Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma;Nelson Gonzalez Urra ; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo;Paula Flores Vargas;Ana Karina Gonzalez Huenchuñir; Soledad García Nannig;
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Juez ingles |
15.- CÓMO SE HACE UN DESPACHO.
Claro que la condición inexcusable para triunfar en una profesión es saber ejercerla. Un tonto puede prevalecer en lo que depende de la merced, mas no en lo que radica en el crédito público. Las gentes, cuando se trata de cosas que a ellas personalmente atañen, como la fortuna, la salud o la honra, no se entregan sino a quien, por su valer personal, les ofrece garantías de acierto.
Mas sería remilgo desleal sostener que la sabiduría y el estudio lo pueden todo. Precisamente porque es la opinión quien ha de otorgar la confianza, se hace indispensable implantar una relación entre juzgadora y lo juzgado. No niego que el buen paño se vende en el arca, mas es menester que el comprador este enterrado de que existe arca y de que hay paño dentro de ella.
Y ésta es una de las primeras crisis que atraviesa el Licenciado novel; crisis tan delicada, que en ella puede quebrantarse para siempre la delicadeza y aun la dignidad. ¡Es ardua cosa ir a la conquista de la fama luchando entre cien mil, sin más armamento que las aptitudes de que esté adornado y cuando se acaba de pasar de pasar el alegre lindero de los veinte !
En esa rudísima prueba caen muchos caracteres y se forjan algunas adaptaciones indecorosas, que luego llevan al Foro el oprobio y el escándalo.
Consideremos en breve renglones los medios que un Letrado tiene para darse a conocer.
A.-La Asociación.
Se intenta en España imitar la costumbre extranjera de trabajar en colaboración, estableciéndose bajo una razón social dos o mas compañeros o creando entre varios un consultorio.
Repruebo sin vacilar ese procedimiento por esencialmente incompatible con nuestra profesión; apenas habrá alguna en que puedan convivir dos caracteres, dos voluntades, dos iniciativas; pero la dificultad se hace insuperable cuando se trata de ocupaciones en que la inteligencia y la conciencia lo son todo.
¿Como será posible dividir en partes alícuotas la estimación de un problema y el modo de tratarle y la responsabilidad del plan adoptado ?
Dudo que esto pueda ser con otros hombres; pero entre españoles lo doy por imposible. Y si no se comparte el trabajo, sino que cada cual realiza el suyo, con independencia de sus colegas, ¿no constituirá un engaño la agrupación de nombres ? ¿A qué conduce ofrecer los títulos y merecimiento de varios, cuando, en definitiva, ha de ser uno solo quien preste el servicio.?
Dudo que esto pueda ser en otros hombres; pero entre españoles lo doy por imposible. y si no se comparte el trabajo, sino que cada cual realiza el suyo, con independencia de sus colegas, ¿no constituirá un engaño la agrupación de nombres?
¿A que conduce ofrecer los títulos y merecimiento de varios, cuando, en definitiva, ha de ser uno solo quien preste el servicio. ?
Lo que han sido y son los consultorios en España, me excusa palabras de condenación ; mas que una salida, constituyen un despeñadero profesional. Huyendo de censuras que resultarían demasiado acerbas y elevando el razonamiento, diré que los oficios que operan sobre el espíritu humano son típicamente individuales y deben ser ejercitados con exclusiva libertad y con sanciones exclusivas.
Dos personas pueden, anónimamente, dirigir la confección de una pieza de tela, pero no pueden iluminar un alma conturbada o marcar rumbo a un negocio enrevesado.
B.-El Anuncio.
Aunque algunos lo admiten, afortunadamente la mayoría lo considera como una degradación. es lícito decir "yo vendo buen café" ; pero es grosero anunciar "yo tengo honradez y talento". Solo con atreverse a decir esto, se está demostrando la carencia de las prendas más delicadas e indispensables en la psicología forense.
Admitido el anuncio, ya no hay freno para las sucias artes de la captación. Porque decir "Fulano de Tal, Abogado", y añadir las señas, no es decir nada. Abogados hay muchos, y el nombre por si solo no descubre ninguna calidad. Uno se limito a eso, y en seguida otro paso un letrero llamativo en su balcón, y otro añadió que era especialista en testamentarias; y otro explico que no cobraría si no ganaba el pleito; y otro repartió por las calles tickets valederos para una consulta gratuita....
¿ A que seguir? Esa escala, que no fue creada por maldad, sino por la pobreza, no tiene fin.
