Estación Puente de Cal y Canto. |
Puente Cal y Canto es una estación ferroviaria que forma parte de la Línea 2 de la red del Metro de Santiago de Chile. Se ubica en el nudo vial entre las calles Cardenal Caro y Presidente Balmaceda junto al Puente Padre Hurtado, en la ribera del río Mapocho, en la comuna de Santiago. Entorno y características Esta estación fue, desde su inauguración en 1987 hasta mediados de 2004, la última estación de la Línea, por lo que recibía todo el flujo de pasajeros provenientes del norte de la capital y además tenía conexión con Metrobus. Posteriormente, fue inaugurada la primera parte de la extensión al norte hacia Recoleta, marcando un hito la construcción del túnel bajo el río Mapocho en 2004. Todavía se puede observar, al lado de la curva en dirección a Vespucio Norte, un túnel recto que sigue por debajo de la Plaza Prat, que fue probablemente usado como cola de maniobras de los trenes cuando la estación era terminal. Tiene en su interior una galería de arte. En su nivel inferior (bajo los andenes de la Línea 2) están los andenes de la Línea 3. También será una estación de combinación con la Línea 7 desde 2026. Además en las paredes de los andenes posee decoración que asemeja a los antiguos pilares del puente. Origen etimológico. Esta estación hace referencia al antiguo Puente de Cal y Canto, creado por obra de Luis de Zañartu, corregidor de Santiago, y entregado el 20 de junio de 1779, cerca de donde se encuentra actualmente la estación. Este puente de gran envergadura que cruzaba el río Mapocho fue todo un símbolo de la ciudad hasta el año 1888 cuando fue demolido para iniciar los trabajos de canalización del río. En primera instancia, el nombre de la estación fue planificada como Mapocho, debido a que se emplaza a escasos metros de la antigua estación Mapocho, terminal de la línea Santiago-Valparaíso, además se sitúa a un costado del río que le da nombre. Pero finalmente se optó por "Puente Cal y Canto", debido a que en el transcurso de la excavación (para su posterior construcción), se encontraron restos del antiguo puente antes nombrado. Estos restos de pilares aún se conservan en la estación. |
Puente de Cal y Canto. |
El puente de Calicanto o de Cal y Canto fue un puente construido sobre el río Mapocho en la ciudad de Santiago, capital de Chile. Obra del corregidor Luis Manuel de Zañartu, es considerada una de las mayores obras arquitectónicas de la historia de la ciudad y fue símbolo de ella hasta su demolición en 1888. Orígenes y construcción Santiago fue fundado en 1541 entre los dos brazos del río Mapocho, siendo el principal el ubicado al norte de la Plaza Central.
Con el correr de los años, la ciudad comenzó a expandirse y en la ribera norte del Mapocho se estableció la zona agrícola de La Chimba, actuales comunas de Independencia y Recoleta. Tras años de infructuosos intentos, el corregidor de Santiago, Luis Manuel de Zañartu logró iniciar por orden del Gobernador Antonio de Guill y Gonzaga, la construcción de un verdadero gran puente. Asesorado por el ingeniero José Antonio Birt, el corregidor Zañartu inició los trabajos del «Puente Nuevo» el 5 de junio de 1767. Zañartu, conocido por ser un hombre justo pero despiadado, ordenó la utilización de los reos de la cárcel para la construcción de la obra. Con este fin, se estableció un anexo de la cárcel en la orilla del río. Los trabajos forzados a los que fueron sometidos los reclusos provocaron una queja incluso del Procurador de los Pobres de la Real Audiencia debido a «los implacables gemidos del continuo padecer de estos miserables que se hallan trabajando al rigor del sol con una vergonzosa desnudez, mal comidos, enfermos y ultrajados de sobrestantes», lo que no impidió de todas