Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Paula Flores Vargas;Katherine Alejandra Del Carmen Lafoy Guzmán ; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo; Soledad García Nannig;
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John Marshall
Oliver Wendell Holmes Jr.
FABIOLA DEL PILAR GONZÁLEZ HUENCHUÑIR |
Jurista y militar estadounidense nacido en Boston el 8 de marzo de 1841 y muerto en Washington el 6 de marzo de 1935. Fue hijo del famoso escritor Oliver W. Holmes. Gracias a su brillante inteligencia y elocuencia, así como a sus profundos conocimientos de jurisprudencia, fue miembro de la Corte Suprema de los Estados Unidos durante treinta años. biografía Inició sus estudios de la mano de E.S. Dixwell. Gracias a su brillante inteligencia y al buen hacer de su tutor logró una marca histórica en su ingreso en Harvard. Holmes mantuvo una estrecha relación con la familia de Dixwell, hasta el punto de que se enamoró de la hija de éste, Fannie Bowditch Dixwell, que posteriormente se convirtió en su esposa. Con apenas veinte años y a punto de licenciarse en Harvard se produjo el ataque de Fort Sumter por las tropas de la Confederación, por lo que el presidente Abraham Lincoln llamó a 75.000 voluntarios. El joven Holmes decidió entonces alistarse en los voluntarios del veinte regimiento de Massachusetts y de este modo tomó parte en la Guerra de Secesión de Estados Unidos. El regimiento, que debido a que estaba mayormente compuesto por hombres de Harvard fue conocido posteriormente como "Regimiento Harvard", fue enviado al sur y tuvo su primer enfrentamiento con los confederados en Ball's Bluff. La batalla fue un completo desastre para las tropas de la Unión y en ella Holmes fue herido por primera vez. Tras recuperarse regresó al frente, pero al poco tiempo volvió a ser herido de gravedad. Rescatado por su padre, regresó a Boston, donde mientras estuvo convaleciente escribió sus experiencias bajo el título My Hunt for the Captain, un artículo que fue muy bien recibido en Boston debido a que era el primer testimonio directo de alguien que había estado en el frente. Una vez más regresó al frente y de nuevo fue herido, en esta ocasión en una pierna. Holmes fue retirado del frente y se le concedió la graduación de coronel. En 1865, al finalizar la guerra, y tras un tiempo en el que se debatió entre su vocación jurídica y la literaria, retomó sus estudios e ingresó en la Escuela de Derecho de la Universidad de Harvard. En 1866, tras licenciarse, viajó por Europa. Al año siguiente regresó a Estados Unidos donde se convirtió en coeditor de la American Law Review. El 17 de junio de 1872 contrajo matrimonio con Fannie Bowditch Dixwell y al año siguiente se hizo socio del despacho de abogados Shattuck, Homes & Munroe, por lo que dimitió de la redacción de la American Law Review, aunque continuó escribiendo artículos en ella. En 1881, escribió su gran obra The Common Law. El año anterior Holmes ganó una plaza de profesor de Derecho en Harvard. En 1882 su brillante carrera jurídica le llevó a ser designado para la Corte Suprema de Massachusetts, cuando sólo tenía 41 años de edad. En 1902 el presidente Theodore Roosevelt designó a Holmes para la Corte Suprema de los Estados Unidos, lo que fue ratificado por unanimidad por el Senado. Pese a ello, no dudo en contravenir los deseos del propio presidente en algunas ocasiones en las que estos eran opuestos al Derecho, ello le valió la amistad del presidente, que supo apreciar su independencia, y el apelativo de el Gran Disidente con el que fue conocido en la Corte Suprema. Desde este puesto trató de acercar el estamento jurídico a la sociedad, al tiempo que insistía en la necesidad de que la Corte Suprema tuviese un papel más activo en la dirección de la sociedad norteamericana, para lo cual propuso la utilización de agresivas consignas publicitarias. Holmes convenció al pueblo Estadounideses de que el Derecho debería de desarrollarse en paralelo a la sociedad y en su servicio. Ejerció una profunda influencia en el sistema legal de su país al apoyar la doctrina del "control judicial" la cual instaba a los jueces a evitar que sus opiniones personales afectasen a sus decisiones judiciales. El 12 de enero de 1932 Oliver Wendell Holmes se retiró de la Corte Suprema, cuando era el hombre de mayor edad que había estado hasta el momento en dicho órgano. Tres años más tarde, el 6 de marzo de 1935 falleció en Washington y fue enterrado en la sección 5ª del Cementerio nacional de Arlington.
