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(Santiago, 2 de junio de 1936) es un abogado, teólogo, exsacerdote, profesor universitario y político chileno. Fue diputado por dos periodos consecutivos desde 1961 a 1969.
Biografía
Es hijo de Hugo Zepeda Barrios y Ana Coll Juliá. Desde temprana edad manifestó un gran interés por las funciones políticas que desempeñaron su padre y su abuelo Gonzalo Zepeda Perry y simultáneamente por los misterios y sucesos del mundo religioso y teológico.
Realizó sus estudios primarios en la Escuela Nº 1 de Coquimbo y los secundarios en el Liceo de Hombres de La Serena y en el Internado Nacional Barros Arana. Luego de finalizar la etapa escolar ingresó a la Universidad de Chile, donde estudió Derecho egresando en enero de 1959.Ulteriormente, se dedicó a la labor docente, desempeñándose como profesor de Historia y Geografía en el Liceo Co-educacional de Coquimbo y como profesor de Legislación Social en la Escuela Técnica Teresa Videla de González de La Serena.
Actualmente ejerce como profesor universitario en las asignaturas de Filosofía del Derecho y de Ética Económica y Financiera en la Universidad Finis Terrae, en la Universidad Andrés Bello, en la Universidad San Sebastián, en la Universidad Central y en la Universidad Santo Tomás, entre otras. Es director de la Fundación Presidente Balmaceda.
Posee varias publicaciones en su especialidad, y durante las últimas décadas ha participado como académico en múltiples seminarios, dictando charlas y conferencias, como asimismo es panelista y comentarista invitado en numerosos
programas televisivos y radiales de nuestro país.
Abogado, Universidad de Chile
Posee varias publicaciones en su especialidad, y durante las últimas décadas ha participado como académico en múltiples seminarios, dictando charlas y conferencias, como asimismo es panelista y comentarista invitado en numerosos
programas televisivos y radiales de nuestro país.
Abogado, Universidad de Chile
Vida política y social
Inició sus actividades políticas ocupando diversos cargos en la Juventud del Partido Liberal asumiendo como Consejero Nacional en representación de la provincia de Coquimbo desde 1955; de vicepresidente de la Juventud Liberal entre 1958-1959 y presidente del Grupo Universitario Liberal entre 1956-1967. Asumió como director de la Federación de Estudiantes de Chile, asumiendo un rol destacado en los asuntos estudiantiles y en tema de política nacional.
Fue diputado durante dos períodos consecutivos en representación de la Cuarta Agrupación Departamental “La Serena, Coquimbo, Elqui, Ovalle, Combarbalá e Illapel": El primero entre 1961 y 1965 y el segundo entre 1965 y 1969.
Vida religiosa y teológica
Finalizada su labor parlamentaria en 1969, ingresó a la Orden de los Predicadores y realizó estudios de sacerdocio en la Facultad de Teología de la Universidad Católica de Chile y en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino (conocida como Angelicum) en Roma, Italia, ordenándose sacerdote Dominico el 15 de agosto de 1974, realizando posteriormente importantes estudios en la ciudad de Buenos Aires.
Matrimonio
Tras retirarse de la vida religiosa, contrae matrimonio.
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01/03/2014 - 07:58
Quien fue diputado, sacerdote y quien se tituló de abogado 50 años después de egresar y hoy reparte su tiempo en sus clases universitarias y comentarios de TV sobre hechos paranormales, está comenzando a esbozar un libro sobre apuntes parlamentarios entre la década del ’30 y ’70. Cree que es el momento de escribir sobre este periodo, pero alejado de la pasión.
En la última década, su nombre y figura se hicieron familiares para las nuevas generaciones por la pasión y documentación con que hablaba de los temas paranormales. En la TV se veía a un Hugo Zepeda Coll haciendo gala de su facilidad de palabra, entretenido, didáctico, pero sobre todo culto y preparado. Pero bastaba revisar su perfil y biografía para darse cuenta de que en ese personaje de pelo y barba blanca había una figura que por su experiencia y vivencias dan para varios tomos de un libro. Sin embargo, él se adelanta en afirmar que nunca ha pensado en una autobiografía. No es su estilo. Más bien dentro de los espacios libres que le quedan está moldeando un ejemplar donde condensará apuntes parlamentarios desde 1932 hasta 1970.
