Caricaturas de Barrister (Abogados) en revista inglesa Vanity Fair

lunes, 1 de abril de 2019

362).-Los 80 años del fin de la guerra civil española.-a


En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas
 nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.
El Generalísimo Franco
Burgos, 1° de abril de 1939.


La Guerra Civil española, un de los conflicto civil bélico,  mas famosa de la historia,  sigue presente 80 años después de su final. Este lunes 1 de abril se conmemoran los 80 años del final de un conflicto que dejó alrededor de medio millón de muertos y cientos de miles de desaparecidos y exiliados. Sin embargo, España tiene aún algunos problemas por resolver derivados de la guerra y el posterior régimen de Franco.
Era el 1 de abril de 1939 y así anunciaba el general Francisco Franco el final de la Guerra Civil que comenzó en España tras un sublevamiento militar contra las autoridades  de la II República Española, el 18 de julio de 1936.
Se ponía fin a los casi tres años de contienda entre el bando republicano -apoyado por la Unión Soviética- y el bando nacional, liderado por Francisco Franco y que recibió el apoyo de la Alemania de Adolf Hitler y la Italia de Benito Mussolini.
Ese escueto comunicado dio paso a casi 40 años de régimen totalitario bajo el  liderazgo  de  Francisco Franco. Aunque nadie sabe con exactitud la cifra, se estima que el conflicto dejó alrededor de medio millón de muertos y más de 200.000 exiliados, muchos de los cuales se establecieron en América Latina.
Han pasado 80 años desde el final de esa guerra, pero muchas de sus heridas parecen aún abiertas, la forma en la que se aborda esta etapa de la historia del país es objeto de críticas por parte de expertos e historiadores.

Exilio Republicano.


La travesía del Winnipeg se denomina al viaje especial del barco Winnipeg transportando 2200 españoles republicanos exiliados tras la Guerra Civil Española, hasta la llegada a Chile el 3 de septiembre de 1939. Dicho viaje fue gestionado por el cónsul poeta Pablo Neruda y el canciller Abraham Ortega Aguayo.

La guerra ya llevaba muchos meses perdiéndose —o más bien perdida— en el bando republicano, cuando el 1 de abril sonó en la radio el famoso parte proclamando el fin de la guerra civil española.
Y la imagen más clara de esa derrota se había producido dos noches antes, entre el 30 y el 31 de marzo en el puerto de Alicante, donde miles de personas aguardaban para huir de la España de Franco en unos barcos que nunca llegaron. 
"Este es el lugar de la tragedia: frente al mar, bajo el cielo, en la tierra. Este es el puerto de Alicante, el 30 de marzo de 1939. Las tragedias siempre suceden en un lugar determinado, en una fecha precisa, a una hora que no admite retraso", escribió Max Aub en Campo de los Almendros, que cierra su serie de novelas sobre la Guerra Civil titulada El laberinto mágico.
Lo hizo desde México, en el exilio al que sí consiguieron acceder decenas de miles de españoles, a diferencia de los que se quedaron en el puerto de Alicante, del que fueron desalojados el 31 de marzo. Allí, el último barco, el Stanbrook, había salido el día 28 rumbo a Orán. Y por el norte, a través de los Pirineos, miles de personas también habían huido durante las últimas semanas de enero y las primeras de febrero. Pero aunque dejaban atrás la guerra de España, las penurias continuarían para todos ellos, o por lo menos la gran mayoría, con la reclusión en campos de concentración en el sur de Francia (Le Vernet, Argelès, Saint-Cyprien...) y el norte de África en un contexto en el que enseguida comenzaría la Segunda Guerra Mundial, durante la que muchos republicanos españoles también sufrirían los campos de concentración nazis y acabarían luchando en el bando aliado.
En torno a medio millón de españoles se desplazaron a territorios franceses en los tres primeros meses de 1939, pero las autoridades galas consiguieron que la mayoría, unos 360.000, regresaran a España antes de diciembre. Para los que se quedaron, el esfuerzo se centraba en conseguir una plaza en los barcos que salían hacia América, principalmente, a México, donde el Gobierno del general Lázaro Cárdenas había puesto en marcha una gran campaña de solidaridad. El rescate comenzó con el viaje del Sinaia —que salió de Sète el 25 de mayo de 1939 y llegó a Veracruz 13 de junio de 1939 con 1.599 refugiados— y siguió con los del Ipanema, el Mexique, el Flandra...

En México, sobre todo, pero también Argentina (unos 10.000), Venezuela, Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos se fueron asentando miles de exiliados republicanos españoles. Otros lo hicieron finalmente, a pesar de las penurias, en distintos países de Europa, sobre todo en Francia.

 Los siguientes son los principales destinos de los exiliados, de los que destacamos algunas figuras relevantes y sus aportaciones a la cultura y la ciencia en el lugar de acogida. 

FRANCIA

 En Francia vivían a finales de los años cuarenta, después de la Segunda Guerra Mundial, entre 125.000 y 180.000 refugiados españoles, según distintos informes de las autoridades galas y de la ONU. 


Federica Montseny. (Madrid, 1905- Toulouse, 1994). Escritora. Anarquista, hija de anarquistas. Ministra de Sanidad y Asistencia Social entre 1936 y 1937. Se instaló en 1945 en un barrio humilde de Toulouse, desde donde ayudó a cientos de compatriotas, siguió dando mítines que llenaban auditorios y escribió, entre otros, el libro El problema de los sexos, matrimonio, unión libre y amor sin convivencia. "La mujer está obligada a tomar la libertad si no se la dan", escribió.

María Casares. (La Coruña, 1922-La Vergne, 1996). Hija del político y diplomático Santiago Casares Quiroga, el exilio de toda la familia la llevó a Francia. Allí, tras estudiar arte dramático, se llegó a convertir en un mito de la escena francesa interpretando a Lady Macbeth, Fedra, Medea o Madre Coraje.

Jorge Semprún. (Madrid, 1923-París, 2011). Novelista, guionista, político y cineasta español. Nieto de Antonio Maura e hijo de José María Semprún Gurrea, diplomático durante la República. Exiliado con su familia en París, fue apresado en 1943 por el Ejército alemán y confinado en el campo de concentración de Buchenwald durante dos años. Escribió sobre aquellas experiencias El largo viaje (1963), Aquel domingo (1980) o La escritura o la vida (1994).

Carlos Pradal. (Madrid, 1932-París, 1988). El pintor Carlos Pradal se exilió de niño a Francia con su familia. Dedicado enteramente al arte figurativo, se dio a conocer en círculos artísticos por sus naturalezas muertas y sus cuadros sobre barrios, billares y sobre el arte flamenco. Creció y comenzó su carrera artística en Toulouse y la continuó, a partir del 1972, en París.

José Martínez Guerricabeitia. (Valencia, 1921- Madrid, 1986). Hijo de un minero asturiano, se exilió a Francia en 1947 —tuvo que cruzar a nado el río Bidasoa— tras combatir contra el bando franquista en la Guerra Civil y pasar por la cárcel. Después de licenciarse en La Sorbona, fundó en 1961 la editorial Ruedo Ibérico, que se convertiría en el gran foro de intercambio intelectual del exilio español.

José Bergamín. (Madrid, 1895-San Sebastián 1983). Escritor, editor, dramaturgo y director de revistas. Hijo de un abogado y ministro durante el reinado de Alfonso XIII, el exilio lo llevó por varios países latinoamericanos, pero sobre todo a residir en Francia. Allí pasó 10 años (de 1954 a 1958 y de 1964 a 1970), al abrigo de amigos como Malraux y Picasso, escribiendo para la radio y la televisión. En 1966 le fue concedida la Legión de Honor de las Ciencias y las Letras. 
“Detrás de un patriota hay siempre un comerciante”; “fui peregrino en mi patria desde que nací”, escribió.
MÉXICO

 México es el segundo país de acogida de los exiliados republicanos españoles, aunque a mucha distancia; acogió entre 16.000 y 18.000 refugiados, según distintas estimaciones. “Los republicanos españoles que se refugiaron en México fueron una emigración selecta en los dos sentidos de la palabra: producto de una selección, constituyeron además un grupo de excelencia, aunque no fuera una emigración de intelectuales como generalmente se ha planteado”, escribió en un trabajo de 2001 la historiadora Dolores Pla Brugat.

Luis Buñuel. (Calanda, Teruel, 1900-Ciudad de México, 1983). El cineasta, muy cercano a la Generación del 27, pasó en México gran parte del tiempo que vivió exiliado tras la Guerra Civil (adoptó la nacionalidad en 1951). Allí realizó una veintena de películas —entre ellas, Los olvidados (1950), El ángel exterminador (1962), Nazarín (1959) o Simón del desierto (1964)— que, con los componentes surrealistas que siempre impregnaron su obra, fueron fundamentales en el proceso de internacionalización de un cine mexicano con mayores ambiciones artísticas. 
“La realidad, sin imaginación, es la mitad de realidad”, dijo.
Remedios Varó. (Anglès, Girona, 1908-Ciudad de México, 1963). Pintora. Hija de un ingeniero librepensador estudioso del esperanto, fue una de las primeras mujeres en ingresar en la Academia de Bellas Artes de San Fernando y estuvo vinculada al grupo de surrealista de André Bretón. Tras la Guerra Civil se traslada a Francia y, tras ser detenida por los nazis, a México con su pareja, el escritor Benjamin Péret. Allí alcanzaría su madurez creativa y se convertiría en uno de los principales exponentes del surrealismo en el país.
“Llegué a México buscando la paz que no había encontrado, ni en España –la de la revolución– ni en Europa– la de la terrible contienda–, para mí era imposible pintar entre tanta inquietud”. 
Margarita Nelken. (Madrid, 1894-Ciudad de México 1968). Novelista, crítica de arte, traductora y única diputada en las tres legislaturas de la Segunda República. Feminista —escribió en 1919 La condición social de la mujer en España—, vivió exiliada desde 1939 en México, donde trabajó en el Ministerio de Educación, colaboró activamente con todas las asociaciones de apoyo a España en el exilio, siguió traduciendo y escribió en diarios y revistas americanas y europeas. Se le atribuye la frase: 
“Ni olvido ni perdón”.
Ernestina de Champourcín. (Vitoria, 1905-Madrid 1999). Poeta de la Generación del 27, esposa del también poeta Juan José Domenchina, además de secretario de Manuel Azaña. En México, exiliada desde principios de los años cuarenta, inició una febril actividad traductora (tradujo a Faulkner, Dickinson y Poe, entre otros), aunque siguió colaborando en revistas y escribiendo poesía, explica el Diccionario bibliográfico del exilio republicano de 1939. En México también se acercó al Opus Dei, organización católica con la que realizó trabajos en barrios marginales de la capital y de la que empezó a formar parte en 1952.
“Para mí, la poesía es poesía o no es nada. Y entonces sobran las etiquetas de social, amorosa, religiosa, femenina, etcétera”.
Óscar de Buen. (Madrid, 1925-Ciudad de México 2018). Ingeniero. Llegó a México con apenas 15 años. Graduado en la Escuela Nacional de Ingenieros, durante sus siete décadas de carrera colaboró con los arquitectos más importantes del país como Pedro Ramírez Vázquez, Félix Candela, Ricardo Legorreta, Fernando Romero y Enrique Norten. Firmó las obras, entre otros, del Auditorio Nacional, el paraguas del patio central del Museo Nacional de Antropología, el Estadio Azteca, la nueva Basílica de Guadalupe, la cúpula geodésica del balneario de Oaxtepec en Morelos, la planta de Volkswagen y el Estadio Cuauhtémoc. También profesor, escritor y conferenciante, el Instituto Nacional de Bellas Artes de México le concedió en 2017 la Medalla Bellas Artes en el campo de la Arquitectura.

Max Aub. (París, 1903-México, 1972). Escritor. Doblemente exiliado (de niño ya había dejado Francia con sus padres, de origen judío y alemán, por culpa de la Primera Guerra Mundial), llegó a México en 1942, después de haber probado los campos de concentración de Francia y Argelia. En el país americano publicó la mayor parte de su obra, desde los seis tomos que componen su monumental Laberinto mágico sobre la Guerra Civil, hasta su gran broma del Josep Torres Campalans. También trabajó como guionista de cine, fue secretario de la Comisión Nacional de Cinematografía, dio clase de Teoría y Técnica Cinematográficas y dirigió la emisora de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, colaboró con publicaciones mexicanas y españolas y creó algunas, como Sala de Espera.

ARGENTINA

 Cerca de 10.000 españoles se fueron a vivir a Argentina entre los años cuarenta y sesenta, a pesar de que las autoridades del país no pusieron las facilidades del Gobierno mexicano tras la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Las redes de apoyo social funcionaron, teniendo en cuenta que el país acogía por entonces la comunidad más grande de emigrados españoles de todo el mundo. De ese modo, la mayoría de exiliados que llegaron a Argentina lo hicieron porque tenían algún contacto previo, familiar, de amistad o profesional, explica Bárbara Ortuño en su tesis El exilio y la emigración española de posguerra en Buenos Aires, 1936-1956.

Clara Campoamor. (Madrid, 1888-Lausana, 1972). Abogada, política y escritora. Defensora del voto femenino en el Congreso durante la Segunda República, entre sus libros están El derecho de la mujer, El voto femenino y yo: mi pecado mortal y La revolución española vista por una republicana. Durante su etapa de exilio en Argentina entre 1938 y 1955 se dedicó sobre todo a la literatura y a la traducción. Dio conferencias y escribió distintas biografías (entre otras de Concepción Arenal y sor Juana Inés de la Cruz), publicó en distintas revistas y tradujo, por ejemplo, a Víctor Hugo y Émile Zola. “La libertad se aprende ejerciéndola”. 