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Un jurista independiente y brillante. Ingresó en la Harvard Law School en 1864 graduándose en 1866. Después de superar las pruebas correspondientes, pasó a integrarse en la barra de Massachusetts en 1867. Ejerció la abogacía durante catorce años, pero su verdadera pasión no eran los detalles cotidianos de la profesión sino la erudición legal. En 1870, al tiempo que ejercía la profesión con poco entusiasmo y sin mucho éxito, se hizo editor de la American Law Review. Dos años después contrajo matrimonio con Fanny Dixwell, el amor de su infancia e hija del profesor que le había preparado para entrar en Harvard. El matrimonio no tuvo descendencia. La influyente jurisprudencia alemana del siglo XIX motivó a Holmes a aprender alemán por su cuenta. Fruto de este enriquecimiento intelectual, poco después sería nombrado editor de la 12ª edición de los “Kent’s Commentaries”, una obra que sin duda ejercería una gran influencia en el desarrollo de la jurisprudencia americana de la época. Del carácter de Holmes se dice que era excesivamente ambicioso y que tenía pocos amigos. Mantenía correspondencia con mucha gente, pero la mayoría de sus cartas eran muy impersonales, hablaban del tiempo, de su estado de salud y de su voraz apetito por la lectura. Holmes pensaba que un hombre que no había conseguido un gran logro antes de cumplir los 40 años jamás triunfaría en su vida. Por ello, cuando le invitaron a impartir unas sesiones en el Lowell Institute, Holmes, con 39 años, se enfrentó a la oportunidad, o quizás la necesidad, de formular su gran teoría del Derecho y, por tanto, de dejar su particular huella en la historia de los Estados Unidos. En efecto, en 1880 Holmes impartió doce sesiones en el Lowell Institute que al fin y a la postre se convertirían en su obra más famosa: “The Common Law”. Las sesiones supusieron todo un soplo de aire fresco en los tiempos que corrían. Holmes se enfrentó directamente al ambiente formal y estricto que entonces reinaba en las universidades, sobre todo en la Harvard de Christopher Columbus Langdell. En sus clases, Holmes proponía que el formalismo y la rigidez del Derecho debían de adaptarse a las nuevas condiciones de la sociedad; consideraba que el Derecho no es sólo un conjunto de reglas lógicas desarrolladas por teóricos de la Ley, sino un cuerpo que crece, cambia y se moldea con el tiempo. Esta filosofía la plasmó en una de sus frases más célebres:
Con su publicación en 1881, Holmes consiguió un amplio reconocimiento internacional. Seguidamente comenzó a impartir clases de Derecho en Harvard, pero tuvo que renunciar a este cargo poco después debido a su nombramiento como juez del Supreme Judicial Court de Massachusetts, donde ejerció durante veinte años. En este Tribunal Holmes por fin pudo disfrutar plenamente de su trabajo como jurista, especialmente en su faceta investigadora, pero sobre todo dictando sentencias, donde demostró tener un talento innato para discernir casi inmediatamente el problema jurídico y su resolución. Era conocido por sus opiniones bien razonadas y fue uno de los primeros jueces en defender el derecho de asociación de los trabajadores. Cuando la mayoría del Tribunal confirmó una sentencia contra unos trabajadores por formar piquetes en el caso de Vegelahn vs Guntner, Holmes redactó un brillante voto particular, donde mantuvo que los trabajadores pueden asociarse y unirse legalmente para salvaguardar sus intereses, incluso si mediante esta asociación se causa un daño temporal a la empresa. En 1897 Holmes publicó un célebre ensayo titulado “The Path of the Law”, dando origen a su teoría sobre la predicción del Derecho. Así como en “The Common Law” Holmes entendió el desarrollo normativo como un concepto de Derecho impulsado por las costumbres sociales, en esta obra las decisiones políticas son la base de dicho concepto. En el año 1884, en el más famoso discurso leído en un “Memorial Day”[3], titulado “In our youth, our hearts were touched with fire”,[4] Holmes recordó emotivamente a soldados y compañeros de la Guerra Civil. Si bien para Holmes la vida es una lucha por la supervivencia, nunca sugirió que esa lucha tuviera que conducir a algo bueno; solamente afirmaba que hay algo muy noble en la lucha en sí misma. Tres años después de ser nombrado Presidente del Tribunal Superior de Massachusetts en 1899, y conmovido por un discurso de Holmes leído en el “Memorial Day” de 1895 sobre la belleza de la guerra (“The Soldier’s Faith”), Holmes fue encumbrado por Theodore Roosevelt al Tribunal Supremo. Sin embargo, Roosevelt pronto descubrió que Holmes era un hombre de hondas convicciones y filosofía propia, lo cual podría acarrearle problemas. Efectivamente, un fuerte desacuerdo con Holmes acerca de la Ley Antimonopolio Sherman no hizo más que confirmar al entonces Presidente que el nombramiento podía no haber resultado “conveniente”. El Gran Disidente.