formas la realización del plan del corregidor. Finalmente, con un costo de 200 000 pesos sin contar la mano de obra forzada, fue inaugurado el Puente de Cal y Canto, el 20 de junio de 1780. El puente Esta obra de ingeniería medía 202 metros de largo, siendo 120 de éstos los correspondientes al ancho del río y los restantes eran las rampas necesarias para alcanzar la altura de la calzada. El puente se elevaba a más de 12 metros de altura sobre el río y tenía un total de nueve arcos de 9,2 metros de altura. Sus ocho pilares y dos pilastras descansaban en cimientos de más de 4,2 metros de profundidad y su calzada tenía un ancho de 8,4 metros, por donde podían circular carretas en ambos sentidos dejando espacio para caballos y peatones. Su estructura estaba hecha de cal y de rocas traídas de las canteras del cerro Blanco y utilizaron más de doscientos mil huevos para pegar estos elementos. La utilización de cal y cantos fueron los que le dieron el nombre con el que pasó a la historia este puente. El río Mapocho es un pequeño cauce y solamente en los meses de invierno, crece y se convierte en un caudaloso torrente que puede arrasar con todo a su paso, lo que obligó al gobierno colonial además a comprometerse con la construcción de los tajamares para proteger a la ciudad de las crecidas del Mapocho. Sin embargo, el bajo cauce del Mapocho contrastaba con el enorme puente construido. De los nueve arcos, tres nunca fueron tocados por las aguas y se convirtieron en baños públicos, por lo que se consideró que «[e]l Calicanto es demasiado puente para el Mapocho». Con el paso de los años, el Calicanto se volvió un símbolo de la ciudad y todo un centro comercial para los santiaguinos. En los años 1830 se construyeron sobre cada pilar del lado poniente, unas garitas semicirculares en las que se instalaron tiendas, en las que se vendían frutas, baratijas, dulces y otras confecciones. En total, hubo hasta cinco boticas, dos panaderías, bodegas de vinos, relojerías, sombrererías, talabarterías y hasta la imprenta del periódico La Estrella de Chile, que se instaló en julio de 1887. Demolición Catorce meses después de la instalación de la imprenta de La Estrella de Chile, los encargados de la canalización del río ordenaron derribar el puente para continuar con sus trabajos. A pesar de las diferentes reacciones en contra de dicho suceso por parte de la opinión pública, el puente más grande de Santiago fue minado el 10 de agosto de 1888.
Tras su demolición, el Puente Calicanto quedó en la memoria de la ciudad. Un monolito, en la ribera norte frente a la Piscina escolar, señala la ubicación que tuvo el afamado puente. Hasta el día de hoy, la calle que era usada antiguamente para unir dicha estructura con la Plaza de Armas lleva el nombre de «Puente». Y la estación del Metro de Santiago ubicada en la zona donde antiguamente se erigió, lleva el nombre de Puente Cal y Canto, debido a que durante su construcción, a mediados de los años 1980, se encontró subterráneamente restos del puente que se conservan hasta hoy. |
Corregidor Zañartu. |
Corregidor Zañartu: autoritarismo y linaje * La identidad nacional -la nación- es, en palabras de Anderson, una comunidad política imaginada, construida a partir de operaciones ideológicas particulares en momentos específicos de la historia. Es en este sentido que podemos rastrear las huellas de los relatos que han hegemonizado dichas narraciones, develando el carácter instrumental, arbitrario y en permanente construcción de las mismas. En este artículo revisaremos, a través de un personaje del siglo XVIII y sus actualizaciones en la literatura chilena, cómo se han construido y naturalizado dos elementos basales de la identidad chilena tradicional: autoritarismo y linaje.
