1 de Febrero de 2025
Héctor Noguera: “Los artistas siempre hemos sido utilizados por la política”
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Próximo a cumplir 88 años, el actor y director está embarcado en una nueva obra inspirada en la última parte del Quijote de la Mancha de Cervantes. El montaje debutará en mayo en el Teatro Camino bajo su dirección y además compartirá el escenario junto al actor Ignacio Massa, con quien está escribiendo el texto. Noguera profundiza en este nuevo trabajo, en la construcción de su personaje –un caballero que cuelga su armadura y abandona las andanzas y la ficción– y descarta que esté pensando en retirarse: “Mientras tenga salud y público, voy a continuar trabajando”, dice. En esta entrevista, el Premio Nacional protesta contra el avance de la ultraderecha, el uso indiscriminado de la inteligencia artificial y la instrumentalización de los artistas en política. Considera que el Presidente Boric ha recibido “críticas injustas” y asegura que jamás votaría por la derecha ni por Evelyn Matthei. También se refiere al sobreseimiento del actor Cristián Campos y el caso de denuncia en su contra: “Lo más doloroso es que ambas personas quedan marcadas”.
Por Pedro Bahamondes Chaud
En los días previos a este encuentro, Héctor Noguera estuvo releyendo diversas entrevistas que le han realizado en los últimos años, práctica que suele evitar por temor, confiesa: “Pienso en qué tontera pude haber dicho o pensado en esa época (ríe), pero cuando las leo creo que reflejan bastante cómo estoy pensando ahora mismo“, comenta el actor y director teatral en un rincón del foyer del Teatro Camino, sala que él mismo inauguró en el año 2000 en las faldas de la precordillera, en la Comunidad Ecológica de Peñalolén, y escenario habitual de sus citas con la prensa.
“Percibo un elemento común mío en todas esas entrevistas; un cierto espíritu de resistencia que, a mi edad, no he perdido. Me he resistido siempre al autoritarismo y ahora al uso de la inteligencia artificial y a la desaparición de las artes. Me interesa que hablemos de todo eso”, propone Héctor Noguera.
El intérprete y Premio Nacional acaba de terminar una nueva temporada de “Hamlet deambula en círculos”, montaje en el que abordó al personaje de Shakespeare desde una perspectiva autobiográfica. Próximo a cumplir 88 años, ahora vuelve a sumergirse en otro personaje conocido, Don Quijote de la Mancha, con un nuevo montaje aún sin título que debutará en mayo en Teatro Camino.
Héctor Noguera asumirá la dirección y además subirá al escenario junto al actor Ignacio Massa (“Papá a la deriva”), con quien está terminando de escribir el texto. “Después de la pandemia estaba la necesidad de volver a hacer giras y crear nuevas obras que nos sirvieran para viajar. Así comenzamos a pensar en este nuevo Quijote, e hicimos con Ignacio un bosquejo que presentamos en algún momento a un público. Nos pareció insuficiente y que había que indagar y entrar más en la obra”, cuenta.
El Quijote representa un territorio de constante exploración en su carrera de poco más de seis décadas. Una obsesión a la que Noguera siempre vuelve. Lo ha encarnado en distintas versiones, desde monólogos y hasta lecturas dramatizadas. En “De Quijano a Quijote”, su unipersonal estrenado en 2019, llevó al personaje más allá del Siglo de Oro, y lo acercó a un presente vertiginoso en que la locura sigue siendo –para el experimentado intérprete– un refugio conveniente para muchos.
El Quijote que prepara esta vez es distinto: decidió tomar la parte final de la novela de Cervantes y encarnará a un Quijote en sus últimos días y que ha puesto fin a sus andanzas y colgado su armadura. “Es un Quijote en retirada”, dice Héctor Noguera.
“El caballero ya no quiere volver a salir y quiere morir, como él mismo dice, como un buen vecino, cuerdo y tranquilo. Deja sus andanzas para preguntarse hacia dónde va, aunque sigue siendo un hombre muy terco y cuyo principal conflicto está entre sus ganas de no seguir y una lucha por seguir, al mismo tiempo.
“Don Quijote vive en la época en que los artistas no eran sepultados en los cementerios católicos, sino que eran lanzados a una fosa común. Muchos de ellos querían morir como ciudadanos respetables y el Quijote también”, agrega el director.