A Holmes se le conoció como “el Gran Disidente” debido a que a menudo no estaba de acuerdo con la mayoría de sus colegas de Tribunal y emitía votos particulares con suma elocuencia en las sentencias. En aquella época se imponía la teoría económica del laissez faire y el Tribunal (en contra de la opinión de Holmes) decidió inaplicar disposiciones laborales tendentes a la protección de los trabajadores. Holmes abogó por defender la vinculación a la incipiente normativa social en aras a garantizar un salario mínimo, limitar el horario de trabajo y legalizar los sindicatos obreros, pero lo hacía en contra de la opinión mayoritaria del Tribunal. El tiempo daría la razón a Holmes. Holmes fue siempre un gran defensor de la “restricción judicial”[5], al afirmar que los jueces no debían inmiscuirse en las decisiones de la asamblea legislativa en función de su opinión sobre determinadas leyes. Era un “darwinista social”; para él, “una ley es buena si refleja la voluntad de las fuerzas dominantes de la comunidad, aunque la ley nos lleve al infierno.” Llegó incluso a decir: “soy tan escéptico sobre nuestro conocimiento de lo bueno o lo malo de las leyes que no tengo ni una crítica práctica salvo lo que quiere la mayoría”. En el caso de Schenck vs United States (1919), Holmes acuñó el concepto de “peligro claro e inminente”[6] para describir situaciones en las que la libertad de expresión se podía suprimir legalmente. En una alocución afirmó que “la protección más rigurosa de la libertad de expresión no protegería a un hombre que falsamente grita fuego en un teatro y causa el pánico.” [4] “En nuestra juventud, el corazón se nos conmovió con fuego.” [5] “Judicial restraint,” consistente en limitar la libertad de los jueces a la hora de interpretar la ley. [6] “Clear and present danger”. Legado El legado de Holmes. Las opiniones de Holmes formaron la base de una nueva filosofía judicial que culminaría poco después de su muerte, cuando el Tribunal Supremo comenzó por fin a confirmar la legislación del “New Deal” en 1937. Comenzó así una nueva etapa de observancia de las decisiones de la mayoría parlamentaria, algo por lo que Holmes había luchado en contra de las opiniones mayoritarias de los jueces de su época. El único borrón de su carrera, el que daría comienzo a su ocaso, fue una sentencia que data de 1927 donde confirmó una ley de Virginia que permitía la esterilización de personas impedidas mentalmente afirmando que “tres generaciones de imbéciles son suficientes.” Abandonó al escena judicial a los noventa años debido a su precario estado de salud, si bien los que le conocieron dicen que su mente estuvo perfectamente lúcida hasta su fallecimiento. Con tres décadas a sus espaldas es el juez que más tiempo ha ejercido en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Su longevidad al frente del Alto Tribunal le permitió conocer al 6º y al 32º presidente de los Estados Unidos (John Quincy Adams y Franklin D. Roosevelt). En 1933, Franklin Roosevelt hizo una visita a Holmes, que estaba leyendo un texto de Platón en griego. Cuando Roosevelt le preguntó porqué leía en griego antiguo, Holmes (a sus noventa y dos años) le contestó con aplomo: “Hombre, para mejorar la mente.” El sueño de Holmes siempre fue ser enterrado junto a sus dos pasiones, su querida esposa y sus compañeros de regimiento en el Arlington National Cemetery. Con motivo de sus funerales en marzo 1935, ocho miembros de la Infantería de Massachusets dispararon tres salvas al aire en su honor, una por cada batalla en la que fue herido (Ball’s Bluff, Antietam y Second Fredericksburg). Tras su muerte fue apodado el “Yankee from Olympus” y así se titula una biografía suya que fue adaptada al teatro y resultó ser un éxito en Broadway. En 1950 también Hollywood rindió tributo a una persona que para entonces ya era un mito americano con la película “The Magnificent Yankee” |