La Cañadilla de Santiago. Su historia y sus tradiciones. 1541-1887. Justo Abel Rosales Luis Manuel de Zañartu e Iriarte (Oñate, País Vasco, 10 de septiembre de 1723—Santiago de Chile, 15 de abril de 1782) fue un noble vasco y célebre personaje histórico criollo de la entonces sociedad colonial de Chile, mejor conocido como el Corregidor Zañartu, fue comerciante de Santiago. Su fama se debió a la mano firme de sus procedimientos para evitar el pillaje y la comisión de delitos y su obra máxima, la construcción del Puente Cal y Canto. |
1. INTRODUCCIÓN La creación de toda identidad supone una construcción intersubjetiva de diversos tipos de discurso, propios y ajenos (Benveniste 1978, Goolishian y Anderson 1995, Larraín 2001), y no se restringe, como suele afirmarse, a discursos historiográficos o políticos. Los discursos literarios constituyen una fuente inacabada e imprescindible de elementos que contribuyen a formar el imaginario social de ciertos sucesos, personajes y tópicos. Éstos perviven con mucha fuerza a lo largo del tiempo, aun cuando sean resignificados y reelaborados, transformándose en verdaderos íconos culturales de la identidad nacional. Adscribimos al concepto de ícono cultural de Rolena Adorno, que lo define en relación: "a aquellos personajes que suelen producirse y perpetuarse no tanto como casos particulares de un momento histórico o imágenes de las figuras individuales que en ellos participan, sino como la representación de contenidos culturales a través de estos casos y personajes" (Adorno 1996: 908). Autoritarismo y linaje son dos elementos posibles de rastrear en la historia de nuestro país, ya que parecen ostentar una presencia relevante. Para comenzar una breve revisión del primer término baste seguir la huella de sus definiciones. En 1734 la Real Academia Española de la Lengua publicó el cuarto de los tomos de su Diccionario de la Lengua Castellana en el que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases o modos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas convenientes al uso de la lengua, conocido más bien como Diccionario de Autoridades (1734). En él Linage [sic] posee tres acepciones: la primera alude a la descendencia, es decir, al nombre que se hereda de padres a hijos y nietos; la segunda al género, clase o condición de alguna cosa y la tercera al linaje humano, a todos los descendientes de Adán; en 1803 aparece una nueva acepción en la que se afirma que linaje en algunas partes puede ser entendido como "los vecinos nobles reconocidos por tales e incorporados en el cuerpo de la nobleza". Treinta años después esta modificación ya había sido fijada desagregándose la excepcionalidad de su aplicación y de este modo permanece vigente hasta nuestros días (DRAE 1832). De este modo podemos comprender que a lo largo del siglo XVII fue cambiando la naturaleza del término, acentuando su vinculación con la nobleza, utilización ya extendida a comienzos del siglo XVIII. Importante es destacar que en América Latina, según la historiadora Alejandra Araya, el imaginario político colonial estaba regido por el lenguaje propio de la alquimia. Así la calidad como concepto se relacionaba con la "pureza" o "contaminación" de los linajes: "El término calidad se refiere entonces a las cualidades intrínsecas de los elementos de la naturaleza incluyendo entonces a los seres de la tierra. Tenemos entonces que se puede identificar a indios y españoles como elementos distintos reconocidos como "naciones" diversas, o también como linajes de sangre diversa". La primera noción también se expresa en la idea de las dos repúblicas que tanto se menciona como parte de los ideales políticos del siglo XVI para el Nuevo Mundo (Araya 2008, 2010). Si bien el ideal político suponía el beneficio de mantener alejados estos linajes para que ambos conservaran así su pureza, las prácticas sexuales y familiares del Nuevo Mundo avanzaron en una dirección diversa. En un primer momento se consideró que la limpieza de sangre se mantenía en enlaces de españoles con indias, ya que éstas –a diferencia de judíos y árabes– no habían renegado del dios verdadero, simplemente no lo conocían1. Sin embargo, las mezclas, es decir, los sucesivos cruces entre europeos/as, indios/as y negros/as mostrarán como resultado una población altamente mezclada que representará, en último término, un problema político por su novedad y extrañeza, expresando para la clase dirigente incluso la potencialidad del caos social. De este modo, en la medida en que los europeos fueron "poblando" tierras americanas y la