El texto les ha tomado varios meses y horas diarias de escritura. “Nos estamos basando también en otras referencias, no solamente en la novela de Cervantes. Hay referencias a otros autores como Shakespeare y Chéjov, y pintores como Delacroix. Es un montaje que además está visto desde hoy, desde la actualidad, de dos personajes que no son Quijote y Sancho, pero que a la vez sí lo son”.
—¿Qué lo hace volver al Quijote?
—Todas las interpretaciones que he hecho del Quijote han sido en base al primer libro, en el cual Don Quijote se arma como personaje. Ese ha sido mi tema y he escrito y he hecho algunas obras cuyo tema es cómo se crea un personaje y cómo un señor cualquiera y que ya está con edad avanzada, como en este caso, se reinventa y crea un personaje y le da un sentido a la vida, que no es más que un teatro. Todos estos aspectos son muy de esa época y creo que hoy en día, en un mundo como este, revivir ese sentimiento de lo pasajero de la vida es importante.
Hay otro aspecto al que Héctor Noguera e Ignacio Massa le están dando vueltas: los diálogos implícitos entre Cervantes y otros títulos universales de sus autores predilectos.
“El personaje de Próspero en ‘La Tempestad’ hace lo mismo que el Quijote y se retira para refugiarse en una isla y renunciar a la magia, convencido de que fue siempre un truco barato e innecesario. Ese aspecto se cruza con Cervantes y el retiro de la ficción del Quijote. Lo veo también de algún modo en Calderón de la Barca y ‘La vida es sueño’, otra obra en la que también he insistido mucho”, dice Noguera.
—¿Tiene esta nueva lectura suya del Quijote algún correlato personal? Quiero decir, ¿está pensando también en retirarse?
—No, el punto de partida no es hacer algo de carácter biográfico. Aunque, claro, un actor o cualquier persona de mi edad comienza a pensar indudablemente hasta cuándo va a poder continuar en su trabajo. Yo, la verdad, no he sentido nunca la necesidad de parar y decir: esta será mi última obra o mi último trabajo, aquí me retiro. Al contrario, mi idea personal es seguir trabajando hasta que mi salud me lo permita y hasta que haya alguien que se interese en verme actuar también. Entonces, mientras yo tenga salud y público, voy a continuar trabajando.
—¿Cuáles serían esos molinos de viento del Quijote hoy en día?
—Los molinos representan una visión fantasiosa del mundo creada más que nada para satisfacer e incluso justificar las propias fantasías en lugar de atender la realidad. Yo observo a los gobernantes autocráticos y autoritarios que están siendo electos hoy en día en varios países, por ejemplo, los escucho, y es evidente que muchos se sienten con el deber o que son “llamados” a hacer la gran reforma del mundo, pero ya sabemos cómo termina el Quijote, ¿no? Termina en el suelo, muy aporreado y Sancho trata de salvar su vida. Poco antes de morir, el Quijote recupera la razón y recién ahí pide perdón por sus locuras.
La dictadura y el fantasma de Hamlet.
En “Hamlet deambula en círculos”, montaje que acaba de cerrar su temporada en el Festival Teatro a Mil, Héctor Noguera volvió a sumergirse en una de las obras cumbre de Shakespeare, donde una vez más dio vida al príncipe de Dinamarca. Ya lo había interpretado en 1979 en el Teatro de la Universidad Católica, y desde entonces, a lo largo de casi medio siglo, ha tenido el sueño recurrente de estar encarcelado.
Tres años antes, el mismo Teatro UC canceló el estreno de la obra “Lo crudo, lo cocido y lo podrido”, de Marco Antonio de la Parra. Hernán Larraín, vicerrector de la Universidad Católica de la época, consideró que no era la calidad esperada, aunque pesaron más sus claras alusiones al régimen militar.
Desde ese momento, los artistas chilenos resistieron desde la trinchera del escenario y aprendieron a convivir y a sortear las trabas de la censura. Noguera y Eugenio Guzmán, director del montaje, se preguntaban cómo develar la realidad a través de la ficción, tácticas que Noguera llamó posteriormente “asociaciones indirectas”.
“Fue un truco que usamos durante la dictadura por la censura muy fuerte que había”, cuenta hoy el intérprete. “Nosotros comenzamos a hacer obras en las que el público pudiera asociar indirectamente lo que estaba viendo con la dictadura y cómo la estaban viviendo en ese momento y estas asociaciones fueron un elemento fundamental para sobrevivir a lo que estaba pasando y además para poder asimilarlo de alguna manera”.
