La bandera de la ciudad de Nueva York es rectangular, dividida en tres franjas verticales del mismo tamaño, de color azul la que está más próxima al mástil, blanca la central y naranja la del batiente. Dentro de la franja blanca, en el centro de la bandera, aparece representado el sello de la ciudad con trazos de color azul.
Los colores de la bandera son los mismos que utilizaban las Provincias Unidas de los Países Bajos en su enseña cuando fundaron Nueva Ámsterdam.
La versión actual de la bandera de la ciudad, creada en 1915, fue aprobada el 30 de diciembre de 1977, cuando se modificó el año que figuraba en el sello 1664 (fecha de la captura inglesa de Nueva Ámsterdam) por el año de su fundación 1625.
El Estado de Nueva York cuenta con bandera y sello propios.
Hay una variación de la bandera utilizada para el alcalde de la ciudad, con cinco estrellas azules sobre el sello. Las estrellas representan los cinco distritos de Nueva York (Manhattan, Queens, Bronx, Brooklyn y Staten Island).
El Times Square.
Gotham Hall
Ubicado en un edificio emblemático que una vez albergó el Greenwich Savings Bank, Gotham Hall es un espacio icónico para eventos en Midtown. Gotham Hall cuenta con un salón de baile de 9,000 pies cuadrados con un techo de 70 pies y un tragaluz adornado con vidrieras. Debido a que solo organizamos un evento a la vez, puede estar seguro de que su evento será íntimo, privado y que se atenderán todos los detalles para que su evento se desarrolle sin problemas de principio a fin. Puede confiar en nuestro eficiente equipo de gestión de eventos y en nuestros proveedores recomendados exclusivamente para personalizar un evento que satisfará incluso los gustos más exigentes. Una rica historia Construido en 1922-24 como el edificio del Banco de Ahorros de Greenwich, la nueva sede imponente marcaría el progreso de esta institución desde sus orígenes modestos de Greenwich Village hasta una ubicación prominente en el centro de la ciudad, es uno de los ejemplos refinados en el impresionante corpus de edificios bancarios de la firma. de York y Sawyer, ambos arquitectos, empleados inicialmente por McKim, Mead, & White. De acuerdo con la tradición estadounidense de construcción de bancos, Philip Sawyer mostró su conocimiento de los prototipos romanos antiguos. En las adaptaciones de la gran sala bancaria elíptica del Greenwich Savings Bank y sus espacios accesorios, al sitio irregular de cuatro lados del banco, el plano elíptico es característico de los anfiteatros antiguos; el anfiteatro Flavio, el Coliseo, es el principal ejemplo romano. El interior del Greenwich Savings Bank muestra una alegoría espacial, un verdadero templo del ahorro, en piedra caliza, arenisca y acero. El tono de las inscripciones y las personificaciones de Minerva (sabiduría) y Mercurio (comercio) en la pantalla de bronce brillante de los cajeros sugieren los elementos de alegoría de Sawyer y la evocación de monumentos antiguos, las inscripciones y los atributos antiguos de "Sabiduría" y " Comercio." La planta redonda, cubierta con una cúpula, fue una antigua innovación romana y una forma que se repitió a menudo posteriormente. En este país fue empleado por Jefferson, Bullfinch, Larobe y Strickland Town & Davis' Federal Hall (1834-1842) en 28 Wall Street es un buen ejemplo. Philip Sawyer habría conocido la sala bancaria de Merchants' Exchange de Isaiah Rogers (1836-1842) en 55 Wall Street, cuya gran cúpula McKim, Mead & White reemplazó con una adición superior para el National City Bank en 1907. Greenwich Savings Bank permaneció en el edificio hasta 1980, momento en el que se convirtió en varios otros bancos a medida que cambiaba de propietario. El edificio fue comprado en 2000 por Haier American para su sede corporativa. Posteriormente, alquilan espacio para el lugar ahora conocido como Gotham Hall. El equipo directivo de Gotham Hall está formado por profesionales experimentados con muchos años en la gestión de hoteles, restaurantes y locales. 1356 Broadway, New York, NY 10018, Estados Unidos |
El High Line
(también conocido como el parque de la High Line) es un parque lineal de 1,45 millas de largo (2,33 km) en el distrito de Manhattan en Nueva York. Este parque se encuentra en una sección elevada de la línea Est Side Line de la extinta compañía de ferrocarriles New York Central Railroad. Inspirados por el Coulée verte René-Dumont de París, un proyecto similar de 4,7 kilómetros completado en 1993, el High Line se concibió como una pasarela verde elevada y parque sobre los raíles de una antigua vía ferroviaria. |
Historia de nueva york.
El 2 de febrero de 1625, los holandeses construyeron un fortín sobre Manhattan, una de las numerosas islas y penínsulas que componen la desembocadura del río Hudson. El asentamiento es bautizado La Nueva Amsterdam (en holandés, Nieuw Amsterdam). Su nombre actual, New York, le fue dado por los ingleses en honor al Duque de York, que se convertirá en rey con el nombre de Jacobo II. El sitio ya había sido explorado un siglo antes por Verrazano, un navegante italiano al servicio del rey de Francia, Francisco I. En 1609, Henry Hudson, un navegante inglés al servicio de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales, intenta, después de muchos otros, descubrir un hipotético paso del Noroeste que permitiría llegar a China bordeando el continente americano por el norte. Hudson remonta el río, al que dejará su nombre, hasta la actual ciudad de Albany, 150 kilómetros tierra adentro. Sin contemplar la presencia de indios (los Algonquinos), reivindica la propiedad de esas regiones en nombre de Holanda. Al año siguiente, en el transcurso de una última expedición que le será fatal, el navegante descubre la gran bahía de Canadá que también lleva su nombre. Después de Hudson, los holandeses crean modestas tiendas en la desembocadura del río para el comercio de pieles. Luego la poderosa Compañía Holandesa de las Indias Occidentales se hace cargo de las cosas. en 1624, envía a la isla de Manhattan a treinta familias de protestantes flamencos, franceses y sobre todo valones (originarios del sur de Bélgica), con el objetivo de instalar allí una colonia permanente. Esta se concreta con la construcción de algunas casas y de un fortín en la punta meridional de la isla de Manhattan. Se la conoce indistintamente como Nueva Holanda o Nova Belgica. El primer gobernador general de la colonia se llama Peter Minuit. Originario de Tournai (Valonia, Bélgica), se unió a las Provincias Unidas (Holanda) para mantenerse fiel a su fe calvinista. Legaliza la ocupación de la isla entregando a los algonquinos de la zona algunas perlas de pacotilla por valor de 60 florines… De esos indios, los holandeses toman prestada la palabra manhattan para bautizar a la isla. Hacia fines del siglo XVII, los ingleses empiezan a ganarle la partida a los holandeses en todos los mares. Finalmente, les quitarán todas sus colonias americanas... y también Nueva Amsterdam En vista de lo que hoy es el valor inmobiliario de Manhattan, se podría ver en esto la mejor inversión… o la mayor estafa de todos los tiempos, de no ser porque los algonquinos que recibieron las bagatelas estaban de paso por la isla y no tenían motivo para reivindicar su propiedad. La compañía concede vastas extensiones de tierra a ricos holandeses, los patroons. Pero su valorización tomará tiempo. Los comienzos son difíciles. Guerras con los algonquinos, que no quieren pagar tributo, epidemias de cólera, llegada de los primeros esclavos negros en 1626… En 1655, los holandeses extienden su territorio apoderándose de la pequeña colonia sueca de Delaware. Pero ese logro no tiene futuro. Hacia fines del siglo XVII, los ingleses empiezan a ganarle la partida a los holandeses en todos los mares. En 1664, los echan definitivamente de todas sus colonias de América del Norte. Es así como cuatro naves inglesas bloquean el puerto de la Nueva Amsterdam. El gobernador holandés, Peter Stuyvesant, se resigna entonces, sin drama, a ceder la colonia al rey Carlos II Estuardo. El Tratado de Breda de 1667, que pone fin a la guerra anglo-holandesa, confirma la cesión a Londres de la ciudad y de su región, la Nueva Holanda. La nueva Amsterdam toma entonces el nombre de La Nueva York (New York) en homenaje al duque de York, heredero del trono de Inglaterra, y que se convertirá en rey con el nombre de Jacobo II. La colonia vive un rápido desarrollo debido a su ventajosa ubicación que la pone en relación con los Grandes Lagos y con las Grandes Planicies centrales a través del Río Hudson y de su afluente, el Mohawk. En vísperas de la guerra de independencia, New York ya es la principal ciudad de América del Norte, con alrededor de 30.000 habitantes. Ciudad populosa e industrial, se distingue de la aristocrática Boston y de la comercial Filadelfia. Ve el nacimiento de la organización secreta Hijos de la Libertad (Sons of Liberty) pionera de las manifestaciones públicas contra el gobierno colonial de Londres. New York es ocupada por las tropas inglesas durante toda la duración de la guerra, desde la declaración de Independencia hasta el Tratado de Versalles (1776-1783). Por recelo hacia esta ciudad, en 1797 los líderes de los nuevos Estados Unidos transfirieron a Albany el gobierno del estado de New York. Instalan el gobierno federal más al sur, cerca de virginia, en una ciudad que tomará el nombre de Washington, primer presidente del país. No fue un problema para los neoyorkinos. Desde 1792, mercaderes de New York City toman la costumbre de reunirse bajo un árbol cerca del antiguo muro del fortín holandés, en un sitio llamado Wall Street, para hacer allí sus negocios. Así nació la que hoy es la primera plaza financiera del mundo. A pesar de un gigantesco incendio que, los días 16 y 17 de diciembre de 1835, destruye los últimos vestigios de la época colonial, New York prosigue su desarrollo. La metrópolis cuenta con 500 mil habitantes en 1850 y con 3 millones a fines del siglo XIX. El invento del ascensor eléctrico fomenta la construcción de los primeros rascacielos, levantados sin orden ni concierto sobre el granito de Manhattan. En 1909, en una guía titulada The Wayfarer in New York, editada por Edward S. Martin, la ciudad es presentada como el fruto de un árbol cuyas raíces se hunden en el Mississippi y las ramas alcanzan los dos océanos. Es calificada como “Gran Manzana” (The Big Apple), sobrenombre que será popularizado por los músicos de jazz. Hoy, New York es la mayor metrópolis del planeta, si no por su población (8 millones de habitantes en 785 kilómetros cuadrados), sí por su efervescencia intelectual y por su diversidad, que hace de ella un “melting-pot” (crisol) de toda la humanidad. La tragedia sin igual del 11 de septiembre de 2001 hizo entrar la Historia en la ciudad. |
Hudson Yards
Hudson Yards, el nuevo vecindario desarrollado por Related Companies y Oxford Properties Group, como una “ciudad dentro de una ciudad, resplandeciente, lujosa, multiuso, arquitectónicamente impresionante y muy diversa, con viviendas, oficinas, hoteles, tiendas, restaurantes y zonas verdes, que renueva espectacularmente la zona de Midtown West”. Hudson Yards (HY) es el nuevo centro cultural del Nuevo West Side de Manhattan, y este nuevo vecindario es una plantilla para el futuro de las ciudades, señalan desde este emprendimiento inmobiliario.