institucionalidad española se fue asentando en las colonias se privilegiaron matrimonios con criollas y peninsulares, incluso provenientes de las mismas regiones españolas de sus contrayentes, procurando así todo tipo de conveniencias sociales, tales como el fortalecimiento económico y político de un grupo reducido de personas y la exclusión de las inmensas mayorías de población indígena y mestiza. El cambio drástico que experimentó el concepto de linaje da cuenta justamente de "la creciente preocupación por mantener la pureza de sangre, que se generalizó en la metrópoli a comienzos del siglo XVII y la obsesión por la defensa del honor" (Gonzalbo 2005: 17). El grupo de los vascos resulta ser un muy buen ejemplo de enlaces exitosos que lograron fortalecer, a través de la institución del matrimonio, una clase dirigente de notoria relevancia que permaneció activa en el Chile de los siglos XIX y XX, acuñándose el término de aristocracia castellano-vasca para nombrar a este grupo social:
Las características enunciadas por Pilar Gonzalbo para describir la presencia vasca en el virreinato de Nueva España parecen repetirse en la realidad de la Capitanía General que fue Chile. En el prólogo del primer tomo de Familias Fundadoras de Chile (2001) -un estudio genealógico completo, en tres tomos, de las familias de europeos que se asentaron en Chile entre 1540 y 1700 y que por línea de varonía continúan activas- se afirma que en el siglo XVIII tanto las nuevas medidas adoptadas por los Borbones como el aumento de emigrantes españoles que llegaron a Chile, trajo consigo un cambio de paradigma en lo que se refirió a las prácticas sociales, acentuándose, de esta forma, el rechazo al mestizaje y el privilegio de matrimonios entre personas de iguales calidades:
La biografía del Luis Manuel Zañartu (1720-1782) parece representar bastante bien el perfil delineado anteriormente: nacido en Oñate, viajó junto a sus padres y tíos a Chile cuando todavía era un niño. Al crecer se dedicó al comercio y más tarde compró el oficio de Regidor. Viajó a España para probar su pureza de sangre y volvió con pergaminos que así lo acreditaban. Se casó en 1760 con María del Carmen Errázuriz y Madariaga, hija de Francisco Javier Errázuriz, natural de Aranaz en Vizcaya y María Loreto Madariaga (Cf. Medina 1898). La segunda categoría que hemos elegido para leer los códigos identitarios que el Corregidor Zañartu encarna de manera tan transparente es la del autoritarismo. Al respecto, Jorge Larraín afirma que: Un aspecto cultural importante que ha subsistido desde la colonia, a veces en forma más o menos atenuada, a veces en forma más o menos exacerbada, es el autoritarismo. Esta es una tendencia o modo de actuar que persiste en la acción política, en la administración de las instituciones públicas y privadas, en la vida familiar y, en general, en la cultura chilena, que le concede una extraordinaria importancia al rol de la autoridad y al respeto por la autoridad. (... ) A pesar de las influencias democratizadoras del pensamiento de la ilustración, que ciertamente logran morigerar en parte el autoritarismo del polo cultural colonial a partir de la independencia, su fuerza cultural no se extingue fácilmente en la vida sociopolítica chilena (Larraín 2001: 226). El ejemplo por antonomasia de la figura de autoridad del siglo XIX, en palabras de Larraín, es representada por el Ministro Portales, en la medida en que la visión del Estado Chileno como fuerte y autoritario tendría su origen en la concepción portaliana del ejercicio del poder. Ésta consistía en que "debido a la falta de virtudes republicanas, la democracia debía postergarse y establecerse la obediencia incondicional a una autoridad fuerte, cuya acción de bien público no podía ser entrabada por las leyes y constituciones" (Larraín 2001: 227). Como revisaremos más adelante, la forma en que Luis Manuel Zañartu llevó a cabo su función de Regidor y luego de Corregidor y Justicia Mayor, es decir, los métodos que utilizó para hacer cumplir la ley y realizar las grandes obras urbanísticas a las que les debe su fama, corresponden a una forma de ejercer el poder que anticipa la visión de Diego Portales y la forma en que consolidó la institución del Estado en Chile. El Corregidor Zañartu -las versiones que la literatura chilena ha construido sobre él- reúne en su figura autoritarismo y linaje, convirtiéndose en un ícono cultural clave que pervive en el imaginario social hasta el día de hoy. En él convergen tanto el gobernante enérgico como el celador fiel de un apellido que no debe