Caricaturas de Barrister (Abogados) en revista inglesa Vanity Fair

martes, 10 de noviembre de 2020

418).-Los juicios mas importante de la historia.-a

Los juicios que han marcado el devenir de los tiempos.

A lo largo de la historia muchos han sido los juicios que han marcado el devenir de los tiempos de las distintas culturas y civilizaciones. Las ideas y pensamientos que se extrajeron de algunos de estos procesos judiciales se divulgaron rápidamente por el mundo debido a su importancia social, política y económica.

 

Juicio de Sócrates



Si el filósofo Sócrates hubiera suplicado clemencia ante el jurado formado por 500 ciudadanos atenienses libres, cuando fue acusado de despreciar a los dioses y de corromper la moral de la juventud, lo más seguro es que el jurado hubiera modificado su decisión y no le habrían ejecutado. Murió por ingestión de cicuta en al año 399 antes de Cristo.

Hijo de Sofronisco de Alopece, nacido en el 470 a.C. en esta misma población ática de la polis de Atenas, Sócrates fue un ejemplar y popular ciudadano ateniense que había combatido en la guerra del Peloponeso contra Esparta como hoplita, destacando por su arrojo en las batallas de Potidea, Delio y Anfípolis. Formado en el oficio paterno de la escultura, se le atribuye al menos el conjunto escultórico de las Tres Gracias que presidieron el acceso principal a la Acrópolis , aunque la mayor parte de su vida la dedicó a la retórica y la educación de diversas generaciones de jóvenes atenienses, entre ellos Platón y Jenofonte, principales fuentes de su vida –en especial de su juicio– y su pensamiento, ya que no dejó ninguna obra escrita.


De aspecto desgarbado, Sócrates fue tanto objeto de admiración como de burlas, y su ingenioso y mordaz discurso le valió tanto elogios como odios, según recogen diversas fuentes coetáneas. Aunque su papel como mentor y defensor de Critias, quien encabezó el gobierno aliado con Esparta de los Treinta Tiranos, que derogó la democracia ateniense durante su breve mandato, lo llevó a ser considerado enemigo de la polis por importantes familias atenienses.

Su cuestionamiento absoluto de cualquier dogma, incluida la religión, sus referencias a ese alma o deimon que le dictaba el camino correcto –decisiva en el desarrollo de la filosofía platónica– y su estrecha relación con Critias y Alcibíades , miembro de una noble familia ateniense tenido como un traidor por sus complicidades con los lacedemonios, le llevaron a ser acusado de los delitos de impiedad y corrupción de la juventud.

Así fue cómo en el 399 a.C. Sócrates, que ya superaba los 70 años, recibió la visita del sicofonte, notificador de las denuncias presentadas ante el arconte o juez instructor de las causas abiertas contra ciudadanos atenienses. La denuncia había sido presentada por el poeta Meleto, aunque también formaban parte de la acusación Ánito, hijo del ilustre Antemión, y Licón. El acusado fue requerido para presentar su alegato de defensa en el plazo de dos días, personalmente o mediante un representante o defensor.

La denuncia rezaba literalmente, según coinciden las fuentes: “Ha sido registrada y jurada la siguiente acusación de Meleto, hijo de Meleto de Pito, contra Sócrates, hijo de Sofronisco de Alopece: Socrates comete un crimen al no adorar a los dioses que la ciudad tiene registrados. Igualmente quebranta las leyes al corromper a la juventud. La pena que le corresponde es la de muerte”.

El juicio

Tras una primera vista con el arconte en la que Sócrates defendió su inocencia y rechazó la posibilidad de alcanzar un acuerdo con la parte acusadora, el caso llegó a juicio, como marcaban los usos procesales de la polis. La causa se celebró con el tradicional jurado de 500 ciudadanos designados por sorteo. La popularidad del reo, así como su admiración y odio ciudadano, hizo que el proceso estuviese polarizado desde el inicio.

Sobre la acusación de impiedad, Sócrates, que rehusó en todo momento mostrar cualquier atisbo de arrepentimiento, argumentó que los dioses “saben lo que va a suceder y lo anuncia con señales a quien consideran. Los que unos denominas augurios, voces o señales, yo lo llamo genio divino”, según recoge Platón, presente en el juicio, en su Apología de Sócrates.

En cuanto a la corrupción que habría llevado a algunos de sus discípulos a atentar contra los principios de la democracia ateniense, Sócrates se limitó a seguir su pensamiento, y si era conocida su sentencia de que sólo sabía no saber nada pese a haber sido el hombre más sabio de la polis, en esta ocasión declaró que nunca había tenido ningún discípulo, una afirmación impropia para un juicio que buena parte del jurado entendió como un sarcasmo.

No acabó ahí lo que a todas luces fue la impropia e ineficaz defensa que el propio Sócrates realizó de su causa. A la hora de plantear una alternativa a su condena reseñó mordaz que lo más apropiado sería una invitación a los banquetes comunales, dejando en evidencia a los gobernadores de la polis, para después plantear una multa irrisoria en señal de su pobreza que también se consideró como una burla.

El fallo

Por un margen de 280 votos a favor y 220 en contra, el jurado aceptó la condena a muerte que proponía la acusación sin poder votar ninguna otra alternativa. Los intentos del joven Platón por defender a su maestro durante el juicio resultaron infructuosos y apenas pudo exponer su argumentación.

La costumbre marcaba que la pena debía cumplirse en un plazo de 24 horas, que el arconte demoró para dar una nueva oportunidad de arrepentimiento al reo. Era una práctica habitual, en diversas polis, que el condenado solicitase el destierro como alternativa a su ejecución, pero el ya condenado Sócrates no lo hizo, dispuesto a cumplir una sentencia que si bien consideraba injusta era la que la justicia de Atenas le había impuesto.

Fue, según las fuentes coetáneas, un período en el que la división creció en la ciudad y en el que Sócrates renunció incluso a la huida que le facilitaron algunos de sus acólitos. Un mes después, el reo bebió voluntariamente la cicuta que le debía proporcionar una muerte rápida. Fue, según recoge Platón en su Fedón a partir de fuentes presenciales, una muerte tranquila, en la que Sócrates sólo se preocupó de que los suyos saldasen la deuda de un gallo que tenía con un ciudadano ateniense.


 
Juicio de Salomón


Juicio de salomón
La decisión del rey Salomón de Israel y su famoso veredicto en el caso del hijo disputado por dos supuestas madres ha llegado hasta nuestros días como un modo ejemplar de hacer Justicia, de dar a cada uno lo suyo. Lo que le corresponde, en este caso dando a una madre lo más preciado para ella, la vida de su hijo.




Sin embargo, otros juicios no han pasado a la historia precisamente por lo justo de sus condenas. Así, en los procesos contra Sócrates, Juana de Arco, o el mismísimo Jesucristo, se observa la injusticia y la intransigencia de la época hacia lo desconocido….


 
Juicio de Jesucristo

Precisamente Jesucristo, también murió por defender sus principios e ideales. Y acepto, en silencio, su injusta sentencia a muerte dictada por el procurador romano, Poncio Pilatos, acusado de blasfemo por titularse hijo de Dios y también de “rebelión contra Roma”. Por ello, fue crucificado en el monte Calvario.


 
Juicio de Juana de Arco

También fue fiel a sus creencias la heroína y santa francesa, Juana de Arco, quien condujo a la victoria a las tropas galas contra borgoñeses e ingleses en la Guerra de los Cien Años. Tras ser hecha prisionera fue acusada de bruja y hereje. Y murió en la hoguera tras negarse durante más de tres meses a contestar a las preguntas de un tribunal inquisitorial.

Juana de Arco es interrogada por el Cardenal de Winchester en su prisión, 1431. Pintura de Paul Delaroche (1797-1856),  Museo de Bellas Artes de Rouen.


Juana de Arco fue una joven francesa que dijo haber sido enviada para ayudar al rey Carlos VII durante la guerra de los Cien Años, lo que llevó a su captura por los borgoñones aliados ingleses durante el sitio de Compiègne en 1430. Fue juzgada por un tribunal eclesiástico pro-inglés supervisado por comandantes ingleses en Rouen, Normandía en 1431. El tribunal la declaró culpable de herejía y fue quemada en la hoguera. El veredicto del juicio fue posteriormente revocado en apelación por Jean Bréhal, el Inquisidor General en 1456, exonerándola por completo. Considerada una heroína nacional de Francia, fue declarada santa por la Iglesia Católica en 1920. El juicio es uno de los más famosos de la historia, convirtiéndose en el tema de muchos libros y películas.

Antecedentes y contexto

En la primavera de 1429, actuando en obediencia a lo que dijo que era el mandato de Dios, Juana inspiró a los ejércitos del Delfín en una serie de impresionantes victorias militares que levantaron el Sitio de Orleans y destruyeron un gran porcentaje de las fuerzas inglesas restantes en la Batalla de Patay, invirtiendo el curso de la Guerra de los Cien Años. El Delfín - Carlos VII de Francia - fue coronado unos meses después en Reims.

Sin embargo, una serie de contratiempos militares acabaron por conducirla a su captura. Primero, se produjo el un revés ante las puertas de París en septiembre de ese mismo año. A continuación, fue capturada en la primavera de 1430 en el sitio de Compiègne por la facción borgoñona liderada por Felipe III, duque de Borgoña, que estaba aliado con los ingleses.

Los borgoñones la entregaron a los ingleses a cambio de 10 000 libras. En diciembre de ese mismo año, fue trasladada a Rouen, sede militar y capital administrativa en Francia de Rey Enrique VI de Inglaterra, y juzgada por herejía ante un tribunal eclesiástico encabezado por el obispo Pierre Cauchon, partidario de los ingleses.

Registro documental.

La vida de Juana de Arco es una de las mejor documentadas de su época. Esto es especialmente notable si se tiene en cuenta que no era una aristócrata sino una campesina. Este hecho se debe en parte a las actas del juicio, y en parte también a las actas de la posterior apelación de su caso después de la guerra, cuando el juicio fue investigado y su veredicto anulado.