Pío del Río Hortega. (Portillo, Valladolid, 1882-Buenos Aires, 1945). Médico e investigador. Cuando estalló la Guerra Civil, ya era un reputado médico especializado en el sistema nervioso, gran exponente de la llamada Escuela Histológica Española junto a Santiago Ramón y Cajal. Esto le permitió obtener un puesto en el servicio de neurocirugía del Hospital de la Pitié de París en 1936, otro en la Universidad de Oxford en 1940 y, después, fue director del Laboratorio de Investigaciones Histológicas e Histopatológicas de Buenos Aires. Allí, aunque murió apenas un lustro más tarde, hizo otra gran contribución a la ciencia: demostró el carácter neurológico de las células satélite que envuelven a las neuronas de los ganglios sensitivos y del sistema nervioso vegetativo.

Luis Santaló. (Girona, 1911-Buenos Aires, 2001). Matemático. Procedente de una familia de educadores, se convirtió en uno de los padres de la Geometría Integral. Se exilió en Argentina en 1939 y continuó investigando en la Universidad de Buenos Aires. También hizo importantes aportaciones en los campos de las Probabilidades Geométricas, Geometría Diferencial, Geometría de Cuerpos Convexos, Teoría del Campo Unificado y Teoría Geométrica de Números. En 1983, con 72 años, recibió el premio Príncipe de Asturias de investigación científica.
“La matemática es sentido común a alta presión”, afirmó.
Claudio Sánchez-Albornoz. (Madrid, 1893-Ávila, 1984). Historiador, político y escritor. Ministro y embajador en Portugal durante la Segunda República, llegó a Argentina en 1940, donde hasta 1970 presidió el Gobierno Republicano español en el exilio. En la Universidad de Buenos Aires destacan sus estudios sobre los reinos de Asturias, Castilla y León y sobre la España musulmana, con obras como Una ciudad de la España cristiana hace mil años, En torno a los orígenes del feudalismo, La España musulmana, Orígenes de la nación española: el Reino de Asturias, Instituciones medievales españolas y España, un enigma histórico. Fundó y dirigió el Instituto de Historia de España, que hoy lleva su nombre, y su órgano de difusión, los Cuadernos de Historia de España.
“Hay que hacer una España nueva entre todos los españoles. No soy más que un viejo predicador de la paz y la reconciliación. No tengo de rojo más que la corbata”.
PUERTO RICO Y ESTADOS UNIDOS

 Menos numeroso que en otros países fue el exilio republicano español en Estados Unidos y en  Puerto Rico, pero sí fue significativo en cuanto a su impacto, sobre todo en el segundo caso, debido a las características de los refugiados, vinculados en general a las universidades. Se trata de profesores que impulsaron el hispanismo, en el caso de EE UU, y que en la isla caribeña dieron un enorme empujón a la Universidad de Puerto Rico.

Juan Ramón Jiménez (Moguer, Huelva, 1881-San Juan de Puerto Rico, 1958) y Zenobia Camprubí. (Malgrat de Mar, 1887-San Juan de Puerto Rico, 1956). Después de un periplo por Cuba y Estados Unidos, el matrimonio de escritores recaló en Puerto Rico, donde Camprubí comenzó a dar clases en la universidad en 1951. Pese a la mala salud de ambos, trabajan intensamente; él escribe conferencias, colabora en distintas revistas e imparte un curso sobre el modernismo en la universidad, a la que donará su biblioteca. Tres días después de que Jiménez supiera que había ganado el premio Nobel de Literatura, muere su esposa. Él le seguiría un año y medio después.
“Mi libertad consiste en tomar de la vida lo que me parece mejor para mí y para todos; y en darlo con mi vida”, escribió.
Francisco Ayala. (Granada, 1906-Madrid, 2009). Novelista, cuentista, ensayista, filósofo y sociólogo. Tras su paso por Argentina y Brasil, llegó a Puerto Rico en 1950, donde fue docente en la universidad, dirigió su editorial y fundó la revista Realidad. Allí fue uno de los promotores de los Cursos de Educación General, que todo universitario debía estudiar antes de elegir especialidad, y promovió la llamada Biblioteca de Cultura Básica, para la que pidió a Julio Cortázar una traducción de los cuentos de Edgar Allan Poe que hoy se sigue editando. Después, su trabajo docente le llevaría a recorrer varias ciudades estadounidenses. Ayala volvió a España definitivamente en 1976. 
“La patria del escritor es su lengua”.
Victoria Kent. (Málaga, 1891-Nueva York, 1987). Abogada y política. De ascendencia malagueña, italiana e irlandesa, fue la primera graduada en Derecho de España y diputada del partido radical socialista durante la Segunda República. Aunque también paso parte del exilio en Francia y, sobre todo, en México, pasó muchos años en Nueva York, donde realizó distintos trabajos para la ONU, fundó la revista Ibérica y pasó los últimos años de su vida en casa de su gran amiga Louis Crane. 
"Lo humano, que es tan grande como el universo y tan pequeño como sus componentes".
Severo Ochoa. (Luarca, Asturias, 1905-Madrid, 1993). Bioquímico, padre de la biología molecular española, fue Premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1959. De España huyó por la Guerra Civil y de Alemania, por la Segunda Guerra Mundial. En Estados Unidos, siguió desarrollando su trabajo desde 1941 en el Departamento de Farmacología de la Escuela de Medicina de la Universidad de Washington, en Sant Louis y la Universidad de Nueva York. Siempre se declaró “exiliado científico, no político”. En 1971 fue nombrado director del Laboratorio de Biología Molecular de la Universidad Autónoma de Madrid.


Comentarios de la prensa sobre la guerra civil.


Nueva generación de historiadores: ¿cómo abordar el tema de la Guerra Civil española?


La Guerra Civil española no ha dejado de plantear interrogantes incluso 80 años después de finalizar. Sputnik conversó con el historiador Julián Casanova sobre cómo se debería tratar la contienda y sus consecuencias en la actualidad.

Tras la muerte de Franco, en 1975, los archivos se abrieron y se descubrieron nuevos documentos. Una nueva generación de historiadores españoles, que estudiaba en las universidades en los últimos años del franquismo, empezó a escribir libros sobre la Guerra Civil y numerosos hispanistas británicos y norteamericanos continuaron la senda abierta por los libros de Hugh Thomas y Gabriel Jackson en los años 60, explica Julián Casanova, del Instituto de Estudios Avanzados en Princeton (IAS, por sus siglas en inglés) y también catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza (España).
"Como consecuencia de esa gran renovación historiográfica, las versiones de los vencedores de la guerra, amos y señores de la historia durante la dictadura, quedaron desmontadas y desfasadas y surgió una nueva interpretación de la historia plural y diversa, fiel con las fuentes, que trataba de indagar los hechos más relevantes y de construir relatos con los principales actores que habían sido despreciados o denigrados por los ideólogos del franquismo", comenta Casanova a Sputnik.
No obstante, la salida a la luz de todos esos hechos y datos novedosos y contundentes sobre las víctimas de la Guerra Civil y de la violencia franquista ha provocado en los últimos años "un agrio debate en la sociedad española", admite el historiador.
"El Valle de los Caídos simboliza el triunfo de Franco en la Guerra Civil, la espada y la cruz unidas por el pacto de sangre forjado en la guerra y consolidado por los largos años de victoria, la humillación de los vencidos", observa Casanova.
Según el historiador, es necesario conservarlo "como lugar de memoria, explicar cómo fue construido, su significado, la simbiosis entre la Iglesia católica y la política autoritaria".
Pero, al mismo tiempo, señala que
"hay que sacar de allí los restos de los republicanos asesinados por Franco que fueron trasladados al Valle tras ser robados de fosas comunes, sin el consentimiento de sus familias, y hay que sacar de allí también al dictador".
"La Fundación Francisco Franco es la propietaria de cientos de documentos que deberían ser públicos, pero el principal obstáculo para los historiadores proviene de los usos políticos que se está haciendo de las memorias e historia de la Guerra Civil y de la dictadura, con bastantes medios de comunicación que dan voz a la propaganda frente al conocimiento histórico".
De acuerdo con Julián Casanova, lo que conviene hacer hoy en día en una sociedad bastante polarizada respecto a los resultados y consecuencias de la Guerra Civil es "retribuir moralmente y con la verdad a las víctimas de la violencia franquista, seguir educando en la libertad y responder ante las mentiras y la propaganda con trabajos rigurosos, bien escritos y difundidos".

Para el historiador, "no es un tema de reconciliación, porque sin ella la sociedad española no hubiera consolidado la democracia, sino de enfrentarse al pasado con libertad, sin ocultarlo y desmontando los mitos, independientemente de su procedencia ideológica".

 
Miaja, único testigo vivo del hundimiento
Lunes, 1 abril 2019 

Tenía 21 años en aquel abril del 39 y era sobrino, y secretario, del general Miaja, el último hombre que regentó el poder en la II República. Juntos salieron de Madrid y su exilio los llevó a México.
En la primavera de 1936, Fernando Rodríguez Miaja (Oviedo, 1917) tenía 19 años y utilizaba el tabaco como unidad de medida para calibrar la importancia de los acontecimientos que ocurrían en España: huelga de tranvías, compraba tabaco para dos días; bombas y asesinatos, se abastecía para tres jornadas; manifestaciones tumultuarias, se acopiaba de picadura y papel para aguantar al menos cuatro hojas del calendario...
Hasta que llegó la sublevación del ejército de África el 18 de julio, y ahí el joven oficial del cuerpo de ingenieros del ejército fue un poco más previsor y se abasteció de cigarrillos para una semana. No vislumbrada ni de lejos que arrancaba una guerra que duraría tres largos años y de cuyo final él sería testigo de excepción.
Aquel verano del 36 Fernando empezó a notar que los humos que empañaban sus ojos, también su corazón, no eran los de sus cigarros y sí los provocados por la destrucción de la más cruel de las guerras civiles, con cerca de un millón de muertos y decenas de miles de granadas, obuses y bombardeos. Aquellos ojos fueron testigos directos de algunos de los acontecimientos más importantes de nuestra contienda: el 19 de julio en Madrid; la organización de la defensa de la capital junto a su tío, el general José Miaja; su combate en varios frentes de batalla, y, finalmente, el «golpe» del coronel Casado contra Negrín y el hundimiento de la II República.
«La vida en aquel Madrid de la guerra, aunque ahora pueda parecer increíble, era todo lo normal que se podía. Las personas no asumimos la posibilidad de la muerte. Los madrileños aguantábamos los cañonazos de Franco y cuando cesaban, salíamos a la calle, paseábamos, íbamos al cine. Intentábamos olvidar aquella tragedia».

Rodríguez Miaja cuando era teniente de Ingenieros en 1938

Cuando arrancó todo, el joven Rodríguez Miaja tenía 19 años. Y cumplió 22 cuando la derrota lo expulsó al exilio. Sólo volvió a España una vez muerto Franco. Este agosto celebrará su 102º cumpleaños en Ciudad de México, su casa desde 1939. Él es el único testigo vivo del final de la guerra civil españa, de la que se cumplen 80 años mañana, 1 de abril. Él lo vivió como nadie, pues su tío, el general Miaja, fue la última autoridad militar y política con mando en la zona republicana. Y Fernando siempre estuvo fiel a su lado. Durante toda su vida fue su secretario. Antes defendió junto a él, durante tres años, la ciudad del «No pasarán», hasta que la abandonaron, también juntos, el 26 de marzo de 1939. Horas después se produciría la entrada triunfal de los franquistas. Y tres días más tarde en un avión, con apenas una pequeña brújula, despegaron de Alicante con rumbo al exilio. Primera escala, Orán (Argelia). Destino final, México.
Lo que sucedió aquellos días Miaja sobrino lo tiene escrito en el libro El final de la guerra civil al lado del general Miaja:
«A las 10:35 horas del 29 de marzo de 1939 el teniente general del Ejército de la República Española don José Miaja Menat despegaba del aeródromo de Rabasa, en Alicante, puerto de la costa mediterránea, a bordo del avión que tenía a su servicio: un bimotor Air Speed de seis plazas. Iba acompañado por sus ayudantes de campo, el teniente coronel de Infantería don José Pérez Martínez y el mayor de aviación don Mario Páramo Roldán, y por mí, que desempeñaba entonces -y seguí desempeñando hasta su fallecimiento en México- el cargo de su secretario particular. La tripulación estaba compuesta por los aviadores militares capitán piloto Corrochano y teniente mecánico Barcáiztegui. A las 11:45 horas de la misma mañana aterrizábamos en Orán, ciudad de la entonces provincia francesa de Argelia, en el norte de África. Tres días después, el primero de abril, se publica en España el parte comunicando que la guerra había terminado. Para nosotros se iniciaba el exilio».
Hoy, 80 años más tarde, un Fernando que ha superado el siglo habla con voz firme por teléfono sobre su estado de salud que parece excelente: 
«Estoy en buenas condiciones físicas, con dificultades para andar. A veces para caminar uso un bastón, no siempre. Para 101 años estoy extraordinariamente bien, pero ya no me atrevo a viajar ni a realizar análisis sobre lo que ocurrió hace tanto tiempo. Tengo mis recuerdos respecto a lo que aconteció y todo ello lo he escrito en mis libros. Ahí lo puede encontrar usted todo sobre el final de la guerra civil y el golpe del coronel Casado».
La escapada de la familia Miaja no terminó en Argelia. Allí sí se quedaron (en la ciudad de Cherchell, citada en El Quijote dentro del relato del cautivo) los otros cuatro tripulantes de la aeronave: el teniente coronel Pérez Martínez que años después regresaría a España siendo juzgado y condenado por un Consejo de Guerra a varios años de cárcel (falleció en Madrid en 1960 rodeado del cariño de su familia); el mayor Páramo Roldán, que se exiliaría en Venezuela, donde murió; el capitán Corrochano, quien también regresó a España, donde moriría años después, y, finalmente, el teniente Barcáiztegui, quien fue víctima de la ocupación alemana del norte de África y obligado a trabajar junto a otros refugiados españoles en el ferrocarril al Sáhara, donde encontró la muerte.