contaminarse. Siguiendo esta línea, los espacios narrativos que privilegiaremos para analizar las actualizaciones y resignificaciones discursivas de Zañartu, pertenecen al campo de la literatura. Realizaremos, entonces, un recorrido a través de las actualizaciones textuales que se han hecho de la figura del Corregidor en la historia de la literatura chilena, deteniéndonos particularmente en las versiones que de él construyeron Justo Abel Rosales (1855-1896), Sady Zañartu (1893-1983), Jorge Inostrosa (1919-1975) y Nona Fernández (1971-), por parecernos hitos fundamentales de su fijación en el imaginario nacional. Justo Abel Rosales y Sady Zañartu fueron escritores que no pervivieron en el canon de la literatura chilena. Jorge Inostrosa, pese a que tuvo una difusión bastante masiva, prácticamente no ha sido objeto de estudios académicos. Por su parte, la obra de Nona Fernández todavía no ha sido suficientemente relevada, debido a lo reciente de su producción. Sin embargo, las obras de todos ellos conforman, a nuestro modo de ver, una producción textual que aporta de manera significativa a la construcción de nuestra identidad nacional. Cada uno de ellos presenta, en el desarrollo de sus obras, una mezcla de géneros narrativos en los cuales cruzan la vieja y vigente discusión respecto de la verdad y la verosimilitud en los textos. Mezclar lógicas genéricas, constituyendo en sus obras a veces verdaderos pastiches, de alguna manera deja entrever -en la forma- una de las preocupaciones centrales de sus proyectos escriturales: la identidad chilena, la cual se configura a través de crónicas, documentos de archivo, tradición popular y ficción novelesca. Trabajar la construcción de la identidad nacional a través de un personaje de la sociedad colonial, es una excusa para hablar de la actualidad o de lo que se quiere imponer como la visión de un origen posible. Tanto Rosales como Zañartu, Inostrosa y Fernández utilizaron al Corregidor Zañartu como estratagema para ello, pero sin duda con distintos propósitos y de diversa forma. Nuestro objetivo es revisar la configuración de este personaje relevante de la historia de Chile a través de las visiones que de él construyeron los autores nombrados anteriormente en los libros La Cañadilla de Santiago. Su historia y sus tradiciones 1541-1887 (1887), La sombra del Corregidor (1927), El Corregidor de Calicanto (1960) y Mapocho (2002), respectivamente. El personaje don Luis Manuel de Zañartu se constituye en una metáfora de "lo colonial chileno", su figura se delinea en estas obras como un pretexto para dar cuenta de una visión crítica o complaciente de la sociedad actual, utilizando para ello la sociedad colonial. Algunos vestigios documentales relevantes en los que encontramos caracterizada la figura del Corregidor Zañartu son la compra del oficio de Regidor 2 y la instrucción para testar que dejó al morir, así como también los numerosos juicios y litigios que sostuvo en su vida y que se encuentran en los archivos coloniales de Sevilla y Santiago. En los archivos sevillanos el caso de Manuel Luis Zañartu aparece en un expediente que consta la venta del oficio de Regidor de la ciudad de Santiago, fechado el veinte de octubre de 1761 y rematado en 330 pesos cuando salió a pregón, pagados al contado. El cargo de Regidor fue confirmado por el Gobernador Manuel Amatt, así como también por la Real Audiencia el nueve de diciembre de 1761. Dicho oficio tenía una duración de seis años, pudiendo volver a ser comprado. No hay registro de la compra del oficio de Corregidor por parte de Zañartu, pero lo más probable es que el oficio de Regidor haya sido el primer escalón de su carrera como autoridad colonial. A partir de este hecho se desvirtúa la idea de que la pureza del linaje es la única que otorga el origen de autoridad en la sociedad colonial. De allí, entonces, que los oficios vendibles sean un secreto bien guardado, aun cuando los archivos, en particular el de Indias, esté lleno de documentos que avalan su existencia. Respecto a la instrucción para testar de Zañartu, el documento que ha llegado a nuestros días se presenta como un texto incompleto, pues no presenta ni la ficha identificatoria ni las cláusulas pías; la transcripción nos entrega sólo las cláusulas materiales. Sin embargo, dadas las características del testador y su profunda religiosidad, que lo llevó entre otras cosas a levantar un gran Monasterio, es imposible que las haya olvidado. La explicación puede estar en el interés del transcriptor de dar cuenta de las riquezas que poseía el Corregidor Zañartu.