Sobre ese tema se explayó en la entrevista que dio en su departamento que adquirió hace 15 años, en La Herradura, y donde tiene una vista privilegiada de Coquimbo y el balneario porteño donde pasó su niñez.
En el living se nota claramente la verdadera historia de Zepeda Coll. Está dominada por cuadros con fotografías antiguas de su trayectoria política y sobre todo, la de su padre del mismo nombre, un prestigioso abogado que se convirtió en diputado, senador y líder del Partido Liberal. Él siguió sus pasos, pero a su manera.
Por ejemplo, no esconde que en su juventud tuvo una crisis de fe religiosa. “Llegó un momento en que me reía de la Biblia, yo decía el libro pornográfico, la consideraba puras estupideces, además, tenía dificultades políticas con la iglesia de esa época”.
Aún recuerda cuando se enfrentó con el cardenal Raúl Silva Henríquez, quien amenazó con excomulgarlo, “y yo le respondí que me importaba un comino”.
En esa época se consideraba más conservador, “no como ahora, yo he evolucionado al revés, defendía cosas que ahora no defendería. Por ejemplo, en dos o tres discursos defendía la economía social de mercado y que eso iba a solucionar todos los problemas del mundo. Menos mal que nadie lee los boletines de sesiones”.
En más de dos horas de diálogo abre su mundo y parte de sus experiencias de vida. Han sido intensas. Repasa el pasado, pero también la contingencia. Es directo, sincero, y dice lo que piensa. Sin rodeos.
Admite ser contrario a las memorias personales. “Sin embargo, deseo plagiar a don Crescente Errázuriz, que fue arzobispo de Santiago, que muy anciano escribió un libro titulado ‘Algo de lo que he visto’”.
En esa línea ya está redactando y juntando documentos para plasmar lo que él ha vivido y visualizado. “No es una memoria respecto de mí, será más o menos la historia de Chile de 1930 a 1970, desde el punto de vista parlamentario y de cómo se fue desarrollando la historia desde las sesiones, proyectos de ley y las discusiones. Por eso me aprendo las biografías de los parlamentarios y a través de eso puede que haya muchas semblanzas, pero no que yo sea actor”.
Es un convencido de que existen como 30 años de la historia de Chile que no se ha escrito bien, “porque aún se ha escrito mucho con pasión”.
Cita como ejemplo, el caso de la figura de Gabriel González Videla, “muchos lo consideran un traidor, la Ley Maldita y todo eso, pero nadie se acuerda de lo más importante de don Gabriel como las 200 millas. Nadie se acuerda de la Antártida, del voto de la mujer”.
-¿Nadie lo defiende?
“Nadie, porque se avergüenzan, al Partido Radical le da vergüenza defenderlo. Falta un grupo que cuide el legado de Gabriel González, se han hecho algunas cosas. Por ejemplo, yo presenté un libro sobre su posición internacional, pero salió que se lanzó y habló fulano y zutano, nada más. Gabriel González es una persona echada al hielo. Otro gobernante fue (Juan Antonio) Ríos, ¿quién se acuerda de él?”.
De la misma forma cree que es mito y una injusticia en contra de González Videla el planteamiento que todo lo concentró en La Serena y nada en Coquimbo. “En realidad, don Gabriel invirtió más en Coquimbo que en La Serena y lo hizo con el puerto y ferrocarriles y frigorífico y en La Serena fue en construcción. La tesis de Don Gabriel es hacer de La Serena un lugar residencial y de Coquimbo un puerto y no fue comprendida su tesis”.
EN NOMBRE DEL PADRE
No esconde que llegó a ser parlamentario por el peso de su apellido y el prestigio de su padre Hugo Zepeda Barrios. No sólo lleva el mismo nombre, también el talento. “Llegué a ser diputado, por ser hijo de mi papa”, enfatiza. Y tiene anécdotas.
En una oportunidad, en la Cámara un diputado le gritó en su cara, ‘que se calle el hijo de su papá’. Él no dudó en contestarle. “Sí, señor, tengo honra de ser hijo de Hugo Zepeda Barrios, de Su Señoría no se puede decir lo mismo, porque al día de hoy no se ha podido establecer quién es su padre’, lo que es una ofensa enorme, pero para qué se metió él a decirme eso”, rememora con una risa socarrona y con un halo de arrepentimiento.