Durante el juicio, en 1431, un trío de notarios encabezado por el notario jefe Guillaume Manchon tomó notas en francés que se cotejaron cada día tras la sesión del juicio. Unos cuatro años más tarde, estas actas fueron traducidas al latín por Manchon y el maestro de la Universidad de París Thomas de Courcelles. Se hicieron cinco copias, de las cuales tres todavía existen.

Las largas investigaciones y el juicio de apelación durante la década de 1450 produjeron información adicional sobre los detalles y la actividad entre bastidores durante el proceso, ya que los 115 testigos interrogados durante estas investigaciones incluían a muchos de los clérigos que habían servido durante el juicio en 1431. Estos testigos ofrecieron recuerdos vívidos de muchos incidentes que no están registrados en la transcripción del juicio, y describieron cómo el gobierno inglés había manipulado el asunto.
Jules Quicherat publicó la primera versión íntegra del acta del juicio en el primer volumen de su serie de cinco volúmenes Procès de condamnation et de réhabilitation de Jeanne d'Arc en París en la década de 1840. Pero no fue hasta 1932 cuando la primera traducción íntegra en inglés estuvo disponible cuando W.P. Barrett publicó su Trial of Joan of Arc en Nueva York.

En prisión.

Los procedimientos de un juicio inquisitorial exigían una investigación preliminar sobre la vida del sospechoso. Esta investigación consistía en la recogida de cualquier prueba sobre el carácter del sujeto, incluyendo el testimonio de los testigos. A continuación, se podía llevar a cabo un interrogatorio del acusado, en el que se le obligaba a prestar un testimonio que podía ser utilizado en su contra en un juicio posterior.

Investigación preliminar.

Con las palabras "Aquí comienza el proceso en materia de fe contra una mujer fallecida, Juana, comúnmente conocida como la Doncella", la transcripción del juicio anuncia el inicio, el 9 de enero de 1431, de la investigación judicial sobre el caso de Juana de Arco (Jeanne d'Arc como aparece su nombre en el encabezamiento de dichas actas).

El primer orden del día fue una investigación preliminar sobre el carácter y las costumbres de Juana. Un examen sobre la virginidad de Juana se llevó a cabo algún tiempo antes del 13 de enero, supervisado por la Duquesa de Bedford (la esposa de Juan de Lancaster, regente en Francia del niño-rey Enrique II de Francia, VI de Inglaterra). La duquesa anunció que se había descubierto que Juana era virgen.​ Al mismo tiempo, se enviaron representantes del juez a la aldea natal de Juana, Domrémy y alrededores, para indagar más sobre la vida de Juana, sus costumbres y su virtud, entrevistando a varios testigos.
El resultado de estas investigaciones fue que no se pudo encontrar nada en contra de Juana para apoyar cualquier acusación contra ella. El hombre encargado de recoger los testimonios, Nicholas Bailly, dijo que "no había encontrado nada sobre Juana que no hubiera querido encontrar sobre su propia hermana". Esto enfureció a Cauchon, que esperaba tener algo que pudiera utilizar contra ella. Acusó a Bailly de ser "un traidor y un mal hombre" y se negó a pagarle el salario prometido.

Interrogatorio.

En una carta fechada el 20 de febrero de 1431 y enviada a los asesores y a otras personas convocándoles a comparecer la mañana del día siguiente para la primera sesión de interrogatorio público de Juana, Pierre Cauchon citó la concesión de la jurisdicción dentro de la ciudad de Rouen por parte del capítulo de la catedral de Rouen con el fin de llevar a cabo el juicio contra Juana. Sin dicha concesión, no habría podido llevar a cabo las audiencias al no encontrarse en su diócesis natal. También declaró que Juana era "vehementemente sospechosa de herejía" y que "se habían extendido notoriamente los rumores de sus actos y dichos que herían nuestra fe". Esta era la base de la diffamatio, requisito necesario para presentar cargos contra un sospechoso. También aludió a la esperada ausencia del vice-inquisidor de Rouen, Jean Le Maistre, cuya presencia era requerida por el derecho canónico para validar el proceso. 
La ausencia de Lemaitre fue explicada posteriormente durante el juicio de apelación por cuatro testigos presenciales, que dijeron que Le Maistre tenía objeciones al juicio y se negó a cooperar hasta que los ingleses le amenazaron de muerte. El Tribunal de apelación de la posguerra declaró más tarde que estos puntos eran violaciones de las reglas de la Iglesia.
En respuesta a la citación del obispo Cauchon en esta misma fecha, el sacerdote y alguacil Jean Massieu informó de que Juana había aceptado comparecer ante el tribunal, pero solicitó que se convocara a eclesiásticos de la parte francesa en número igual al de la parte inglesa (como exigían las normas de la Iglesia), y pidió que se le permitiera oír Misa. En respuesta, el promotor (fiscal) Jean d'Estivet prohibió a Juana asistir a los oficios divinos, citando "especialmente la impropiedad de las prendas a las que se aferraba", según la transcripción del Juicio (traducción de Barrett). Su vestimenta de soldado se convirtió cada vez más en un problema a medida que avanzaba el juicio y el tribunal no encontraba otros motivos para una condena.
 Varios testigos presenciales dijeron más tarde que llevaba un traje de soldado que tenía una túnica, un pantalón y unas botas largas que llegaban hasta la cintura, todo ello atado con cordones, lo que, según ella, necesitaba para protegerse de la violación de sus guardias (es decir, el hecho de sujetar las tres prendas juntas dificultaba que los guardias pudieran arrancarle la ropa, pero un vestido de mujer la dejaría más vulnerable, ya que estaba abierto en la parte inferior).

Primera sesión: miércoles, 21 de febrero de 1431

Tras ser llevada ante el tribunal, se le explicó el procedimiento y el obispo Cauchon le dirigió una exhortación, tras la cual se le pidió que prestara juramento sobre su testimonio.

  • Pregunta: ¿Juráis decir la verdad en respuesta a las preguntas que se os hagan?
  • Juana: No sé sobre qué desea examinarme. Tal vez me pregunten cosas que no quiero decir.
  • Pregunta: ¿Juráis decir la verdad sobre las cosas que se os preguntan acerca de la fe, que conocéis?
  • Juana: Sobre mi padre y mi madre, y lo que he hecho desde que tomé el camino a Francia, juraré con gusto decir la verdad. Pero en cuanto a mis revelaciones de Dios, nunca las he contado ni revelado a nadie, salvo a Carlos, mi Rey. Y no las revelaré para salvar mi cabeza.
El tribunal volvió a tratar el asunto del juramento en sesiones posteriores.

Entonces se le preguntó sobre cuestiones como su nombre, su nacimiento, sus padres y padrinos, su bautismo y su educación religiosa. Cuando informó de que su madre le había enseñado las oraciones católicas estándar - el Pater Noster ("Padre Nuestro" o "Padre Nuestro"), Ave María ("Ave María"), y el Credo ("Credo de los Apóstoles") - Cauchon le pidió que recitara el Pater Noster. Ella respondió que sólo lo haría si se le permitía ser escuchada en Confesión.

Finalmente, recordándole sus anteriores intentos de fuga, Juana fue amonestada para que no escapara, diciéndole que si lo hacía, sería automáticamente condenada por herejía. Ella lo rechazó, diciendo que no había prestado ningún juramento sobre este asunto a nadie y añadiendo: "Es cierto que deseaba y aún deseo escapar, como es lícito para cualquier cautivo o prisionero".

Segunda sesión: jueves, 22 de febrero de 1431

En esta sesión, Jean Lemaitre, el vice-inquisidor, estuvo finalmente presente, después de haber intentado evitar su asistencia. No estuvo presente en ninguna de las siguientes sesiones hasta el 13 de marzo, y posteriormente no dedicó prácticamente nada de tiempo al caso durante el transcurso del juicio.nota 2​Después de algunas discusiones sobre el juramento, Juana fue interrogada sobre su juventud y sus actividades en Domrémy. Respondió que había aprendido a "hilar [lana] y a coser", que "confesaba sus pecados una vez al año", a veces más a menudo, y que "recibía el sacramento de la Eucaristía en Pascua". A continuación, el interrogatorio tomó un cariz más serio al abordarse el tema de sus visiones.
Afirmó que a los doce o trece años "tenía una voz de Dios que me ayudaba y guiaba", pero que al principio "tenía mucho miedo". Añadió que la voz "rara vez se oía sin una luz" y que "a menudo oía la voz" cuando venía a Francia. A continuación, relata los detalles de su viaje desde Domrémy hasta Chinon, solicitando primero a Robert de Baudricourt en Vaucouleurs una escolta y saliendo de esa ciudad vestida de soldado y equipada con una espada suministrada por Baudricourt.

Tercera sesión: sábado, 24 de febrero de 1431

De nuevo la sesión comenzó con una escaramuza sobre el juramento, tras la cual Jean Beaupere comenzó con un extenso interrogatorio sobre las voces de Juana. Le preguntó, entre otras cosas, qué estaba haciendo cuando la voz se le presentó, dónde estaba la voz, si había alguna interacción táctil, qué decía, etc. Joan informó de que pidió consejo a la voz en relación con el interrogatorio y le dijeron que "respondiera con valentía y que Dios la consolaría". Además, declaró que "nunca le pareció que [la voz] emitiera dos opiniones contrarias" y afirmó su creencia de que "esta voz viene de Dios, y por su orden".

Siguieron varias preguntas de carácter teológico, entre ellas ésta:

  • Pregunta: ¿Sabe usted si está o no en gracia de Dios?
  • Juana: Si no lo estoy, que Dios me ponga allí; y si lo estoy, que Dios me guarde así. Sería la criatura más triste del mundo si supiera que no estoy en su gracia".
La pregunta era un intento deliberado de atraparla, ya que la doctrina de la Iglesia sostenía que nadie podía estar seguro de estar en gracia de Dios; y sin embargo, responder "no" también podía ser utilizado en su contra porque el juez podía afirmar que había admitido estar en estado de pecado. Según los testigos presenciales, esta pregunta suscitó la protesta de uno de los asesores, Jean Lefèvre, que dijo que era una "pregunta grave" a la que Juana no debía responder. Cauchon replicó: "¡Hubiera sido mejor para ti si hubieras mantenido la boca cerrada!"​ La respuesta de Juana, evitando limpiamente la trampa teológica, dejó al tribunal "estupefacto" según uno de los notarios, Boisguillaume.7​Añadió que si estuviera en estado de pecado, no creía que estos santos acudieran a ella; y deseaba que todos pudieran oírlos tan bien como ella. Creía que tenía unos trece años cuando vinieron a ella por primera vez.