El barrio ha comenzado a ser ocupado y a funcionar: por ejemplo los alrededor de 25 restaurantes que integran la denominada ‘Dining Collection’, abren en marzo junto con inmuebles vecinos, mientras que el centro artístico “The Shed” abre en abril, y la primera torre residencial, 15 Hudson Yards, está vendida en más del 60 por ciento. Para 2020 está prevista la apertura de ‘Edge’, una plataforma triangular de observación, que se situará a 335 metros de altura en la torre 30 Hudson Yards y cuyo vértice se proyectará unos 20 metros hacia fuera de la fachada del edificio, convirtiéndose en el balcón público más alto de la ciudad, según Curbed New York. Para Related y Oxford este nuevo barrio, situado en el corazón de Manhattan, donde el High Line termina y comienza Midtown, ubicado entre las avenidas 10 y 12, desde West 30th hasta West 34th Street, impulsará el área donde ha sido construido, desde su pasado industrial hacia un futuro que redefinirá Manhattan. Y es difícil ponerlo en duda cuando se conocen las características del considerado como el mayor desarrollo inmobiliario privado en la historia de los Estados Unidos y el mayor desarrollo en la ciudad de Nueva York, desde el Rockefeller Center. El sitio incluye más de 1,67 millones de metros cuadrados (18 millones de pies cuadrados) de espacio comercial y residencial, con más de 100 tiendas, una colección de restaurantes, alrededor de 4,000 viviendas, el centro de artes ‘The Shed” dedicado a nuevos trabajos en artes escénicas y visuales y cultura popular, así como 5,66 hectáreas (14 acres) de espacio público abierto. También cuenta con una escuela pública con capacidad para 750 personas y con el primer Equinox Hotel del mundo con más de 200 habitaciones, según HY. El área que rodea al nuevo barrio tiene un pasado rico e histórico, que incluye el apogeo del Chelsea Hotel, el costoso puerto de la ciudad y la revitalizada del escenario gastronómico y artístico de los barrios de Chelsea y Hell’s Kitchen, según HY. Hudson Yards tiene amplias conexiones con el servicio de trenes de cercanías, el metro, la autopista West Side, el túnel Lincoln y los ferris a lo largo del río Hudson, en un vecindario repleto de actividad, y conocido por sus galerías de arte, restaurantes, bares y tiendas de moda y diseño internacional, así como por el célebre parque elevado de High Line, en Chelsea. Además de los imponentes rascacielos de oficinas (10, 30, 50 y 55 Hudson Yards), viviendas (15 Hudson Yards) y uso mixto, con residencias y el Equinox Hotel (35 Hudson Yards) y el centro comercial ‘The Shops & Restaurants’, los residentes, empleados y visitantes de nuevo vecindario, dispondrán de muchos lugares acogedores para admirar, curiosear y pasear. “The Shed” reunirá a artistas de la música contemporánea y clásica; la pintura; los medios digitales; el teatro; la literatura; la escultura y la danza, en una estructura móvil que se adapta para respaldar todo tipo de trabajos creativos bajo un mismo techo. Este centro artístico dispone de ocho niveles, tiene una carcasa móvil exterior telescópica que se despliega sobre el edificio base y se desliza a lo largo de rieles hacia una plaza contigua duplicando la huella del edificio. Con ello genera un espacio para actuaciones, instalaciones y eventos a gran escala, que puede acomodar a una audiencia sentada de 1,250 personas o más de 2,000 de pie. En el barrio destacarán los amplios parques, jardines y asientos al aire libre con sombra y más de 28,000 plantas de diferentes colores, escalas y texturas. Dispondrá de más de 200 árboles maduros, plantas de bosque y jardines perennes, que han sido diseñados para convertirse en un nuevo lugar de reunión a la hora del almuerzo o para disfrutar de una comida nocturna en el West Side de Manhattan. Los árboles, jardines y parches de flores silvestres albergarán aves migratorias y polinizadores, y los visitantes dispondrán de senderos peatonales bordeados de más de 1,000 metros de paredes de asientos de jardín para sentarse, relajarse y descansar.
En el centro de la plaza se asienta una espectacular estructura destinada a ser un punto focal de Hudson Yards, por la que las personas podrán subir y bajar, pudiendo disfrutar de unas vistas impresionantes de Nueva York y nuevas perspectivas la ciudad y del barrio desde diferentes alturas, ángulos y puntos de vista. Esta gigantesca estructura de acero, más ancha en su parte superior que en su base y cuya forma recuerda a un panal de abejas, tiene una altura equivalente a un edificio de 16 plantas, se compone de 154 tramos de escaleras idénticos entre sí e interconectados de forma intrincada, tiene unos 2,500 escalones y 80 rellanos, y ofrece más de 1,600 metros de camino vertical. |
J. Pierpont Morgan Library
La Biblioteca Pierpont Morgan (J. Pierpont Morgan Library), llamada actualmente Biblioteca y Museo Morgan (The Morgan Library & Museum) es un museo y biblioteca de investigación en Nueva York, Estados Unidos (225 Madison Avenue at 36th Street). El The Morgan Library & Museum se encuentra dentro del condado de Nueva York en las coordenadas 40.748889, -73.981667. Fue fundada en 1906, con el fin de almacenar la biblioteca privada de John Pierpont Morgan. En esta biblioteca estaban incluidos, además de manuscritos y libros impresos, una peculiar colección de impresos y dibujos. La entrada rediseñada por Renzo Piano (2006, izqda.) y el anexo diseñado por Benjamin Wistar Morris (1928, dcha.) El edificio fue diseñado por Charles McKim, de la firma McKim, Mead & White, y construido a un costo de 1,2 millones de dólares. En 1924, el hijo de J. P. Morgan transformó a la biblioteca en una institución pública.. Actualmente, la biblioteca está formada por un complejo de edificios que sirven adicionalmente como museo y como centro de investigación. Contiene manuscritos originales de Sir Walter Scott, Honoré de Balzac, Bob Dylan, Charlotte Brontë, Charles Dickens y otros autores. Adquirió en 1977 el pergamino Vindel del siglo XIII, única copia existente con la música de cantigas del trovador Martín Códax. También tiene una gran cantidad de incunables, e impresiones y dibujos de artistas europeos como Leonardo da Vinci, Rembrandt, Miguel Ángel, Rubens, Durero y Picasso. La biblioteca tiene varias de las primeras biblias que fueron impresas, incluyendo tres biblias de Gutenberg. También posee uno de los dos originales existentes de Le Morte d'Arthur, que imprimió William Caxton en 1485, y el original de Ivanhoe, novela de Walter Scott. Hay que destacar además el libro Las horas de los Farnese, ilustrado con miniaturas por Giulio Clovio.