De aquel avión con los últimos militares de la República sólo el general Miaja y su sobrino fueron autorizados por el gobierno francés a viajar a Marsella, donde se encontraba el resto de la familia del general. Allí, el 13 de abril de 1939, fue donde Fernando se reencontró con su prima, Pepita (hija del general), con quien se casaría en México en mayo de 1941. De Marsella viajaron a París, donde mantuvieron un encuentro con el depuesto y derrotado Juan Negrín. Esta reunión es una de las pruebas en las que fundamenta Rodríguez Miaja su testimonio de la no participación de su tío en el golpe del 5 de marzo de 1939 del coronel Casado contra Negrín, último jefe de Gobierno de la República:
«El final de la guerra civil es el suceso más controvertido de la contienda. La rapidez con la que se produjeron los hechos hizo que todo fuera muy confuso y, en algunas ocasiones, contradictorio. Y su análisis por la mayoría de los historiadores ha pecado de falta de objetividad. Si mi tío se hubiera sublevado contra Negrín, éste jamás le habría recibido en París, nunca le habría facilitado dinero para nuestro posterior viaje a Cuba y, lo más importante, en ningún caso habría escrito una carta exculpando a Miaja de toda responsabilidad en el golpe de Casado».
Y en sus libros -Testimonios y Remembranzas (México, 1997) y El final de la Guerra Civil al lado del general Miaja (Marcial Pons, 2015)- Rodríguez Miaja responde con documentos oficiales y con su propia vivencia a las tesis de los historiadores oficiales de nuestra contienda: Paul Preston, Ángel Viñas, Hugh Thomas, Ricardo de la Cierva y la propia versión del golpista Segismundo Casado en su libro Así cayó Madrid.
De ahí nuestra pregunta: Don Fernando, si su tío el general Miaja no participó en el golpe del coronel Casado contra el Gobierno de Juan Negrín, ¿por qué aceptó la presidencia del Consejo Nacional de Defensa que creó ese golpe?

«Que no participó en el golpe de Casado estoy absolutamente seguro. Él estaba ya durmiendo y yo estaba a punto de acostarme en otra cama en la misma habitación, cuando nos avisaron de que por radio se estaba dando lectura a los comunicados de Casado, Julián Besteiro y Cipriano Mera desde Madrid dando cuanta del golpe que habían ejecutado contra el Gobierno de Negrín. Nosotros estábamos en Valencia donde se encontraba el Cuartel General del Grupo de Ejércitos. Le puedo asegurar que el general Miaja no participó para nada en la conspiración, preparación ni ejecución del golpe contra Negrín. Nos enteramos en ese momento».
-Eso ocurrió el 5 de marzo, pero al día siguiente, el 6 de marzo de 1939, el general Miaja acepta la presidencia del Consejo Nacional de Defensa. ¿Por qué motivo si no estaba en el golpe?

-Al enterarnos de lo que estaba sucediendo, inmediatamente fuimos para Madrid y es allí donde asistimos a una cruenta guerra civil interna contra los comunistas. Lo cierto es que Casado se negó a aceptar las órdenes que le había transmitido Negrín desde Valencia y, por esa circunstancia, Juan Negrín huyó con sus ministros en avión hacia Francia. Se produce un vacío de poder y mi tío era la máxima autoridad militar de la República y acepta la presidencia del Consejo Nacional de Defensa en esas circunstancias de ausencia de poder político. Entonces nosotros nos trasladamos a Tarancón con la idea de que me tío convenciera a un coronel comunista, Leopoldo Ortega, que era el jefe del III Cuerpo del Ejército en aquella posición, para que no distrajera sus fuerzas y se uniera a los comunistas de Madrid. Ese objetivo fue conseguido. Regresamos a Madrid el 12 de marzo cuando ya había terminado todo. Después estuvimos hasta el día 26, que lo abandonamos ante la entrada de las tropas franquistas.
Rodríguez Miaja no quiere recordar pero dice que «se han contado tantas mentiras...». Los combates de aquella semana en Madrid provocaron 233 muertos y 564 heridos. Él insiste:
«El coronel Casado nunca sospechó que alguien como yo conservaría todos los teletipos de aquellas fechas, pero yo los guardé y los he publicado en mis libros. Ahí queda demostrado todo respecto a la actitud que mantuvo mi tío».

Seguimos hablando de su peripecia vital acompañando a su tío, luego suegro y siempre jefe y general, don José Miaja, hasta llegar a México: 
«Después de nuestra llegada a París desde Marsella, nos alojamos en la embajada de Cuba. El 22 de abril del 39 embarcamos toda la familia Miaja en el puerto de La Rochele en el barco inglés Orbita rumbo a Cuba. Llegamos a La Habana el 6 de mayo. Allí, durante nuestra estancia saludamos al presidente de la República, Laredo Brú, un hombre insignificante al lado del ex sargento Fulgencio Batista, el hombre fuerte, como se le denominaba entonces, rudo y de recia personalidad, quien más tarde habría de convertirse oficialmente en dictador hasta su derrocamiento por Fidel Castro con la revolución cubana».
Pero el destino final de este éxodo sería su actual patria mexicana:
 «El general Lázaro Cárdenas nos envió una visa diplomática y embarcamos el 22 de mayo de 1939 en el buque Orizaba rumbo a México. Llegamos el 24 a Veracruz y a bordo de un tren llegamos el día 25 a Ciudad de México. Tuve la suerte de llegar a este país donde gracias a la generosidad del pueblo mexicano hemos sido acogidos con cariño y pudimos rehacer nuestra vida».
Y así fue, porque apenas dos años después, en mayo de 1941, Rodríguez Miaja contrajo matrimonio con su prima Pepita (hija del general Miaja). Del matrimonio nacieron dos hijos, Margarita y Fernando, cuatro nietos y seis bisnietos. Un hermoso árbol mexicano con raíces españolas también muy profundas.
Al poco tiempo de llegar a México Fernando dejó de fumar y, gracias a sus estudios de ingeniería, consiguió trabajo con un arquitecto local, primero como empleado de su empresa para terminar como gerente de la misma. Enseguida monta su propia compañía: 
«Estoy todavía al frente de mi negocio, el Grupo Rodim, que es una sociedad propietaria de diversas empresas, de mi propiedad y de mis hijos, dedicadas a la ingeniería y la construcción. La primera empresa que fundé fue la Compañía Constructora del Centro S.A., fundada el 1 de julio de 1947 y, después, Carreteras y Urbanismo S.A. Naturalmente yo ahora tengo mucha menos actividad. Pero sigo haciendo mi vida normal. Ahora estoy en mi oficina. Trabajo mañana y tarde y como me dicen que de la mente estoy bien, pues aquí sigo. Puedo decir con orgullo que la primera de estas compañías es la empresa constructora más antigua de México que todavía sigue dirigida por su fundador».
Las heridas del tiempo no se borran ni después de 80 años. El Miaja centenario sigue muy atento a la actualidad nacional y nos da su opinión respecto a la exhumación de Franco, el general que les ganó la guerra: 
«Estoy totalmente de acuerdo con la exhumación de los restos del dictador y que sean entregados a su familia para que sean enterrados en una tumba familiar privada. En cuanto al destino futuro del Valle de los Caídos, creo que debe buscarse un acuerdo entre distinguidos historiadores e intelectuales que destaquen por su integridad y espíritu progresista».
Al final de nuestra conversación Fernando recuerda una frase de Mario Benedetti: «Cuando uno emprende un exilio nunca deja de ser un exiliado». Y él se sigue considerando así, el último exiliado de la República española. Después de ocho décadas residiendo en México se considera un mexicano más: 
«Aquí me casé con Pepita, aquí nacieron mis hijos y aquí viven también mis nietos y bisnietos. Todo lo que recuerdo de España lo he escrito en mis libros. Y ahí está la única verdad de lo que ocurrió entonces»
Palabra de un militar español.



Ultimo Barco del exilio.


El Stanbrook fue un buque carbonero británico, de 1383 toneladas, de dimensiones 230,1 × 34 pies (70,1 × 10,4 m) y una velocidad máxima de 12 nudos, y con capacidad para 24 tripulantes, que llevó a cabo la última evacuación de refugiados republicanos del puerto de Alicante el 28 de marzo de 1939, cuatro días antes del final de la Guerra Civil Española. 
En marzo de 1939 el puerto de Alicante se encontraba bloqueado por la armada del general Franco y aviones de la Alemania nazi, lo que convirtió en tarea casi imposible la llegada de los barcos contratados por el gobierno de la Segunda República para evacuar a los miles de refugiados hacinados en el puerto. La amenaza de hundimiento provocó que la gran mayoría de navieras incumpliera sus acuerdos, ya pagados, y desistiese de acercarse a aguas españolas.
El 28 de marzo de 1939 el Stanbrook se hallaba fondeado en el puerto de Alicante esperando cargar naranjas y azafrán. El capitán del barco, el galés Archibald Dickson al ver a los miles de refugiados que había en el puerto, desafió la orden que había recibido del propietario del carguero Jack Billmeir de no evacuar civiles y acogió a todos los que cupieran a bordo. Uno de los pasajeros, Antonio Vilanova, funcionario de aduanas que más tarde escribiría en México Los olvidados, una obra sobre los refugiados republicanos, relató en una carta a un amigo cómo se produjo el embarque:
En la mente de todos había sensación de fuga, derrota, hundimiento moral. Cuando llegamos al barco, éramos recibidos entre las protestas de los pasajeros que ya estaban allí. Conforme subíamos, unos se acomodaban en la cubierta, otros en la bodega o en las sentinas. Faltaba sitio, pero seguía entrando gente.
Helia González, entonces una niña de cuatro años cuya familia republicana había ido a Alicante desde Elche, cuenta su experiencia:
Llegamos al puerto en tren desde Elche; una vez allí, una cola larguísima nos separaba de un barco que me pareció enorme con un nombre extraño y mucha gente. Nosotros, como todos los demás, temíamos no poder alcanzar la pasarela que nos permitía llegar a él. 
Al fin llegamos al barco. Unos brazos vigorosos me levantaron. Vi una cara sonriente, una gorra de marino y me dio un beso en la mejilla. No dijo una sola palabra, pero ese abrazo, esa mirada, prometían algo bueno... era él, Dickson y ya no había peligro.
El capitán Dickson contó en una carta al Sunday Dispatch publicada el 4 de abril las razones por las que había tomado la decisión de socorrer a los refugiados y a continuación describió lo que vio allí:
Entre los refugiados había todo tipo de clases de gente, algunos aparentaban ser extremadamente pobres y parecían consumidos por el hambre y mal vestidos, con una variedad de atuendos que iban desde monos hasta viejas y desgastadas piezas de uniformes e incluso mantas y otros peculiares trozos de tela. Había también algunas personas, mujeres y hombres, con una buena apariencia y que asumí eran mujeres y parientes de funcionarios. Algunos de los refugiados parecían llevar consigo todas sus posesiones terrenales cargadas en maletas; bolsas de todas las descripciones, algunas atadas en grandes pañuelos y unos pocos con maletas.
El Stanbrook zarpó al atardecer del 28 de marzo con 2.638 personas a bordo y sorteando los proyectiles lanzados por el crucero franquista Canarias que bloqueaba el puerto de Alicante. Para eludirlo el capitán Dickson puso rumbo a Orán, en la costa de Argelia.​ Como el número de pasajeros que llevaba excedía con creces su capacidad navegó escorado, por debajo de la línea de flotación.

Helia González, de cuatro años de edad cuando embarcó y natural de Elche, recuerda el viaje:
Recuerdo una cubierta abarrotada, con el cielo oscuro sobre nuestras cabezas. Llovió esa noche, no demasiado, pero hacía frío. Papá me dijo que cuidara de mi hermanita. Mamá compartió con una familia malagueña, un matrimonio y un niño de mi edad una tortilla de un huevo y dos patatas con un poco de grasa.
Después de 22 horas de travesía –durante la cual el capitán Dickson, según contó él mismo, suministró «a los refugiados más débiles un poco de café y un poco de comida»–​ el Stanbrook llegó al puerto de Mazalquivir cerca de Orán. Cuando supieron de la llegada del barco, residentes españoles en Orán les llevaron en barcas alimentos y medicinas. Dos días después –gracias a las gestiones del capitán Dickson– las autoridades coloniales francesas dejaron desembarcar a las mujeres y a los niños, siendo acogidos en la antigua prisión del Cardenal Cisneros.​ Los hombres –unos 1500–​ tardaron un mes en hacerlo por decisión de la administración francesa, desconociéndose la razón de la cuarentena. 
La gesta heroica del Stanbrook ha quedado perpetuada en Alicante con la rotulación de una calle dedicada al buque inglés.