A partir de ahí, el interrogatorio volvió a centrarse en la infancia de Juana en Domremy, con preguntas sobre el "Árbol de las Damas" y las costumbres que lo rodean. La sesión terminó con la pregunta de si usaría ropa de mujer si se la proporcionaran. Ella respondió: "Dadme [un vestido] y lo tomaré y me iré; de lo contrario, me contento con esto [refiriéndose a su atuendo de soldado - ed.], ya que le agrada a Dios que lo lleve".

Cuarta sesión: martes, 27 de febrero de 1431

De nuevo Juana prestó una forma limitada del juramento y de nuevo Beaupere tomó la iniciativa principal en el interrogatorio, pasando primero al tema de sus voces. Juana declaró que había escuchado las voces muchas veces desde la sesión anterior y que eran Santa Catalina y Santa Margarita, cuyas voces la habían guiado durante siete años, pero que la primera vez que escuchó voces (cuando tenía unos 13 años), fue la de San Miguel. Dijo que Santa Catalina y Santa Margarita se le aparecieron con "hermosas coronas" en la cabeza.8​ Se negó a responder a algunas de las preguntas, y remitió otras al acta de la investigación de Poitiers.

Hubo más preguntas sobre su asunción del atuendo de soldado a las que respondió: "Todo lo que he hecho es por orden de Dios". En cuanto a su primer encuentro con Carlos VII, remitió las preguntas más importantes a las actas de la investigación de Poitiers, pero declaró que el "Rey tuvo una señal sobre mi misión antes de creer en mí" y que "el clero de mi partido [es decir, la facción armagnac] sostenía que no había nada más que bueno en mi misión".

A continuación, le preguntaron sobre su espada y su estandarte, que los asesores le pidieron que describiera con especial detalle. La sesión concluyó con un interrogatorio sobre el asedio a Orleans y el asalto a la ciudad de Jargeau. Sobre el primero, declaró que "sí" sabía de antemano que iba a ser herida y que "se lo había dicho a su rey". En efecto, fue herida por una flecha entre el cuello y el hombro izquierdo cuando ayudaba a levantar una escalera contra la fortaleza de Les Tourelles.

Quinta sesión: jueves, 1 de marzo de 1431

Después de los desacuerdos habituales sobre el juramento, la sesión giró en torno a ciertas cartas intercambiadas entre ella y el Conde de Armagnac sobre cuál de los tres pretendientes papales era el verdadero Papa. Juana declaró que creía en nuestro Santo Padre el Papa de Roma y que nunca había escrito ni hecho escribir nada sobre los tres soberanos Pontífices.

A continuación, se mencionaron otras cartas que ella había dictado. En el curso de este intercambio, declaró que antes de que pasen siete años los ingleses perderán una apuesta mayor que la que hicieron en Orléans, pues lo perderán todo en Francia y que lo sabía por revelación.

A continuación, Juana recibió muchas preguntas detalladas sobre los santos (llamados "apariciones" por el interrogador, Pierre Cauchon) que creía que la habían visitado. Se le preguntó si eran hombres o mujeres, si tenían pelo, qué idioma hablaban, etc. A la pregunta de si Santa Margarita hablaba inglés, respondió: ¿Por qué iba a hablar inglés si no está en el lado inglés?.

A continuación se le preguntó por sus anillos y si intentaba realizar curaciones con ellos, a lo que respondió: Nunca he curado a nadie con ninguno de mis anillos. También le preguntaron si tenía un mandrágora, una estatuilla para invocar a los demonios, a lo que ella respondió: No tengo ninguna mandrágora, y nunca la he tenido.

Y finalmente se le volvió a preguntar por la señal que se le dio a su Rey por la que la reconoció a ella y a su misión y de nuevo se negó a responder a cualquier pregunta sobre este tema, diciendo: Ve y pregúntale a él.

Sexta sesión: sábado, 3 de marzo de 1431

Después de tomar el juramento en la misma forma que antes, el interrogatorio se dirigió de nuevo a la aparición de los Santos que ella decía ver. Ella declaró:

 "Los vi con mis dos ojos, y creo que fueron ellos los que vi, tan firmemente como creo en la existencia de Dios", y que Dios los había creado en la forma y manera que ella vio.

Abordando la cuestión de una futura fuga, dijo que los santos en sus visiones "me dijeron que seré liberada, pero no sé el día ni la hora".

Volviendo a la cuestión de su adopción del atuendo de soldado, se le preguntó si lo había llevado "por revelación". Se refirió al acta de Poitiers, pero añadió que había empezado a llevar ropa de soldado en Vaucouleurs, cuando se puso en marcha a través del territorio controlado por el enemigo para viajar a Chinon. Se le formularon muchas otras preguntas sobre este asunto que se negó a responder. Pero sí se supo que, en varias ocasiones, le ofrecieron ropa de mujer y le pidieron que se quitara el atuendo masculino, pero ella respondió que "no se lo quitaría sin permiso de Dios".

Siguieron otras muchas preguntas sobre su estandarte y sus estandartes y los de sus seguidores. Ella contestó que estaban hechos de "raso blanco, y en algunos había flor de lis" 

Después de describir brevemente su encuentro con Fray Ricardo en Troyes, el interrogatorio se centró en la cuestión de las pinturas de Juana ("En Arras, vi una pintura de mí misma hecha por las manos de un escocés") y la respuesta de la gente común a ella - el beso de sus anillos, manos, prendas, y similares.Aquí, el interés parecía ser si ella era venerada o adorada de alguna manera, y si ella alentaba tal comportamiento.}} ("muchas mujeres tocaron mis manos y mis anillos; pero no sé con qué pensamiento o intención".)

A continuación, se le preguntó a Juana sobre su encuentro con Catalina de La Rochelle, una mística francesa que también afirmaba tener revelaciones de Dios. Juana dijo que sus santos habían descrito a Catalina como "una locura y nada más".

Finalmente, la sesión se cerró con algunas preguntas sobre el intento de fuga de Juana del castillo de Beaurevoir, donde estuvo retenida durante varios meses por sus captores borgoñones. Declaró que, aunque sus visiones se lo prohibían, "por miedo a los ingleses, salté y me encomendé a Dios" y "al saltar fui herida", afirmando además que prefería entregar su alma a Dios antes que caer en manos de los ingleses.

Sesiones en prisión.

Séptima sesión: sábado, 10 de marzo de 1431

Se reanuda el interrogatorio, esta vez en su celda, con la presencia de un puñado de asesores. Juana describió la acción a las afueras de Compiègne cuando fue hecha prisionera por los borgoñones. Preguntada por el papel de sus santos en esta acción, Juana relató que la pasada semana de Pascua, cuando estaba en las trincheras de Melun, me dijeron mis voces... que sería capturada antes del día de San Juan, añadiendo que "tenía que ser así" y que no debía angustiarme, sino tomarlo a bien, y que Dios me ayudaría. Sin embargo, aunque sabía que iba a ser capturada, desconocía la fecha y la hora.
A continuación se le preguntó por su pancarta y el significado de los dibujos pintados en ella. Por último, la sesión se cierra con preguntas sobre el cartel que entregó a Carlos como prueba de su misión.

Octava sesión: lunes, 12 de marzo de 1431 (por la mañana)

Juana fue interrogada sobre el primer encuentro con su Rey cuando se le mostró una señal. Luego la atención se centró en si sus voces/santos le habían fallado alguna vez en algún aspecto.
  • Pregunta: ¿No te falló el ángel... cuando fuiste hecha prisionera?
  • Juana:... ya que a Dios le pareció mejor que me hicieran prisionera.
Afirmó además que ellos (sus santos) a menudo vienen sin que yo los llame, pero a veces, si no vienen, le pido a Dios que los envíe, y añadió: Nunca los he necesitado sin tenerlos.

Más tarde, al comentar cuándo fue la primera vez que escuchó sus voces, Juana dijo que "juró conservar su virginidad hasta que Dios lo quisiera", añadiendo que entonces tenía "trece años, más o menos". Dijo que no había contado a nadie sus visiones (ni a sus padres, ni a su sacerdote, ni a ningún eclesiástico), excepto a Robert de Baudricourt.

Preguntada sobre si consideraba correcto dejar a sus padres sin permiso, respondió que lo hizo por orden de Dios y que, por tanto, era correcto hacerlo, afirmando además que después, les escribí y me perdonaron.

Novena sesión: lunes, 12 de marzo de 1431 (tarde)

Se le preguntó a Juana sobre un sueño que tuvo su padre antes de que ella dejara Domrémy. Respondió que mi madre le contaba a menudo que mi padre hablaba de haber soñado que yo me iba con los hombres de armas y que había oído a su madre contar que mi padre decía a mis hermanos 'en verdad, si creyera que iba a suceder esto que he soñado sobre mi hija, querría que la ahogarais; y si no lo hicierais, la ahogaría yo misma'. (Evidentemente, supuso erróneamente que se convertiría en una prostituta que acompañaría a un ejército).

El interrogatorio volvió a girar en torno a su adopción de la vestimenta masculina. Ella respondió que la decisión de adoptarla fue por su propia voluntad, y no a petición de ningún hombre vivo. Añadió que todo lo que he hecho lo he hecho por instrucción de mis voces", este último comentario en respuesta a una pregunta sobre si sus voces le ordenaron o no vestirse de soldado.

Décima sesión: martes, 13 de marzo de 1431

La mayor parte de esta sesión se dedicó a discutir la "señal" mostrada al rey (Carlos) cuando Juana se encontró con él por primera vez en Chinon. A la pregunta de si había jurado a Santa Catalina no contar la señal, Juana respondió: He jurado y prometido no contar esta señal, por mi propia voluntad.