A esto se suma otro rasgo característico de su personalidad, el autoritarismo, ya que cada vez que en la instrucción para testar hace referencia al convento del Carmen Bajo utiliza el posesivo mí; esto es coincidente con los reclamos que aparecen en una carta de la Abadesa del mismo convento al Obispo de la época. En este documento Sor Josefa de San Joaquín le escribe a Manuel Alday y le pide "que me escriba vuestra señoría una carta en que me diga: Madre Priora ha llegado a mi noticia que don Luis Zañartu casi lo más del tiempo está dentro del Monasterio de tal suerte que las personas que le buscan para sus negocios y de la República, le van a llamar a torno, religiosa y sale él a despacharlos, no sé qué obras son estas que hace dentro del Monasterio y siendo como lo es de todo punto necesario que se me pida licencia pues sin ella no puede entrar dicho don Luis a la clausura, dejando ya de lado todo estos excesos" (Vergara 1987:26). Esta carta refleja el temor que infundía la figura del Corregidor en sus contemporáneos, ya que la Abadesa no lo enfrenta directamente, sino que genera una estrategia que le permitirá coartar las libertades de Zañartu en el convento. Ella no quiere perder los favores del Corregidor, por lo cual aparecerá frente a él, actuando solo por petición de sus superiores. |
NOTAS
1 "Si bien hay alusiones a ruindad de los mestizos, e incluso al enturbiamiento de la sangre que producían sus alianzas, las hay también relativas a sus capacidades guerreras y otras cualidades. Por lo que hace a la "limpieza de sangre", la opinión general era que aquella se mantenía en los enlaces con indígenas. Este concepto, difícil de comprender en nuestros días y tan frecuente en los siglos XVI y XVII en España, se refería a la ausencia de sangre mora o judía en la ascendencia inmediata de cualquier cristiano. Esto derivaba de la creencia de que moros y judíos, por ser enemigos jurados de Cristo, desvirtuaban la pureza de la sangre de quienes de ellos descendían. Los indios, en cambio, no habían conocido a Cristo, luego mal podrían ser sus enemigos, como quedó aclarado en algunos momentos de la gran Polémica de Indias" En Julio Retamal Favereau, et al. Familias Fundadores de Chile 1540-1600. Santiago: Zig-Zag, 2001, p. 48-9. 2 Archivo General de Indias, signatura Gobierno Chile 233 documento Nº17 folio 382-387. La venta de oficios fue una práctica instaurada en la España de los Austrias, la cual sumergida en una profunda crisis económica, estableció la venta de algunos oficios de la administración colonial a fin de recabar financiamiento para las escuálidas arcas de la corona. Esto generó en las Indias una disociación con la política de restricción a mestizos y con la idea de la limpieza de sangre, pues quien podía comprar un oficio inmediatamente accedía a un puesto de poder en la sociedad colonial. De este modo, vemos cómo los cargos de regidores y corregidores se vendían al mejor postor. 3 Diario El Ferrocarril, sección de refranes y dichos populares publicados entre el 6 de agosto de 1878 y el 14 de enero de 1879. Fue editado como libro póstumamente como Algunos proverbios, refranes, motes y dichos nacionales, (1931). 4 Para una revisión preliminar de la importancia del Corregidor Zañartu en la obra de Just Abel Rosales, véase el apartado "El rescate del pasado" en Biotti y Eltit (2010: 25-28). 5 En los últimos años de su vida, Zañartu fue acusado por su conducta de funcionario principalmente por el Procurador de la ciudad, don Pedro de Mestas y por los fiscales de la Real Audiencia Lorenzo Blanco Ciceron y don Antonio Zerdam después. Lo acusan de robar para sí dineros destinados a obras públicas y en general de abusar de su cargo de poder para imponer su voluntad a los más débiles. 6 A propósito de esto, en 1842 se creó una polémica entre D. F. Sarmiento y el Arzobispo Valdivieso, ya que el primero, en una crítica a una obra de teatro, escribió que la monja Zañartu había tenido amores en su juventud, lo que la volvió loca durante su estadía en el Monasterio. El arzobispo defendió el honor de la monja, a lo que Sarmiento respondió que no había dicho nada que el pueblo no supiera y que el papado había mandado una orden para que ella saliera, pero que sin embargo llegó después de su muerte, lo que ratificaría, según Sarmiento, la forma irregular en la que ella ingresó. Véase El Progreso, jueves 01 de diciembre de 1842, página 1: "Era una monja Zañarto, maldiciendo dia y noche la vida monástica y echando de ménos los goces del mundo". 