Siguiéndola, se entronizará el pacto de cuota litis, se concertaran servicios a precios convencionales, se darán cupones al cobrar la minuta, se establecerán bufetes con regalos....
Por lo mismo que no quiero zaherir, sino despertar quienes usan de tales medios, me permito llamarles la atención sobre el daño que a la colectividad hacen y sobre la circunstancia-que su propio egoísmo debiera señalarles-- de no haberles conocido ningún bufete importante creado por el procedimiento de anuncio.
C.-La Exhibición.
Aunque duela un poquillo la palabra, hay que usarla en su aceptación noble, para venir a parar en que ése es único medio licito de darse a conocer. Porque, en efecto, si lo que en nosotros se buscan es el modo de sentir, de pensar y de producirnos, nadie negara que debemos aprovechar las ocasiones de poner de manifiesto lo que llevamos dentro y lo que somos capaces de hacer. Ellos sin contar con que los modernos procedimientos judiciales, juntamente con su mayor eficacia, propenden a la teatralidad. Ya en 1871 decía Edmond Rousse (Aimé Joseph Edmond Rousse, (18 de marzo de 1817-1 agosto 1906), fue un abogado miembro de colegio de abogados de parís (1862) : "Para los curiosos, la Justicia vino a ser un espectáculo como todos los demás, del cual se ansiaba conocer, no sólo la escena y los personajes, sino hasta el foso, los bastidores y la maquinaria. Los abogados nos vimos convertidos en artistas, y nuestra vanidad ganó tanto como perdió nuestro orgullo."
Lo malo es que esto de la exhibición tiene consuetudinariamente una interpretación pecaminosa: la suponer que la política es la única exhibición provechosa, por donde se llega a la punible confusión entre la política y la abogacía y a la prosperidad de esos conceptos bárbaros --varias veces execrados en este libro--de que hay que seguir la carrera política y de que la política es indispensable para hacer bufete. Por lo mismo que yo pertenezco a una generación envenenada con esos conceptos y he actuado en política desde mi juventud, quisiera que no perdurase en los que me siguen un concepto erróneo que deprime al Foro.
Valga en mi descargo-y no lo digo por jactancia, sino en disculpa--que he procurado cuidadosamente toda mi vida no confundir ambas cosas y que siempre he puesto al Foro sobre la Política.
Este libro es una nueva afirmación de mi fe.
La exhibición a que aludo es aquella otra estrictamente profesional y que por nadie puede ser tachada. Permanecer largo tiempo como pasante en un estudio, intervenir en las discusiones de Academias y Ateneos, escribir en periódicos profesionales, colaborar en obras sociales, dar a luz folletos y monografías, ejercer la defensa de los pobres, desempeñar cargos judiciales de los que no exigen pertenecer a la carrera, etc. Todas estas actividades establecer un buen número de relaciones y permiten al publico entendido y al profano irse dando cuenta de las disposiciones del jurista novel. Pensemos en los medios correctos de que suelen valerse los médicos, los ingenieros y los arquitectos para procurarse publicidad, e imitémosles.
Queda por tratar si entre esos medios lícitos se contará uno muy frecuente de algunos años a esta parte: el de escribir en la prensa diaria las revistas judiciales. sobre estas materia tan quebradiza y tan controvertida se me ocurre una distinción bastante humana. Mientras un Letrado está en su primera juventud y se limita a dar noticias, no creo que pueda criticarse esa manera de ampliar el círculo de sus relaciones. Lo que no encuentro admisible es perseverar años y años en la misión y disponer de un órgano en la prensa para favorecer el pleito propio y deprimir a los compañeros que amparan a la parte contraria, o mantener viva sobre el Tribunal la indirecta coacción de una crítica apasionada.
Dígase en honor de los revisteros judiciales que por regla general, no suelen abusar de la función, ni creo que haya caso de que el reporterismo haya generado despachos considerables. Es más: la propensión de los noticieros no suelen ser la de rebajar a nadie en provecho propio, sino la de elogiar sin tasa ni medida.
De todos modos, la perseverancia en simultanear ambas funciones produce tan mal efecto como la alegre facilidad con que algunos revisteros teatrales traducen o escriben obras dramáticas, erigiéndose en censores al mismo tiempo que aspiran a ser censurados.
D. ¿Merecerá la pena hablar de los compañeros que se han dado a conocer como Letrados despues de haber sido Ministros y solo por haberlo sido?