No fue fruto de su ingenio porque sostiene que “la llevaba preparada por si me lo decían y me lo dijeron”.
En todo caso, rememora que fue parlamentario casi como un premio de consuelo. En su estilo distendido cuenta la historia. En pleno Gobierno de Jorge Alessandri, con 23 años, es nombrado en un alto cargo en la Corvi (vinculada a la construcción de viviendas) en la zona. La renta no era para nada despreciable. Incluso, le aseguraba parte de su vida. A su padre no le pareció. Abiertamente le exigió que no aceptara. Le explicó sin tapujos sus razones. “Me dijo, ‘yo soy senador de gobierno y sería una inmoralidad que el hijo de un senador de gobierno ocupase un puesto en la administración pública, eso sería inaceptable’. Ese era el concepto que tenía mi padre de la administración pública, contrario a los nepotismos actuales”.
Cuando ya estaba confirmado en el cargo, su padre lo hizo renunciar, “quedé amargadísimo”, recuerda.
Pero el presidente del Partido Liberal, lo invitó a tomar el té al Congreso y lo consuela, “me dijo, ‘yo soy como su tío viejo, y usted no tendrá ninguna posibilidad en el gobierno (de Jorge Alessandri), porque su padre se va a oponer, pero quédese tranquilo, porque me acaban de llegar algunas notificaciones de las asambleas de Illapel y Salamanca en que han hecho una lucha interna y usted arrasó y todos quieren que usted sea candidato a diputado en la próximas elecciones y yo me voy a encargar de que lo sea’. Cuando mi padre llega de Estados Unidos, yo estaba proclamado en todas partes y le reclamó (al dirigente del Partido Liberal) y por supuesto quiso oponerse, pero el presidente del partido le dijo, ‘no, las oportunidades se dan una vez y salí elegido con la primera mayoría”.
En el diario La Provincia comenzó a hablarse del “Cachorro” Zepeda y de un personaje que tenía ideas demasiado adelantadas para la época y que en algunos casos rayaban en la locura. Por ejemplo, planteó que para mejorar la alimentación de los caprinos había que importar un producto especial de Israel. Se hizo y resultó.
Se convirtió en uno de los parlamentarios más jóvenes del país.
Pero lentamente se fue desilusionando de la política. De hecho, en las elecciones de 1964 debió enfrentar la derrota senatorial de su padre y la de él mismo como diputado.
EN LAS MANOS DE DIOS
A principio de la década del ‘70 su vida sufre un brusco cambio. Deja el Congreso y la política e ingresa a un convento desde donde sale convertido en sacerdote. Un cambio radical. En su familia el impacto fue fuerte. Nadie entendía nada. Incluso se vinculó esta decisión con su derrota parlamentaria. “Eso no tenía ninguna importancia”, admite cuatro décadas después.
Su pasado como sacerdote es un tema sensible en su vida al cual pocas veces se refiere. Sin embargo, en esta entrevista no lo elude. Al contrario se explaya abiertamente, pero elige cuidadosamente las frases y el contexto. Ejerció el ministerio sacerdotal por diez años.
Reconoce que a su padre no le hizo gracia cuando le contó que ingresaría al convento. “Mi padre era medio contrario, mi madre lo tomó como una bendición del cielo, pero después, cuando ejercía (el Ministerio Sacerdotal), mi padre cambió un poco de opinión. Pero, luego cuando decidí salirme, más comprensión encontré en mi madre que en mi padre. Él creía que poco menos que no lo iban a saludar en la calle (risas) y sobre todo cuando en esa época se provocó un cierto escándalo. Hubo personas que lo consideraron muy doloroso”.
Ingresó al convento en 1970. El país comenzaba a vivir una polarización con la elección del socialista Salvador Allende y en lo personal enfrentaba una derrota parlamentaria. Pero había algo más. Para el Golpe de Estado de 1973 y los primeros años de Gobierno Militar, él estaba en pleno proceso de convertirse en sacerdote.