Este 1 de abril se cumplen 80 años del fin de la Guerra Civil Española, desencadenada tras el golpe de Estado contra la II República. En la actualidad, la implementación de la ley de Memoria Histórica no ha conseguido que el país supere la fractura.  La reconciliación sigue siendo la gran asignatura pendiente de la Guerra Civil, ya que no se ha logrado cerrar la profunda herida que generó el enfrentamiento entre españoles luego del golpe de Estado que los militares dieron contra la República en 1936.
En España sigue habiendo más de 100.000 desaparecidos, la mayoría de ellos victimizados por los golpistas durante la guerra y la dictadura franquista, a pesar de los continuos reclamos de sus familiares para que se localicen las fosas comunes esparcidas por todo el territorio.
La ley de Memoria Histórica impulsada tardíamente por los gobiernos socialistas durante la última etapa democrática es claramente insuficiente, ya que entre otras carencias no contempla los fondos necesarios para la búsqueda de los desaparecidos.
La derecha española del Partido Popular (PP) y Ciudadanos no ha mostrado el menor interés por reivindicar la memoria histórica, lo que entorpece desde luego el acercamiento entre vencedores y vencidos.
Las reticencias de la derecha bajo la excusa de no revivir el trauma de la Guerra Civil ha impedido al Parlamento español condenar expresamente el golpe de los militares que provocó la contienda.
La asignatura sigue pues pendiente, aunque para la mayoría de los ciudadanos ibéricos el enfrentamiento de las dos Españas sea un episodio cada vez más lejano.

Por Luis Méndez, corresponsal de RFI en Madrid



Nota de prensa
Cándido Marquesán Millán
10 DE AGOSTO DE 2020

Según el CIS de febrero de 2010, para el 40% de los españoles la culpa del estallido de la guerra civil se reparte en los dos bandos por igual. Para el 36% ambos bandos causaron las mismas víctimas. Para el 58% el franquismo tuvo “cosas buenas y cosas malas”. Y para un 35% “con Franco había más orden y más paz”, aunque a continuación admitieron, menos mal, un 80% y un 88% respectivamente, que se violaron los derechos humanos y no había libertad de expresión. Un 74% consideran con orgullo la Transición. El 56% no sabe cuándo se aprobó la Constitución. El 69% confirmaron que recibieron poco o ninguna información sobre la guerra civil en el instituto o colegio.

El mismo Fernando Hernández Sánchez, en un reciente artículo El presente en un país extraño, expone algunos hechos no menos preocupantes en relación al desconocimiento de acontecimientos de la historia de nuestro presente, como la Segunda República, la guerra civil y el franquismo. Menciona que hace unos años participó en un curso de verano de la Universidad Complutense sobre lecturas de la guerra civil española. Entre el público, numeroso y muy interesado en el estudio de la España contemporánea, abundaban los docentes de secundaria. En  su intervención, que versó sobre el tratamiento de la guerra civil y sus consecuencias en los libros de texto, propuso al auditorio un supuesto. Ante el último ejercicio de la oposición de acceso al cuerpo de profesores de Secundaria y, habiendo obtenido una alta calificación en la primera fase del procedimiento, debían exponer ante el tribunal del que dependía su aprobado final uno de estos dos temas, extraídos al azar: el franquismo y el arte prerrománico
Invitados a responder con total sinceridad, ¿imaginan cuál fue la opción aplastantemente mayoritaria? Y también comenta que un reciente examen de prueba de acceso a la universidad (EvAU) en un instituto de Madrid la gran mayoría del alumnado rechazaba el tema de la Segunda República, la guerra civil o del franquismo, inclinándose por temas más complejos del siglo XIX. El temor a pronunciarse sobre el pasado reciente en situaciones de las que depende la promoción profesional o académica es más que una anécdota.

Tras la muerte de Franco y la implantación de nuestra democracia ejemplar, aún manteniéndose tal discurso de la dictadura, se fue abriendo paso el discurso no sin esfuerzo de una equivalencia maniquea: ambos lados fueron culpables del desencadenamiento de la guerra civil.
Todo lo expuesto por Hernández Sánchez nos tiene que provocar una serie de reflexiones. La primera es que todavía hay miedo en el aula, en los medios y en la sociedad a hablar sobre la Segunda República, la guerra civil y el franquismo. Y eso que estamos ya en una democracia moderna, producto de un proceso ejemplar de Transición democrática, que, para algunos, vendría a ser el segundo acontecimiento más importante tras la creación del mundo; proceso pivotado por el emérito, al que deberíamos por ello estar siempre agradecidos los españoles. Y quien tiene la osadía de cuestionar la ejemplaridad de la Transición y el papel del emérito sufre ataques por tierra, mar y aíre.
La sombra de Franco, o lo que es lo mismo el franquismo, es alargada. Muchos de nuestros abuelos por haberse significado políticamente fueron represaliados brutalmente. Y en el sumo de la perversidad les hicieron sentirse culpables.
 En el prólogo del libro, Desenterrar las palabras. Transmisión generacional del trauma de la violencia política del siglo XX en el Estado español de Clara Valverde, Montse Armengou dice que en su trabajo como directora de documentales sobre la represión franquista, le sorprendió que frecuentemente las víctimas adquieran conciencia de serlo en el marco de un programa televisivo. 
«Esa manía de papá de meterse en política, acarreó la desgracia a toda la familia, a él el primero, pero de rebote nos salpicó a todos. Mira que mamá se lo tenía dicho: ¡tú no te metas en política! Le hicieron sentirse culpable.»
 Las frases actuales «No te signifiques» o «No te des a notar» son una herencia de la dictadura. En definitiva miedo. Y ese miedo todavía persiste tras 45 años de la muerte del Funeralísimo, según denominación de Rafael Alberti.

Mas quiero referirme ahora a los datos del CIS del 2010 -no pienso que sean hoy muy diferentes los resultados- en los que una parte importante de españoles consideran que de la guerra civil ambos lados fueron culpables y que cometieron las mismas víctimas y que en el franquismo hubo cosas buenas y cosas malas, y que había más orden y más paz. Todas estas actitudes muy preocupantes en un sistema democrático, son producto de un desconocimiento de nuestra historia, cuyos efectos todavía siguen presentes. Todo tiene un porqué.
Para legitimarse la dictadura necesitó deslegitimar el régimen de la II República. Por ende, lo primero que hizo fue denigrar y desmontar totalmente la escuela republicana. Reorientó la enseñanza basada en el nacional-catolicismo, en la que la Iglesia tuvo un protagonismo fundamental, no en vano había apoyado a la dictadura en la Carta Colectiva de los obispos. Construyó un doble discurso escolar: uno catastrofista, del que era culpable la República; y otro heroico en beneficio de los sublevados, que no tuvieron otra opción que levantarse para que España no acabase en el abismo. La Enciclopedia Escolar Edelvives. Segundo Grado. Editada en Zaragoza en 1944 decía:
«El Ejército en cumplimiento de su sagrado deber para con Dios y con España, decidió lanzarse a su salvación. Así empezó el Glorioso Movimiento Nacional».
Tras la muerte de Franco y la implantación de nuestra democracia ejemplar, aún manteniéndose tal discurso de la dictadura, se fue abriendo paso el discurso no sin esfuerzo de una equivalencia maniquea: ambos lados fueron culpables del desencadenamiento de la guerra civil. Discurso muy extendido en medios, en la sociedad, e incluso en las aulas. No tanto en la historiografía. Lo cual significa un desconocimiento de todo lo que supuso de modernidad el proyecto de la II República. La izquierda tuvo que hacer muchas concesiones y entre ellas la de asumir la idea de que la democracia se inició en España con la Constitución de 1978, y no en los tiempos de la II República. Lo malo del caso es que la forma en que se hizo la Transición a la democracia tendió a perpetuar los viejos silencios e impidió que se apoyaran desde arriba los esfuerzos que algunos investigadores estaban haciendo para recuperar la historia de la II República y de la Guerra Civil.

 Este discurso de igual culpabilidad en ambos lados fue reafirmado tras la publicación del  libro de Manuel Chaves Nogales A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, publicado ya en Chile en 1937 y en España en el año 2001. Está compuesto de un impresionante prólogo, y nueve relatos, a cual de ellos más truculento, que son todo un paradigma del nivel de crueldad al que pueden llegar los seres humanos en determinadas circunstancias.
 Del primero titulado ¡Masacre, masacre!, ubicado en el Madrid sitiado por las tropas fascistas es este: 
"Es inútil --arguyó el miliciano del pistolón-- con los aviones de Italia y Alemania no podremos. No hay más táctica que el terror. Por cada víctima de los aviones, 5 fusilamientos, 10 si es preciso. En Madrid hay fascistas de sobra para que podamos cobrar en carne". 
Del segundo De la gesta de los caballistas es este, que no le anda a la zaga:

 "De Sevilla ha salido el Algabeño con su tropa de caballistas con los mejores jinetes de la aristocracia sevillana y los hombres de su cuadrilla, sus banderilleros y picadores, capaces de lidiar lo mismo una corrida de Miura como un ayuntamiento del Frente Popular." 
Por ello, en el prólogo escribió: 
"De mi experiencia personal había contraído méritos para haber sido fusilado por los unos y por los otros. Sé de buena tinta que antes de la guerra civil, un grupo fascista de Madrid había decidido asesinarme, sin perjuicio de que los revolucionarios, comunistas y anarquistas, considerasen que yo era perfectamente fusilable".

 Esa es la palabra clave “yo era perfectamente fusilable”. Por ello, decidió huir, y pasó a convertirse en paradigma de la Tercera España. Supone un reduccionismo injustificado, el convertir la guerra civil en un enfrentamiento entre comunismo y fascismo. Lo cual es una falacia, del lado de gobierno legítimo de la República había otras fuerzas políticas.

Sobre este libro y su contribución al fortalecimiento de la “Tercera España” es muy interesante el artículo de Francisco Espinosa “Literatura e historia. En torno a Manuel Chaves Nogales y la “Tercera España”. Nos dice “a esta concepción maniquea, de ambos lados fueron culpables, se ha incorporado también la literatura. 
Ahí tenemos a Muñoz Molina con La noche de los tiempos y a Trapiello con Ayer no más y a otros más intentando convencernos de que Manuel Chaves Nogales y algunos de sus escritos nos dan las claves de la guerra civil, al menos de la que imaginan gente como Muñoz y Trapiello, que ya sabemos que aunque escriben novelas son casi historiadores. El objetivo final, como el de los revisionistas, es ofrecer una visión negativa y caótica de la República y hacernos creer que la guerra, en la que todos fueron iguales, fue inevitable. 
Tienen mucho terreno ganado, porque lo que se nos viene diciendo desde la Transición es precisamente eso. Chaves, al que llevan camino del santoral de la “Tercera España”, les permite no ya lo que nunca les permitirán sus admirados escritores fascistas, sino lo que jamás podrán extraer de las obras de gente como Aub, Machado o Cernuda. Y ese concepto de la “Tercera España” viene perfecto para la equivalencia maniquea. La “Tercera España” no existe. La realidad es más simple. 

En 1936 había dos Españas: la del Gobierno legal surgida de las elecciones generales de febrero y la del golpe militar del 18 de julio. La terrible agresión fascista conmocionó y quebró el Estado, que vio cómo en cuestión de semanas más de medio país caía en manos de los sublevados, que estaban aplicando un calculado plan de exterminio. Sin embargo, allí donde el golpe fracasa o es sofocado por el pueblo en armas se abre un proceso revolucionario de consecuencias imprevisibles que tardará varios meses en ser controlado por los gobiernos republicanos que afrontaron la nueva situación. Debería estar claro ya que los responsables primeros de lo que pasó fueron los que iniciaron la agresión abriendo la cadena de violencia. 
La República fue la víctima de ese ataque, al que tuvo que responder entre múltiples dificultades. Al respecto resulta muy interesante el último libro de Ángel Viñas ¿Quién quiso la guerra civil?
 En él demuestra cómo desde el mismo 14 de abril de 1931 los monárquicos, encabezados por Goicoechea, jefe nominal de Renovación Española, estuvieron en contacto con el fascismo de Mussolini para derribar el régimen republicano. Está claro quién quería la guerra civil.  La huida de Manuel Chaves Nogales  fue humana y no merma en nada su categoría personal ni la calidad de su obra, pero lo que no podemos hacer en modo alguno es convertirla en modelo ejemplar. Chaves Nogales, como otros muchos, optó por quitarse de en medio. Y por otro lado durante los 5 meses que estuvo en Madrid nadie lo molestó, sí que hubiera tenido problemas de haber estado en Sevilla el 18 de julio. Sin embargo, hay que decir que la “operación Chaves”, para reafirmar la “Tercera España” encierra un desprecio absoluto por todos aquellos españoles que, desde diferentes posiciones ideológicas, defendieron la República hasta la derrota final. Hubo muchos otros periodistas que permanecieron hasta el final del lado del gobierno legítimo de la República, y por ello, algunos se exiliaron y otros fueron represaliados por la dictadura.