El The Morgan Library & Museum se encuentra inscrito como un Hito Histórico Nacional en el Registro Nacional de Lugares Históricos desde el 13 de noviembre de 1966. |
Harlem
Harlem es un barrio en el Upper Manhattan de la Ciudad de Nueva York, Estados Unidos. Está delimitado aproximadamente por el Frederick Douglass Boulevard, St. Nicholas Avenue y Morningside Park en el oeste; el Río Harlem y la calle 155 en el norte; la Quinta Avenida en el este; y Central Park North en el sur. El área metropolitana de Harlem abarca varios otros vecindarios y se extiende al oeste hasta el Río Hudson, al norte hasta la calle 155, al este hasta el East River y al sur hasta el Martin Luther King Jr. Boulevard, Central Park y la East 96th Stree Originalmente un pueblo neerlandés, organizado formalmente en 1658, lleva el nombre de la ciudad de Haarlem en los Países Bajos. La historia de Harlem se ha definido por una serie de ciclos económicos de auge y caída, con importantes cambios de población que acompañan a cada ciclo. Harlem fue predominantemente ocupada por judíos e italianos americanos en el siglo XIX, pero afroamericanos residentes comenzaron a llegar en grandes cantidades durante la Gran Migración en el siglo XX. En las décadas de 1920 y 1930, Central y West Harlem fueron el centro del Renacimiento de Harlem, un importante movimiento cultural afroamericano. Con la pérdida de puestos de trabajo durante la Gran Depresión de la década de 1930 y la desindustrialización de la ciudad de Nueva York después de la Segunda Guerra Mundial, las tasas de delincuencia y pobreza aumentaron significativamente. En el siglo XXI, las tasas de criminalidad disminuyeron significativamente y Harlem comenzó a gentrificarse. El Renacimiento de Harlem fue un renacimiento intelectual y cultural de la música, la danza, el arte, la moda, la literatura, el teatro y la política afroamericana centrado en Harlem, Manhattan, Nueva York, que se extendió durante las décadas de 1920 y 1930. En aquella época, se conocía como el "New Negro Movement", llamado así por The New Negro, una antología de 1925 editada por Alain Locke. El movimiento también incluía las nuevas expresiones culturales afroamericanas en las zonas urbanas del noreste y el medio oeste de Estados Unidos, afectadas por una renovada militancia en la lucha general por los derechos civiles de los afroamericanos que se produjo a raíz de las luchas por los derechos civiles en las entonces todavía segregadas Fuerzas Armadas de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial y que se inspiró además en la NAACP, el movimiento garveyista y la Revolución Rusa, junto con la Gran Migración de trabajadores afroamericanos que huían de las condiciones racistas del Sur profundo de Jim Crow, siendo Harlem el destino final del mayor número de los que emigraron al norte. Aunque en ocasiones se dice que incluye a todo el alto Manhattan, tradicionalmente Harlem limita por el sur en East 96th Street, donde la senda de las vías de tren emerge del túnel bajo Park Avenue, y al lado de Central Park, al oeste por Morningside Heights, en 125th Street hasta el río Hudson, por el norte en 155th Street, y por el este con el río East. Aunque se centró en el barrio de Harlem, muchos escritores negros francófonos de las colonias africanas y caribeñas que vivían en París también se vieron influidos por el movimiento,2345 que se extendió desde aproximadamente 1918 hasta mediados de la década de 1930 El apogeo de este "florecimiento de la literatura negra", como James Weldon Johnson prefería llamar al Renacimiento de Harlem, tuvo lugar entre 1924 -cuando Opportunity: A Journal of Negro Life organizó una fiesta para escritores negros a la que asistieron muchos editores blancos- y 1929, el año del crack bursátil y el comienzo de la Gran Depresión. Se considera que el Renacimiento de Harlem supuso un renacimiento de las artes afroamericanas. Muchas personas afirmarían que el Renacimiento de Harlem nunca terminó y ha seguido siendo una importante fuerza cultural en Estados Unidos a lo largo de las décadas: desde la época del stride piano jazz y el blues hasta las épocas del bebop, el rock and roll, el soul, la música disco y el hip-hop. |
El área metropolitana de Nueva York.
El área metropolitana de Nueva York, es el área metropolitana más grande del mundo por masa terrestre urbana, con 12.093 km 2, y una de las aglomeraciones urbanas más pobladas en el mundo. El área metropolitana incluye la ciudad de Nueva York (la ciudad más poblada de los Estados Unidos ), Long Island y Mid and Lower Hudson Valley en el estado de Nueva York; las seis ciudades más grandes de Nueva Jersey : Newark,Jersey City , Paterson , Elizabeth , Lakewood y Edison , y sus alrededores; y seis de las siete ciudades más grandes de Connecticut : Bridgeport , New Haven, Stamford , Waterbury , Norwalk y Danbury , y sus alrededores. El área metropolitana de Nueva York se encuentra dentro de la gran megalópolis del noreste . El área metropolitana de Nueva York es la más poblada de los Estados Unidos, según lo definido tanto por el Área Estadística Metropolitana (20,1 millones de residentes en 2020) como por el Área Estadística Combinada (23,6 millones de residentes en 2020). El área metropolitana alberga aproximadamente el 6% de la población de los Estados Unidos. Es la décima aglomeración urbana más grande del mundo. El área metropolitana de Nueva York sigue siendo la principal puerta de entrada para la inmigración legal a los Estados Unidos, con una de las mayores población nacida en el extranjero de cualquier región metropolitana del mundo. La MSA cubre 17.405 km 2 , mientras que el área de la CSA es de 34.493 km 2 , y abarca una región étnica y geográficamente diversa. La población del área metropolitana de Nueva York es mayor que la del estado de Nueva York, y el espacio aéreo metropolitano acogió a más de 130 millones de pasajeros en 2016. Como centro de muchas industrias, incluidas finanzas, tecnología financiera, comercio internacional, noticias y medios tradicionales, bienes raíces, educación, moda, entretenimiento , turismo, biotecnología , leyes y manufactura, la región metropolitana de Nueva York es una de las más importantes económicamente. regiones en el mundo. De hecho, la ciudad de Nueva York ha sido descrita como la capital cultural, financiera,diplomática y mediática del mundo. A partir de 2019, se estima que el área metropolitana de Nueva York produce un producto metropolitano bruto ( GMP ) de $ 1,7 billones. Si el área metropolitana de Nueva York fuera un estado soberano, tendría la octava economía más grande del mundo. El área metropolitana de Nueva York alberga el mayor número de multimillonarios de todas las metrópolis del mundo. Según Forbes , en 2014, el área metropolitana de Nueva York albergaba ocho de los diez principales códigos postales de los Estados Unidos según el precio medio de la vivienda, con seis solo en Manhattan . El área metropolitana de Nueva York también alberga cinco de los diez lugares más ricos de Estados Unidos, según Bloomberg . Estos son Scarsdale, Nueva York ; Colinas cortas, Nueva Jersey ; Viejo Greenwich, Connecticut ; Bronxville, Nueva York ; y Darién, Connecticut . La red de educación superior de la región metropolitana de Nueva York comprende cientos de facultades y universidades, incluida la Universidad de Nueva York y tres universidades de la Ivy League : Columbia , Yale y Princeton .
Área Metropolitana de Nueva York-Norte de Nueva Jersey-Long Island, NY-NJ-PA División Metropolitana de Nueva York-White Plains-Wayne, NY-NJ Condado de Kings (Brooklyn), NY Condado de Queens, NY Condado de Nueva York (Manhattan), NY Condado del Bronx, NY Condado de Richmond (Staten Island), NY Condado de Westchester, NY Condado de Bergen, NJ Condado de Hudson, NJ Condado de Passaic, NJ Condado de Rockland, NY Condado de Putnam, NY División Metropolitana de Nassau-Suffolk, NY Condado de Suffolk, NY Condado de Nassau, NY División Metropolitana de Edison-Nuevo Brunswick, NJ Condado de Middlesex, NJ Condado de Monmouth, NJ Condado de Ocean, NJ Condado de Somerset División Metropolitana de Newark-Municipio de Union, NJ-PA Condado de Essex, NJ Condado de Union, NJ Condado de Morris, NJ Condado de Sussex, NJ Condado de Hunterdon, NJ Condado de Pike, PA |
Para muchos en un sueño. Nueva York es una de esas ciudades que, cuando la visitas, crees que ya la conoces. Es localización y escenario de multitud de series y películas, lo que hace que las largas y anchas avenidas y los altísimos rascacielos sean casi un 'amigo' cuando uno pisa la ciudad. Lo cierto es que cuando uno viaja a Nueva York realmente lo que suele hacer, sobre todo si se trata de un viaje corto —una semana o menos—, es visitar Manhattan, no todo el estado. Lo primero que uno tiene que tener claro si viaja a esta gran ciudad es que va a caminar, y va a hacerlo mucho. El mayor de los cinco distritos que conforman la ciudad —los otros cuatro son el Bronx, Brooklyn, Queens y Staten Island— tiene más de 20 kilómetros de largo y unos cuatro de ancho, pero su interior está tan recargado de lugares por los que pasar que es casi imposible hacerlo sin una organización previa. Cada visita a Nueva York es, y ha de ser diferente, en función de los intereses de cada uno, pero hay algunos puntos por los que hay que pasar casi obligatoriamente. París es mucho más que la Torre Eiffel, pero no visitarla cuando uno va a la capital de Francia es un pecado. Con Nueva York ocurre más o menos lo mismo... con muchas cosas. 1. De Times Square al edificio Chrysler Cada año, el 31 de diciembre por la noche, miles de turistas y algún que otro neoyorquino visten sus mejores galas, se ponen sus gafas con el número del año que entre y se van a disfrutar de la celebración del año nuevo en Times Square. Y aunque el resto del año no recibe a tanta gente, esta plaza es la más animada de la ciudad. Cargada de luces —publicitarias, la gran mayoría—, en esta pequeña plaza convergen calles tan importantes como la Séptima Avenida o Broadway, que atraviesa en diagonal la perfectamente cuadrada estructura de la ciudad. Nueva York es una ciudad para pasear, pero si te gusta el ambiente, Times Square debe ser un imprescindible: siempre hay alguien actuando, decenas de fotógrafos tomando imágenes de gente disfrutando de la 'fiesta' de la plaza, y miles, miles de personas haciéndose 'selfies' por cualquier lugar. Como ocurre en los puntos más concurridos de muchas grandes ciudades, en esta zona hay que tener algo de cuidado con los carteristas, pero para aquellos a los que no les moleste la invasión del espacio personal puede ser un verdadero paraíso de estímulos. Algunos clásicos de Times Square: las escaleras rojas de TKTS —que además de servir de escenario para la foto, te pueden dar la posibilidad de comprar entradas para algunos de los musicales, el mismo día de la actuación, más baratas y oficiales— o las inmensas tiendas de M&Ms o de Disney. Alrededor de esta zona, por el Midtown Manhattan, se pueden visitar lugares tan históricos como el edificio Flatiron, cerca del Madison Square Garden —hogar de los Knicks y las NY Liberty de baloncesto y los Rangers, de hockey sobre hielo—, el parque Bryant, donde se encuentra la más que impresionante biblioteca pública de Nueva York o el edificio Chrysler, un clásico siempre iluminado en las noches neoyorquinas y uno los rascacielos más hermosos de la ciudad: el vestíbulo del bloque se puede visitar gratis entre semana, y está a punto de abrir su observatorio en la planta 71, aunque hasta el momento no tiene fecha de inauguración. 2. Wall Street: el distrito financiero. Los rascacielos están por toda la ciudad, pero el centro financiero de la ciudad (y de gran parte del planeta), en el sur de la isla de Manhattan, tiene algunos de los más importantes. Se trata de un barrio relativamente pequeño, donde se concentran grandes empresas y focos económicos de la ciudad y el país. Es de visita obligatoria el famoso toro de Wall Street, pero también el edificio de la Bolsa de Nueva York, frente al cual se encuentra —al menos hasta principios de 2022, aunque con su destino en vilo— la 'niña sin miedo', una estatua que en su momento se enfrentó al animal de bronce; el primer Capitolio de Estados Unidos (Federal Hall), donde fue investido George Washington o la Trinity Church, enclavada entre rascacielos. Las torres gemelas, derribadas en el atentado de 2001, formaban parte del barrio financiero En Wall Street está el parque Battery, frente al río Hudson y con vistas a Nueva Jersey, y si entornas bien la vista y no hay mucha niebla podrás divisar a la gran dama neoyorquina, la estatua de la Libertad, aunque su tamaño (poco más de 90 metros) hace que no sea fácil disfrutarla. Pero también en esta zona se encuentra el Memorial 9/11, que se levantó donde en el pasado se encontraban las torres gemelas, derrumbadas en el mayor atentado terrorista del planeta, en 2001; un museo que recuerda aquella jornada en la que perdieron la vida casi 3.000 personas desde los mismos cimientos de los edificios que colapsaron hace mas de 20 años. 3. Ver Nueva York desde el cielo. Nadie, por muy poco tiempo que vaya, debe pasar por Nueva York sin subirse a, al menos, uno de los muchos observatorios que hay en la ciudad. En la actualidad hay cinco grandes en Nueva York: el One World Observatory (en Wall Street), el SUMMIT del One Vanderbilt, uno de los más recientes, el Edge (Hudson Yards), el Top of The Rock (Rockefeller Center) y el más que clásico Empire State Building.