Es por ello que con la distancia del tiempo, reconoce que muchos pensaron que había ingresado al convento. “En el momento oportuno (risas), entonces, estuve durante todo el Gobierno de Allende y gran parte del de Pinochet, fuera. La gente va creando un halo medio romántico de esto”.
Zepeda Coll había regresado a Chile convertido en sacerdote cuando en el país en forma soterrada se comenzaba a hablar de la violación de los derechos humanos. Él no elude el tema. “Cuando fui ordenado sacerdote no me di cuenta (no estaba en Chile) y cuando volví en 1976 mi padre me dijo, ‘ está pasando esto, me contó varias cosas, porque él era muy crítico de ciertas situaciones”.
En agosto de 1976 ocurrió un hecho que lo convenció absolutamente. Desapareció un ex diputado con quien había sido colega. (Bernardo Araya)desapareció con su esposa y un nieto, a quien devolvieron a la semana, pero ellos nunca más aparecieron, “aquí dijimos, hay desaparecimiento, sentí un decepción enorme”.
-¿Usted estuvo entre los que colocaron bandera para el golpe de Estado?
“No, porque no estaba en Chile”
-¿Y su padre?
“Mi padre aceptó el hecho, igual como lo hizo Eduardo Frei Montalva. Mi padre, al igual que don Eduardo Frei y Patricio Aylwin, lo aceptaron como mal menor y que esto era rápidamente para restablecer el sistema democrático, pero después mi padre trabajó en comités de los derechos humanos y cuando murió, el Senado le hizo un homenaje”.
Zepeda Coll rememora que su padre fue crítico del Gobierno Militar, “cuando se empezó a dar cuenta de esto del tema de los derechos humanos, no es que sean cómplices pasivos como dice don Sebastián (Piñera), porque la verdad es que no estaba tan claro”.
En 1976 su vida da otro giro. Nuevamente se enfrenta a decepciones que lo llevaron a renunciar al sacerdocio. No culpa a nadie. “No le echo la culpa a las instituciones. Las fallas son personales de uno. Además, que son cosas de la life (vida) (risas). En mi juventud había pololeado con mi actual señora y al dejar el sacerdocio, creo que ella influyó, para no decirlo con decisión y nos casamos y tuvimos un hijo, que es maravilloso”.
Reconoce que dejar el sacerdocio fue complejo. “Traté, pero no resultó, colgar la sotana es divorciarse y siempre he declarado que la culpa es mía, cuando un cura cuelga la sotana le echa la culpa a la institución”.
MANTENIENDO
LA TRADICIÓN
Su hijo de 27 años también es abogado. Incluso se recibieron juntos. Actualmente es profesor de Derecho, “y no ejerce, al igual que yo”.
Llevan más de dos años de abogados y aún no firman ningún escrito.
Zepeda Coll tiene el récord que entre que egresó de Derecho y se tituló de abogado pasaron 50 años. Confiesa que hasta ahora el título “no me ha servido absolutamente de nada. Curiosamente, el que más me sirve es el de Licenciado en Teología y académicamente no me ha significado nada”. Reconoce que sólo accedió a regularizar el tema porque su hijo le pidió que completaran las cinco generaciones de abogados.
No es al azar. El título a su bisabuelo se lo entregó nada menos que Andrés Bello. Todo un simbolismo. El sueño de su padre (Hugo Zepeda Barrios) era que fuese abogado, pero él quería ser profesor de historia. “Iba estudiando las dos cosas, pero mi padre me dijo que por culpa de la historia no iba a estudiar bien las leyes”.
Afirma que si bien su hijo siguió sus pasos de abogado, pero no así una carrera política, “no le interesa ninguna de esas cosas, aunque mi hijo es más que yo ahora y en esa edad, pero él me dice, ‘sí, pero en esa edad tú ya eras diputado’, creyendo que era muy importante en esa época”.
EL DON DE LA PALABRA
Y LA PREPARACIÓN
Zepeda Coll es reconocido como uno de los mejores oradores. Dentro de su modestia él mismo no se arroga ese valor. Pero es de los que no escribe sus discursos, ni menos lleva papeles a sus clases universitarias. Eso sí, se prepara muy bien.