Yo creo que durante el gobierno de Allende también hubo una presión en contra y muy fuerte. Hubo una censura también que no venía de Allende, que no venía del gobierno, sino de afuera, de la sociedad misma, y que es la peor censura. Siempre ha habido un contexto que te inhibe y dirige tu pensamiento. Esa libertad yo creo que no ha existido nunca realmente”.
—¿Y hoy, existe?
—Ahora menos que nunca. Las restricciones ahora son enormes. Es cosa de ver lo que fue el primer día del nuevo gobierno de Donald Trump en Estados Unidos. Eso implica un cambio en el mundo, para mí desastroso, pero fundamental, a pesar de lo que yo pueda pensar. Al final nada se pierde, todo sirve, todo es material que será útil para el futuro y los que vengan. Creo que esa es la labor del teatro. Hay otro texto que dice que el teatro nos pone a nosotros, el teatro nos obliga a ponernos frente a nosotros mismos, y pucha qué es cierto, ¿no?
Y eso lo pensaba también Shakespeare, lo pensó el personaje, pues lo puso en un personaje como Hamlet. Lo pensamos ahora. Por eso es que cada vez yo creo más en la importancia de las artes. De todas las artes. Lo que pasa es que el teatro es muy directo en criticar a la sociedad. Pero todas las artes lo hacen de alguna manera. Y por eso es que a muchos no les gusta el desarrollo de las artes. Trata de impedirlo, o trata de dirigirlo hacia algún lado. Dirigir las artes es pésimo para las artes.
—Hay un momento en que Hamlet dice que el teatro no puede enderezar un mundo que ha perdido el quicio. ¿Cómo le resuena esa frase hoy?
—Yo creo que no puede cambiarlo en lo inmediato, ni en el corto ni en el mediano plazo, pero yo creo que todas las acciones humanas no se pierden, ni las buenas ni las malas. Reaparecen en algún momento, vuelven a aparecer en algún momento del desarrollo de la sociedad y del ser humano. Aunque parezca muy inútil ahora hablar de ciertas cosas que están sucediendo y que pareciera que el pensamiento político actual arrasa con ellas, yo creo que todo queda y vuelve a aparecer, quizás con más sentido y una posibilidad de cumplimiento mejor. La función del teatro es despertar conciencias y eso implica un cambio que toma tiempo y que cuesta más aún percibir. Aunque no se note tanto y no aparezca en los primeros planos, existe y es clave.
Para 1973, Noguera tenía 37 años, estaba casado y ya tenía a sus dos hijas mayores, María Piedad y Amparo. El Golpe y los años de la dictadura en Chile sacudieron su vida: mientras el país se sumía en el miedo y la represión, su entorno cercano se fragmentaba; compañeros de teatro eran perseguidos, torturados o empujados al exilio, y su primer matrimonio con Isidora Portales comenzaba a resquebrajarse.
En sus memorias, el actor relata que militares incendiaron su oficina y que colgó en la entrada de su casa una fotografía de su bisabuelo, un alto oficial del ejército, como una suerte de escudo ante posibles represalias. Noguera era uno de los principales colaboradores del director Miguel Littin, el director de “El chacal de Nahueltoro” y de Chile Films, y acababan de filmar una película sobre el fundador del Partido Socialista, Marmaduke Grove, con Noguera de protagonista.
Los rollos del filme de Marmaduke Grove estaban por llegar a Chile, Littin había partido al exilio en México y, si las cintas caían en las manos incorrectas, los militares iban a ir tras él.
“Yo sabía que si algún auto se detenía frente a mi casa, era porque me podían venir a buscar a mí”, recuerda Héctor Noguera. “Era un pensamiento latente todos los días, todas las noches, durante 17 años. Nunca perdí ese temor de decir ‘a lo mejor ahora sí vienen por mí’. Y para eso estaban alertadas mis hijas, mi mujer y yo mismo también de que eso podía pasar en cualquier momento”.
Nada de eso ocurrió, pero sí debió enfrentar a la justicia, acusado de contrabando por la importación del filme. Su nombre tampoco apareció en las listas de artistas amenazados de muerte por el régimen ni tuvo que partir al exilio. Era el mejor escenario posible, y sin embargo se sintió exactamente lo contrario.
“Siempre sentí que era una injusticia no aparecer en esas listas negras. Yo daba la pelea igual que otros y merecía estar en las listas negras, pero no estuve, y eso a veces”, afirma Noguera. “No tengo ni siento que deba hacer un mea culpa de no haber hecho lo que sentía que tenía que hacer en ese momento, pero hay un elemento importante de la dictadura, entre varios otros, que yo creo que no se consideran ahora, por ejemplo el miedo generalizado que había”.