Sin embargo, pasó a describir detalladamente la señal y el encuentro. Describió que un ángel le trajo al Rey una corona de oro puro, rica y preciosa, que fue puesta en el tesoro del Rey. Añadió que cuando se presentó ante el Rey acompañada del ángel, le dijo: Señor, esta es tu señal; tómala. Cuando le preguntaron por qué Dios la había elegido para esta tarea, ella respondió simplemente: A Dios le ha parecido bien que una simple doncella haga retroceder a los enemigos del Rey

El interrogatorio se centró entonces en el asalto a París. Ella declaró que no fue a París a instancias de una revelación, sino a petición de los nobles que querían realizar un ataque, añadiendo que después de que se me revelara... en Melun que sería capturada, solía diferir a los capitanes en cuestiones de guerra.

Undécima sesión: miércoles, 14 de marzo de 1431 (por la mañana)

La sesión de la mañana del 14 de marzo comenzó con un largo interrogatorio sobre el salto de Juana desde la torre de Beaurevoir, donde había estado cautiva antes de ser entregada a los ingleses. Ella dio como una de las razones para el salto que sabía que había sido vendida a los ingleses, y hubiera muerto antes que caer en manos de mis enemigos los ingleses.

Preguntada directamente si, al saltar de la torre, esperaba suicidarse, Juana respondió: No, porque mientras saltaba me encomendaba a Dios. Al saltar esperaba escapar y evitar ser entregada a los ingleses.

El interrogatorio se dirigió entonces a sus Santos y a la luz que los acompañaba cuando hablaban con ella. Afirmó que no había día en que no vinieran, y que siempre iban acompañados de una luz. Pidió tres cosas a sus voces: su liberación (de la prisión de los ingleses), que Dios ayudara a los franceses y, finalmente, pidió la salvación de su alma.

La prisionera fue preguntada por una advertencia que había hecho al obispo Cauchon. Ella relató sus palabras de la siguiente manera:

  • Juana: (a Cauchon) Dices que eres mi juez; no sé si lo eres: pero ten buen cuidado de no juzgarme mal, porque te pondrías en gran peligro. Y te lo advierto para que, si Dios te castiga por ello, haya cumplido con mi deber al decírtelo.

Preguntada por lo que esto significaba, informó que Santa Catalina le había dicho que tendría ayuda, que sería liberada por una gran victoria, añadiendo: Tómalo todo con tranquilidad; no te preocupes por tu martirio; al final llegarás al Reino del Paraiso.

El interrogatorio terminó en esta sesión con la pregunta de si, después de escuchar esta revelación, sentía que ya no podía cometer pecados mortales. Ella respondió: No lo sé; pero en todo me encomiendo a Dios.

Duodécima sesión: miércoles, 14 de marzo de 1431 (por la tarde)

Por la tarde del mismo día, los asesores se reunieron de nuevo en la celda de Juana, retomando la sesión de la mañana, es decir, la cuestión de la salvación de Juana y la certeza que tenía sobre ella. Juana matizó su respuesta anterior añadiendo que su creencia en su salvación era siempre que mantuviera mi juramento y promesa a Nuestro Señor de mantener a salvo mi virginidad de cuerpo y alma.

Preguntada sobre cualquier necesidad que sintiera de confesarse, respondió que no sabía de haber cometido pecado mortal, añadiendo que si estuviera en pecado mortal, creo que Santa  Catalina y Santa  Margarita me abandonarían de inmediato.

Tras una pregunta sobre las acusaciones de que Juana había tomado a un hombre como rescate y posteriormente lo había hecho matar, respondió que no lo había hecho. Entonces los asesores leyeron una lista de acusaciones, todas ellas tratadas en exámenes anteriores, y le preguntaron, en referencia a ellas, si se sentía o no en pecado mortal por ello. Ella respondió:

  • Juana: No creo que esté en pecado mortal, y si lo estoy, es Dios, y el sacerdote en la confesión, quien debe saberlo.
Aparte de esto, sus respuestas a las acusaciones (sobre el ataque a París en un día de fiesta, la acusación de que había robado un caballo al Obispo de Senlis, su salto desde la torre de Beaurevoir, su uso de ropa masculina, y la mencionada acusación sobre un prisionero que fue ejecutado) fueron una recapitulación de las respuestas anteriores. En cuanto al caballo, su declaración fue que había comprado el caballo al obispo, pero que no sabía si éste había recibido el dinero.

Decimotercera sesión: jueves, 15 de marzo de 1431

A lo largo del juicio, Juana había solicitado oír misa, lo que se le había negado. Se le preguntó si sería adecuado que asistiera a la iglesia con ropa de hombre o de mujer.

  • Juana: Prométeme que podré oír misa si llevo ropa de mujer.
  • Interrogador: Te prometo que oirás misa si llevas ropa de mujer.
  • Juana: ¿Y qué dices si he prometido a nuestro rey y he jurado no quitarme esta ropa? No obstante, digo, hazme una túnica larga que toque el suelo, sin cola y dámela para la misa. Luego, cuando vuelva, me pondré de nuevo esta ropa que llevo.
A lo largo del resto de esta sección Juana dice a los inquisidores que está segura de lo que les ha dicho. Ella dijo: Todas mis palabras y obras están en manos de Dios, y en estas cosas espero en él. Os aseguro que no haría ni diría nada en contra de la fe cristiana. Si hubiera dicho o hecho algo, o si hubiera algo en mi cuerpo que los clérigos pudieran decir que está en contra de la fe cristiana que el Señor estableció, no lo sostendría sino que lo rechazaría. Con esta cita es evidente que Juana cree que todo lo que hace es verdadero y puro en términos de su fe. Explica más sobre cómo se relaciona con los santos.

Decimocuarta sesión: sábado 17 de marzo de 1431 (por la mañana)

En casi la última sesión, Juana responde a las preguntas sobre sus voces santas, así como sobre el uso de ropa de hombre. Juana explica que Santa  Catalina y Santa  Margarita ″aman lo que Dios ama y odian lo que Dios odia.″
​ Según el texto, Juana creía que los ingleses serían golpeados como castigo por sus pecados.​ Esta sesión se centra en la carrera militar de Juana, así como en si ella misma era adorada. Ella se niega a responder a algunas de las preguntas planteadas por sus inquisidores sobre su estandarte y su espada, pero les explica que ya había respondido a estas preguntas, algo que hace repetidamente a lo largo de todo su juicio.

Decimoquinta sesión: sábado, 17 de marzo de 1431 (por la tarde)

En la última parte del juicio, Juana es interrogada sobre su estandarte. Los inquisidores insinúan que el estandarte es la razón por la que ha salido victoriosa de la batalla, pero Juana da todo el crédito a Dios. Juana había dicho a sus inquisidores que las santas Margarita y Catalina le habían dado el estandarte, aunque éste había sido proporcionado por Dios.​ Ella explica que todo el simbolismo y la redacción era por respeto a Dios. A Juana se le pregunta si ha estado en contacto con alguna hada, por qué miró su anillo antes de la batalla y por qué el estandarte estuvo presente en la coronación del Delfín. Aquí es donde se centran más las acusaciones de que Juana es una bruja.

Juicio ordinario.

El juicio ordinario de Juana comenzó el 26 de marzo, al día siguiente del Domingo de Ramos, con la redacción de los 70 artículos (más tarde resumidos en una acusación de 12 artículos). Si Juana se negaba a responder a ellos, se diría que los había admitido. Al día siguiente, los artículos se leyeron en voz alta y Juana fue interrogada en francés. Los dos días siguientes se le leyó la extensa lista de cargos en francés. El juicio ordinario concluyó el 24 de mayo con la abjuración.

Abjuración.

El 24 de mayo, Juana fue llevada a un cadalso instalado en el cementerio junto a la Iglesia de San Ouen, y se le dijo que sería quemada inmediatamente a menos que firmara un documento renunciando a sus visiones y aceptando dejar de llevar ropa de soldado. Llevaba un atuendo de soldado consistente en una túnica, un pantalón y unas botas largas que le llegaban hasta la cintura, atadas con cordones a la cintura. 
El clérigo que formó parte del tribunal dijo más tarde que Juana había mantenido esta ropa atada con fuerza durante sus meses en prisión porque dijo que necesitaba ese atuendo para protegerse de una posible violación: "[cuando el juez le dijo] que no era propio de una mujer llevar la túnica de un hombre [y] el hosen firmemente atado con muchos cordones, ella dijo que no se atrevía a dejar el hosen, ni a mantenerlo sino firmemente atado, porque el obispo y el conde bien sabían, como ellos mismos dijeron, que sus guardias habían intentado violarla varias veces"."

Uno de los escribas de la corte, Guillaume Manchon, recordó más tarde: "Y ella estaba entonces vestida con ropa masculina, y se quejaba de que no podía dejarla, temiendo que por la noche sus guardias le infligieran algún acto de ultraje [sexual]; y se había quejado una o dos veces al obispo de Beauvais, al vice-inquisidor y al maestro Nicholas Loiseleur de que uno de los mencionados guardias había intentado violarla". El acta del juicio omite mucha información sobre esta cuestión, pero sí contiene citas de ella protestando que no estaba haciendo nada malo.

Sin embargo, ante la posibilidad de ser ejecutada inmediatamente el 24 de mayo, aceptó renunciar a esta ropa y firmar el documento de abjuración.

Ejecución.

El 28 de mayo, Juana se retractó de su anterior abjuración, volvió a vestirse de hombre y fue acusada de recaer en la herejía. El notario principal del juicio dijo más tarde: "se le preguntó por qué había vuelto a adoptar esta vestimenta masculina, a lo que respondió que lo había hecho para proteger su virginidad, ya que no estaba segura mientras llevaba ropa femenina con sus guardias, que habían intentado violarla, de lo que se había quejado muchas veces al obispo y al conde; y [dijo] que los jueces le habían prometido que sería puesta bajo custodia y en las cárceles de la Iglesia, y que tendría una mujer con ella [es decir, una monja, siguiendo el procedimiento inquisitorial]; diciendo además que si les parecía bien a los señores jueces colocarla en un lugar seguro en el que no tuviera miedo, entonces estaba dispuesta a readoptar ropa femenina.