Por esencia se considera un profesor. De hecho, hace clases desde los 21 años. No obstante, hoy tiene sus reparos. No oculta que fue feliz haciendo clases, “pero ya no, ahora soy muy franco en decirlo, no es que no me guste, pero no soy el de antes. Los alumnos quieren tener buenas notas, sacar los ramos a como dé lugar y cada nota se discute más, ahora es muy difícil el cuento. Aunque yo me adapto y lo que le estoy diciendo no se nota en clases, pero me doy cuenta que se me hace difícil”.
Actualmente vive de la docencia, “que por lo demás pagan muy mal, hay que trabajar mucho”.
Sin tapujos admite que actualmente los alumnos, “lo que quieren es obtener el título, los trabajos son tijeras, para mí no valen tanto, es por eso que me gusta que me expongan algo, no que me lo escriban, pero tenemos la obligación que hay que hacer los trabajos y ahí está el problema”.
LAS SEGUNDAS PARTES
NO SON EXITOSAS
Zepeda Coll intentó nuevamente llegar al Parlamento en las elecciones de 2001. Sin embargo, no consiguió el objetivo. Admite no arrepentirse de esta aventura. “No tenía ningún interés en hacerlo, pero sí sostenía que era indispensable los candidatos para sacar diputados. Sabía que la candidata de la UDI (Ana Victoria Durruty) era más poderosa que yo, pero trabajé como corresponde, le faltaron 400 votos a la señora Durruty”.
En su análisis político sostiene que el grave problema de la centro derecha en la zona “es que siempre uno de los candidatos es muy débil. Es difícil que alguien vaya a dar la batalla, perder plata y todo para que salga el compañero de lista, además que muchas veces se producen muchas peleas con el compañero de lista”.
No oculta que su candidatura fue percibida de otra época. Si bien proviene de una familia de políticos y él mismo fue diputado en la década del ’60, admite que la gente no lo conocía. “Habían pasado muchos años, si ahora fuera candidato, sí que salgo, es un tema mediático, pero actualmente no me interesa”.
Si bien en esta última elección su sector no le pidió ser candidato a nada, sí se le acercaron grupos independientes. Además, afirma que hoy la política simplemente no le interesa. “Porque hoy se está viendo más por las redes sociales que por los políticos propiamente tales. Actualmente, si uno quiere influir en algo, tiene más éxito planteándose socialmente que políticamente”.
A pesar de que hoy reparte el tiempo en sus clases universitarias y espacios de TV donde es invitado para comentar casos paranormales, no evade la contingencia política, sobre todo de lo que significó la llegada de la derecha al poder después de 50 años. No desconoce que valoró el logro, “pero no es una cosa que me quitara el sueño”.
-¿Le sorprendió que sólo fuera un paréntesis de cuatro años?
“Sí, me sorprendió, quiere que le diga la verdad, don Sebastián Piñera nunca ha sido elegido Presidente de Chile, quien salió derrotada fue la Concertación con el señor Frei (Eduardo). La elección de don Sebastián fue porque la gente ya no quería más Concertación, ese es el problema. En 1952 igual, don Carlos Ibañez del Campo salió porque la gente ya no quería un nuevo gobierno radical, punto. En política, mucha gente busca una solución que muchas veces no es la que desea para precisamente castigar a alguien”.
Actualmente en materia política se declara bastante ecléctico, “tengo una formación liberal, tengo pensamientos conservadores en algunos aspectos, pero también tengo bastante sensibilidad respecto al progreso y la pobreza. En Chile hay bastante concentración del poder económico. Lo que hace falta es una mayor distribución. Reconozco que hay un esfuerzo por las más pobres, pero por otro lado se ha ido abandonando la columna vertebral de una sociedad que es la clase media.. Yo antes pensaba que las reglas del mercado lo hacían todo, para la solidaridad es básico para que funcione una sociedad”.
ENTRE LAS AULAS Y TV
Está consciente de que si bien tiene un pasado político y exitoso, actualmente la gente lo reconoce por su cuidada barba blanca y sus comentarios y locuacidad para hablar de temas paranormales en televisión. Su debut fue en 1999 en Buenos Días a Todos, con Margot Kahl y Jorge Hevia, cuando todo el mundo hablaba del fin del mundo y el paso al 2000. Pero, su ingreso a los temas de conversación fue cuando se logró resucitar el antiguo programa Tertulias, donde fue panelista hasta el 2006. Allí se explayaba en temas culturales y se descartaba la política contingente. El 2007 nuevamente regresa como panelista estable en el Buenos Días a Todos y hasta finales de marzo tiene contrato en Red TV. “En televisión me enfocaron en fenómenos paranormales por los estudios que yo he hecho y todo, pero no me llaman por razones culturales”.
