitir. Al propio tiempo que se verificaba el movimiento del índice, se producía otro igual sobre una tira o banda de papel que tenía impresas las mismas letras o signos que el círculo, las cuales pasaban por debajo de un puntero en el mismo instante que el índice la iba recorriendo, de modo que, cuando este pasaba por delante de una letra, el papel presentaba la misma al puntero, que por medio de un ligero movimiento podía dejar en ella una señal. Agell falleció el 1 de abril de 1868. A raíz de su fallecimiento, José de Letamendi se refirió a él en las siguientes palabras: En Agell hemos perdido una entidad científica importante. Bajo el punto de vista que llamaré material o del objeto de la ciencia, fue un investigador activo, hábil, perseverante y de intuición poderosa; es decir, dotado de aquella facultad de inducción rápida que, procediendo por hipótesis bien fundados [sic], al interrogar a la naturaleza fecundiza el experimento antes de practicarlo y obtiene de él siempre un positivo resultado, pareciéndose en esto a los verdaderos naturalistas, a aquellos jueces de instrucción dotados del singular tino de conducir sus indagaciones (verdaderos experimentos morales), de manera que la atinada forma de las preguntas garantice siempre la luz de las respuestas; porque las más de las veces, señores, descubrir no es más que adivinar. Asimismo, la RACAB decidió convocar anualmente un premio en honor suyo. |
Manuel Durán y Bas (Barcelona, 28 de noviembre de 1823-Barcelona, 10 de febrero de 1907) fue un abogado y político español, ministro de Gracia y Justicia en el gabinete del Gobierno conservador de Francisco Silvela durante la regencia de María Cristina de Habsburgo-Lorena. Biografía Nació el 28 de noviembre de 1823 en Barcelona. Doctorado en Derecho por la Universidad de Barcelona en 1852, obtuvo la cátedra de Derecho Mercantil de la misma en 1862, y en 1896 fue su rector. En 1863 obtiene su primer acta de diputado en el Congreso al resultar elegido en las elecciones por la circunscripción de Barcelona, escaño que volvería a obtener en los procesos electorales de 1865, 1879 y 1884. En 1886 pasa al Senado en representación de la Sociedad Económica de Barcelona, siendo nombrado senador vitalicio en 1891. Fue ministro de Gracia y Justicia entre el 4 de marzo y el 25 de octubre de 1899 en un gabinete Silvela. Ponente del congreso de juristas españoles de 1885, defendió con éxito la continuidad de los regímenes jurídicos de los territorios con derecho propio dentro el estado español; como vocal de la Comisión General de Codificación redactó la famosa Memoria acerca de las instituciones del derecho civil de Cataluña (1883), todavía alegato básico del ordenamiento legal catalán y que ha servido de fundamento a los diversos proyectos de apéndices y compilaciones; en las discusiones sobre el código civil español, en el congreso y en el senado, su gestión fue decisiva para la nueva redacción de los artículos 12 y 15 de aquel cuerpo legal. De joven fue secretario del Ayuntamiento de Barcelona. Políticamente militó, primero, en el partido de Cánovas, y después, de Silvela. Fue diputado provincial (1858-62), diputado en las Cortes, senador electivo y vitalicio: parlamentariamente fue muy activo y eficaz. Presidió el Ateneo Catalán y el Ateneo Barcelonés, la Academia de Jurisprudencia y Legislación de Barcelona en 1868 y en seis reelecciones sucesivas, y la Academia de Buenas Letras, el 1901 y desde 1904 hasta la muerte; patrocinó la fundación de los Coros de Clavé, la Caja de Pensiones para la Vejez y de Ahorros y los Estudios Universitarios Catalanes, etc. En 1899, en el Gobierno presidido por Silvela, tras el desastre colonial, desempeñó temporalmente la cartera de Gracia y Justicia. Gracias a él, José Morgades fue nombrado obispo de Barcelona, y José Torras y Bages, de Vich. Su bibliografía es extensa, especialmente en temas jurídicos y sociales. Falleció el 10 de febrero de 1907. |
una institución española cultural de origen liberal
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