No obstante, muchos rascacielos tienen sus 'rooftops', restaurantes y bares en lo más alto para poder disfrutar de una comida o una copa (nada baratos) desde las alturas, y esta también puede ser una opción para muchos. El 'de toda la vida' es el observatorio del Empire State Building, pero tiene a su favor que mientras subes disfrutas de todo un museo dedicado a la construcción del edificio y de su significado no solo para la ciudad sino también para la cultura popular. Eso sí, tiene un gran contra: es el único observatorio de Nueva York desde el cual no se puede disfrutar uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad: él mismo. Hay otra opción para los más aventureros (y con ganas de gastarse el dinero) para ver la ciudad desde lo más alto: las rutas en helicóptero sobre la ciudad, aunque rondan los 150 euros y no duran más de 15 ó 20 minutos. 4. Broadway: ¿de verdad hay que ir a un musical? Nueva York es, obviamente, espectáculo. ¿Y quién no querría aprovechar su visita para presenciar uno de los grandes? 'A priori' gastarse el dinero en una entrada para alguno de los muchos musicales de Broadway puede parecer una 'turistada', pero nada más lejos de ello: sí merece la pena, sin duda. Antes de elegir, siempre puedes ver alguna de las muchas listas de los mejores musicales, para saber cuál elegir, aunque te adelantamos una cosa: 'El rey león', que lleva en cartelera desde 1997, es el mejor, sin duda. Y por eso nunca hay entradas para éste en TKTS. ¿Que qué es TKTS? Las escaleras rojas de Times Square: detrás de ellas hay unas pequeñas taquillas junto a un panel en el que se pueden ver los espectáculos disponibles esa jornada y los precios, reducidos, de las entradas que se pueden adquirir para el mismo día. Pero más allá de 'El rey león', que también se puede disfrutar en Madrid, Broadway tiene muchos otros que ofrecer: 'Aladdin', basado en la película homónima de Disney, tiene unos increíbles efectos especiales —un genio que sale de una lámpara, una auténtica alfombra voladora...— y una puesta en escena de llorar de emoción; pero también están los clásicos 'Chicago' o 'El fantasma de la ópera', así como otros más modernos, como 'Harry Potter. 5. Central Park: casi un día de visita. Quizás Central Park es de esos puntos de la ciudad que levanta más pasiones: para algunos, se trata de un lugar fascinante; para otros, está muy sobrevalorado. El parque recibe más de 37 millones de visitantes cada año (es el parque más visitado de todo Estados Unidos, sus cifras son cinco veces las que corresponden al número de visitantes del Gran Cañón del Colorado, en Arizona), aunque tiene algunas características que le hacen perder encanto: las dos grandes carreteras que lo atraviesan. Aunque sea un pequeño remanso de paz, en todo momento se aprecia la presencia de la gran ciudad alrededor, aunque eso no quita que sea un buen lugar para descansar del cemento durante un día. Lo cierto es que es un increíble espacio natural —impresiona, por ejemplo, verlo desde lo alto del Top of The Rock— de casi 350 hectáreas ubicado entre rascacielos, con muchas, muchísimas cosas que visitar en su interior. Si quieres ver Central Park al completo, tendrás que dedicarle, como mínimo, una mañana entera, sino toda la jornada: en su interior tiene un castillo victoriano (el de Belvedere), que actualmente sirve como observatorio meteorológico para la ciudad, su propio zoológico y multitud de estatuas, amén de sus decenas de senderos y varios estanques y lagos. También está el mosaico en honor a John Lennon (Strawberry Fields), el obelisco conocido como la 'aguja de Cleopatra', el monumento más antiguo del parque, o la gran estatua en honor a 'Alicia en el país de las maravillas'. Aunque no está dentro del parque, el Museo de Historia Natural, muy cercano al parque, debe ser visitado, casi obligatoriamente: es espectacular. 6. Chinatown, Little Italy y el East Village Aunque hay muchas cosas que son de visita obligatoria en la ciudad, hay otras a las que uno se ve un poco forzado, como pueden ser Chinatown o Little Italy. Estos dos pequeños 'barrios étnicos' de la Gran Manzana son un clásico en todas las guías de viaje a Nueva York, pero antes de ir debes saber que quizás sí estén sobrevaloradas. Little Italy es apenas una calle con muchos restaurantes italianos, varias tiendas de 'souvenirs' y muchas banderas nacionales, colgadas por doquier. Quizás lo más interesante de Little Italy, además de su gran mural a Audrey Hepburn junto al Caffe Roma, en la misma intersección del mítico cartel colgante que da la bienvenida a esta zona de la ciudad, es su relación con la gran pantalla: algunas escenas de 'El padrino' fueron rodadas en estas calles —el tiroteo a Vito Corleone, el bautizo del hijo de Michael, en la antigua catedral de San Patricio—, y también aquí, en el Umbertos Clam House, fue asesinado el famoso mafioso Joe Gallo, cuya historia fue contada hace unos años en 'El irlandés', de Scorsese. Little Italy comparte alguna calle con uno de los barrios chinos más famosos del mundo: algo más extenso que la callecita italiana de Nueva York, Chinatown destaca por sus mercados de fruta, verdura y otros alimentos, que dejan en la calle un peculiar olor que nada tiene que ver con el resto de lo que se huele por la ciudad. Además de los muchos puestos de 'souvenirs' —mucho más baratos que los del resto de la ciudad—, lo que más destaca en la calle son los carteles de locales, bares, mercados y tiendas, todos escritos en chino; y si tienes la suerte de pasearte por allí a finales de enero o principios de febrero puede que te encuentres con la celebración del Año Nuevo Chino. Aquí sí puedes ver algo de la vida diaria de las comunidades chinas, especialmente en el parque Colón (Columbus Park), donde grupos de amigos practican taichí, tocan música tradicional o juegan 'mahjong', aunque también se pueden visitar el Templo Budista de Mahayana o la Iglesia de la Transfiguración. Si te apetece, otro plan es acercarte al East Village: este barrio vio, en su momento, crecer a figuras tan importantes del rock internacional como Joey Ramone, que celebraba sus cumpleaños en un antiguo local donde ahora se levanta el St. Marks Hotel, en la plaza homónima (de hecho, Joey Ramone tiene su propia placa, ya que da nombre a una pequeña plaza del barrio). De aquellos tiempos 'hippies' y 'punkies' de Nueva York queda poco: el antiguo CBGB, donde eran habituales los Ramones y muchos otros grupos, cerró en 2006 y ahora es una tienda de ropa; el Continental, a cuyo escenario también se habían subido Ramones o Iggy Pop, cerró tras casi tres décadas en 2018 para dar paso a un edificio de oficinas elevado sobre una tienda en la primera planta. Todavía sigue en pie la tienda 'Trash and Vaudeville', donde muchos de estos artistas y otros como Bruce Springsteen o los integrantes de The Clash compraban su ropa, pero la gentrificación ha podido con casi todo lo que quedaba de aquellos años de contracultura. 