(Cincinnati, 1857 - Washington, 1930) Político estadounidense, vigesimoséptimo presidente de los Estados Unidos de América (1909-1013). Su presidencia estuvo marcada por una tendencia manifiesta a suprimir las iniciativas progresistas de su predecesor en el cargo, Theodore Roosevelt (1901-1909), especialmente en la cuestión de los aranceles, hecho que provocó la aparición de una facción progresista dentro del Partido Republicano que trató de obstaculizar todas sus iniciativas. En política exterior, Taft fue partidario de defender en América Latina la instalación de Gobierno reaccionarios pero fieles a los intereses estadounidenses. Perteneciente a una acaudalada familia de Ohio con antecedentes políticos importantes (era hijo de Alphonso Taft, fiscal general y secretario de Guerra bajo la presidencia de Ulysses S. Grant), el joven Taft pudo acceder a una educación esmerada. Tras graduarse en la Hight School de Woodward, en el año 1874 ingresó en la Universidad de Yale para estudiar Derecho, donde se licenció con el número dos de su promoción en 1878. Ese mismo año, regresó a Cincinnati y se matriculó de la prestigiosa Cincinnati Law School. Dos años después, fue admitido para ejercer la abogacía, profesión que, de una manera u otra, nunca dejó de ejercer, ya que su gran aspiración, según sus propias palabras, era la de convertirse en miembro del Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Después de un breve período ejerciendo la abogacía de una forma brillante, en 1881 fue nombrado ayudante del fiscal del condado de Hamilton (estado de Ohio). A finales de ese mismo año, fue nombrado recaudador federal de impuestos por el presidente Chester A. Arthur (1881-1885), cargo que no tardó en abandonar para volver a ocuparse de su próspero bufete. En el año 1887, el gobernador de Ohio, Joseph B. Foraker, lo llamó para cubrir un puesto vacante de magistrado en la Corte Suprema de Ohio, de donde pasó a desempeñar, en el año 1890, el cargo de fiscal general de Estados Unidos por nombramiento del presidente Benjamín Harrison (1889-1893). Dos años después, fue nombrado juez del Sexto Tribunal de apelaciones, en el que permaneció hasta 1900. De ideas conservadoras pero con un talante moderado, Taft supo ganarse la amistad y el respeto de los miembros más poderosos de su partido y entabló una amistad política fructífera con los futuros presidentes William McKinley (1897-1901) y Theodore Roosevelt (1901-1909). Cuando Estados Unidos adquirió las islas Filipinas tras la guerra mantenida con España, el presidente McKinley puso a Taft, entre los años 1901 a 1905, al mando de la comisión encargada de gobernar el nuevo territorio. Se convirtió, por tanto, en el primer gobernador civil de las islas. Su misión fue la de establecer un gobierno fuerte e introducir una administración coherente y bien organizada, tareas que desarrolló a la perfección: estableció sistemas de gobierno locales y judiciales; levantó todos los servicios sociales mínimos e imprescindibles de la isla, carreteras, colegios, oficinas postales y bancos; y fomentó tratados de reparto de tierras con los dirigentes indígenas y con la Iglesia Católica. En el año 1904, Roosevelt lo nombró secretario de Guerra, cargo desde el que no dejó de supervisar el proceso de colonización en las islas Filipinas, además de realizar una serie de encargos diplomáticos de alto nivel para los intereses de su país: fue enviado a Roma, en 1902, para negociar con el papa León XIII la compra de los bienes de las órdenes religiosas en Filipinas; director y supervisor de las obras de construcción del Canal de Panamá; mediador en la negociaciones que pusieron fin, en el año 1905, a la Guerra Ruso-japonesa; y, por último, enviado a Tokyo para solventar el conflicto surgido con Japón tras la limitación por parte de Estados Unidos de la entrada de inmigrantes de origen nipón y chino. Taft rechazó, por dos veces, el ofrecimiento de Roosevelt para nombrarlo juez vitalicio de Panamá. Su reputación intachable y sus grandes dotes como administrador convencieron a Roosevelt para apoyar su nombramiento como candidato republicano a la presidencia en la Convención Nacional del partido, celebrada a finales de 1908. En las elecciones presidenciales, Taft acabó ganando con un amplio margen de votos al candidato demócrata William Jennings Bryan. Nada más acceder a la presidencia, demostró un talante opuesto al de su predecesor y mecenas Roosevelt, quien se arrepintió enseguida por el nombramiento de Taft, hombre extremadamente conservador y prudente, con un concepto muy estricto de la presidencia y de su papel como administrador del