​ El alguacil del juicio, Jean Massieu, recordó que al final los guardias ingleses no le dieron otra opción que volver a ponerse la ropa masculina: "Cuando tuvo que salir de la cama... pidió a estos ingleses, sus guardias: Desencadéname, para que pueda levantarme. Y entonces uno de estos ingleses le quitó la ropa femenina que tenía, y vaciaron el saco en el que estaba la ropa masculina, y le echaron esta ropa encima mientras le decían: 'Levántate'; y guardaron la ropa femenina en el citado saco. Y, como ella dijo, se puso la ropa masculina que le habían dado, [después de] decir:

Señores, sabéis que esto me está prohibido: sin falta, no lo aceptaré'. Pero, sin embargo, no le dieron nada más, por lo que continuó en esta discusión con ellos hasta la hora del mediodía; y finalmente, se vio obligada por la necesidad del cuerpo a salir de la habitación y, por lo tanto, a usar esta ropa; y después de que regresó, todavía no le dieron nada más [para usar] a pesar de cualquier apelación o solicitud que les hizo.

Fue declarada "recaída", lo que dio al tribunal una justificación nominal para hacerla ejecutar. Sólo aquellos que habían recaído -es decir, aquellos que habiendo conjurado sus errores volvían a ellos- podían ser condenados a muerte por un tribunal de la Inquisición y entregados para la muerte.
El 30 de mayo de 1431, Juana de Arco fue quemada en la hoguera del Mercado Viejo de Rouen.



 
Juicio de Galileo Galilei

Galileo ante la Oficina Santa, una pintura del siglo XIX por Joseph-Nicolas Robert-Fleury


Quien no tuvo ningún problema en renunciar a sus ideales para salvarse fue el físico Galileo Galilei. Este científico sostenía que era el Sol y no la Tierra, como afirmaba la Biblia, el centro de nuestro sistema planetario, dando origen a la teoría heliocéntrica. Sin embargo, durante el juicio frente a la Santa Inquisición, Galileo se retractó de su teoría, que era cierta y salvó la vida.

César Alcalá
15/02/2023 

Galileo di Vincenzo Bonaiuti de Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564. Eminente hombre del Renacimiento, fue astrónomo, ingeniero, matemático, físico y una apasionado de la Artes. Seguidor de Pitágoras, Platón y de Arquímides y opuesto a Aristóteles. Galileo ha pasado a la historia por unas supuestas palabras pronunciadas delante de la Inquisición. A pesar de ello, Galileo fue algo más. A parte de sus descubrimientos, demostró que Copérnico no estaba equivocado. 
Hasta ese momento la estructura del Universo era la que describió Ptolomeo: la Tierra era el centro del Universo. Cualquier otra teoría era herética. De ahí que Galileo fuera perseguido por la Iglesia Católica a través de la Inquisición. Perseguido por sus ideas varias veces, su peregrinación hasta la abjuración se inició en el año 1633. A pesar de ello el tiempo demostró que Copérnico, Kepler y Galileo Galilei tenían razón y el Universo no era geocéntrico sino heliocéntrico.

El juicio contra Galileo.

El 20 de enero de 1633 Galileo Galilei salió de Florencia y llegó a Roma el 13 de febrero para declarar ante la Inquisición. Esta le permitió alojarse en la embajada toscana, a condición de que no se moviera hasta el juicio. El 12 de abril acudió al edificio de la Inquisición para el primer interrogatorio. Allí estuvo durante 18 días, siendo sometido a varios interrogatorios.
Durante aquellos días pernoctó en unos aposentos que le puso a su disposición el acusador. También tenía a su disposición un criado que le llevaba la comida dos veces al día desde la embajada toscana. El 30 de abril, una vez registrada y firmada su segunda declaración, Galileo regresó a la embajada y estuvo allí 51 días. La rutina se rompió el 10 de mayo, cuando fue llamado para una tercera declaración en el palacio de la Inquisición. El lunes 20 de junio lo convocaron para que, al día siguiente, se presentara ante el tribunal inquisitorial. Ese martes fue sometido a un examen riguroso y permaneció en el palacio de la Inquisición hasta la tarde del 24 de junio.
El 22 de junio de 1633, ante el Tribunal del Santo Oficio, el astrónomo italiano Galileo Galilei abjuró de la teoría heliocentrista. Esta fue teorizada por Aristarco de Samos, en el siglo III a.C. ¿En qué consistía esta teoría? Hasta ese momento existía el geocentrismo –defendida por Ptolomeo en el siglo II d.C.– en la cual se afirmaba que la Tierra estaba en el centro del Universo y que todos los astros giraban alrededor de ella. Por su parte el heliocentrismo afirmaba que la Tierra y los planetas giraban alrededor del Sol y que este estaba relativamente estacionario en el centro del Universo.
Galileo Galilei es considerado el padre de la Astronomía moderna. Defendió el modelo de Copérnico y fue un paso más allá. Usó la lógica matemática y la materializó. Siguiendo toda una serie de principios matemáticos, formuló la ley de la caída de los cuerpos, las leyes del movimiento de los proyectiles y la ley del péndulo. Los acontecimientos cotidianos fueron racionalizados por Galileo. También mejoró el telescopio e introdujo el método científico en las ciencias. Gracias a las observaciones llevadas a cabo con un telescopio pudo demostrar que Aristarco de Samos, Copérnico, Brahe y Kepler tenían razón. Y esto lo condenó.

«La Tierra no es el centro del universo»

De rodillas, en una sala del convento dominico de Santa María Sopra Minerva en Roma, ante una comisión de inquisidores, a las órdenes del Papa Urbano VIII –que había sido su amigo– se enfrentaron la ciencia y la religión. La Inquisición quería rebajar sus observaciones a una simple hipótesis matemática. Galileo sabía que tenía razón. Por eso, ante aquellos hombres, declaró…

«Después de haber sido jurídicamente intimado para que abandonase la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y que no se mueve y que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y que no podía mantener, defender o enseñar de ninguna forma, ni de viva voz ni por escrito, la mencionada falsa doctrina, y después de que se me comunicó que la tal doctrina es contraria a la Sagrada Escritura, escribí y di a la imprenta un libro en el que trato de la mencionada doctrina perniciosa y aporto razones con mucha eficacia a favor de ella sin aportar ninguna solución, soy juzgado por este Santo Oficio vehementemente sospechoso de herejía, es decir, de haber mantenido y creído que el Sol es el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no es el centro y se mueve. Por lo tanto, como quiero levantar de la mente de las Eminencias y de todos los fieles cristianos esta vehemente sospecha que justamente se ha concebido de mí, con el corazón sincero y fe no fingida, abjuro, maldigo y detesto los mencionados errores y herejías y, en general, de todos y cada uno de los otros errores, herejías y sectas contrarias a la Santa Iglesia. Y juro que en el futuro nunca diré ni afirmaré, de viva voz o por escrito, cosas tales que por ellas se pueda sospechar de mí; y que si conozco a algún hereje o sospechoso de herejía, lo denunciaré a este Santo Oficio o al Inquisidor u Ordinario del lugar en que me encuentre».

La leyenda dice que, al finalizar su abjuración, pronunció esta frase: eppur si muove («Y sin embargo, se mueve»). La Inquisición consiguió que Galileo se retractara y considerara su modelo como una simple hipótesis matemática. Fue condenado a vivir bajo arresto domiciliario, aunque se mantuvo fiel a su teoría hasta su muerte en 1642. Actualmente todas aquellas teorías han quedado ratificadas y forman parte de la estructura del sistema del mundo.
Fueron necesarios 359 años, 4 meses y 9 días para que el Papa Juan Pablo II se disculpara por la injusta sentencia y rehabilitara al filósofo y matemático. Aun así, la Congregación para la Doctrina de la Fe, encabezada por el cardenal Joseph Ratzinger –después Benedicto XVI– consideró que la sentencia era razonable y justa.


 
Forgery and Fiscal Fraud in Iudaea and Arabia on the Eve of the Bar Kokhba Revolt: Memorandum and Minutes of a Trial before a Roman Official (P.Cotton)

The papyrus, P. Cotton


 
Falsificación y fraude fiscal en Judea y Arabia en vísperas de la revuelta de Bar Kokhba: Memorando y acta de un juicio ante un funcionario romano (P.Cotton)

El papiro griego que se presenta aquí es un memorando para una audiencia judicial ante un funcionario romano en la provincia de Judea o Arabia durante el reinado de Adriano, después de la visita del emperador a la región en 129/130 EC y antes del estallido de la revuelta de Bar Kokhba. en 132. El documento también contiene un acta informal de la audiencia en cuestión. El proceso se refiere al procesamiento de varias personas, entre ellas un tal Gadalias y Saulos, acusados ​​de falsificar documentos relativos a la venta y manumisión de esclavos para eludir el fisco imperial. 
La identidad de los fiscales sigue siendo desconocida, pero parece probable que hayan sido funcionarios de la administración fiscal romana . El texto también menciona a un informante que denunció a los acusados ​​ante las autoridades romanas. Este documento ofrece una visión única de las instituciones cívicas locales y del funcionamiento de la administración y jurisdicción provincial romana en el Cercano Oriente. 
También arroja luz sobre la elusiva cuestión del comercio y la propiedad de esclavos entre los judíos. Al mismo tiempo, el papiro ofrece una visión de un entorno cultural e intelectual en el que se encuentran el derecho romano, la retórica griega y la vida judía. Presentamos una editio princeps con traducción y comentario, aunque reconocemos que el estudio de este documento está lejos de estar agotado.


 
El papiro griego más largo encontrado no era lo que parecía. Su traducción ha revelado una historia desconocida de Roma.
El papiro ofrece una visión fascinante de la administración de justicia en el Imperio Romano.