Creo que no. Son casos aislados y no constituyen sistemas. Cuando, por venturas, resulta que el politico sirve para Abogado, todos debemos alegrarnos de su advenimiento a la toga, puesto que la honra con su saber. Y si no sirve tampoco implica un vicio ni un peligro, porque el mundo conoce rápidamente la burda trama y suele reírse de los ingrávidos que se empeñan en aparentar un gran peso especifico.
Mas sería remilgo desleal sostener que la sabiduría y el estudio lo pueden todo. Precisamente porque es la opinión quien ha de otorgar la confianza, se hace indispensable implantar una relación entre juzgadora y lo juzgado. No niego que el buen paño se vende en el arca, mas es menester que el comprador este enterrado de que existe arca y de que hay paño dentro de ella.
Y ésta es una de las primeras crisis que atraviesa el Licenciado novel; crisis tan delicada, que en ella puede quebrantarse para siempre la delicadeza y aun la dignidad. ¡Es ardua cosa ir a la conquista de la fama luchando entre cien mil, sin más armamento que las aptitudes de que esté adornado y cuando se acaba de pasar de pasar el alegre lindero de los veinte !
En esa rudísima prueba caen muchos caracteres y se forjan algunas adaptaciones indecorosas, que luego llevan al Foro el oprobio y el escándalo.
Consideremos en breve renglones los medios que un Letrado tiene para darse a conocer.
A.-La Asociación.
Se intenta en España imitar la costumbre extranjera de trabajar en colaboración, estableciéndose bajo una razón social dos o mas compañeros o creando entre varios un consultorio.
Repruebo sin vacilar ese procedimiento por esencialmente incompatible con nuestra profesión; apenas habrá alguna en que puedan convivir dos caracteres, dos voluntades, dos iniciativas; pero la dificultad se hace insuperable cuando se trata de ocupaciones en que la inteligencia y la conciencia lo son todo.
¿Como será posible dividir en partes alícuotas la estimación de un problema y el modo de tratarle y la responsabilidad del plan adoptado ?
Dudo que esto pueda ser con otros hombres; pero entre españoles lo doy por imposible. Y si no se comparte el trabajo, sino que cada cual realiza el suyo, con independencia de sus colegas, ¿no constituirá un engaño la agrupación de nombres ? ¿A qué conduce ofrecer los títulos y merecimiento de varios, cuando, en definitiva, ha de ser uno solo quien preste el servicio.?
Dudo que esto pueda ser en otros hombres; pero entre españoles lo doy por imposible. y si no se comparte el trabajo, sino que cada cual realiza el suyo, con independencia de sus colegas, ¿no constituirá un engaño la agrupación de nombres?
¿A que conduce ofrecer los títulos y merecimiento de varios, cuando, en definitiva, ha de ser uno solo quien preste el servicio. ?
Lo que han sido y son los consultorios en España, me excusa palabras de condenación ; mas que una salida, constituyen un despeñadero profesional. Huyendo de censuras que resultarían demasiado acerbas y elevando el razonamiento, diré que los oficios que operan sobre el espíritu humano son típicamente individuales y deben ser ejercitados con exclusiva libertad y con sanciones exclusivas.
Dos personas pueden, anónimamente, dirigir la confección de una pieza de tela, pero no pueden iluminar un alma conturbada o marcar rumbo a un negocio enrevesado.
B.-El Anuncio.
Aunque algunos lo admiten, afortunadamente la mayoría lo considera como una degradación. es lícito decir "yo vendo buen café" ; pero es grosero anunciar "yo tengo honradez y talento". Solo con atreverse a decir esto, se está demostrando la carencia de las prendas más delicadas e indispensables en la psicología forense.
Admitido el anuncio, ya no hay freno para las sucias artes de la captación. Porque decir "Fulano de Tal, Abogado", y añadir las señas, no es decir nada. Abogados hay muchos, y el nombre por si solo no descubre ninguna calidad. Uno se limito a eso, y en seguida otro paso un letrero llamativo en su balcón, y otro añadió que era especialista en testamentarias; y otro explico que no cobraría si no ganaba el pleito; y otro repartió por las calles tickets valederos para una consulta gratuita....
¿ A que seguir? Esa escala, que no fue creada por maldad, sino por la pobreza, no tiene fin.
Siguiéndola, se entronizará el pacto de cuota litis, se concertaran servicios a precios convencionales, se darán cupones al cobrar la minuta, se establecerán bufetes con regalos....