Frente a los discursos anteriores: la República fue culpable de la guerra civil y el de la equivalencia de la culpabilidad entre ambos bandos, se ha abierto paso no sin dificultades el de la revalorización de la II República, coincidiendo en parte con el Movimiento por la Recuperación de la Memora Histórica.
 Se ha trabajado en tal sentido a nivel historiográfico, tanto en el ámbito universitario, como en el de las enseñanzas medias. Personalmente publiqué en el 2001 el libro La Segunda República en Híjar, periodo que para los hijaranos suponía el caos, la violencia y la revolución, producto de su desconocimiento y su tergiversación.
 En el 2006 otro titulado José Gálvez Oliver. El Tío Rullo. Vida y exilio de un socialista hijarano.  
Luego publiqué algunos artículos  sobre el mismo periodo Las Misiones Pedagógicas en Híjar; Las dificultades del republicanismo en Híjar en 1931; Un página poco conocida de la II República: la primera vez que votaron las mujeres españolas, publicado en este mismo medio. 
Además de otros sobre La represión franquista en Híjar. Todos estos trabajos me generaron problemas con algunos conciudadanos, llegando a algún enfrentamiento personal o retirada del saludo.
 Igualmente lleve a cabo con los alumnos del instituto de Alcañiz trabajos de “historia oral”, metodología de investigación que pude conocer a través de otro profesor de secundaria y gran especialista en el tema, Herminio Lafoz. En uno de los trabajos de uno de mis alumnos, pude conocer el bombardeo terrible sobre Alcañiz por parte de la aviación italiana. Bombardeo que documentó en un gran libro José Mari Maldonado, también profesor de secundaria, “Alcañiz 1938: el bombardeo olvidado”. En mis clases no tuve reparo alguno en explicar las atrocidades y represalias del régimen franquista, por lo que en cierta ocasión el director del instituto me presentó las quejas de algunos padres. Todo se debía por haber dicho en clase que Franco había sido el mayor genocida de la Historia de España. 
En definitiva, en mi trabajo profesional he tratado de explicar la II República, la guerra civil y el franquismo, desde una perspectiva muy diferente a las de los dos discursos anteriormente mencionados. Lo que ya no pongo la mano en el fuego que otros colegas de profesión hayan hecho lo mismo, quizá por falta de compromiso y no querer problemas. Allá cada cual con sus razones.

No puedo sino terminar con una reivindicación de los valores de la II República. Para ello utilizaré las palabras del maestro ya fallecido Josep Fontana de su conferencia de 2009 Los historiadores son gente peligrosa. La Interferencia de los políticos en la enseñanza y divulgación de la historia:
 “De 1975 para acá –y eso son ya muchos años no se haya hecho nada desde arriba para alentar el trabajo de recuperación de la historia de la II República, algo que ha habido que hacer desde abajo, y con demasiada frecuencia al margen de las universidades, que no se han sumado a esta preocupación hasta hace muy pocos años. El retraso con que se ha abordado esta tarea tiene una consecuencia negativa, como es la de habernos dejado atrapados en la trampa que nos tendió el franquismo, contando muertos y haciéndonos olvidar que el mayor de sus crímenes, mucho mayor que las ejecuciones en las cunetas, los descampados y las cárceles, era el de haber acabado con esa gran esperanza de reforma que implicaba la República, relegando al olvido los esfuerzos realizados en aquellos años en terrenos tan diversos como son los de las libertades democráticas, los derechos sociales o, sobre todo, en el de la educación, entendida como un medio para convertir a los súbditos en ciudadanos. Hemos estado elaborando hasta ahora el censo de los numerosos maestros asesinados en los primeros días de la guerra civil. Tal vez haya llegado el momento de ponernos a explicar qué enseñaban estos maestros y de qué modo contribuían a un proyecto de transformación de la sociedad española que algunos temieron que podía afectar a sus intereses y mermar sus privilegios, lo que les llevó a condenarlos a muerte”.
En la introducción del libro “Enseñar Historia con una Guerra Civil por medio” (1999) el mismo Fontana nos dice: 
Vivimos en tiempos de revisionismo en que se pretende sostener que en la contienda civil española ambos bandos fueron igualmente culpables y que la sublevación militar de julio de 1936 fue una consecuencia inevitable de los errores y abusos del régimen republicano. Pienso, por el contrario, que un análisis de lo realizado por cada uno de los dos bandos muestra que les movían razones muy distintas. Y que es imposible entender lo que significó la Segunda República Española, y los motivos por los que la combatieron los sublevados de 1936, si se pasan por alto diferencias tan fundamentales como ésta: la República construyó escuelas, creó bibliotecas y formó maestros; el "régimen del 18 de julio" se dedicó desde el primer momento a cerrar escuelas, quemar libros y asesinar maestros”
Fernando Hernández Sánchez profesor de Didáctica de la Universidad Autónoma de Madrid en un artículo Memoria e Historia del Presente: La asignatura en que España no progresa adecuadamente en la Revista Nuestra Historia 2 (2016) expone unos datos muy preocupantes del desconocimiento de nuestra historia presente. Tales datos los tomó del libro de Francisco Espinosa Lucha de historias, lucha de memorias 2002-2015.

La guerra contra la memoria: demandas contra investigadores e impunidad para crímenes franquistas
La demanda contra el historiador Fernando Mikelarena es la última de una serie de denuncias que buscan paralizar investigaciones sobre la represión franquista. Historiadores y memorialistas temen una judicialización de la investigación histórica como la que se está produciendo en Polonia
— Demandado un historiador por publicar que Jaime del Burgo era jefe de requetés cuando se produjo la mayor matanza de republicanos de Navarra.



MEMORIA HISTÓRICA

Rostros de personas fusiladas o desaparecidas por el franquismo.
Olga Rodríguez

20 de febrero de 2021 

¿Cómo puede afectar a un historiador una demanda por publicar datos documentados? ¿Y a un familiar de una víctima del franquismo que haya investigado, recogido indicios y publicado testimonios de testigos? La demanda presentada contra el historiador Fernando Mikelarena, de la que informó esta semana elDiario.es, ha causado revuelo en círculos de historiadores, memorialistas y familiares de víctimas del franquismo.
En ella Arturo del Burgo, hijo del exdiputado de UPN-PP Jaime Ignacio del Burgo, denuncia a Mikelarena por publicar que su abuelo Jaime del Burgo era jefe de requetés cuando se produjo la saca de Tafalla, la mayor matanza de republicanos en Navarra. Dicha información fue extraída por Mikelarena de varios documentos, entre ellos el diario Pensamiento Navarro.
"Es evidente que este tipo de hechos pueden suponer una pesadilla para el demandado", señala el historiador Francisco Espinosa, autor del libro Callar al mensajero, publicado en 2009, donde recoge una docena de casos de personas que han sido demandadas desde el año 1980. "Algunos fueron terribles, los denunciados lo pasaron muy mal".
"Es lógico que ante este tipo de denuncias la gente opte por no incluir todos los nombres que la documentación ofrece, o por expresar un cuidado especial, conduciendo a cierta autocensura", explica Espinosa. "Aunque la demanda quede en nada, los años de pesadilla hasta que se archive el caso están ahí", añade.
Jefes de requetés en Navarra

"Los que ganaron la guerra quieren seguir escribiendo la historia", señalaba este jueves en Twitter la escritora Edurne Portela, al hilo de la denuncia contra Mikelarena. Integrantes del Ateneo Basilio Lacort y profesores de la Universidad Pública de Navarra han expresado en dos comunicados su apoyo al historiador.
En ellos rechazan "la judicialización del quehacer historiográfico cuando los hechos investigados por Mikelarena se produjeron hace 85 años. No es un caso aislado. En días pasados se ha conocido que el Gobierno polaco ha condenado a dos prestigiosos historiadores por sus investigaciones en torno al Holocausto. Este es un camino peligroso para la libertad intelectual".
La condena en Polonia contra esos investigadores de la represión contra los judíos y el interrogatorio a una periodista en ese país han encendido las alarmas y están presente en las palabras de investigadores, historiadores y familiares de víctimas consultados por elDiario.es. Advierten del riesgo que este tipo de demandas conllevan en un país como España, donde los crímenes del franquismo siguen sin ser investigados por la justicia, a pesar de las peticiones de Naciones Unidas y diversas organizaciones internacionales de derechos humanos.

La demanda de la familia Franco

Uno de los casos que ha levantado ampollas en los últimos tiempos es la denuncia presentada por la familia Franco contra Carlos Babío, coautor del libro Meirás, un pazo, un caudillo, un expolio, por presunta vulneración del derecho al honor y la intimidad de la familia Franco, que le acusa de difamación por su intervención en un programa de televisión. También están denunciados varios periodistas.

"En estos momentos tengo dos demandas por injurias y calumnias contra Franco, una por lo civil y otra por la vía penal en dos juzgados diferentes", relata a el Diario.es.
"Es como si yo atraco un banco y no valen los indicios, ni los testimonios, ni las pruebas que recopila la policía, y el juez me pide el acta del atraco. Si tengo que demostrar que a mi abuela o a otras personas les tomaron las propiedades, y para ello me piden entregar un documento firmado por Franco o por su gente reconociendo que abusaron de las personas colindantes, evidentemente ese documento no existe", explica.
Y añade: 
"Los Franco pueden demandar a todo el mundo y pasearse por los platós de televisión diciendo lo que no les gusta. Volvemos a la impunidad de la presunción de veracidad que tiene el franquismo. Franco construye un relato que es propaganda, y cuando intentas demostrar que solo era propaganda, afrontas acusación de injurias y calumnias. Las víctimas están sometidas al acoso y los Franco siguen gozando de impunidad".

La demanda del hijo de Baena Tocón

Otra demanda llamativa es la que afecta al catedrático de Literatura Juan Antonio Ríos Carratalá, denunciado por el hijo de Antonio Luis Baena Tocón por haber contado que su padre participó en el juicio contra Miguel Hernández. Esa querella señala también a un número tan elevado de periodistas, medios de comunicación -entre ellos, elDiario.es- y editoriales, que sus nombres ocupan una página entera, sin puntos y aparte.
Cuando Baena presentó su denuncia la Universidad de Alicante decidió en un primer momento borrar de dos artículos digitales el nombre de Baena Tocón. Poco después rectificó, entendiendo que "los fines de la investigación histórica, la consideración de autoridad pública y el concepto de investigación" prevalecen sobre la ley de protección de datos. 
La propia Agencia de Protección de Datos rechazó que se borrara del buscador Google el nombre de Baena Tocón por tratarse de documentos para "mantener informada a la sociedad" y estableció que "no hay injerencia" con el respeto a la vida privada.


"Hay un avance de la extrema derecha"

Sin embargo, Ríos Carratalá está aún pendiente de la demanda.
 "La experiencia es traumática porque creo haber realizado un trabajo correcto y, desde el principio, me puse en contacto con el hijo del alférez para recabar cualquier documento o testimonio que me pudiera facilitar y que fuera susceptible de modificar mis conclusiones", indica Ríos Carratalá en conversación con elDiario.es.
"El caso del hijo de Baena Tocón en Alicante es escandaloso, dice que se acoge al derecho al olvido, pidió que apareciesen solo las siglas de su padre, la Universidad accedió en un primer momento, lo cual da la medida de cómo estaba el ambiente. Ríos Carratalá contó algo que puede comprobar cualquiera, y es que el padre de Baena Tocón formó parte del juzgado de instrucción que llevó adelante la causa de Miguel Hernández. Y no solo esa causa, otras más", señala el historiador Espinosa.
"Este tipo de demandas pretenden detener el tipo de trabajo que llevamos haciendo los historiadores que investigamos estos asuntos. Ahora se sienten envalentonados con el avance de la extrema derecha dada la situación española, europea y mundial. Y piden el derecho al olvido", añade.
Otros casos

El listado de personas afectadas por denuncias de este tipo incluye al historiador Dionisio Pereira, que en 2007 fue denunciado por la familia de un alcalde falangista. Trescientos cincuenta historiadores y académicos salieron en su defensa, pidiendo protección al Tribunal Constitucional.

También fueron víctimas de estas demandas la periodista Dolors Genovés, denunciada por los hijos del falangista Trías Beltrán, Carmen García, hija de un fusilado, demandada en 2019, con 90 años de edad, por el que fuera alcalde de su pueblo por acusarle de robar tierras, o Fernando Ruiz Vergara, condenado en 1982 a no poder exhibir su documental Rocío, por incluir el testimonio de un vecino que identificaba con nombres y apellidos al presunto cabecilla de la represión en Almonte.
La historiadora Ana Martínez Rus teme que "estas dinámicas de demandas afecten sobre todo a la gente joven a la hora de elegir un tema para una tesis, por ejemplo, valorando que es un riesgo que no les compensa porque aún no cuentan con los mecanismos de protección o con el salario precisos. En mi caso concreto no me siento achantada, seguiré haciendo mi trabajo como siempre, pero evidentemente abre una senda peligrosa porque se cuestiona la investigación histórica, se judicializa".

¿No podemos investigar el franquismo hasta dentro de tres generaciones?

"El riesgo es que haya una sentencia perjudicial para la investigación histórica y que siente jurisprudencia. En ese caso ¿qué hacemos? ¿No podemos estudiar el franquismo hasta dentro de tres generaciones? Este es un problema de los descendientes con su pasado", indica Martínez Ruz en conversación con elDiario.es.
El historiador y archivero Sergio Gálvez comparte la misma advertencia. 
"Estamos en un momento de ofensiva de la extrema derecha y nos arriesgamos a que el revisionismo y el negacionismo franquista puedan causar estragos", alerta.

Hay una hiperinflación del derecho al honor de los muertos, que suelen ser los que tienen responsabilidad en la represión
El profesor de Derecho de la Universidad de Sevilla, Bartolomé Clavero señala que "la jurisprudencia ha tendido a ponderar en favor del derecho al honor para personas que ya no están vivas, por encima del derecho a la información. Hay una hiperinflación del derecho al honor de los muertos, que casualmente suelen ser los que tienen responsabilidades directas o indirectas en la represión de la dictadura".
El jurista explica que en este apartado la Constitución española -los artículos 18 y 20- es prácticamente igual a la alemana, pero que "a nadie en Alemania se le ocurriría emplear el derecho al honor para proteger el pasado nazi de alguien. No ha habido ningún caso que haya trascendido en Alemania en el que la justicia haya amparado la memoria antidemocrática del nazismo", indica en conversación con elDiario.es.