país, lo que ocasionó una brecha dentro del partido entre los progresistas y los conservadores, estos últimos apoyados por el propio presidente. Las primeras fricciones entre Taft y su partido comenzaron con el intento de éste de revisar los impopulares y elevados aranceles proteccionistas. A comienzos del año 1909, convocó una sesión especial del Congreso para discutir una bajada sustancial de los aranceles. La Cámara de Representantes aprobó sin problemas la reducción, pero no así el Senado, dominado por demócratas y republicanos progresistas, entre ellos el propio Roosevelt, quienes obstaculizaron dicho proyecto de ley. Finalmente, se consiguió aprobar la Payne-Aldrich Act, la cual había sufrido la increíble cantidad de 800 enmiendas, hasta el punto de que en muchos casos los aranceles habían sido todavía más elevados. Taft no tuvo más remedio que refrendar la ley, con lo que se ganó la enemistad de todo el Medio Oeste, el más perjudicado por la nueva ley. La desunión definitiva con los progresistas republicanos se consumó cuando Taft, asesorado por su secretario de Interior, Richard A. Ballinger, volvió a abrir al público ciertos saltos de agua y reservas forestales que Roosevelt había convertido en parques nacionales restringidos a la caza y a cualquier tipo de explotación económica. La medida suscitó la pronta reacción del jefe de los Servicios Forestales del país, Gifford Pinchot, amigo personal de Roosevelt, quien no dejó de protestar airadamente por la decisión, acusando al secretario de Interior de cohecho y de utilizar el cargo para enriquecerse. Taft intentó arreglar el conflicto de la manera más rápida, destituyendo fulminantemente a Pinchot por insubordinación. El asunto degeneró en una controversia que acompañó a Taft hasta el final de su mandato presidencial y provocó un enfrentamiento entre él y los partidarios de Roosevelt. Las consecuencias políticas de la escisión republicana no tardaron en aparecer. En las elecciones al Congreso del año 1910, el Partido Republicano sufrió una tremenda derrota, lo que permitió el control de las Cámaras a los demócratas, cosa que no sucedía desde al año 1894. Aun así, la presidencia de Taft arrojó algunos éxitos incuestionables. Durante sus cuatro años de Gobierno, Taft duplicó los procesos basados en la Sherman Act, ley anti-trust aprobada por la administración de Roosevelt para controlar la peligrosa expansión de los grandes monopolios financieros del país. Entre los demandados se encontraban gigantes como la General Electric Company, la American Sugar Company, la United States Steel, etc. También impulsó y consiguió la aprobación de una ley que establecía bancos postales, además de crear el Departamento de Trabajo y la Oficina Federal de la Infancia. Por último, Taft dio el visto bueno a dos enmiendas constitucionales, la Décimo Sexta, que autorizaba un impuesto sobre la renta federal, y la Décimo Séptima, por la que se establecía la elección directa de los senadores de los Estados Unidos. Habida cuenta de que la facción progresista republicana no encontró a su candidato ideal, Roosevelt volvió a postularse como candidato en la Convención Nacional del partido, pero fue derrotado por Taft, gracias a que éste aún controlaba la maquinaria interna del partido. Roosevelt abandonó el partido para formar su propio grupo, el Partido Progresista, con el que se enfrentó al candidato demócrata, Woodrow Wilson, que venció por un estrecho margen de votos. Sin duda alguna, la inclusión de Taft en una segunda candidatura republicana debilitó al partido y propició la victoria de Wilson sobre Roosevelt. Al poco tiempo de dejar la política, Taft retornó a sus actividades judiciales. Entre los años 1913 a 1920, ejerció como profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Yale, al mismo tiempo que colaboró en varias organizaciones nacionales de reconstrucción tras la guerra. En el año 1921, vio coronadas todas sus ambiciones, tanto personales como profesionales, al ser nombrado por el presidente Warren Gamaliel Harding (1921-1923) presidente del Tribunal Supremo, cargo que conservó durante el resto de su vida y desde el que imprimió eficacia y rapidez en la maquinaria judicial del país. |
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