7. La estatua de la Libertad. Es curioso cómo la dama de la Libertad es absolutamente siempre la máxima representante de Nueva York, cuando casi desde ningún punto de la ciudad es visible con claridad. Figuras, disfraces y peluches de la estatua de la Libertad están disponibles en cualquier lugar de la Gran Manzana, pero para verla... hay que coger un barco. La esperanza de verla desde tierra se desvanece cuando desde Battery Park, el mejor punto para divisarla desde la ciudad, te ofrece un horizonte complicado: se la distingue, claramente, pero no se puede disfrutar. ¿Cuáles son las mejores maneras de verla? Existe una posibilidad gratuita, que en ciudades de mucho gasto como Nueva York es una de las más buscadas por los turistas: el ferry que llega a Staten Island, el quinto 'borough' de Nueva York, es totalmente gratuito y sí, navega frente a la monumental dama con la llama de la libertad. Puedes cogerlo, disfrutarla, bajarte en Staten Island y volver. Otra opción es hacerlo con los tours de pago: existen algunos que ofrecen un viaje específico a la isla sobre la que se levanta y que, además, hace parada en la isla de Ellis, donde se encuentra el Museo de la Inmigración, dedicado a todos aquellos que tuvieron que pasar por ella cuando ésta ejercía de aduana principal de Nueva York, a finales del siglo XIX. Esta es la única manera de poder acceder al propio monumento, que se puede visitar desde el pedestal y también subir a la corona (previo pago). Otra posibilidad es la de comprar entradas para alguno de los cruceros que navegan por el Hudson y se acercan a la estatua, pero sólo podrás eso: verla desde el propio barco. Eso sí, algunos se acercan lo suficiente como para disfrutarla un buen rato. 8. La costa oeste y el río Hudson La isla de Manhattan está bordeada por dos ríos; desde la costa este, al otro lado del East River, se encuentran Brooklyn al sur y Queens al norte; desde la costa oeste, a través del Hudson, lo que se ve es otro estado: Nueva Jersey. Todo este lateral ha vivido recientemente un 'lavado de cara' y en él se encuentran algunas de las atracciones más interesantes de la ciudad. El High Line de Nueva York se inauguró en 2020, y es un parque lineal de poco más de dos kilómetros que transcurre sobre los raíles de una antigua vía de tren, entre edificios residenciales, de oficinas y grandes rascacielos. Como ocurre con muchas cosas de la Gran Manzana, nada tiene que ver pasearlo de día que hacerlo cuando ya ha anochecido, son dos atracciones completamente diferentes. En un extremo del parque se encuentra Little Island, que es un pequeño parque flotante, sostenido sobre más de 130 estructuras en forma de tulipán, con senderos, áreas infantiles, un anfiteatro y unas vistas maravillosas. También casi al inicio se encuentra el mercado de Chelsea, construido en la antigua fábrica de Nabisco, lugar de nacimiento de las galletas Oreo. En el otro extremo del parque lineal se encuentra Hudson Yards, un barrio objeto de un fuerte programa de reurbanización y en el que se encuentran, además del observatorio Edge, un monumento inmersivo diseñado por Thomas Heatherwick que se parece a un panal de abejas de 16 plantas, con 154 secciones de escaleras y 2.500 peldaños. Eso sí, el 'Vessel', inaugurado en 2019, tiene 'vetado' el acceso a su interior: desde su apertura en marzo de 2019 ha habido cuatro suicidios desde el monumento. 9. Harlem y el Upper Downtown Moverse por la ciudad en metro es extremadamente fácil, como también lo es hacerlo andando... eso sí, las distancias son grandes. Para visitar la zona alta de Manhattan lo mejor es buscar alguna línea de Subway que te acerque al norte, y ya desde ahí caminar: en esta zona puedes visitar el barrio de Harlem, cuna del movimiento cultural afroamericano desde los años 20 del siglo XX. En esta área se pueden encontrar las famosas 'brownstones', especialmente en el distrito de Mount Morris: se trata de hileras de casas de los siglos XIX y XX fabricadas en ladrillo marrón (aunque un ladrillo marrón concreto, no todas las casas de ladrillo marrón son 'brownstones') con escalinatas a la entrada, que conforman uno de los distritos incluidos en el patrimonio de interés histórico de la ciudad. En el norte de Manhattan, Harlem es un barrio para pasear, escuchar y saborear Harlem es de pasearla, escucharla y saborearla: la avenida Malcolm X reúne muchos de los restaurantes, tiendas e iglesias del barrio —¿por qué no buscar una en la que poder asistir a una misa góspel?—, y en el bulevar dedicado a Martin Luther King Jr. se encuentra uno de los 'must' de Harlem, el teatro Apollo, una histórica sala de conciertos en la que dieron sus primeros pasos figuras como Michael Jackson o Steve Wonder. También por esta zona se encuentra el memorial al general Ulysses S. Grant, una de las figuras ligadas al fin de la esclavitud, aunque su familia tuvo esclavos antes de la abolición de la misma; y la catedral de San Juan el Divino, la mayor iglesia anglicana del mundo y la 'Sagrada Familia' de Nueva York: su construcción comenzó en 1892, pero sigue sin finalizar. En este mismo barrio, tirando más hacia el sur, está una de las universidades más prestigiosas del país, la de Columbia, de la que salen los mejores médicos de Estados Unidos. El campus, abierto al público sin restricciones, alberga varias bibliotecas, amén de las diferentes facultades. Columbia es harto selectiva —en 2021 la tasa de admisión fue del 3,6%—, administra los premios Pulitzer y tiene en sus anuarios a muchas figuras importantes: diez jueces del Tribunal Supremo, cinco padres fundadores de Estados Unidos, más de una treintena de multimillonarios vivos, cerca de 60 ganadores de Premios Nobel —entre ellos Louise Glück, Nobel de Literatura en 2020—, 18 medallistas olímpicos, tres ganadores de Premios Turing y 29 jefes de Estado, entre ellos tres presidentes de Estados Unidos: Barack Obama, Theodore Roosevelt y Franklin D. Roosevelt. 10. Brooklyn y los puentes de la ciudad Quizás cruzar a otros 'boroughs' de Nueva York sea más complicado si viajamos con el tiempo ajustado, pero Brooklyn no puede faltar nunca. Siempre hay que hacer un hueco en la planificación del viaje para cruzar el puente de Brooklyn —se tarda una media hora, más si te paras a sacar muchas fotos—, especialmente al atardecer, aunque cualquier momento es bueno: desde el puente puedes ver el 'skyline' de Manhattan si miras hacia atrás, y si miras al frente (siempre y cuando circules de Manhattan a Brooklyn), el de Brooklyn. En este barrio, otro tanto de lo mismo: pasear. El Brooklyn Heights Promenade circula en paralelo al East River, con unas vistas preciosas (y muy próximas) de Manhattan, y cerca del paseo, en esta zona residencial, puedes encontrar incluso la casa en la que vivió Truman Capote. Quizás lo más recomendable para una visita corta sea pasear hacia la zona conocida como DUMBO, que nada tiene que ver con el famoso elefante. En Estados Unidos se usan mucho los acrónimos, también para nombrar a los barrios (SoHo significa 'South of Houston Street', TriBeCa es el 'Triangle Below Canal Street' y DUMBO es 'Down Under the Manhattan Bridge Overpass').
Otrora descuidada, se ha convertido en un área modernizada (sí, gentrificada), con una gran oferta gastronómica y cultural, pero además tiene puntos con unas estupendas vistas panorámicas tanto al puente de Brooklyn como al de Manhattan, además de una de las pizzerías más famosas de la ciudad, Grimaldi, con una puntuación de 4/5 de más de 4.600 opiniones en TripAdvisor. Grimaldi es, en realidad, una cadena pero en Brooklyn se encuentra el establecimiento originario, con hornos de carbón —permitidos en Brooklyn, prohibidos en Manhattan—, que abrió sus puertas en 1990. Brooklyn tiene muchas cosas que visitar —pero hay una que si bien no tiene grandes monumentos que mostrar, puede ser una visita imprescindible para los curiosos. El barrio judío ubicado en Williamsburg. Entrar en esta zona de Williamsburg es echar unos años atrás y, para muchos, ver cosas que nunca había visto hasta entonces. Por las calles del Williamsburg judío no suenan los 'smartphones', sino que lo hace el famoso 'ring' de los teléfonos antiguos, de aquellos que ni de lejos podrían conectarse a Internet. Decenas de mujeres muy jóvenes pasean con sus carritos llenos de bebés y rodeadas de criaturas, todos vestidos principalmente de negro y con muchas normas: las mujeres casadas, sin mostrar su pelo verdadero (van con pañuelos o pelucas), nunca mostrando nada por encima del codo ni por encima de la rodilla, con faldas o vestidos largos negros, medias (aunque haga calor); las solteras, extremadamente jóvenes, aún pueden mostrar su cabello, pero la vestimenta es la misma. Ellos, con tirabuzones desde muy pequeños, con kipá bajo el sombrero o bajo el propio 'shtreimel', un sombrero de piel que se suele llevar únicamente en 'shabbat' u otras festividades judías.