7 Durante septiembre y octubre del año 1984 apareció en La Nación una serie de fascículos coleccionables denominada: "Grandes figuras de nuestra historia" que relevó a personajes de la colonia y la independencia. El tercer número, publicado el día dos de octubre, se ocupó de la figura del Corregidor Zañartu. La imagen de la portada es la fotografía de una maqueta que reproduce la calesa negra del Corregidor paseando por las calles del Santiago colonial. Luego comienza un texto más bien literario que reproduce una conversación entre el Regidor Pedro de Armida, el comerciante Pedro de Villegas, el Capitán don Gonzalo Quiñones de Martínez Arias y otros caballeros que viajaban a Santiago desde Valparaíso y hacían parada en el Mesón de Villalobos para descansar. A propósito del fuerte temporal del que se protegían y algunos ruidos extraños que los asustaron, recordaron al Corregidor Zañartu. El texto completo se estructura como una narración conjunta que los personajes hacen acerca de la vida del Corregidor al Capitán Quiñones, quien se muestra muy interesado en el personaje. Resulta, sin embargo, un texto en el que constantemente se pierde el diálogo de los personajes para dar paso a una narración más bien enmarcada por aquella situación enunciativa: las historias de Luis Manuel de Zañartu, narradas en torno al fuego de la posada. El tono más bien historiográfico de la narración, complementa una estructura afín, dividida en torno a ejes significativos de la vida del Corregidor, marcados como subtítulos. Un elemento que refuerza la idea de la narración literaria utilizada sólo como estrategia textual es que al interior de ella existen citas a la obra de Justo Abel Rosales para autorizar las afirmaciones presentadas y dotar de mayor verosimilitud las historias de la vida del Corregidor. Llama la atención, en este sentido, por lo menos dos elementos presentes en esta versión de la vida de don Luis Manuel Zañartu. En primer lugar, la escasa atención que se presta al encierro de sus hijas en el Monasterio. El hecho no parece problemático, como sí lo es en las versiones de Rosales, Zañartu, Inostrosa y Fernández. En segundo lugar, aparece una relación acerca de un hombre acompañó a Zañartu en el camino de regreso a casa y le sugirió que fuera por uno alternativo, salvándole de esta forma la vida, ya que tres hombres lo esperaban en el camino habitual para quitarle la vida. Zañartu lo atribuyó al Arcángel San Rafael, por lo que lo eligió como patrono de su convento. |
OBRAS CITADAS.
|
Zañartu o Zanartu es un apellido vasco de Oñate que significa "varón fuerte" 1.- Luis Manuel de Zañartu e Iriarte, bautizado en Oñati el 10 de Septiembre de 1723, que pasó a Chile junto con su familia siendo niño. Hizo un viaje a España en 1755 y allí siguió un litigio sobre hidalguía y nobleza, fallado a su favor por el Cabildo de Oñate el 5 de Noviembre de 1757. El Consejo de Indias revisó y aprobó este expediente un año después, y se obtuvo Cédula de S.M. en que ordenó se le reconociese su calidad de noble en todos los reinos y provincias de España. Vuelto a Chile fue elegido Regidor del Cabildo de Santiago y más tarde Juez de abastos, Juez de aguas, Procurador General de la ciudad y Corregidor y Justicia Mayor por nombramiento del Gobernador Guill y Gonzaga en 1762. Desempeñó este delicado cargo con alto espíritu de progreso y enorme energía. El Cabildo en carta al Rey se expresa de Zañartu diciendo "que miraba la ciudad como cosa suya". Gracias a su incansable iniciativa se trajo a Santiago agua saludable, se construyeron grandes obras de ingeniería como el puente de cal y piedra sobre el río Mapocho, y los tajamares del mismo río que causaba desastrosas inundaciones. Estableció el presidio, erigió un cuartel para el Regimiento de Dragones de la Princesa; renovó el palacio de los Gobernadores del Reino y construyó además la casa de la pólvora y casetas en la cordillera para el servicio de correos. Por Real Cédula de 23 de Julio de 1766 se le autorizó para fundar a su costa el Monasterio de Carmelitas de San Rafael, en cuya casa hasta hoy se conserva su retrato y el de su mujer, ambos de tamaño natural y adornados con escudos de armas. El 2 de Noviembre de 1778 obtuvo el nombramiento de Coronel del Regimiento de Infantería de Santiago. Otorgó un larguísimo testamento en Junio de 1779, ante Nicolás de Herrera, Escribano de Santiago, donde falleció el 15 de Abril de 1782. Casó en Santiago el 24 de Septiembre de 1759 con María del Carmen Errazuriz y Madariaga, en la cual tuvo a: 1.1.- Teresa de Jesús Rafaela de Zañartu y Errazuriz, y a 1.2.- María de los Dolores de Zañartu y Errazuriz, ambas religiosas del Monasterio carmelitano de San Rafael |
No hay comentarios:
Publicar un comentario