Por lo mismo que no quiero zaherir, sino despertar quienes usan de tales medios, me permito llamarles la atención sobre el daño que a la colectividad hacen y sobre la circunstancia-que su propio egoísmo debiera señalarles-- de no haberles conocido ningún bufete importante creado por el procedimiento de anuncio.
C.-La Exhibición.
Aunque duela un poquillo la palabra, hay que usarla en su aceptación noble, para venir a parar en que ése es único medio licito de darse a conocer. Porque, en efecto, si lo que en nosotros se buscan es el modo de sentir, de pensar y de producirnos, nadie negara que debemos aprovechar las ocasiones de poner de manifiesto lo que llevamos dentro y lo que somos capaces de hacer. Ellos sin contar con que los modernos procedimientos judiciales, juntamente con su mayor eficacia, propenden a la teatralidad. Ya en 1871 decía Edmond Rousse (Aimé Joseph Edmond Rousse, (18 de marzo de 1817-1 agosto 1906), fue un abogado miembro de colegio de abogados de parís (1862) : "Para los curiosos, la Justicia vino a ser un espectáculo como todos los demás, del cual se ansiaba conocer, no sólo la escena y los personajes, sino hasta el foso, los bastidores y la maquinaria. Los abogados nos vimos convertidos en artistas, y nuestra vanidad ganó tanto como perdió nuestro orgullo."
Lo malo es que esto de la exhibición tiene consuetudinariamente una interpretación pecaminosa: la suponer que la política es la única exhibición provechosa, por donde se llega a la punible confusión entre la política y la abogacía y a la prosperidad de esos conceptos bárbaros --varias veces execrados en este libro--de que hay que seguir la carrera política y de que la política es indispensable para hacer bufete. Por lo mismo que yo pertenezco a una generación envenenada con esos conceptos y he actuado en política desde mi juventud, quisiera que no perdurase en los que me siguen un concepto erróneo que deprime al Foro.
Valga en mi descargo-y no lo digo por jactancia, sino en disculpa--que he procurado cuidadosamente toda mi vida no confundir ambas cosas y que siempre he puesto al Foro sobre la Política.
Este libro es una nueva afirmación de mi fe.
La exhibición a que aludo es aquella otra estrictamente profesional y que por nadie puede ser tachada. Permanecer largo tiempo como pasante en un estudio, intervenir en las discusiones de Academias y Ateneos, escribir en periódicos profesionales, colaborar en obras sociales, dar a luz folletos y monografías, ejercer la defensa de los pobres, desempeñar cargos judiciales de los que no exigen pertenecer a la carrera, etc. Todas estas actividades establecer un buen número de relaciones y permiten al publico entendido y al profano irse dando cuenta de las disposiciones del jurista novel. Pensemos en los medios correctos de que suelen valerse los médicos, los ingenieros y los arquitectos para procurarse publicidad, e imitémosles.
Queda por tratar si entre esos medios lícitos se contará uno muy frecuente de algunos años a esta parte: el de escribir en la prensa diaria las revistas judiciales. sobre estas materia tan quebradiza y tan controvertida se me ocurre una distinción bastante humana. Mientras un Letrado está en su primera juventud y se limita a dar noticias, no creo que pueda criticarse esa manera de ampliar el círculo de sus relaciones. Lo que no encuentro admisible es perseverar años y años en la misión y disponer de un órgano en la prensa para favorecer el pleito propio y deprimir a los compañeros que amparan a la parte contraria, o mantener viva sobre el Tribunal la indirecta coacción de una crítica apasionada.
Dígase en honor de los revisteros judiciales que por regla general, no suelen abusar de la función, ni creo que haya caso de que el reporterismo haya generado despachos considerables. Es más: la propensión de los noticieros no suelen ser la de rebajar a nadie en provecho propio, sino la de elogiar sin tasa ni medida.
De todos modos, la perseverancia en simultanear ambas funciones produce tan mal efecto como la alegre facilidad con que algunos revisteros teatrales traducen o escriben obras dramáticas, erigiéndose en censores al mismo tiempo que aspiran a ser censurados.
D. ¿Merecerá la pena hablar de los compañeros que se han dado a conocer como Letrados despues de haber sido Ministros y solo por haberlo sido?
Creo que no. Son casos aislados y no constituyen sistemas. Cuando, por venturas, resulta que el politico sirve para Abogado, todos debemos alegrarnos de su advenimiento a la toga, puesto que la honra con su saber. Y si no sirve tampoco implica un vicio ni un peligro, porque el mundo conoce rápidamente la burda trama y suele reírse de los ingrávidos que se empeñan en aparentar un gran peso especifico.
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