Los niños caminan solos. Pocos no judíos se comunican con ellos. Viven en su propia comunidad.. Total, son una comunidad, como una gran familia. El barrio, más allá de lo curioso, no tiene grandes sitios que visitar; es bastante humilde, principalmente residencial y con pocos o ningún monumento. Eso sí, merece la pena una visita —sin molestar, claro—. Recomendaciones para moverse por Nueva York
Saber moverse por la ciudad es muy importante, aunque la mayor parte de Manhattan es relativamente sencilla para poder orientarse. Hay que saber que las avenidas (que atraviesan la isla en vertical) se numeran de este a oeste, por lo que la 1st estará junto al East River y la 12th, la última, frente al Hudson: si caminas y pasas de la Quinta a la Sexta avenida estarás caminando de este a oeste; si lo que haces es pasar de la Sexta a la quinta, lo estarás haciendo de oeste a este. Con las calles ocurre lo mismo: las calles (horizontales), se numeran de sur a norte, por lo que si pasas de la 53 a la 54 debes saber que estás circulando en dirección norte, pero si pasas de la 35 a la 34 estás caminando en dirección sur.
Metro (Subway): no temas cogerlo, es relativamente sencillo moverse y la ciudad es muy grande. Además de comprar la tarjeta Metrocard, si la cargas con 33 dólares te servirá para usarla de manera ilimitada durante siete días. Merece la pena porque las distancias son muy largas. Si vas al norte, busca la línea que quieras utilizar y elige la dirección Uptown, si vas al sur, escoge Downtown. Todas las líneas pasan por la misma vía, por lo que tendrás que saber qué línea necesitas coger (a veces te sirven varias) y ver, cuando el tren entra en el andén, la letra o número que lleva en la cabecera. |
SOCIEDAD : ARTE Y LETRAS HISTORIA
Nueva York desde la frontal (I): los (verdaderos) barrios étnicos de New York City
Escrito por Nacho Carretero
“Solo en Nueva York hay más descendientes de alemanes que descendientes de nativos y hay más alemanes que en cualquier ciudad de Alemania excepto Berlín. Solo en Nueva York hay cerca del doble de irlandeses que en Dublín, tantos judíos como en Varsovia y más italianos que en Nápoles o Venecia”. Robert Hunter, sociólogo, 1912.
Es difícil —por no arrancar con un imposible— aplicar en Estados Unidos la gama de modelos de inmigración que existe en Europa. El multiculturalismo anglosajón que se da en Inglaterra, el asimilacionismo francés, la sanguinidad alemana o el término medio que aplica España (por cierto, con notable éxito dada la cantidad y, sobre todo, velocidad con la que arribó la emigración a España), no son válidos en Estados Unidos. Mucho menos en Nueva York. Sobre todas las cosas porque la ciudad de ciudades se basó, se construyó y creció engullendo emigrantes que la engordaron hasta convertirla en lo que es hoy. Es cierto, existe una base social nativa que podría definirse en los colonos que llegaron en los siglos XVII y XVIII, pero, al fin y al cabo, también ellos eran emigrantes. Así pues, no había una asentada población originaria que organizase la llegada de una población externa —en principio— menos numerosa. No. Simplemente medio mundo se desparramó por Nueva York construyéndola física e “identitariamente” en apenas dos siglos.
La fecha oficial acordada en la que se fundó Nueva York es 1625 (hace dos días), por comerciantes holandeses que tuvieron a bien llamar a la ciudad Nueva Ámsterdam. El nombre se lo cambiaron amablemente los ingleses 40 años después tras un enfrentamiento del que salieron victoriosos y cuya gloria se llevó el duque de York. Instalados en la parte sur de Manhattan, la ciudad fue creciendo paulatinamente hasta que llegó la explosión en el siglo XIX. Fue en aproximadamente la segunda mitad de ese siglo cuando tuvo lugar la llamada Primera Gran Migración, que empujó a Nueva York a cientos de miles de extranjeros.
Casi todos los inmigrantes que desembarcaron en la ciudad esos años se instalaron en el Lower Manhattan, la parte sur de la isla (use un mapa, entenderá mejor todo lo que a continuación sigue). Tantos llegaron que el Lower Manhattan se convirtió en esta época en la zona con mayor densidad de población del mundo. Ante tan abrumadora avalancha los distintos pueblos se abrieron paso mediante la autogestión: se asentaron en áreas diferenciadas creando una suerte de minimundos donde hablaban su lengua nativa, consumían su dieta de origen y comerciaban entre ellos, otorgándose préstamos o intercambiando bienes solo entre sus paisanos. Además desconfiaban de la frágil y jovencísima oficialidad neoyorquina así que tenían sus propios sistemas de justicia, religiosos y hasta policiales. Un borrador del mapa del Lower Manhattan de aquellos años muestra que, en lo que actualmente es la turística Little Italy, estaban los italianos; en donde hoy está el bohemio East Village, se instalaron los alemanes; y el multiétnico actual Lower East Side acogió a irlandeses, judíos y afroamericanos, muchos de ellos recién liberados de la esclavitud. En el SoHo y Tribeca estaban las fábricas y almacenes. Los chinos, por cierto, estaban en Chinatown, donde hoy está Chinatown. Eran, en fin, barrios de recién llegados que mantenían intactos sus vínculos con el país de origen.
En pocos años, y ante tamaña superpoblación y desatención, la pobreza se hizo con la zona. Los nativos propietarios de edificios subdividieron las viviendas hasta la indignidad creando los tenements, pisos interiores, mínimos y compartidos por varias familias que se iban instalando según llegaban; lo que hoy en día en España se conoce como «pisos patera». Los patrones de las fábricas del SoHo pagaban poco y mal y, en general, el paisaje era poco atractivo: muchas calles eran de tierra, la higiene tenía mucho margen de mejora y en las esquinas los niños dormían descalzos. Así era el Lower Manhattan no hace tanto: lo que hoy en día es una de las zonas más chic, cool (o como quieran llamarlo) del mundo, era una polvorienta barriada hace poco más de cien años.
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La Segunda Gran Migración tuvo lugar en la primera mitad del siglo XX (aunque se extendió hasta casi los años 70) y, en esta ocasión, fue gestionada de otro modo. Comenzó a funcionar la isla de Ellis, puerta de entrada de la inmigración neoyorquina (por aquí entró Vito Corleone niño en El Padrino II o Paul Bergot en The Strong Man, de Frank Capra) lo que ordenó y ayudó a los inmigrantes. En esta nueva ola, a los europeos, asiáticos y africanos se les unieron los inmigrantes hispanos y de Oriente Medio. La mayoría siguió acudiendo al Lower Manhattan. Sin embargo, con el paso de los años, muchas comunidades fueron prosperando, lo que les llevó a abandonar las paupérrimas casas donde se hacinaban en busca de mejores condiciones de vida. Poco a poco irlandeses, italianos, judíos y alemanes pusieron sus ojos lejos del Lower Manhattan dejando su sitio a los nuevos inmigrantes chinos e hispanos.
Los vecindarios étnicos se trasladaron al Bronx (italianos, irlandeses y afroamericanos), Queens (europeos y asiáticos) o Brooklyn (afroamericanos, judíos y asiáticos). Allí crecieron durante los 50 y 60 inspirando películas, modas urbanas, subculturas y tradiciones. Con el paso de los años y de las generaciones también estas fronteras fueron diluyéndose hasta formar el paisaje de la actual Nueva York: una revuelta megápolis en la que se hablan unas 500 lenguas (la ciudad del mundo en la que más idiomas se hablan) y donde casi el 40% de la población nació fuera de Estados Unidos.
Sin embargo —sin este sin embargo no habría artículo— algunas de estas genuinas zonas étnicas del Lower Manhattan no desaparecieron, solo se trasladaron, y ciertos barrios sí mantuvieron —y mantienen-— un espíritu local que los ha convertido en minimundos incluso en nuestros días, en ciudades dentro de la gran ciudad. No salen en las guías de turismo y no tienen nada de especial para el común de los viajeros, pero logran transmitir la sensación de haber retrocedido en el tiempo.
La mudanza de Little Italy
En el siglo XIX el sur de Italia estaba abandonado como un hijo no deseado. El industrializado norte apenas prestaba atención a una población rural, conservadora y socialmente muy atrasada. Una evidencia: a principios del siglo XX el 70% de los italianos de sur eran analfabetos, un porcentaje diez veces superior al de ingleses, franceses o alemanes. Como la pescadilla que se muerde la cola, los sureños respondían dando la espalda al Estado que les despreciaba y organizándose por su cuenta: en núcleos familiares que asistían todas las necesidades. Se quisiera o no. Muchas de estas familias formaban la conocida mafia que, al fin y al cabo, no era más que un sistema social surgido de una población abandonada por el sistema oficial. La cosa no marchaba, ya que el supuesto «contra-estado» miraba solo por sus intereses sumergiendo a gran parte de los ciudadanos en la pobreza. Muchos de ellos decidieron largarse y gran parte eligió Estados Unidos como destino, lo que convirtió a la italiana en la minoría europea más numerosa de Norteamérica. Nueva York fue el lugar predilecto.
Entre 1860 y 1880 se instalaron en la ciudad unos 68.500 italianos. Cuando comenzó el siglo XX la tendencia se disparó, aupada por desastres naturales como la erupción del Vesubio o el terremoto en Sicilia. En 1920 casi 400.000 italianos vivían en Nueva York, casi todos ellos en el mencionado Lower Manhattan. Se agolpaban en lo que enseguida se conoció como Little Italy. A los recién llegados les atraía no tener que hablar inglés, conocer a paisanos y estar a un paso de casi todas las partes interesantes de la ciudad. Curiosamente, dentro del barrio, se dividieron según su procedencia: los del norte se instalaron en la calle Bleeker, los genoveses en Baxter y los sicilianos en la calle Elizabeth. Los napolitanos optaron por Mulberry y la mayoría de calabreses estaban en Mott y Lafayette. Todas estas son, hoy, calles excelentes para tomar el brunch.