Un franquismo sin franquistas

Ríos Carratalá es autor de un libro titulado Un franquismo con franquistas, en el que señala que en realidad en España se nos ha presentado a menudo un franquismo sin franquistas, salvo unas pocas figuras históricas:
"Hemos asumido, con dificultades, un pasado dictatorial, pero va a ser mucho más difícil aceptar una obviedad: ese pasado tiene numerosos protagonistas más allá de las grandes figuras históricas. La presencia de sus nombres en las investigaciones históricas, aunque sean rigurosas y cuenten con pruebas, todavía incomoda en unos sectores sociales incapaces de observar esa época como una materia histórica", señala.
El historiador Mikelarena comparte la idea de que este tipo de demandas, como la que él mismo ha recibido, "intentan fomentar que no se investiguen estos temas".

El presidente de la Asociación para Recuperación de la Memoria Histórica, Emilio Silva, considera que "este problema surge del vacío de un Estado que no trabaja para que se relate y conozca la verdad de lo que pasó durante el franquismo, y delega su responsabilidad en investigadores que están expuestos a la judicialización de sus intentos por difundir quiénes fueron los responsables de las violaciones de los derechos humanos de la dictadura".
"Cuando el Estado no combate la impunidad del franquismo es la sociedad civil la que se enfrenta, desprotegida, a quienes se escudan en el honor para esconder la verdad", añade Silva.
Fuera del ámbito de los historiadores y de los familiares de víctimas del franquismo también se han producido demandas, como la recibida por la diputada andaluza Teresa Rodríguez, quien fue condenada por un tuit contra el ministro franquista Utrera Molina en el que le atribuía responsabilidad en el asesinato de Puig Antich.
El denunciante se arriesga a que el pasado que quiere esconder o cuestionar sea divulgado mucho más.
Rodríguez ha llevado su caso al Supremo, alegando "que la negativa de Utrera Molina a conceder el perdón a Puig Antich, bajo la forma de "enterado de la sentencia" que firmó el propio Utrera Molina", es una forma de responsabilidad.
Esa condena a Rodríguez contrasta con la decisión del Tribunal Supremo de archivar la querella contra el diputado de Vox Ortega Smith, por mentir al decir que las Trece Rosas "torturaban, asesinaban y violaban".
En todo caso, estas demandas también pueden tener un efecto bumerán y lograr que el pasado que el denunciante pretende esconder o cuestionar termine siendo divulgado mucho más, al convertirse en noticia el motivo de la misma.



Memoria histórica: Los zamoranos borrados de La Almudena.

El Ayuntamiento de Madrid retira las placas con los nombres de los represaliados por el franquismo en la capital entre 1939 y 1944, unas láminas en las que aparecían 19 personas procedentes de la provincia
Manuel Herrera
02·12·19


El 1 de abril de 1939, "cautivo y desarmado el ejército rojo", Francisco Franco dio por zanjada la Guerra Civil que le permitió establecer una dictadura en España hasta el año 1975. Pero la represión continuó. Según las cifras oficiales, solo en Madrid, fueron ejecutadas cerca de 3.000 personas tras las sentencias posteriores a la contienda, entre mayo del 39 y 1944. En ese listado aparecen hombres y mujeres de diversas procedencias y con acusaciones variopintas. Entre ellas, 19 zamoranos.
Su recuerdo regresó recientemente a la memoria gracias a la idea del Ayuntamiento de Madrid de construir un monumento en el cementerio de la Almudena que recordara a aquellas víctimas de la posguerra. Pero la iniciativa ha tenido poco recorrido. Con el cambio de mando en la capital, el nuevo equipo de Gobierno tomó la decisión de retirar las placas colocadas para darle un nuevo enfoque a este homenaje. Según se ha publicado en los medios nacionales, el próximo memorial contará con la siguiente inscripción: 
"El pueblo de Madrid a todos los madrileños que del 36 al 44 sufrieron la violencia por razones políticas, ideológicas y religiosas. Paz, piedad y perdón".
De este modo, la presencia de los nombres de los 19 zamoranos represaliados por el franquismo ya han sido borrados de la Almudena. Sus identidades son conocidas y su rasgo común, aparte de su procedencia, es que perecieron a manos de la dictadura en los años posteriores al final de la guerra. Es el caso de Josefa Rodríguez Fernández, Ángel Pedrero García, Vicente Rueda Fernández, José de la Mano Gago y Diego Mosquera Blanco (Zamora capital); José Benavente Valderrama y Ángel Baquedano Mañanes (Benavente); Gabriel Delgado Macías (Vezdemarbán); Agripino Laperal Iglesias (Madridanos); Fidel González González, Dionisio Morais Posada y Antonio Menchero Lillo (Moraleja del Vino); Félix Ramos Luelmo (Morales del Vino

Entre los datos oficiales, aparece reflejado que las víctimas fueron ejecutadas, generalmente, a través del fusilamiento, aunque algunos, como Ángel Pedrero, tuvieron que sufrir el temible garrote vil. En cuanto a las edades, la horquilla muestra a personas de entre 25 y 57 años; algunas de ellas muy vinculadas a las actividades del bando republicano durante la guerra, y otras que tuvieron menos peso en la contienda.
Entre los personajes más conocidos, según explica el portavoz del Foro por la Memoria de Zamora, Eduardo Martín, se halla, por ejemplo, Vicente Rueda, un dirigente del Partido Comunista en la provincia, que se movió a la zona republicana cuando la ciudad cayó en manos de los sublevados, en las primeras horas tras el golpe. Fue fusilado, a los 27 años, el 9 de agosto de 1940.
En el caso del ya citado Ángel Pedrero, Eduardo Martín señala que el zamorano formó parte del servicio de información militar del bando republicano. En los últimos días de la contienda, trató de salir de España a través del puerto de Alicante, que "se convirtió en una ratonera" y supuso, para muchos, la detención y la posterior condena a muerte. En este caso, el final llegó el 4 de marzo de 1940.Martín subraya que Pedrero se encuentra entre los casos "controvertidos" del memorial, por el tipo de delitos cometidos. Ahora bien, algunas de las víctimas de las ejecuciones pagaron "el cobro de la cuota de sangre" tras verse en el bando republicano "sin tener una vinculación política clara".
A juicio del representante del Foro por la Memoria en la provincia, lo ideal sería "recordar a estas personas con sus nombres y apellidos" por su carácter de "referentes democráticos". El posicionamiento actual del Ayuntamiento de Madrid, basado en "la reconciliación y el respeto", no ha contentado a los colectivos memorialistas, que ya han anunciado incluso acciones legales contra el Consistorio por destruir un memorial que ni siquiera había llegado a completarse.

Eduardo Martín se mantiene en la línea de lo que decida su organización a nivel nacional, a expensas de que los familiares de cada uno de los represaliados tengan su propia visión personal sobre este caso.


Mujeres saludando a los milicianos que
 regresan de Carabanchel. / Archivos Estatales



Porteros en el Madrid de la Guerra Civil: los jueces más sospechosos para ambos bandos
El nuevo libro de Pedro Corral recoge 15.000 testimonios sobre complejos episodios de violencia y coraje a pie de calle, en las escaleras de los edificios.
29 junio, 2022 

En El terror rojo, libro en donde relató sus dramáticas vivencias como perseguido, Wenceslao Fernández Flórez lanzó un furibundo ataque contra los porteros de Madrid. Habló de los guardianes de los edificios como "una de las potencias infernales" de la ciudad y aseguró que "llevaron a la muerte a innumerables personas" por sus denuncias. También dedicó Concha Espina en la posguerra un artículo a las porterías de la capital, erigidas en "fielatos inquisitorios" en tiempos de la revolución. La escritora, no obstante, sostuvo que entre los episodios terribles brotó un "frondoso racimo de porteros ejemplares" que arriesgaron sus vidas para salvar las de sus vecinos de escalera.
Manuel Aguilar Pérez, por ejemplo, portero del número 48 de la calle Alfonso XII, ingenió una contraseña con el timbre de la portería que comunicaba con los pisos para avisar a los inquilinos cuando se presentaba un grupo de milicianos o agentes a realizar detenciones y registros. Engracia Antón Torija, de 78 años y de la calle Benito Gutiérrez 9, fue amenazada en varias ocasiones ante las sospechas de que ocultaba a dos militares huidos del Cuartel de la Montaña. Los propietarios de Montalbán 10 incluso llegaron a recomendar a su conserje, José Gorostidi Zuriarrain, la afiliación al sindicato de la UGT para conseguir una mayor protección conjunta.
A pesar de la imagen proyectada por el franquismo de que los porteros de Madrid, embriagados por el odio de clase, fueron cómplices de las "hordas rojas", situar la lupa sobre este colectivo, como sobre cualquier escenario de la Guerra Civil, arroja una gigantesca heterogeneidad de comportamientos y destinos. El cuerpo de Pascual Murcia Piazuelo, bedel de Barbieri 30, en Chueca, y guardián de prisiones, apareció cosido a balazos el 15 de agosto de 1936 en la Pradera de San Isidro. La empleada en el portal de la calle Elvira 26, Josefa Rodríguez Fernández, fue fusilada el 31 de julio de 1939 tras recogerse todo tipo de cargos en su contra: denunciar a vecinos de derechas, ser la promotora del incendio de un convento, tener atemorizados a los habitantes de la casa…
Dice Pedro Corral, periodista y escritor, que ahora publica Vecinos de sangre (La Esfera de los Libros), una intensa y laboriosa investigación microhistórica, un puzle de biografías trágicas, actitudes bárbaras y escenas de humanidad en el Madrid de los tres años de guerra, que este grupo vivió entre dos fuegos, en tierra de nadie. Si los sublevados colocaron a los porteros en la diana como primeros colaboradores de la maquinaria represiva contra los partidarios de la insurrección, las autoridades del Frente Popular también sospecharon de ellos como potenciales encubridores de los "facciosos". Un equilibrio salpicado por la justicia sumarísima de ambos bandos.
Corral, que es autor de varias obras sobre la contienda que podrían ser calificadas de unamunianas, donde plasma desde los crímenes hasta las pulsiones de supervivencia desprovistas de épica de "hunos" y "hotros", se ha revelado en un original investigador, capaz de sorprender con historias inéditas, frescas y de gran valor cada vez que desembarca en librerías.

Miedo y coraje.

Vecinos de sangre es un trabajo de admirable fondo y paciencia con numerosas lecturas para desmontar las simplificaciones partidistas. Una de las principales es que las relaciones de amistad y vecindad podían estar por encima de las enemistades ideológicas. La guerra que emerge es tremendamente compleja, casi inexplicable y bastante desconocida, donde se encadenan señalamientos por antiguas rencillas, envidias profesionales, salvaciones houdinescas…
Corral ha consultado más de veinte mil documentos y las declaraciones de quince mil testigos de la guerra en la capital recopiladas fundamentalmente por un Juzgado Especial de Porteros creado al entrar las tropas rebeldes en Madrid. Los franquistas obligaron mediante un edicto a que los conserjes y los inquilinos más antiguos de cada vivienda presentaran una declaración jurada con toda la información sobre asesinatos, robos, saqueos o detenciones.

Así salen a la luz asaltos a las propiedades madrileñas de los principales cabecillas del golpe, episodios de turismo revolucionario —a María Jordá Botella, que se había refugiado en la casa de su hermano en Alberto Aguilera 34, la detuvieron milicianos anarquistas procedentes de su localidad natal, Alcoy, y se la llevaron para ejecutarla— o extraordinarios arrestos, como el que le sucedió a Pilar Fernández Cuevas, portera de la calle de Ibiza 14, acusada por una vecina de ocultar colchones, un valioso botín para las tropas y los hospitales, de los inquilinos derechistas.
El libro despliega una narración dominada por el sufrimiento humano que, en palabras de su autor, trata de "recomponer una geografía punteada de miedo, dolor y angustia, pero también de coraje, entrega y generosidad por parte de los españoles de ambos bandos".
Esa esencia la enarbolan casos como el de Alejandro Acosta García, portero de Andrés Mellado 12. Afiliado al PCE "por coacción" y alistado como soldado voluntario en el Cuerpo de Aviación "obligado por las necesidades de mi casa", fue detenido ante la denuncia de que había participado en un comité de depuración de los agentes de la guardia urbana. Él se defendió diciendo que solo había sido testigo de cargo y gracias a la bendición de sus vecinos, quienes señalaron que había dado "a las milicias marxistas buenas referencias" de todos ellos. Su causa fue sobreseída, aunque se le destinó a un batallón de trabajadores "calificado entre los de responsabilidad media".



La Nieta de la Pasionaria:

Lola Ruiz-Ibárruri en el Café Comercial, en conversación con este periódico.