También cómo Roma trataba los delitos económicos en una provincia turbulenta

 
Las tablillas y papiros de la antigüedad son cápsulas del tiempo que nos muestran un momento concreto del pasado de forma fascinante, a veces incluso en primera persona. Hay de todo, desde el sistema trigonométrico más antiguo del mundo, o de geometría aplicada mil años antes de Pitágoras, hasta historias o anécdotas que nos desvelan cómo era la vida hace miles de años. Por eso, cuando se encontró el papiro griego más largo el mundo quedó expectante. Resulta que era otra cosa.
Un papiro en Israel, un caso romano. Un descubrimiento sin precedentes ha arrojado nueva luz sobre el funcionamiento del sistema judicial romano y la lucha contra el crimen financiero en las provincias orientales del Imperio. Un equipo internacional de investigadores de la Academia de Ciencias de Austria, la Universidad de Viena y la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha publicado el estudio de un papiro griego de más de 133 líneas, el más extenso jamás encontrado, hallado en el Desierto de Judea.
El documento, desconocido hasta su redescubrimiento en 2014, ofrece un testimonio directo de un juicio por fraude fiscal y falsificación de documentos en las provincias romanas de Judea y Arabia, una región sacudida por levantamientos judíos contra Roma en los siglos I y II d.C. 

Como veremos, la vida entonces no era tan diferente a como es hoy.

Un testimonio legal de la Roma imperial. El papiro, inicialmente clasificado de forma errónea como nabateo, permaneció olvidado durante décadas hasta que la profesora Hannah Cotton Paltiel se dio cuenta de algo. Al examinarlo en el laboratorio de pergaminos de la Autoridad de Antigüedades de Israel, identificó su verdadera naturaleza.
Aquel hallazgo motivó la formación de un equipo especializado para analizar su contenido, confirmando posteriormente que se trataba, en realidad, de notas de los fiscales en un juicio ante funcionarios romanos en la víspera de la revuelta de Bar Kokhba (132-136 d.C.). No solo eso. El lenguaje del documento es sorprendentemente dinámico, mostrando estrategias procesales y discusiones entre los fiscales sobre la solidez de las pruebas. Un caso excepcionalmente bien documentado dentro del contexto judicial de la provincia de Judea, comparable en importancia, por ejemplo, al proceso de Jesús, sobre todo en términos de evidencia escrita de los procedimientos romanos en la región.

Un escándalo de fraude fiscal. En cuanto al puro contenido del mismo, el caso judicial documentado en el papiro involucra a dos acusados, Gadalias y Saulos, quienes operaban una red de fraude basada en la venta ficticia y la manumisión fraudulenta de esclavos sin pagar los impuestos requeridos por Roma. 

Gadalias, hijo de un notario y posiblemente ciudadano romano, tenía un historial criminal de violencia, extorsión y falsificación de documentos. Por su parte, Saulos, su cómplice, diseñó el esquema para eludir los impuestos romanos, utilizando documentos falsificados para registrar transacciones inexistentes.

El castigo. Bajo la ley romana, la falsificación y el fraude fiscal eran delitos graves, castigados con trabajos forzados o incluso la pena de muerte. La detención de Gadalias y Saulos no solo respondió a su historial delictivo, sino que también ocurrió en un contexto de creciente tensión política. Su caso, de hecho, se desarrolló entre dos grandes revueltas judías: la revuelta de la Diáspora (115-117 d.C.) y la revuelta de Bar Kokhba (132-136 d.C.), lo que llevó a las autoridades romanas a sospechar que sus actividades estaban vinculadas a una conspiración contra el Imperio.

Por cierto, el papiro menciona a Tineius Rufus, el gobernador de Judea cuando estalló la revuelta de Bar Kokhba, y sitúa la actividad de los acusados en el contexto de la visita del emperador Adriano a la región en 129-130 d.C. Dicha conexión sugiere que los romanos veían con recelo cualquier actividad ilegal en la zona, especialmente aquellas que pudieran interpretarse como actos de desafío a la autoridad imperial.

Implicaciones económicas y sociales. Uno de los aspectos más intrigantes del caso es la falta de un beneficio económico evidente en la liberación fraudulenta de esclavos, lo que plantea interrogantes sobre las motivaciones de los acusados. Entre las hipótesis que se barajan está la posibilidad de que el caso estuviera vinculado al tráfico de personas o a la tradición judía de redimir a los esclavos judíos, práctica basada en preceptos bíblicos.

No solo eso. El documento también proporciona información valiosa sobre la administración legal romana en el Mediterráneo oriental, confirmando la aplicación de instituciones como las giras judiciales del gobernador de Judea y el servicio obligatorio de jurados en los tribunales provinciales. Dichas estructuras, ampliamente documentadas en Egipto, ahora pueden confirmarse en otras regiones del Imperio, lo que refuerza la imagen de Roma como ese estado altamente organizado con un sistema de supervisión jurídica que llegaba incluso a las áreas más remotas.

El enigma del papiro. El papiro P. Cotton fue hallado en el Desierto de Judea, posiblemente en una cueva utilizada como refugio durante la revuelta de Bar Kokhba. Ocurre que su conservación es un misterio, ya que los documentos judiciales rara vez sobreviven fuera de los archivos romanos. Según los historiadores, es posible que el juicio nunca llegara a su desenlace debido al estallido del conflicto, lo que habría llevado a los acusados a esconderse y a llevar consigo dicho documento.

Sea como fuere, estamos ante uno de esos hallazgos que se dan muy de vez en cuando, un descubrimiento extraordinario que nos proporciona un vistazo sin precedentes a la administración de justicia en las provincias romanas de Judea y Arabia y que nos da una idea, no solo de los mecanismos legales del Imperio, sino también de las tensiones políticas y sociales que marcaron la época, especialmente en una región donde la resistencia a Roma era constante.

El poder, ayer y hoy. Si se quiere también, el escrito dice bastante de cómo funcionaban las élites políticas de Roma, demostrando cómo el imperio regulaba la economía y combatía el fraude incluso en sus territorios más alejados, además de sugerir que los romanos veían con sospecha cualquier actividad ilegal en contextos de agitación política, interpretándola como una amenaza potencial a su dominio. 

La política y el poder, al fin y al cabo, no han cambiado tanto desde entonces.



 
'El proceso judicial mejor documentado en Judea después de Jesús'

Fraude, falsificación y sedición: un papiro de 1.900 años de antigüedad registra un juicio romano contra judíos.

Una nueva investigación sobre el papiro griego más largo jamás descubierto en el desierto de Judea ofrece información sin precedentes sobre la vida en la Tierra de Israel en la época de Bar Kojba.

30 de enero de 2025
PorRossella Tercatin

Un papiro de 1.900 años de antigüedad, descifrado recientemente por primera vez, ha ofrecido un testimonio sin precedentes sobre la vida en la tierra de Israel en vísperas de la revuelta de Bar Kojba (132-135 d.C.), según demuestra una nueva investigación realizada por un grupo de académicos austríacos e israelíes.
El papiro fue redescubierto por casualidad en 2014 en los archivos de la Autoridad de Antigüedades de Israel por Hannah Cotton Paltiel, profesora emérita de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Cotton Paltiel estaba trabajando como voluntaria en el laboratorio de pergaminos de la autoridad cuando se dio cuenta de que el artefacto, etiquetado por error como nabateo, estaba escrito en griego antiguo. Mientras los investigadores trabajaban para descifrarlo, descubrieron que el papiro registraba un juicio penal contra dos acusados ​​judíos, Saulos y Gedalias, que podrían haber estado relacionados con la revuelta que se estaba planeando.

Estamos hablando de un papiro extraordinario desde muchos puntos de vista”, dijo la Dra. Anna Dolganov, de la Academia Austriaca de Ciencias, a The Times of Israel en una entrevista telefónica después de la publicación de un artículo académico en la revista Tyche a principios de este mes. El artículo fue coescrito por Dolganov, el profesor Fritz Mitthof de la Universidad de Viena, Cotton Paltiel y el Dr. Avner Ecker de la Universidad Hebrea.

El papiro, que recibió el nombre de “Papiro de Algodón” en honor a su descubridor, como es costumbre en este campo, incluye 133 líneas de texto.

Es el papiro griego más largo jamás encontrado en el desierto de Judea”, afirmó Dolganov.

Basándose en el número de inventario, el investigador explicó que el artefacto probablemente fue desenterrado por comerciantes de antigüedades beduinos en la década de 1950, al igual que muchos otros hallazgos de la zona.
Un grupo de eruditos israelíes y austríacos ha descifrado por primera vez un papiro de 1.900 años de antigüedad escrito en griego. El artefacto, rebautizado como Papiro de algodón, contiene las notas de un juicio del período previo a la revuelta de Bar Kojba. En la imagen, un detalle del papiro. (Shai Halevi, cortesía de la Biblioteca Digital Leon Levy de los Rollos del Mar Muerto, Autoridad de Antigüedades de Israel)


Según el investigador, el contenido del papiro, las notas privadas de un abogado que se prepara para el juicio, es especialmente sorprendente.

“Es un género muy raro de encontrar porque estos documentos normalmente se tiraban a la basura después de que terminaba el juicio”, dijo Dolganov. “Sin embargo, en este caso tan especial, alguien pensó que este papiro era lo suficientemente importante como para llevarlo consigo a lo que se convertiría en el lugar de su muerte”.

Las cuevas del desierto de Judea fueron el último escondite de los refugiados judíos de la revuelta de Bar Kojba contra el Imperio Romano.
Liderada por Simón bar Kojba, la rebelión ocurrió 62 años después de que los romanos destruyeran el Templo judío en Jerusalén en el año 70 d. C. y 15 años después de la Rebelión de la Diáspora Judía (115-117 d. C.). Después de la violenta represión de la revuelta de Bar Kojba, que mató a cientos de miles de personas, el imperio deportó o exilió a la casi totalidad de la población judía sobreviviente en la provincia de Judea, que luego se fusionó con Galilea y otros territorios y pasó a llamarse Siria Palestina.

“Sabemos que los refugiados intentaron refugiarse en cuevas remotas del desierto de Judea y llevaron consigo sus posesiones más valiosas”, dijo Dolganov. “Los romanos sitiaron esas cuevas hasta que murieron sus ocupantes”.