Por si fuera poco, cada comunidad hablaba su dialecto y crónicas de la época recogen, incluso, algunos enfrentamientos entre ellos. Casi todos se dedicaban a la construcción (el 90% de los obreros de la construcción en Nueva York a principios del siglo XX eran italianos) y trabajos manuales, también al comercio de fruta y verdura. Sus condiciones de vida —como la de la mayor parte de inmigrantes de la época— no eran las mejores: vivían hacinados en tenements y trabajaban por salarios irrisorios, además de no poder contar con un Estado todavía en construcción. En total, un inmejorable abono para que el trasplante de la mafia floreciera. Little Italy estaba dominada por los «capos» que, a principios del siglo XX, tomaron el control del barrio.
El paisaje duró hasta los años 30, época en la que muchas familias italianas decidieron moverse al norte, a East Harlem (hoy barrio hispano por excelencia) y, sobre todo, al Bronx, en busca de mejores y más económicas formas de vida. La Little Italy del Lower Manhattan comenzó entonces a perder vecinos italianos y no ha dejado de hacerlo hasta hoy. Solo los mafiosos sostuvieron la fama del barrio, ya que durante muchos años siguieron operando en los restaurantes que allí permanecen. El grueso de la población italiana salía adelante en el Bronx (ojo, también con mafia), especialmente en zonas como Belmont, al norte, donde se instaló la mayoría. Las viejas fotos de cientos de italianos vendiendo fruta en atestadas calles con carros de caballos dieron paso a las imágenes de peinados de gomina y cadenas de oro mientras sacaban brillo al Cadillac.
Finalmente también esas instantáneas se borraron: con los años el etnicismo geográfico fue perdiéndose y los italianos se mimetizaron con los nativos, se integraron, hasta llegar a lo que son hoy en día: una parte vital de la sociedad estadounidense desvinculada de la mafia, que opera a otros niveles y en otros ámbitos. No todo se perdió. Algunos barrios sí sobrevivieron. Es el caso de Belmont, que mantuvo su espíritu y sus vecinos y hoy en día es considerada la auténtica Little Italy de Nueva York.
A diferencia de otras zonas del Bronx, Belmont es un barrio seguro, de clase media-alta, con una universidad cercana y muchos visitantes los fines de semana. Si lo que se quiere es ver un verdadero barrio italiano en Nueva York es aquí a donde se tiene que acudir. Cada calle lleva añadido un cartel con el nombre de una región italiana: está la calle Piamonte, la Calabria, la Campania… banderas tricolor en las ventanas y escaparates, también pintadas en paredes y bocas de riego. A lo largo de la avenida Arthur se suceden las pizzerías, algunas escandalosamente buenas, como Roberto’s, donde se degusta el sabor del horno de leña. En una tienda de coches de segunda mano ondean banderas de Ferrari y un chico saca la basura con la camiseta del Nápoles. En mitad de la avenida hay un mercado, en el que se vende, además de pasta, todo tipo de productos frescos mediterráneos. También aquí se puede leer el periódico The Italian Tribune, el primero italoamericano de Estados Unidos. Belmont es, a día de hoy, el verdadero oasis étnico italiano de la ciudad. El superviviente de una historia de inmigración irrepetible.
Irlandeses: huída de Five Points
Si en el siglo XIX el sur de Italia estaba abandonado a su suerte, qué decir de Irlanda. A mediados de aquel siglo la isla verde era un país que rozaba el subdesarrollo. La mayoría de su población dependía exclusivamente del cultivo de la patata. Y ocurrió lo que no tenía que ocurrir: en 1845 una infección destruyó casi todas las plantaciones. El estrago —conocido como la Hambruna de la Patata— duró 12 años, hasta 1857, dejando a millones de familias sin nada en la mesa. En este corto y fatídico período de tiempo los irlandeses abandonaron su isla en masa. Casi 700.000 eligieron Nueva York. Para hacernos una idea de la apabullante llegada de irlandeses a la ciudad aquellos años, basta poner como ejemplo 1847: ese año, 1000 nuevos irlandeses desembarcaban cada semana en Manhattan. 1000 cada semana.
Sin nada se iban y sin nada llegaban, amontonándose en los barrios del Lower Manhattan y haciendo una generosa contribución a la pobreza reinante. Sus condiciones fueron lamentables: sus barrios se convirtieron en pocos años en barrios de miseria y crimen. En tiempo récord fueron rechazados y estigmatizados por los nativos más que cualquier otra comunidad; los veían como ladrones, borrachos y violentos. Por si fuera poco eran católicos, algo que encolerizaba a los nativistas, patriotas protestantes. Especial fama alcanzó uno de sus barrios, Five Points (donde también vivían judíos y chinos), recreado por Martin Scorsese en la película Gangs of New York (basada en el libro de Herbert Asbury).
Five Points, enclavado en el corazón del Lower Manhattan, fue durante la segunda mitad del siglo XIX el barrio más pobre de cuantos formaron los inmigrantes. Era, por decirlo en pocas palabras, una cloaca donde la miseria, prostitución y violencia convivían en una mezcla que llegó a provocar una epidemia de cólera y dos revueltas callejeras, las más sangrientas de cuantas recuerda Nueva York. Entrar allí —como hizo Charles Dickens y después describió en sus Notas de América— sería el equivalente a pasearnos por el slum más miserable de Calcuta a día de hoy. Y es que, se cierra el círculo, la denominación slum para barriada marginal se aplicó por primera vez en Five Points.
En 1888 unas impactantes fotografías del periodista Jacob A. Riis (disponibles en el libro Cómo vive la otra mitad), hicieron tomar conciencia al ayuntamiento, que en 1900 desmanteló la barriada. La mayoría de irlandeses se trasladaron entonces más al norte, especialmente a lo que hoy es el barrio de Hell’s Kitchen, al sur de Central Park. Con ellos llevaron la fama —cientos de viñetas satíricas de los periódicos les ridiculizaban e insultaban— y las bandas criminales. Sin ser tan populares ni cinematográficas como las mafias italianas, los irlandeses formaron decenas de gangs, como los Westies (dicen que todavía activos), los 40 ladrones o los Conejos Muertos.
Con el paso de los años la comunidad irlandesa se fue integrando, dejando atrás su patética fama. De la misma forma que las italianas, las fronteras irlandesas se empezaron a difuminar en la misma proporción en que sus habitantes se cristalizaban con el resto de ciudadanos. De ser mayoritariamente clase obrera, los irlandeses pasaron a ocupar cargos en casi todo el espectro neoyorquino y estadounidense. Su cambio fue total (ha habido hasta ocho alcaldes irlandeses en Nueva York) y, a día de hoy, son una comunidad fundamental para entender la sociedad americana. Eso sí, su identidad sigue arraigada. No solo en tradiciones como el desfile del día de San Patricio (el más antiguo de la ciudad, que se lleva celebrando desde 1766), también gracias a algunos barrios «supervivientes». Actualmente hay ocho barrios irlandeses en Nueva York, aunque muchos de ellos con cada vez menos densidad de población «verde». Uno que sí la mantiene es Woodlawn.
Woodlawn es un barrio situado en el extremo norte del Bronx, que también lo es de la ciudad de Nueva York. La abrumadora mayoría de sus vecinos son irlandeses o descendientes de, pero en cualquier caso todos parecen recién llegados. Pasear por Woodland es como hacerlo por un pueblo irlandés, no cabe pensar que uno está en el Bronx. Las ventanas de sus bonitas y unifamiliares casas no perdonan la bandera irlandesa, ni tampoco los tréboles. En las puertas, cruces católicas y en medio del barrio, una iglesia. Hay decenas de pubs donde, a media tarde comienzan a llegar los obreros (gorro de lana y sudadera de capucha) a tomar pintas mientras ven el fútbol. Pero el de verdad, no el que se juega con las manos. Alguno ríe a carcajadas con la camiseta del Celtic de Glasgow, otro lee el Irish Echos, el periódico de la comunidad irlandesa, en cuya contraportada de hoy vienen los resultados de la última jornada de fútbol gaélico. Los resultados de la última jornada de fútbol gaélico en pleno Bronx. El acento, claro, es el de la isla. Nada de slang neoyorquino, aquí se escuchan tonos de Dublín y jerga de Cork. Como buen barrio todos se saludan y entre los jóvenes hay tatuajes de tréboles y cruces católicas en los bíceps. Es como una película, pero es real. Y se puede visitar. Y merece la pena.
Judíos, un viaje en el tiempo
Los judíos llegaron a Nueva York, grosso modo, en dos oleadas. La primera tuvo lugar entre 1830 y 1850. Durante estas dos décadas arribaron a Manhattan cientos de miles de judíos reformistas, la mayoría alemanes, lo que convirtió a la alemana en la tercera nacionalidad europea en cuanto a número en Nueva York. A ellos les tocó el este del Lower Manhattan (conocido como Lower East Side) y a su llegada, como casi todos los inmigrantes, desarrollaron su vida en polvorientas calles, atestados talleres y ridículas casas a compartir entre familias. Las condiciones de la población judía empeoraron con la segunda oleada de inmigración. Entre 1880 y 1900 llegaron otros miles provenientes de Europa del Este. Ya no eran judíos alemanes, burgueses, laicos. En esta ocasión desembarcaron en Manhattan miles de judíos procedentes de shtetls, pequeños pueblos de Polonia, Ucrania y Rusia en los que mantenían intactas sus costumbres, tradiciones y religión al margen del estado al que pertenecían. Llegaron a Nueva York huyendo de los pogromos y se instalaron en el Lower East Side como un calco de su anterior vida: sus viejas vestimentas, su religión, su música, su dieta, su lengua yiddish y, también, su pobreza. Los judíos se convirtieron en la enésima comunidad que se abrió paso entre la miseria y la violencia. La mafia judía (conocida en ocasiones como Kosher Mafia) tuvo enorme poder durante en el siglo XIX y principios del XX con bandas como la temida Yiddish Black Hand e históricos capos como Jacob ‘Johnny’ Levinsky.