Generaciones 3.0
La visión de Zepeda Coll de las generaciones actuales es categórica. Cree que a los jóvenes les interesa lo que funciona y no preguntarse de cómo funciona, “al revés de nosotros, que tenemos la formación de la Ilustración que es saber el por qué de las cosas”.
En eso se considera un obsesivo. Recuerda que cuando en la década del 60 llegó la televisión a Chile, él no se conformó con sentarse y ver la pantalla, se preocupó de hacer un estudio. “En cambio, ahora un niño chico usa el televisor o el computador sin saber en qué consiste. Con los nuevos sistemas hay un acceso al conocimiento directo, sin necesidad de razonar mucho. En cambio, en mi generación había que formarse intelectualmente, con esfuerzo, disciplinar la mente para adquirir el conocimiento de la ciencia. Había una estructuración, ahora no hay eso”.
De hecho, es lapidario con Google. Confiesa que cuando ingresa un dato se queda pegado horas y horas, “y uno se pierde en una madeja, en cambio, el joven va exactamente dónde quiere llegar porque no le interesa lo del lado. Uno se ve tentado por otras cosas, pero la juventud no”.
En medio de la entrevista suena su celular. Es básico. Anticuado para la evolución que ha tenido esta tecnología, pero él mismo reconoce que sólo lo utiliza para llamar por teléfono y si bien admira los iPhones y tabletas, “ no las sé manejar, Facebook es la evolución máxima a la cual he llegado”. En Facebook tiene 5 mil amigos y 7 mil en espera y posee 11 mil 500 fans.
Su visión es que en la juventud no hay una curiosidad por el saber, “en la sabiduría, lo encuentran denso”.
En todo caso, él reconoce que para las clases es entretenido, “los buenos profesores no es que sepan mucho, sino que saben enseñar bien a la altura de los estudiantes, yo me asimilo rápidamente a los educandos”.
Pero también es severo. Hace el gesto de estar chateando en el celular para señalar que la constante hoy en las clases es que los alumnos viven con el teléfono en las manos, pero con su vozarrón repite lo que les indica en cada jornada. “Les digo, ‘miren, hagan lo que quieran, pero yo advierto una cosa, si a alguno de los presentes les pregunto lo que estoy hablando en este momento y no sabe tiene un 1, nada más y de vez en cuando pillo a alguno y un 1”.
Además, se confiesa enemigo del uso de los proyectores (Data). Cree que estos adelantos “echan a perder a los profesores y se dedican a leer en lugar de hacer clases, lo que es gravísimo. En mi caso uso el mapa conceptual”.
Lo explica con pasión. Da el ejemplo de la Ilustración y le pregunta a la sala qué saben sobre este periodo. Ante la falta de respuestas suspende las clases y pide a los alumnos que busquen antecedentes y luego vuelvan. “Es el momento que ordenamos los datos, esa es una manera que aprenden bastante bien, pero con eso se pierde tiempo y se deben tomar cinco o seis controles en el semestre. Entonces, los reglamentos son verdaderas camisas de fuerza para los profesores, no le dan una libertad”.
En lo valórico y respecto al matrimonio cree que va íntimamente ligado con la actividad de la sexualidad y el amor, “la sexualidad reproductiva y que nazcan los hijos, sin perjuicio de que exista otro tipo de uniones. Pero en matrimonios del mismo sexo no se cumple eso, por eso es que sostengo que debe haber una legislación que proteja y dé derechos a las uniones de hecho, heteros y homo”.
Respecto al aborto es categórico en sostener que es contrario, “mi hermano Patricio era ateo, pero era contrario al aborto . Pero yo creo en la vida humana”.
No obstante, sostiene que si en el embrión viene una persona discapacitada, “quiénes somos nosotros de árbitro para determinar si nace o no nace. Hay solidaridad humana cuando empieza la solidaridad con la propia sangre. Si yo no recibo a un hijo discapacitado no puedo tener solidaridad social”
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