30 octubre, 2021 
 COMUNISMO DOLORES IBÁRRURI GÓMEZ FRANCISCO FRANCO GUERRA CIVIL ESPAÑOLA PCE

Se llamaba Dolores: será cierto que un nombre es un destino. Toda su vida fue un campo de minas. Un nido de pérdidas, de muertes, de exilios. Desde los hijos diminutos a los que tuvo que enterrar en cajas de zapatos por pura pobreza -de ahí Manuel Vicent la llamaría "diosa de luto"- a los calvarios de su bendita y maldita España, patria querida y sangrante. La Pasionaria se crió en un viejo caserón vasco, sin luz, húmedo y pringoso, pegadito al olor de la perrera. Allí le leía a su padre los periódicos viejos. Él, sufrido minero, le inculcó una educación carlista y religiosa: fue por eso que Dolores Ibárruri le habló durante toda su vida a Dios, aunque a ratos le preguntara a las sombras, henchida de angustias, que por qué le mandaban tanto sufrimiento a una devota como ella. Que por qué tanto tormento. Que por qué tantas pruebas. Siempre de negro estricto, Dolores, con el gesto hierático y el moño bajo apretado, a menudo blanquísimo.
El 14 de noviembre se cumplen cien años del nacimiento del PCE, el partido desde el que La Pasionaria-casi siempre escurridiza, en la clandestinidad- golpeó ideológicamente a unos y otros . El partido desde el que pasó a la historia como una de las figuras más relevantes de nuestro siglo XX. Su relevancia la celebra también ahora el libro ¡No pasarán! (Akal), presentado en Madrid esta semana, la biografía de una hembra compleja, poliédrica, firmada por el escritor Mario Amorós. La amaron, la temieron, la odiaron. Caía mal que Dolores fuese, aun en los años más tenebrosos y urgentes, una mujer fuerte, severa, impenetrable. La llamaron gélida. La llamaron mala madre. La llamaron vengativa. La llamaron ambiciosa. Les molestó -siempre, siempre- que se quitase el sambenito de víctima para reivindicarse como superviviente.
Y es cierto que Dolores descuidó su propio relato vital para sacrificarse ante el relato político que ella soñaba internacional -el comunismo, el que ella llamaría "el único camino"- pero, tras perder la guerra y exiliarse a Moscú, tuvo ocasión de dedicarse a los suyos con infinito afecto. Tengan en cuenta que, tras las fatiguitas y la fatalidad, sólo le había sobrevivido una cría, Amaya, después de que su vástago Rubén cayese en la batalla de Stalingrado combatiendo contra los nazis. Dicen que cuando supo de la muerte de su niño, el pelo se le llenó de canas en tres días. En Rusia pudo quitarse esa espina histórica acunando a sus nietos. Especialmente a Lolita, la niña de sus ojos. En la cría rubísima y hermosa, angelical, volcó toda su sabiduría, su insólita ternura.
Fueron uña y carne. Amigas, cómplices. Un ejército de dos mujeres habitando un exilio que se prolongó 38 años. Dolores reveló con ella una faceta desconocida: la de la abuela que cocinaba en casa para mil invitados y confeccionaba ropa para todos, la de la mujer brillante y firme que la abastecía de libros y sonatas y enseñanzas populares para resistir los embates de un mundo hostil. La Pasionaria estimuló a su nieta para que se convirtiese en una mujer lo más emancipada y formada posible, y así fue: Lola Ruiz Ibárruri (Moscú, 1960) estudió en un colegio inglés, habla cinco idiomas, cursó diez años de piano en el Conservatorio de Moscú, se aficionó al ballet y a la música clásica, trabajó con la gran bailarina Maya Plisétskaya, recopila archivos familiares, ejerce de intérprete y es doctora en Periodismo.
No tiene hijos. No se sabe mucho de ella: sí que su padre -Artiom Serguèyev-, al quedarse huérfano, se crió en el Kremlin con la familia de Stalin y llegó a ser general del Ejército Rojo. Sí que entrevistó a Fidel Castro. Sí que fue buena amiga del violinista Rostropóvich, sí que fue él quien le presentó en un concierto al magnate judío Marc Rich -fallecido en 2013-, quien se convertiría en su gran amor. Sigue siendo la mujer exquisita, ilustrada y bella que en las viejas fotos peinaba con devoción a su abuela. Habla con cierta dulzura pero sin concesiones: maneja temple y sapiencia. Resulta muy culta, casi enciclopédica. Escueta, enigmática. Bebe café solo. Nos reunimos con ella en el Café Comercial de Madrid para poner en marcha la maquinaria del recuerdo.

Pregunta.- Fue tu abuela quien prefirió llamarte "Lola" o "Lolita", porque decía que Dolores era un nombre muy triste. ¿Cuáles fueron sus dolores y cuáles fueron los tuyos?

Respuesta.- Nuestras vidas y dolores son incomparables. Ella nació en el siglo XIX, en 1895, justo el año que nació el cine. Yo nací bastante más tarde y en otro país. Los puntos de partida fueron absolutamente diferentes. Ella nació en una familia minera, en el País Vasco, y sufrió todas las consecuencias de aquella vida a principios del siglo XX. Sólo pudo estudiar hasta los quince años, luego trabajó muchísimo, como sirvienta y costurera, y luego se casó con mi abuelo Julián Ruiz Gabiña, y compartió con los mineros todos sus avatares, sus desgracias. Mi abuelo había tenido un gran accidente en la mina. Ella abrazó sus dramas, pero el mayor drama que le tocó vivir fue la pérdida de los hijos: eso la marcó para el resto de la vida. Yo nací en una gran capital, como era Moscú en aquel entonces, he estudiado casi hasta los 30 años. Ella, que siempre quiso estudiar, me facilitó a mi toda la posibilidad de tener una vida con muchísimos estudios.

P.- ¿Cómo fue para ti criarte en una familia de exiliados?

R.- Mi familia era bastante complicada. Mi padre era militar y viajaba continuamente, siempre estaba fuera, yo vivía con mi abuela desde el principio, prácticamente nací y me llevaron a su casa. Ella fue mi padre, mi madre y toda mi familia.

P.- Has dicho que sois una familia sin privilegios, atravesada por la política y la historia de los años más convulsos. ¿Merece la pena todo ese sufrimiento por defender los propios valores?

R.- No lo sé. Todo se conoce comparando. Yo he tenido el enorme privilegio de tener unos estudios maravillosos desde muy pequeña. Esa es la enorme suerte, es como si te hubiera tocado la lotería. Yo he sido una persona tranquila y estudiosa, por lo cual siempre he sido una buena alumna. Mi abuela siempre decía "¡la mejor alumna de la escuela era yo!". Y luego: "Bueno, bueno, a ver a dónde llegas tú".
"Mi abuela me enseñó que para ser libre una mujer necesita una buena profesión"

P.- ¿Te retaba?

R.- Me estimulaba, porque yo no soy una persona de retos. Me explicaba que lo más importante en la vida es la independencia y el trabajo propio, y que si la mujer quiere ser libre e independiente necesita una buena profesión y necesita trabajar y eso es lo único que le va a aportar seguridad en la vida. Y tener tus propios intereses laborales e intelectuales, tus hobbies. En nuestra casa la música era el gran hobby. Yo he crecido con las sonatas de Beethoven y el violín de Sarasate. Vivíamos en Rusia y teníamos un tocadiscos: siempre nos regalaban discos, era uno de los regalos más típicos de la época. A Juan Crisóstomo de Arriaga también le escuchábamos mucho, además de a Sarasate: claro, los dos eran vascos. A la abuela le gustaba mucho Beethoven, las sonatas para piano. O el primer concierto de piano de Tchaikovsky, que es una melodía que te acompaña toda la vida.

P.- ¿Qué libros te recomendaba Dolores?

R.- La lectura más típica que me inculcó los primeros años era la mitología de la Grecia Antigua, los emperadores romanos y los faraones egipcios. Libros con muchas imágenes. Mi abuela y mi madre vivieron en Egipto el invierno del año 44-45: dejaron la URSS cuando se liberó París en septiembre del 44 y fueron rodeando todos los campos de batalla de Europa para llegar a Francia. Acabaron en Egipto, donde estaban las tropas inglesas, y los ingleses no cogían mujeres en los buques de guerra. ¡Era plena guerra…! Mi madre y mi abuela se atascaron en Egipto y no había nada que hacer, así que exploraron las pirámides. Libros de la infancia… me sorprendió Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, porque era un manual de supervivencia impresionante. Y Los tres mosqueteros, de Dumas.
El poeta Blas de Otero le escribió unos versillos sentidos a su abuela, para homenajearla. "Vasca desde la raíz / luchó como el viento del Cantábrico, / amó a los mineros, a los obreros /y campesinos; /es resistente como el hierro de Gallarta y / venerable como un roble de mi villa natal, / Orozco". Lola también habla de esa impronta, de esa solidez, de ese vigor de Dolores. La recuerda como una señora "muy matriarcal", y, aunque terriblemente "justa", muy "espartana". Era la cabeza de familia, dice. La "dueña y señora de la casa". ¿Una feminista? "Sí". ¿Una líder? "Sí, pero una líder razonable".

P.- Es curioso que a tu abuelo Julián le conocieran como "el marido de La Pasionaria". Algo impensable en la época.

R.- Sí, pero porque ella destacó por sus propias actividades. Empezó a escribir con 20 años. Era una persona muy estudiosa, con un enorme espíritu de superación. Era la que más trabajaba, la que antes se levantaba. Cuando escribía un artículo, se leía tropecientas fuentes e historias: sus artículos son una enciclopedia de historia, desde la prehistoria hasta nuestros días. Todos sus discursos eran trabajados, leídos y pronunciados en casa. Era casi hiperactiva. Se levantaba a las 4 de la mañana para leer y trabajar, a las 7 hacía gimnasia para aliviar su problema pulmonar. Date cuenta de que yo no la conocí en los años jóvenes, sino en una faceta posterior. Tenía muchos amigos. En nuestra casa había siempre una gran cantidad de personas a las que ella ayudaba.

P.- ¿Te hablaba de política?

R.- No. Pero en casa de la mañana a la noche entraba gente que hablaba de política y yo estaba presente. Me empapé. En ese momento la política era de reconciliación nacional, de vuelta a España, de construcción de una España democrática. Yo he crecido con ese deseo de mi abuela: el de ver de qué manera se podía cohesionar la sociedad española, tan dividida después de la guerra civil.

P.- ¿Cómo era para ti la idea de Franco, te lo imaginabas como un antagonista, como un gran villano? Al final, era el causante de ese exilio de tu familia y supongo que encarnaría los peores males de tu abuela.

R.- Mi abuela no solía hablar de personalidades. No era una persona rencorosa.

P.- ¿Ni siquiera con Franco?

R.- No, ni siquiera. En casa era una persona muy correcta. Ella vivía sus propios dramas, su propia guerra, sus propios traumas, pero no quería trasladarlos a mi vida ni a la de mi madre o mis hermanos. Para mí, Franco era un caudillo de España y era una persona que impedía el regreso al país. Pero no era un tema a comentar. Ella entendía que tanto ella como Franco eran gente ya muy mayor. Eso también es importante.

P.- ¿En qué sentido?

R.- Que eran ancianos, que la vida ya estaba hecha, que la guerra ya había pasado y que había que pensar en el futuro.

P.- Guau.

R.- Sí, y en ese futuro, por edad, probablemente, habría otras generaciones de políticos…

P.- No me creo que a ella le agradase que Franco muriese en la cama.

R.- Jamás he oído nada parecido a eso. No. Ella no deseaba sufrimiento a nadie, ni a Franco. En su vida ya había mucho sufrimiento. Ella sabía lo que era el dolor y sabía lo que era una guerra y lo que era padecer muertes en la guerra. No creo que ella deseara la muerte de Franco. Tenía una visión muy positiva. Ella quería volver a su Madrid, a su País Vasco. Era una persona volcada en el futuro.
"No creo que Dolores deseara la muerte de Franco. Tenía una visión muy positiva"

P.- Estabas con ella cuando la llamaron para decirle que Franco había muerto. Ella contestó: "Que la tierra le sea leve".

R.- Sí. Pero también tenía un discurso, que creo que era el de París o el de Roma, donde decía que no estamos aquí como las hijas de Jerusalén para añorar nuestra patria perdida, sino que estamos para construir un nuevo futuro para nuestros hijos y las futuras generaciones. Ella sabía que el pasado no va a volver, que no lo vas a arreglar ni tiene sentido añorarlo.

P.- ¿Me estás diciendo que era una mujer sin enemigos? Sorprendente.

R.- Yo creo que no era una persona con enemigos. Mira, recuerdo una escena graciosa cuando regresamos a España. En nuestras primeras vacaciones en España, en agosto del 77, fuimos unos días a Murcia; y allí había unos niños que día y noche nos cantaban el Cara al sol.

P.- Venga ya.

R.- Sí, eran unos niños muy pequeños, y la abuela intentaba explicarles que hay otras canciones. Les invitó a casa para que se tomaran una Coca-cola y unas frutas y los niños no llegaron a entrar, pero sí accedieron a charlar con ella en la puerta, y Dolores les dijo: "Esta canción la cantáis muy bien, pero os voy a enseñar otra". Y les enseñó La Internacional (ríe). Fue el remedio. Nunca vimos más a esos niños. Era su forma de proceder. Buscar un alternativa y remediar los problemas de una manera creativa, positiva y con gracia. Tenía mucho sentido del humor. Es una anécdota muy personal pero que refleja muy bien quién era ella. Transformaba las cosas. Intentaba que fuera por las buenas, claro.
Con respecto a Franco, me acuerdo de que ella siempre decía: "Si Casado no abre el frente, yo voy a negociar con Franco la retirada del ejército republicano". Y era una de las frases con las que yo he crecido. Ella tenía la sensación de que se podía negociar y se podía abandonar el país de una manera más pacífica.

P.- Negociar con un dictador, por si cuela.