La huida de la miseria, sin embargo, llegó antes que en el caso de italianos e irlandeses. Los judíos prosperaron a una asombrosa velocidad y naciendo el siglo XX ya estaban mudándose a la parte norte de la ciudad, a mejores casas, a mejores vidas. Con los años la población no ortodoxa se asimiló con el resto de neoyorquinos hasta alcanzar lo que son en la actualidad: una población perfectamente integrada en la ciudad. Sin embargo, los descendientes de los llegados del Este han mantenido sus comunidades religiosas intactas hasta hoy en día, en algunos casos de forma sorprendente, como si acabaran de llegar. Lo único que hicieron fue mudarse, dejando atrás los tenements del sur de Manhattan. El mejor ejemplo está en Williamsburg, especialmente el área alrededor de Lee Avenue, donde vive la mayor comunidad hasídica de la ciudad. Pasear por allí es viajar en el tiempo, el aislamiento es palpable, hasta tal punto que este barrio tiene sus propias «leyes», sus propias autoridades y sus propias costumbres al margen de la ciudad de Nueva York. Tal y como ocurría en el siglo XIX cuando desembarcaron en Lower Manhattan.
La vestimenta es la primera: ellos, sombrero, pelo largo sobre las orejas (peyot), barba y abrigo negro. Ellas, pañuelo o peluca (no pueden mostrar el cabello), falda por las canillas y tupidas medias. El inglés pasa a un segundo plano: todos los negocios tienen sus rótulos en hebreo y en muchos casos también en yiddish, igual que los autobuses escolares, que llevan a los niños a unas yeshivas y a las niñas a otras. Durante el Sabbat el barrio muere en el silencio y la inactividad, propia de la tradición más estricta de este día sagrado. Por cierto, de banderas de Israel, ni rastro. Los hasídicos son contrarios al sionismo, ya que creen que el pueblo judío solo debe retornar a la tierra santa con la llegada del Mesías.
El problema llega cuando estas normas internas chocan contra las de la ciudad. El ayuntamiento de Nueva York ha tenido no pocos problemas con esta comunidad. Hace dos años llegó a los periódicos el descubrimiento de que en la línea de autobús B-110, que atraviesa el barrio, las mujeres eran obligadas a sentarse en la parte trasera. Más grave resulta la existencia de una especie de autoridad paralela. Se trata de los misteriosos comités para las buenas costumbres, llamados Shomrim, grupos de vecinos que tratan de mantener las estrictas normas morales hasídicas en el barrio. Hace unos meses destrozaron una tienda que exhibía ropa femenina en maniquíes y amenazaron a varios comerciantes que vendían productos “no adecuados”, como revistas o tecnología para jóvenes. Estos comités vigilan la forma de vestir, castran el acceso a Internet en el barrio y hasta frenan el desarrollo urbanístico: en 2005 impidieron la inclusión del carril bici. Públicamente son rechazados y condenados por los rabinos del barrio —portavoces oficiales de estas comunidades— y aseguran que se trata de una minoría radicalizada perteneciente a la secta satmer, los ortodoxos entre los ultraortodoxos. Sin embargo el barrio sigue regido por sus propias y conservadoras normas, ajeno al desarrollo liberal y frenético del resto de la ciudad, sin que nadie haga nada por cambiarlo. Como en el siglo XIX.
Las nueve Chinatowns
Ah Ken es el nombre del que se considera el primer inmigrante chino de Estados Unidos. Este hombre de negocios cantonés llegó a Nueva York en 1865 y fue la primera persona de nacionalidad china a la que le fue concedido el permiso de migración, si bien ya había algunos (muy pocos) vecinos cantoneses en la ciudad, llegados en la década de los 40. Ah Ken se instaló en lo que hoy es Park Row (en el Lower Manhattan, cómo no) y allí montó una tienda de cigarros. Hoy, Park Row es el corazón de Chinatown.
La llegada de chinos a Manhattan no fue, ni mucho menos, tan apabullante como la de italianos, irlandeses o judíos, pero sí fue muy significativa. El primer grupo, compuesto por solo 200 hombres cantoneses, llegó entre los años 1860 y 1880 y se instaló en la barriada de Five Points. Pese al escaso número fueron un grupo de históricos valientes: sufrieron el racismo más virulento de irlandeses e italianos, mucho más numerosos y, pese a ello, resistieron hasta el punto de que siguieron en el barrio no solo después del desmantelamiento de Five Points, si no hasta hoy: el lugar donde aquellos 200 chinos pusieron sus pies por primera vez es la actual Chinatown.
La población creció a principios de la década de los 80, pero solo en 2000 chinos más, casi todos, por cierto, hombres, decididos a tantear el terreno para traer después a sus familias. La idea se les truncó en 1882, año en el que el Gobierno de Estados Unidos, arrastrado por las protestas del resto de inmigrantes, decidió vetar la entrada de más chinos en el país mediante la Ley de Exclusión China. Fue, y sigue siendo, la primera ley estadounidense en tiempos de paz que impidió la entrada al país a inmigrantes por motivos explícitos de su nacionalidad. El motivo para esta discriminación era la cólera de trabajadores irlandeses, italianos y judíos que aseguraban que los chinos trabajaban por salarios inaceptables y sin restricciones de horarios, abocando a los demás a la miseria.
Ante la prohibición, los 2000 chinos de la ciudad se quedaron aislados ya que el Gobierno también impidió la venida de sus familias. El panorama resultante fue que, de los 2000 vecinos chinos que habían llegado, solo unas 200 eran mujeres. A tan antinatural desproporción se unió la limitación que también se les impuso en el acceso al trabajo y, como guinda, padecieron los rigores de la inmigración ilegal ya que, pese a la ley de exclusión, unos 5000 chinos más se colaron en la ciudad. Cuando el siglo XX se inauguró eran unos 7000. Sin mujeres, sin trabajo y viviendo en Five Points, pronto pasaron a formar parte de la galería de la violencia y pobreza del Lower Manhattan.
La pequeña pero sólida comunidad china se organizó en tongs, asociaciones opacas de empresarios y comerciantes que contaban, cómo no, con su brazo armado. Estos tongs solían dividirse entre kuominntang (nacionalistas) y comunistas. Los tongs controlaban todas las facetas de la vida de los ciudadanos chinos: les ofrecían protección, justicia, dinero y también les exigían impuestos. Algunos de los más importantes fueron «Las sombras fantasma» o «Los dragones voladores». Los primeros controlaban calles tan turísticas hoy en día como Mulberry o Canal street. Los segundos, históricas como la bohemia Bowery o Grand street. Algunos de estas mafias siguieron activas durante todo el siglo XX y muchos creen o quieren creer que actualmente siguen operando. Sus principales actividades eran el comercio y los cigarros, pero también dirigían los fumaderos de opio y la prostitución. Los chinos, pese a lo diferentes que eran, se aclimataron pronto y muy bien al estilo de vida del Lower Manhattan.
La Ley de Exclusión no fue levantada hasta 1943. Fue entonces cuando miles de ellos emigraron desde China a Estados Unidos. A su llegada a Nueva York fueron ocupando los tenements que el resto de inmigrantes iban dejando en busca de nuevas vidas. La nueva ola tomó también el relevo de los chinos que ya habían prosperado y se dirigían ahora a Queens y Brooklyn. Fue esta nueva llegada la que permitió mantener Chinatown en el mismo sitio en el que todavía sigue. Hoy, el barrio chino de Manhattan mantiene una homogeneidad étnica asombrosa. Enclavada entre rascacielos y modernos barrios, pasear por Chinatown es como hacerlo por cualquier barrio de Shanghai.
La Chinatown de Manhattan, sin embargo, no es la más grande de Nueva York. En concreto es la tercera, de las nueve que hay en la ciudad, fruto de la llegada cada vez mayor de chinos durante la segunda mitad del siglo XX. Actualmente se estima la población china en Nueva York en unos 700.000 de los que más de 100.000 viven en Flushing, la mayor y más alucinante Chinatown de Nueva York.
Flushing está situada en Queens, al lado del aeropuerto de La Guardia y pegada al estadio de los Mets, segundo equipo de béisbol de la ciudad a la eterna sombra de los Yankees. Cada dos minutos un avión sobrevuela el barrio. Debajo, ajenos, miles de vecinos hacen vibrar las calles. La principal, Main St, está atestada de gente con prisa que siempre llega tarde a algún sitio. Tanta hay, que se forman dos sentidos de peatones y es inviable ir en el contrario. Todos son chinos. Y todos quiere decir que, solo muy de vez en cuando, se ve a alguien no asiático. Es, directamente, como estar en una ciudad china. Todos los rótulos están en chino, hasta el McDonald’s de turno tiene sus caracteres en mandarín. Tiendas, karaokes, puestos de frutas y hasta tiendas de animales vivos listos para el consumo, con conejos y gallinas apilados en minúsculas jaulas. Si alguien ofreciera eso en otro barrio les lloverían las denuncias.
Es, en síntesis, un viaje a otra civilización en una docena de paradas de metro. Es la supervivencia de una comunidad étnica como ninguna otra lo ha logrado en la gigantesca Nueva York.
continuación
la vieja nueva york, nacida por los holandeses, ahora es una de las grandes capitales del mundo, centro financiero de carácter global.
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