“17 años de miedo no se pagan con nada, en realidad. Y al hablar de mí, creo que hablo de mucha gente. Todo ese aspecto de la dictadura que recuerdo me parece horrible. Por eso, ahora que hay esta tendencia de los gobiernos a ser autocráticos y acercarse al autoritarismo extremo, como ocurre con Trump y otros aquí mismo en Latinoamérica como Milei y Bolsonaro en su momento, a mí me da mucha preocupación, porque ya viví eso, sé cómo es y jamás podría adherir a algo así”, dice Héctor Noguera.
“Veo a tantos jóvenes que hoy adhieren a esos discursos con tanto entusiasmo y que no tienen tan presente que hace ya casi un siglo pasó lo mismo con Hitler y con varios otros. Incluso aquí en Chile, que se habla solo de Pinochet, tuvimos otros golpes de Estado en nuestro historia. El del 73 fue el más cruento y el más cruel, pero no la primera vez que un loco con poder lleva las riendas de este país”, dice.
—En su libro dice que el teatro fue una segunda muerte. Y que la primera, fue el Golpe de Estado, el inicio de la dictadura. ¿A qué se refería?
—Fue una segunda muerte constatar el horror que se estaba viviendo en Chile a través de lo que estábamos haciendo. El teatro sirvió para constatar ese horror pero el mismo teatro estaba sufriendo su propia muerte, una pérdida de identidad y de sentido. El teatro chileno de hoy, y de hace 50 o 60 años, lo ha intentado siempre. En las obras que hice siendo muy joven, cuando no existía la efervescencia política que hay ahora, siempre sentía que se estaban haciendo por algo, por crear conciencia. Y creo que ahora hay un afán más certero y decidido que antes de querer crear conciencia, a despertar, a develar la realidad.
—¿Cuál es para usted la principal herida que dejó la dictadura en la sociedad chilena?
—La desconfianza dentro del mismo pueblo. Antes del Golpe, donde yo vivía la mayor parte de la gente era de derecha, y yo discutía con esas personas, pero nos saludábamos en la calle, manifestábamos nuestras diferencias y convivíamos perfectamente a pesar de ellas. Pero llegó un momento en que esa confianza de conversar con alguien que no piensa como tú, se terminó y había que tener cuidado ciertas personas que considerabas amigos o cercanos.
La ruptura de confianza en el pueblo que provocó la dictadura yo aún no la veo restituida. No la veo restituida de ninguna manera y parece que se acentúa cada vez más. El triunfo actual de todos los candidatos autoritarios está basado en eso, en ver en el otro a un adversario constantemente y en desprestigiar, repeler y menoscabar al enemigo con brutalidad y a considerar a cualquier disidente como un enemigo.
—¿Qué reflexión echó de menos en la conmemoración de los 50 años del Golpe?
—Bueno, desde las autoridades, no solo del gobierno, sino de la política en general, no se trabajó lo suficiente sobre una lectura del país, sino que se dedicaron nuevamente a porfiar las propias ideas por muy inteligentes o beneficiosas que nos puedan parecer. Faltó también un poco escuchar más a los demás, pero es difícil hacerlo cuando se establece la desconfianza como punto de partida.
El Cuervo Castro, quien vivió el exilio y buena parte de su vida posterior en París, decía que la gran diferencia entre Francia y Chile es que cuando uno conversa con alguien que puede ser muy amigo, pero llega un momento en que uno piensa: este hueón por alguna parte me está cagando (ríe). Eso es fatal para las relaciones humanas, para el desarrollo humano, pero al menos nos reímos y somos capaces de hacerlo con picardía.
Han pasado casi diez años desde el accidente a caballo que Héctor Noguera sufrió en el verano del año 2016. Se fracturó la segunda vértebra cervical al caer durante un paseo por una quebrada y estuvo a punto de quedar tetrapléjico.
“Mi ritmo de trabajo no cambió, pero sí alteró mi rutina”, dice el intérprete. “Dejé de andar en bicicleta, de andar a caballo, de esquiar. Dejé de hacer la cantidad de deportes que hacía normalmente. En la pandemia también dejé de nadar”, cuenta.
Actualmente se encuentra bien de salud, aunque cada cierto tiempo cae por algo en la clínica. “La última vez fue hace algunas semanas. Estuve bien pal’ gato, internado por problemas del riñón”, revela.