R.- En ese momento era un militar. La palabra "dictador" apareció más tarde. Pero en la guerra civil era un militar de las colonias. Ella tenía una seguridad enorme en sí misma y creía que con los militares se podía negociar. Por lo menos esa era una ilusión que ella tenía o una angustia de lo que no pudo hacer.
Lolita nunca escuchó llorar a Dolores: sólo una vez, durante toda la noche, cuando al morir Franco no la dejaron regresar enseguida a España. Tardó año y medio en poder volver. Mientras, en Moscú, se aliviaba yendo a escuchar a los artistas españoles que visitaban Rusia en sus giras. Ahí el ballet de María Rosa, el taconeo de Antonio Gades o las canciones de Raphael y Sara Montiel. Después, nieta y abuela les besaban en el camerino, por si acaso rascaban así un olor, un sonido, una verdad antigua de la tierra ibérica perdida.

P.- ¿Quiénes eran los mejores amigos de tu abuela?

R.- Mi abuela tenía amigas muy cercanas, ¡un magnífico grupo de mujeres exiliadas…! La gente más cercana a ella en el exilio eran Clara Sancha, la viuda de Alberto Sánchez, el artista que hizo la escultura que está ahora en el patio del Reina Sofía, El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella. Nieves, viuda de Planeyes, que era un académico, microbriólogo. E Irene Falcón, otra de las grandes amigas de toda su vida. Conocí a esas tres mujeres en mi infancia y hemos sido amigas toda la vida, hasta que desaparecieron físicamente de la tierra. Para mí son como una familia por el tiempo que pasamos juntas. Convivíamos con sus hijos. Otra mujer muy importante fue la viuda de José Díaz, Teresa. Su hija era íntima de mi madre y yo soy íntima de la nieta. Éramos una familia en el exilio.

P.- ¿Qué imagen tenías tú entonces de España?

R.- Tenía una imagen muy remota de España (resopla).

P.- ¿No era una patria? 

R.- El concepto de España estaba basado en los recuerdos de mi madre y mi abuela. Mi abuela había escrito unas memorias, El único camino, donde cuenta muy bien cómo se vivía a principio de siglo en el norte de España, con el desarrollo industrial y con la explotación feroz de los trabajadores de la cuenca minera. Luego la vida en Madrid fue clandestina, luego la guerra… pero tenía una añoranza enorme y unas ganas de volver enormes. En el año 71 fuimos al País Vasco francés y ahí pasamos unos días. Llegamos al puente de Irún. Vimos tierra española. Y yo pensaba que el País Vasco español sería más o menos como el francés, y que Madrid iba a ser como las grandes capitales europeas.

Y cuando llegué me sorprendió, porque veías que España necesitaba dar un gran paso adelante para incorporarse a Europa. Recuerdo un Madrid del año 77 que no tiene nada que ver con la luz que tiene ahora, supongo que era por las calefacciones de carbón. Las casas eran muy negras, tremendamente negras. En el año 77 la vida política era omnipresente. Cuartillas por todos lados. Carteles por todos los lados. Muchas manifestaciones… Luego vi cómo España hizo un enorme esfuerzo y sacrificio y se instaló en el concierto europeo. Lo que tenemos hoy aquí ahora está muy lejos de lo que yo conocí en el 77.

P.- Cuando ves esta nueva España, ¿sientes que en parte se la debemos a Dolores?

R.- El progreso era enormemente importante. La incorporación de la mujer al trabajo era enormemente importante, la seguridad social, la medicina, las pensiones, la atención a los ancianos, el agua, la electricidad, el gas… todo aquello significó un enorme progreso, la vida ha mejorado.

"Mi abuela siempre tuvo en el cabecero de su cama una imagen de San Antonio"

P.- ¿Cómo era la relación de tu abuela con Dios?

R.- Muy íntima y muy personal. Mi abuela creció en una familia muy religiosa, porque a su padre, Antonio, lo encontraron de bebé llorando en la puerta de una iglesia. Era un niño abandonado. Mi abuela siempre decía que a su padre lo educó el cura del pueblo. Ella se casó por la iglesia y siempre tuvo en el cabecero de su cama una imagen de San Antonio. El problema de mi abuela con la religión fue la muerte de sus hijos. Ahí su enorme angustia, su contradicción. Por qué Dios le había hecho eso siendo ella una buena cristiana, siendo una mujer trabajadora.

P.- ¿Cómo vivió que en España la Iglesia apoyase al bando sublevado? ¿Eso no cambió su pasión religiosa?

R.- Ella no hablaba de esos dramas de la historia de España. Pero a la vuelta se hizo muy amiga de José María Llanos, el párroco jesuita.

P.- Sí. Creo que incluso llegó a pedir los sacramentos antes de su muerte.

R.- Bueno, tuvieron conversaciones muy intensas, muy importantes y privadas. Él era un gran amigo suyo, una muy buena persona. Se fue a Vallecas a ayudar a los chabolistas y hasta levantó un barrio.

No obstante, la moral represiva también acabó cayendo sobre Dolores cuando clausuró su relación con Julián y empezó a verse con el joven Francisco Antón. Lo explicaba su secretaria, compañera y amiga Irene Falcón: "Se enamoró de ella locamente un compañero estupendo, cosa que se puede entender (…) Vivieron juntos unos años. Francisco Antón sirvió para que la atacaran. Ella era la imagen de la Virgen, de una monja, yo qué sé, lo que era totalmente falso. Era una mujer fuerte, sana. Por tanto tenía no solo el derecho, sino la obligación de tener una vida sexual también normal".

Las malas lenguas contaron que él se acabó enamorando de otra mujer y ella "lo depuró", dejando caer a los suyos que podía ser un agente policíaco al servicio de un país imperialista. Casi nada. Así que lo desterraron a Varsovia para que fuese explotado en una fábrica. Sayonara, baby. Sin embargo, Lolita tiene otro final posible para ese affaire político y poético.

P.- ¿Consideras que tu abuela padeció el machismo de la sociedad española, y de sus propios compañeros, por llevar a cabo este romance y sacar los pies del tiesto?

R.- Supongo que era la idea que había de la relación hombre-mujer en los años treinta. Hoy a nadie le extrañaría. Fue una situación totalmente normal. Ella vivió muchos años con su pareja y se separó, y a los años empezó otra relación que en algún momento se acaba. Lo contaban Carrillo e Irene Falcón: la relación acaba con la muerte de mi tío, en el año 42. Ella pierde a su hijo y entra en una terrible depresión. Fue una herida que jamás pudo superar. Pero el tiempo ha avanzado… mira, la abuela siempre tuvo una vida absolutamente transparente, digna, reservada. Su vida privada también era algo muy reservado. El machismo español estaba omnipresente en todas las esferas de la vida y claro que acometió también contra ella. Ella escribía en sus memorias que la mujer española era "la esclava del esclavo". El hombre trabajaba como un esclavo y la mujer era de su propiedad, tenía que resolver todos los problemas con muy pocos medios. No podemos hablar del pasado con los términos de hoy, nada más que hay que ver las legislaciones de los años veinte o treinta. Se ha avanzado, aunque la vida de las mujeres españolas aún no es perfecta.

P.- Lola, he leído que tus hermanos sí estuvieron afiliados al Partido Comunista, pero que tú no. ¿Por qué?

R.- Bueno, no del todo. Yo tuve un hermano que estuvo afiliado al Partido Comunista de la Unión Soviética, el otro no. Sólo mi hermano Rubén lo hizo. Luego el partido se disolvió, lo prohibieron en el año 91.
"Tuve una educación marxista y ahora sigo con la tradición familiar" 

P.- ¿Has cogido el relevo ideológico de tu abuela?

R.- Yo, más que en la política, pienso en la historia. Soy una persona que se ha formado en la Unión Soviética y tengo una educación marxista. Creo que el progreso de la sociedad llega por la cooperación de muchos factores. Como decía Hegel: la unión y la contradicción entre los antagonistas. Para que la sociedad se desarrolle, necesita todo tipo de voces. Pero mi sentimiento, por tradición familiar y por educación y por mi forma de ser, es el de mis ancestros. Sigo su tradición. ¡Es un espíritu que tienes, con el cual convives, es más que una ideología, es un ADN! Te crías con unos valores y sigues teniéndolos. Yo sigo siendo como era hace muchos años. Soy fruto de los avatares que ha sufrido mi familia.

P.- ¿Qué pensaría Dolores si viera la España actual?

R.- Que muchas cosas se han hecho y muchas quedan por hacer. Valoraría el progreso que ha hecho España en los últimos treinta años.

P.- ¿Estaría decepcionada con la izquierda actual; pensaría que se ha vendido al neoliberalismo?

R.- Ella no pensaba en esas categorías. Tenía una visión positiva y pensaría cómo mejorar. Decía que hay gente que se incorpora a la política por el arte de marear, pero que ella quería representar a aquellos que no tienen voz. Quería encarnar a la clase trabajadora, a las familias, y lo hizo toda su vida. También lo haría ahora. Los problemas de la clase obrera siguen. Y los problemas de la mujer siguen: necesita ampliar su presencia en el mundo laboral, equiparar su salario al salario de los hombres por el mismo trabajo.

P.- El Partido Comunista en España ahora es minoritario, pero vino Podemos y aglutinó también esos sentires. La propia Yolanda Díaz se define como comunista.

R.- Pero el partido que ella conoció y al cual se unió en los años veinte era un partido pequeñito. Yo creo que la única comunista que hubo en España en algún momento era ella (sonríe). El Partido Comunista Español creció cuando fue legalizado y tuvo una presencia enorme en la Transición y hasta su propia crisis en el 82-83. Ahora ya los partidos no son de masas. Ella, en su primer viaje a la Unión Soviética, supongo que en el 33, cuando le preguntan cómo ve el futuro político de España, dice que los partidos comunistas de los años treinta son partidos pequeños y mayoritariamente ilegales, pero que con ese núcleo, que puede ser muy potente, no se llega a ningún sitio. Un partido tiene que abrirse, abrirse a los sindicatos, tiene que crear un frente. Un frente popular. Ella es una de las creadoras del Frente Popular. En el 33 empieza a hablar de un amplio frente popular que combatiese el fascismo en Europa. Y a partir del año 53, ella empieza a elaborar la idea de la reconciliación nacional diciendo que no podemos siempre recordar la guerra, que hay que plantearse el futuro, y que para eso se necesita un pacto generacional, un pacto social, una convivencia pacífica. Ella contaba con toda la población española, no quería marginar a nadie.

P.- ¿Seguiría en el PCE o pertenecería a Podemos para modernizarse?

R.- Hoy tendría 126 años (ríe). Así que seguiría en casa con sus bisnietos y su tataranieto de cuatro años. Eso es lo que estaría haciendo ella hoy.

P.- ¿Qué te parece a ti la figura de Yolanda Díaz, tan carismática? ¿Crees que puede ser una buena sucesora de tu abuela?

R.- Es otra época y es otra vida, pero quizá… Yolanda es una persona con estudios, Yolanda es abogada, y sin embargo tiene la sensibilidad de un político que está representando no sólo a su partido, sino a la población en general. Yo creo que tiene porvenir y futuro y un enorme papel en la vida política de ahora. Es una persona de diálogo. Es una persona que entiende, como buena abogada laboralista, el mecanismo de la economía, de la política y de la sociedad. Lo aplicaba en su despacho de abogados y ahora lo aplica en el Gobierno.

Compartía con mi abuela esa idea de abrirse a grandes capas de la población, de buscar el consenso, el convenio nacional. "Chicos, estamos en una crisis enorme, estamos en una pandemia que no ha acabado, necesitamos aunar esfuerzos". Para mí es una de las grandes líderes que tiene ahora la política española. Sí que me pasa una cosa que no va con la política, y es que yo aprendí español en casa y con la abuela. Y la abuela siempre decía que ella era diputado. O que la señora tal era ministro. Sé que la lengua evoluciona, que es un proceso natural, pero eso me llama la atención. Ese español que aprendí en mi infancia sigue marcando mi narrativa, pero sé que es un español del pasado.

P.- En 2019 profanaron la tumba de Dolores. ¿Cómo viviste ese hecho, a qué lo atribuiste? ¿Te preocupa el auge de la extrema derecha?

R.- Las crisis que atravesamos fomentan el espíritu de intolerancia. Siempre ha pasado, no es nada nuevo en la historia de España. Pero tenemos mecanismos democráticos, afortunadamente, para solucionar este tipo de radicalismos. No sólo fue profanada la tumba de mi abuela ese día, sino la de Pablo Iglesias, la de Lola Flores y la de la División Azul. Fue un acto de vandalismo en el cementerio. Fue aberrante, pero ahí se queda.
"El fascismo en España no tiene líderes. No hay líderes como Hitler o Mussolini"

P.- ¿Sobrevive el fascismo en España? Aunque en términos puristas nos suene anacrónico, la palabra no termina de desaparecer.

R.- El fascismo tiene cien años. Viene de Italia, de Mussolini. Es una tendencia que ha existido y que sigue viva, pero afortunadamente más bien en la mentalidad de ciertas personas. No creo que tenga un futuro político. El fascismo en España no tiene líderes. No hay líderes como Hitler o Mussolini.

P.- ¿Qué pensaría tu abuela de Santiago Abascal?

R.- No me lo imagino. No sé. Ya te he dicho que mi abuela tendría 126 años. España es un país plural. Es un país demócrata. Una de las calidades de la democracia es que abarque a todos los sectores, todos los intereses y todas las ideologías, siempre y cuando estén dentro de la Constitución española, que es nuestro paraguas protector. La Constitución es la respuesta a muchas de las preguntas que plantea el siglo XXI.


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