Los investigadores pudieron datar el papiro con precisión porque menciona una visita del emperador Adriano a la zona que tuvo lugar entre 129 y 130 d.C.
El papiro fue escrito en griego porque el griego era el idioma administrativo de los reinos helenísticos de la región antes de que los romanos los conquistaran, y el imperio lo preservó.
Dolganov enfatizó que no se sabe quién era el portador del papiro, pero es probable que fuera alguien del círculo de la fiscalía. A la luz del lugar donde se encontró el artefacto, podría haber sido judío.

“Sabemos por otras provincias romanas que los habitantes de la zona participaban activamente en la administración provincial y judicial”, explica el investigador. “Por tanto, es probable que los propios fiscales fueran miembros de la élite local judía o griega. Además, los fiscales solían contar con escribas y ayudantes. Por tanto, el portador del papiro también podría haber sido uno de ellos”.

Un grupo de académicos israelíes y austríacos ha descifrado por primera vez un papiro de 1900 años de antigüedad escrito en griego. El artefacto, rebautizado como Papiro de algodón, contiene las notas de un juicio del período previo a la revuelta de Bar Kojba. La imagen muestra un detalle de una imagen infrarroja del papiro. (Shai Halevi, cortesía de la Biblioteca Digital Leon Levy de los Rollos del Mar Muerto, Autoridad de Antigüedades de Israel)

No todos los judíos estaban en contra del régimen imperial romano”, añadió. “Las élites urbanas judías, en particular, no estaban contentas con el hecho de que estas rebeliones crearan un ambiente de violencia en el que ellos mismos se convirtieron en el blanco de las críticas”.

¿Evasión fiscal o estrategia para la emancipación?

En cambio, la afiliación judía de los acusados ​​está fuera de toda duda a la luz de sus nombres, Saulos y Gedalias. Como estaban acusados ​​de varios delitos, entre ellos fraude fiscal, falsificación y sedición, su identidad jugó un papel muy importante, argumentó Dolganov.

“El juicio se desarrolló unos 15 años después de la última gran revuelta judía, la Revuelta de la Diáspora, que fue extremadamente peligrosa para los romanos”, dijo. “Parece que la fiscalía utilizó el espectro de esa rebelión para arrojar sospechas sobre estos acusados ​​judíos. Al menos retóricamente, la fiscalía jugó la carta judía para hacer que estas personas quedaran aún peor de lo que ya estaban, incluso si tal vez solo hubieran cometido un fraude fiscal banal”.

Dra. Anna Dolganov de la Academia Austriaca de Ciencias. (Cortesía)

Antes de la revuelta de Bar Kojba, los rebeldes judíos trabajaron durante años para excavar una red de túneles bajo más de 130 asentamientos. Por lo tanto, según Dolganov, también es posible que Saulos y Gedalias estuvieran efectivamente relacionados con ella.

El papiro describe con gran detalle los comportamientos que desencadenaron el juicio.

Saulos aparentemente vendió esclavos a un amigo que vivía en otra provincia, Arabia (aproximadamente equivalente a la actual Jordania). Sin embargo, los esclavos no fueron transferidos efectivamente, sino que más bien parecen haber desaparecido del radar de las autoridades romanas.

“Lo más probable es que el objetivo fuera evitar pagar impuestos por los esclavos”, dijo Dolganov. “Sin embargo, también es posible que se tratara de un plan para liberar a los esclavos, especialmente si se trataba de esclavos judíos. Saulos podría haber estado cumpliendo con el requisito judío de redimir a los esclavos”.

Cualquiera que fuera el propósito del acuerdo, Saulos necesitaba un documento que probara la supuesta venta ficticia. Gedalias, que era hijo de un notario y posiblemente ciudadano romano, lo ayudó a falsificar uno.

“Desde nuestra perspectiva moderna, tendemos a pensar que los estados antiguos no eran necesariamente tan sofisticados en la forma en que gestionaban la documentación, pero los romanos sí lo eran y tenían estándares de prueba realmente altos”, señaló Dolganov. “Si algo en un documento no los convencía, buscaban todos los detalles de lo que hacía la gente”.

Aunque el texto no indica cómo terminó el juicio ni qué pasó con Saulos y Gedalias, la detallada descripción del caso llevó a Ecker a describirlo como “el caso judicial romano mejor documentado de Judea, aparte del juicio de Jesús”.

“El único otro proceso penal en el tribunal de un alto funcionario romano del que se tiene registro en Judea —o en la región en general, aparte de Egipto— es el juicio de Jesús”, dijo Ecker a The Times of Israel. “En otros casos, tenemos referencias a juicios, pero no a sus preparativos o procedimientos”.

Dolganov dijo que espera seguir estudiando el papiro.

Creo que este documento no ha sido aún el último”, concluyó. “Creo que será fuente de muchas nuevas investigaciones en el futuro”.



 
William Phillips, el denunciante que dijo que la policía lo incriminó, muere a los 92 años.

Como policía fue testigo estrella en audiencias por corrupción. Fue encarcelado por asesinato y afirmó que lo habían procesado falsamente por hablar abiertamente.


Robert D. McFadden
Publicado el 8 de septiembre de 2023

En los círculos de justicia penal, todavía se debate el caso del agente de policía de la ciudad de Nueva York William R. Phillips. Fue testigo estrella en las audiencias televisadas de 1971 que expusieron la corrupción policial generalizada en la ciudad de Nueva York. Pero luego fue condenado por matar a dos personas y pasó 32 años en prisión.

Después de más de cuatro décadas de batallas judiciales y de libertad condicional, artículos de periódicos y revistas, libros, un documental y disputas entre jueces, abogados y testigos, la pregunta aún sigue siendo: ¿cometió un asesinato o fue incriminado en represalia por romper el muro azul del silencio?

El señor Phillips murió a los 92 años el 18 de abril en un hospital de Oregón mientras recibía tratamiento por neumonía, según informó su abogado de toda la vida, Ronald L. Kuby . El deceso fue informado en julio por The Daily News de Nueva York, pero aparentemente en ningún otro lugar.

Según sus partidarios, después de cumplir 25 años de prisión por asesinatos que él insistía que no había cometido, Phillips esencialmente eligió permanecer en prisión siete años más al negarse en repetidas audiencias de libertad condicional a someterse a una regla no escrita según la cual la única manera de que un asesino convicto obtenga la libertad condicional es confesando y arrepintiéndose ante la junta.

Reconoció que participó en la corrupción policial como agente de policía en los años 60 y principios de los 70. Cuando no estaba jugando al golf en un club de campo, pilotando su avión, haciendo excursiones para esquiar, jugando a los caballos o dando vueltas por la ciudad en su coche deportivo rojo, paseaba con mocasines Gucci y recogía bolsas de dinero en efectivo de burdeles, jugadores, traficantes de drogas y otros "en la pista" -una jerga policial para referirse a las listas de sobornos.

Finalmente, los investigadores lo atraparon aceptando sobornos de Xaviera Hollander , la madame que escribió el exitoso libro de 1971 “The Happy Hooker”. El Sr. Phillips llevaba un micrófono oculto y se infiltró para evitar ser procesado. Se unió al oficial Frank Serpico y al detective David Durk como testigos estrella en las audiencias de la Comisión Knapp, que detalló la corrupción policial endémica en Nueva York.

Los tres hombres hablaron de sobornos en prácticamente todos los distritos, en los que patrulleros, sargentos y altos mandos repartían dinero de comerciantes y mafiosos, entregado para evitar arrestos y a cambio de otros favores. Se convirtieron en parias en un departamento conocido por su código de silencio.

Puede que el señor Phillips fuera un héroe para el público, pero un detective de homicidios que lo vio testificar en televisión dijo a los fiscales que se parecía al retrato de un hombre buscado en un caso de asesinato sin resolver. Más tarde surgieron informes de que el detective que había iniciado la investigación era un amigo cercano de un teniente de policía que, creyendo que el señor Phillips lo había identificado como un estafador, se suicidó.
El señor Phillips fue arrestado y acusado de asesinar a un proxeneta y a una prostituta en un burdel de Manhattan alrededor de las 8:30 p. m. del 24 de diciembre de 1968. Pero desde el principio, las pruebas en su contra fueron contradictorias. Media docena de familiares y amigos le dieron a Phillips coartadas hora por hora, situándolo en tres casas en una ronda de visitas previas a las vacaciones desde las 4 p. m. hasta pasada la medianoche.
El testigo clave en su contra fue Charles Gonzales, cliente de la prostituta. El asesino le disparó en un brazo y en el abdomen antes de caer hacia adelante como si estuviera muerto. Gonzales, bebedor y ex paciente mental, describió al asesino como mayor, más canoso y más bajo que Phillips y con una “cara italiana llena de marcas de viruela”. Inicialmente había elegido a otra persona de una fila de sospechosos en la que estaba Phillips.

El proxeneta, James Smith —alias James Goldberg— que había pagado sobornos al Sr. Phillips para que lo protegiera, y la prostituta, Sharon Stango, de 18 años, fueron asesinados a quemarropa con un revólver calibre .38 mientras estaban sentados en un sofá suplicando por sus vidas, dijeron los fiscales. Dijeron que el Sr. Smith fue asesinado por una deuda de 1.000 dólares y que la Sra. Stango y el Sr. Gonzales fueron asesinados porque habían presenciado el asesinato del proxeneta.

No había pruebas físicas en el caso, que se centró en el testimonio de Gonzales. Phillips insistió durante décadas en que le habían tendido una trampa tras testificar sobre corrupción policial.

Hubo dos juicios. El primero, en 1972, en el que el abogado penalista F. Lee Bailey defendió al Sr. Phillips, terminó en un juicio nulo, con el jurado estancado por 10 a 2 a favor de la absolución. Los jurados dijeron que no habían creído al Sr. Gonzales.

El Sr. Phillips fue condenado en el segundo juicio, en 1974, y sentenciado a entre 25 años y cadena perpetua. Más tarde se reveló que un miembro del jurado había solicitado un trabajo en la oficina del fiscal de distrito de Manhattan durante el juicio y que los fiscales no se lo dijeron al juez hasta después del veredicto. Ese posible sesgo llevó a dos tribunales de apelaciones del estado de Nueva York a revocar el veredicto original.