El actor pudo haber quedado con secuelas mayores tras su accidente y ahora reflexiona sobre la autonomía y el derecho a decidir sobre la propia vida en situaciones extremas y diagnósticos irreversibles. Para Héctor Noguera, la eutanasia es un tema que debe abordarse con seriedad y respeto por la voluntad individual, y valora que el gobierno de Boric lo haya puesto en la agenda.
“Yo creo que cuando uno tiene problemas de todo tipo, físicos, psíquicos, del cuerpo, del alma, de donde sea, están los demás para consultarlo, para guiarse por ello. Para escucharlos, seguir sus consejos. Pero creo, creo que en última, última instancia uno es dueño de su propio cuerpo”, opina.
Usted dijo en 2021 a este mismo medio: “Veo a los candidatos a la presidencia y pienso: ¿valdrá la pena gastarse tanto por un cargo tan desprestigiado?”, decía Héctor Noguera en su última entrevista a The Clinic en octubre de 2021. Gabriel Boric ya corría como candidato del pacto Apruebo Dignidad. Cuatro años después, el actor considera que, a pesar de los vaivenes, el Presidente mantiene su ímpetu juvenil, “la principal razón por la cual votamos la mayoría de los chilenos”, dice.
“Lo que más nos gustó de él fue ese impulso, pero sabíamos que ese impulso no iba a solucionar los males del mundo. No era, como se dice, mesiánico. Mesiánico es Trump, mesiánico es Milei, pero Boric no tiene nada de mesiánico. Él quiere cambiar el mundo desde puntos de vista que no son molinos de viento gigantescos, que no son gigantes, sino que son cosas muy concretas y precisas. Se le ha criticado mucho que quiere ser refundacional, pero no es cierto. De nuevo: refundacional es Trump, es Milei, que se han dedicado a destruir y a arrasar con todo”.
—¿Cómo ve usted entonces al Presidente?
—Me parece que él es una persona bastante humilde dentro de todo y que ha sido un gran defensor de la democracia. Él escucha a los demás sectores que son sus adversarios, por ejemplo, ¿cuántos presidentes han hecho eso? Me acuerdo que en los primeros tiempos se le criticaba mucho porque escuchaba demasiado a los demás. Yo decía: si hemos vivido toda la vida una historia en la que nadie escucha a nadie y ahora hay un señor que escucha. Él resuelve todo a su manera, a lo mejor impulsivamente, pero si ponemos en la balanza las cosas yo prefiero eso a seguir en una situación estática de no cambio en la que Chile está hace años. El cambio tiene que empujarse eso sí, no llega solo.
—El estallido pedía con fuerza un cambio. ¿Cómo ve usted hoy ese periodo?
—Creo que se ha querido reducir el estallido social a lo que sabemos; a un vandalismo, que lo hubo y fue terrible, desgraciadamente, pero ahora se vive como si no hubiese existido. Hoy se habla como si nada del Presidente Piñera como alguien que pasó piola y sin problemas por la Presidencia, cuando tuvo un estallido social potentísimo y pasaron cosas que hoy son cuestionables. En Chile muchos asuntos no se resuelven y eso le ha hecho mucho mal al país. Que hoy muchos relativicen y digan que la dictadura de Pinochet no fue “tan mala”, por ejemplo, perjudica mucho a la memoria de un país. Aporta más bien a una desmemoria. O sea, qué es eso de convertir un gran dictador en el tata, en el abuelito simpático. Es espantoso.
—Usted mencionaba antes el uso desmedido de la inteligencia artificial, que entre otras cosas ha propiciado la proliferación de fake news y desinformación.
—Bueno, si bien los límites parecieran hacerse más imprecisos, no sé si todavía la inteligencia artificial alcance a confundir al ser humano al punto de no poder darse cuenta qué es real y qué es ficción, qué es inteligencia artificial y qué es inteligencia humana. Yo respeto lo que significa la inteligencia artificial para el desarrollo de la humanidad, pero la forma en que se ha ido desarrollando provocó una adicción social que es preocupante.
“Uno ve todos los días en la calle atravesar de un lado para otro a la gente con el celular en la mano, muchas veces sin ni siquiera mirar si hay luz roja o verde, como si estuvieran hipnotizados. Vivimos en una sociedad adicta a evadir la realidad y que hace tiempo trabaja para la inteligencia artificial”.
De cara a las elecciones presidenciales de noviembre, que ya tiene a Evelyn Matthei y a José Antonio Kast en campaña, Héctor Noguera es tajante. “Yo nunca votaré por la derecha, porque nunca han salido a decir que lo que hubo en Chile fue una dictadura. Muy por el contrario, muchos aún la niegan y jamás han pedido perdón por sus crímenes y violaciones a los derechos humanos. Más bien pareciera que intentaran buscarle el acomodo y afirmarse de lo bueno. Toda esa frialdad me provoca un dolor interno muy profundo, muy fuerte”.
—¿Qué le produce el hecho de que la hija de un miembro de la Junta Militar aspire con tanta ventaja a la presidencia?
—Yo tengo mucho respeto por ella y creo que hizo una muy buena labor como alcaldesa en Providencia, pero no votaría nunca por alguien que se haya opuesto a restituir el Estado democrático en Chile. Ella es hija de un miembro de una Junta Militar que colaboró a pisotear y a desechar absolutamente el Estado Democrático de Chile, creció en el autoritarismo. Entonces, que ahora una persona de esa familia, que además compartió ya de grande esos valores quiera ser parte del restituido Estado Democrático de Chile al que ella misma se opuso seguramente para el plebiscito de 1988, me parece inentendible y una contradicción total.
“Ella nunca ha mostrado ni una señal de arrepentimiento o algo parecido a una disculpa o una reflexión humanitaria por los crímenes de la dictadura. Su silencio sencillamente ha sido el problema de los últimos 50 años en Chile. Y ese gran silencio a mí me duele y creo, o quiero creer, que el pueblo lo va a cobrar realmente”.
Noguera cuestiona la instrumentalización de los artistas en la política y el uso de su propia imagen con fines ajenos a su trabajo. “Los artistas siempre hemos sido utilizados por la política. A uno lo invitan de una Municipalidad a hacer una obra de teatro porque quiere influir en el desarrollo del ser humano a través del arte y del trabajo que estás haciendo, pero al final uno rápidamente se ve trabajando en función de otra cosa, de un engranaje más grande”, opina Héctor Noguera.
“A veces me invitan también a eventos y reuniones sociales solo para mostrarme, para que aparezca en las fotos oficiales. Lo que creo es que es finalmente uno el que no comprende la política. Uno tiene opiniones, pero la política misma es un mundo aparte en que pareciera que participamos, pero creo que más bien servimos”.
Noguera y el sobreseimiento de Campos: “Lo más doloroso en casos como este, es que ambas personas quedan marcadas”
Héctor Noguera tampoco ha estado indiferente ante las recientes informaciones sobre el cierre de la investigación contra el actor Cristián Campos, acusado de abuso sexual por Raffaella di Girolamo, hija de su expareja Claudia di Girolamo. Tras diez meses de indagatorias, el juez Edgardo Gutiérrez, del 34º Juzgado del Crimen de Santiago, decidió cerrar el sumario y se espera que en las próximas semanas se dé a conocer el fallo y el sobreseimiento definitivo del actor.
Dada su cercanía con ambas partes, Héctor Noguera prefiere ser cauteloso. “Más que certezas, tengo solo preguntas al respecto”, dice.
“Lo primero que pienso es: independiente del fallo, ¿cómo se reinserta una persona que fue bloqueada y que enfrentó una denuncia así? ¿Quién se ocupa de esas personas, además de los terapeutas? ¿Quiénes apoyan a esas personas que nadie quiere apoyar? Hasta ahora hemos conocido casos en los que algunos lograron volver a aparecer y a tener trabajo, pero hay otras que no lo lograron y nunca más se supo de ellos”, dice.
Noguera critica también la sobreexposición del caso en los medios, así como las filtraciones y manipulación del expediente del caso. “La reinserción por cierto no es solo para quienes son denunciados y bloqueados, sino que corre también quienes denuncian. Para nadie es fácil denunciar. Lo más doloroso en casos como este es que ambas personas quedan marcadas y en muchos casos solas en su proceso de reinserción”.
“En el Caso Monsalve, la mujer que lo denuncia está pésimo y siguen filtrándose informaciones en la prensa que debiesen ser confidenciales, justamente para resguardarla. Con este otro caso (Campos) ha sucedido lo mismo. No ha habido un debido tratamiento de la información, ni mucho menos con esas personas y sus familias. Al contrario, ha habido un acoso y un seguimiento muy intrusivo para ambas partes, y eso puede ser muy perjudicial en el intento por retomar sus vidas”, concluye.
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