Pero en un proceso posterior, la Corte Suprema de Estados Unidos dejó en pie la condena. El juez asociado William H. Rehnquist, que redactó el fallo por una mayoría de 6 a 3, dijo: “El debido proceso no exige un nuevo juicio cada vez que un jurado se encuentra en una situación comprometedora”.

Agotadas sus opciones, Phillips se convirtió en un prisionero modelo y en un abogado de prisión. Obtuvo su licenciatura y maestría con calificaciones perfectas en la Universidad Estatal de Nueva York, escribió escritos legales y dio clases de derecho para reclusos, dirigió una biblioteca en la prisión, trabajó para organizaciones benéficas y, con un historial intachable, se convirtió en uno de los reclusos más antiguos del estado.

Pero su salud empeoró. Perdió un ojo por cáncer, tuvo cáncer de próstata y sobrevivió a un derrame cerebral.

Cuando cumplió los requisitos para obtener la libertad condicional después de 25 años, sus antecedentes se llenaron de recomendaciones para su liberación por parte de alcaides, decanos universitarios, jueces y agentes federales. El Manhattanville College, en el condado de Westchester, le ofreció un trabajo, pero la junta de libertad condicional rechazó su solicitud. Sus defensores dijeron que fue porque se había negado a admitir su culpabilidad.

En otra audiencia, en 2003, reconoció ser culpable de “conducta reprobable”, pero no de asesinato. Nuevamente se le negó la libertad condicional. La junta calificó a Phillips como “un criminal de la peor calaña, cuyo peligro para la seguridad pública es del más alto grado”.

El juez apeló y la jueza Alice Schlesinger, del Tribunal Supremo del Estado de Manhattan, calificó la decisión de la junta de “pervertida” y “contraria a la ley”. Preguntó: “¿Cree la junta honestamente que el señor Phillips, un hombre de 74 años, medio ciego por el cáncer, que ha ayudado a innumerables personas y ha aprendido y enseñado los principios del derecho a muchas otras, es realmente una amenaza continua para la sociedad?”.

La junta no se inmutó. Sin embargo, en 2006, la jueza Marcy Friedman, de la Corte Suprema del Estado en Manhattan, ordenó la liberación de Phillips, calificando las acciones de la junta de “irracionales” y “arbitrarias”. La junta apeló, diciendo que el poder judicial no tenía autoridad para conceder la libertad condicional, y ganó.

“La única manera en que el estado permitirá que Bill Phillips salga de prisión es en una bolsa para cadáveres”, dijo uno de sus abogados, Daniel Pérez. “Todo lo que se ha hecho ha sido calculado para retrasar su liberación. Y para un hombre de 76 años, medio ciego, enfermo de cáncer y que ya ha cumplido su condena, es inconcebible”.

Un año después, antes de su última audiencia de libertad condicional, Phillips le contó a la revista New York su dilema. “Imagínese”, dijo. “Su vida depende de que admita algo que no hizo”.

Finalmente, le dijo a la junta lo que creía que querían oír, se declaró culpable y expresó su arrepentimiento. Fue liberado en 2007, tras 32 años en prisión.

Michael F. Armstrong, ex fiscal de distrito de Queens que fue el principal abogado de la Comisión Knapp en las audiencias sobre corrupción, dijo que Phillips no encajaba ni remotamente con la descripción del asesino y que su negativa a admitir su culpabilidad ante la junta de libertad condicional le había costado efectivamente siete años más de prisión, evidencia persuasiva, dijo, de que no había cometido los asesinatos.

No creo que lo haya hecho”, dijo Armstrong en una entrevista para este obituario en 2015. “Si dices ‘yo no lo hice’, eso te asegura que no obtendrás la libertad condicional. Todo lo que tenía que hacer era decir que lo había hecho y que lo sentía. Si vas a obtener la libertad condicional, tienes que arrastrarte”.

William Raymond Phillips nació en Manhattan el 6 de mayo de 1930, hijo de William y Florence (Leavy) Phillips. Su padre era un policía de Nueva York que traía bolsas de dinero a casa en Navidad. Bill abandonó la escuela secundaria, se unió a la Fuerza Aérea y fue mecánico de aviones en la Guerra de Corea.

Su primer matrimonio, con Camille Bates, terminó en divorcio. Le sobrevive su segunda esposa, Laurel Phillips. La pareja, que no tuvo hijos, vivía en Grants Pass, una pequeña ciudad del sur de Oregón.

El señor Phillips se incorporó al Departamento de Policía en 1957. En pocos años ya estaba recibiendo sobornos. “Me vestía como un millonario”, dijo a The Times en una entrevista en 2006 en el Centro Correccional Fishkill en Beacon, Nueva York. “Era un tipo del East Side. Ganaba dinero, andaba por ahí, perseguía chicas”.

“Mi vida fue muy divertida”, dijo en sus memorias, “On the Pad”, escritas con Leonard Shecter y publicadas en 1973.

La diversión terminó cuando el alcalde John V. Lindsay designó a la Comisión Knapp para investigar la corrupción policial. El Sr. Phillips, atrapado tratando de cobrar un soborno, se infiltró (inicialmente fue identificado en una audiencia de la comisión como "Patrullero P") para obtener evidencia.

Las autoridades han reconocido a lo largo de los años que la comisión contribuyó a acabar con una cultura de corrupción policial, pero las consecuencias inmediatas fueron mínimas.

Se acusó a decenas de agentes, pero no a altos funcionarios de la policía ni a funcionarios municipales. Muchos procesos se desestimaron porque la condena por asesinato de Phillips destruyó su credibilidad como testigo y, en cierta medida, socavó las conclusiones de la comisión.

Su caso fue analizado nuevamente por Armstrong en el libro “They Wished They Were Honest” (2012), y por el director Ido Mizrahy en el documental “Patrolman P” (2013). Al promocionar el documental en un festival de cine en Nueva York, Phillips teorizó que un usurero había cometido los asesinatos.

“Todo el caso que tenían contra mí era la identificación de que yo era un italiano de 1,73 metros con marcas de viruela”, dijo. “¿Tengo aspecto de un italiano de 1,73 metros con marcas de viruela?”

Medía un metro ochenta y, según decían sus amigos, tenía un rostro irlandés rubicundo.

Alex Traub colaboró ​​con este reportaje.

Robert D. McFadden es redactor principal de la sección de obituarios y ganador del premio Pulitzer de 1996 por reportajes de noticias de último momento. Se incorporó al Times en mayo de 1961 y también es coautor de dos libros. Más sobre Robert D. McFadden




1 comentario:

  1. Officer Jailed for 32 Years Wins Parole.

    By Thomas J. Lueck
    Sept. 23, 2007

    William R. Phillips, un ex oficial de policía de la ciudad de Nueva York que fue testigo estrella ante una comisión que investiga la corrupción policial en la década de 1970, y que desde entonces ha cumplido 32 años de prisión por asesinato, ha sido puesto en libertad condicional, dijeron ayer las autoridades. Será liberado el 9 de noviembre de la instalación correccional de Fishkill.
    Phillips, de 77 años, quien compareció ante una junta estatal de libertad condicional de tres miembros el miércoles, fue informado el viernes de que su solicitud de libertad condicional había sido aprobada en una votación de 2 a 1, según Mark E. Johnson, portavoz de División de Libertad Condicional del estado.
    Como es su práctica habitual, la junta no comentó sus razones para aprobar la libertad condicional, pero sí emitió comentarios del miembro disidente, quien dijo que los crímenes del Sr. Phillips “se enfrentan a policías dedicados que arriesgan sus vidas a diario. base para proteger a la sociedad ".

    Phillips brindó testimonio ante la Comisión Knapp, que encontró que la corrupción policial era generalizada e influía en la política policial en Nueva York y en todo el país.
    Fue reclutado por la comisión después de que lo sorprendiera recibiendo sobornos de Xaviera Hollander, la señora que escribió el best-seller "La puta feliz".
    Oficial de policía durante 17 años, fue sentenciado en 1975 a 25 años a cadena perpetua por los asesinatos en 1968 de James Smith, un proxeneta, y Sharon Stango, una prostituta.
    Los fiscales dijeron que el Sr. Phillips había matado al Sr. Smith por no hacer un pago de protección y a la Sra. Stango porque presenció el crimen. Pero Phillips, cuyo testimonio televisado sobre la corrupción policial provocó enemistad entre algunos miembros del departamento, afirmó que un detective lo incriminó en los cargos de asesinato en represalia por su testimonio ante la Comisión Knapp.
    Mientras estaba en prisión, Phillips estudió derecho y luchó su caso, y el de sus compañeros de prisión, tenazmente durante tres décadas. Su salud se deterioró: perdió un ojo debido al cáncer y tuvo cáncer de próstata y un derrame cerebral.
    Apeló su condena por asesinato ante la Corte Suprema de los Estados Unidos, donde fue confirmada. Más tarde llevó su caso repetidamente a los tribunales estatales, impugnando la denegación de sus solicitudes de libertad condicional.

    Su caso provocó críticas a la Junta de Libertad Condicional del estado por parte de la Corte Suprema del Estado en Manhattan, que en 2005 calificó la denegación de la solicitud del Sr. Phillips como "arbitraria y caprichosa". La división de apelaciones de la Corte Suprema del Estado dictaminó dos veces que el Sr. Phillips no merecía la libertad condicional, revocando fallos de la corte inferior.
    “Bill Phillips es un ejemplo de por qué debería haber un sistema de libertad condicional”, dijo ayer Daniel Pérez, abogado de Phillips, en una entrevista. “Enseñó redacción jurídica a generaciones de presos. Pasó las últimas tres décadas expiando sus crímenes. Es alguien que realmente pertenece al exterior ".

    Pero Lisa Beth Elovich, quien emitió el desacuerdo con la decisión de la junta de poner en libertad condicional al Sr. Phillips, dijo que su liberación de la prisión sería "incompatible con el bienestar de la sociedad y desaprobaría tanto la gravedad del delito que socavaría el respeto por la ley". . "

    A pesar de los "logros en prisión del Sr. Phillips, que han sido muchos", dijo Elovich, "encuentro más convincente la naturaleza especialmente atroz" de sus crímenes.

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