Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro;Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes;Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;Demetrio Protopsaltis Palma;Nelson Gonzalez Urra;Paula Flores Vargas;Ana Karina Gonzalez Huenchuñir;Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo;Soledad García Nannig;
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13.- EL ARTE Y LA ABOGACÍA.
El insigne Ángel Ganivet-cuyos horror al Foro le llevó a afirmar que "pediría limosna antes que ejercer la abogacía ni nada que se roce con ella "-dice en una de sus cartas a Navarro Ledesma que el Abogado por el hecho de serlo es una bestia nociva para el Arte.
Que hay Abogado bestias nocivas para el Arte y para otras muchas cosas, es indiscutible; como también que hay artistas nocivos para el sentido común. pero que el Abogado tiene tan lamentable distintivo por el hecho de serlo, ¿en qué se funda?
En la naturaleza de la función no será. Podrán creerlo quienes entienden que la Abogacía está limitada a regir intereses y actúan solamente con los textos legales, pero la verdad no es ésa. La Abogacía, más que interés rige pasiones, y aun podría totalizarse la regla haciéndola absoluta porque detrás de cada interés hay también una pasión; y sus armas se hallan mejor acomodadas en el arsenal de la psicología que en el de los Códigos. El amor, el odio, los celos, la avaricia, la quimera, el desenfreno, el ansia de autoridad, la flaqueza, la preocupación o el desenfado, la resignación o la protesta, la variedad infinita de los caracteres, el alma humana, en fin, , es lo que el Abogado trae y lleva.
No ya en los pleitos familiares, donde casi todo es apasionado, sino hasta en una simple ejecución. Hay un problema moral con alcance social y matices espirituales.
De suerte que la índole de la profesión invita, más que la ingeniero, el comerciante o el catedrático, a la contemplación del fenómeno artístico. Y aun en relación con los literatos conviene establecer la distinción de que estos casi siempre pintan los estados anímicos que su imaginación les sugiere, en tanto que nosotros manipulamos en almas vivas. Por este lado se llega a la afirmación opuesta al teorema que comento: no es cabal Abogado quien no tiene una delicada percepción artística.
Abogados somos oradores y escritores.
¿Provendrá la antítesis de las herramientas de nuestro oficio? Eso sí que no habrá quien lo sostenga, porque mientras otros tienen como elementos de expresión la aritmética, la química o el dibujo lineal, nosotros usamos la palabra escrita y hablada, es decir, la más noble, la más elevada y artística manifestación del pensamiento. Y no la palabra escueta y árida que basta para explicar botánica o planear una industria eléctrica, sino la palabra cálida, diáfana, persuasiva, emotiva que ha de determinar la convicción, mover a la piedad, deponer el enojo o incitar a la concordia: la palabra con arte. Si el Abogado no es orador y escritor, no es tal Abogado.
¿Serán los hechos el arranque de aquella rotunda afirmación de pensador granadino? Tampoco. No escasean los juristas aficionados a las Bellas Artes en las que se distinguen o brillaron. (Véase PELLA y FORGAS, el ejercicio de la jurisprudencia, especialmente en Cataluña y se hallarán a granel nombres de Abogados que fueron al propio tiempo filósofos, literatos o artistas. )
Sin detenerme siquiera en Meléndez Valdés o en el Magistrado Juan Pablo Forner, ni inventarían los excelentes cultivadores de las letras que tuvo el Foro en el siglo pasado (siglo XIX) ¿ Cómo es posible olvidar, entre nuestros coetáneos, los múltiples ejemplos que abonan mi creencia ?
Arte, y arte exquisito, fué el de D. Francisco Silvela, quien, solo con su prólogo a las cartas de la monja de Agreda, estaría bien colocado en las cumbres del pensar hondo y del bien decir. No fuera justo, al hablar de Silvela, olvidar los intencionados y elegantes ensayos, literarios en que su hermano D. Manuel hizo famoso el anagrama Vilesla. Arte eran la facundia pasmosa, la imaginación arrebatada y el inspirado verbo de Canalejas. Artista inmenso era Maura, fragua en el pensamiento, cincel en la dicción, y cultivador afortunado de otras manifestaciones artísticas que no contribuirán a elevar su fama, pero sí a acreditar sus calidades.
Artistas era Carvajal, orador, escritor, poeta y poliglota. Del Foro, donde vivió largos años, viene Rodríguez Marín, el gran literario a quien bastaría para la inmortalidad el soneto Agua quisiera ser... Abogado en ejercicio era Feliú y Codina, el ilustre autor de La Dolores. A la poesía han consagrado estimabilísimos trabajos el Magistrado Ortega Morejón y el Abogado vallisoletano Medina-Bocos-modelo de espontaneidad y sensibilidad, bien emparentado literariamente con Nuñez de Arce y Gabriel y Galan-. No se podrá negar grandeza artística a la oratoria de D. Nicolas Salmerón. Abogado de toda su vida, ni apasionada elevacion a la de D. Melquiades Alvarez Abogado igualmente.
La dramática, la lírica y la crítica artística cultivó con fortuna en sus años mozos el inolvidable Díaz Cobeña. Al teatro ha mostrado también su afición Díaz Valero, y a la poesía y la novela Alberto Valero Martín.
¿Se dirá que no son muchos? ¿Se regatearan los merecimientos estéticos de unos u otros ? Ése ya es otro cantar, y sobre gustos no hay nada escrito. Lo que me importa es dejar probado que no hay tal antagonismo ente el Arte y la Abogacía.
Biblioteca de abogados.
Y, a pesar de todo, la flagelación no está exenta de fundamento. Encuéntrase éste-digámoslo claro-en la enorme incultura que caracteriza a la mayor parte de los Letrado. El letrado español apenas lee. por regla general, muchos y muy eminentes entre ellos estudian menos que cualquier médico rural salido de la aulas durante los últimos veinte años.
Da grima ver la mayor parte de sus bibliotecas. Digo mal. Lo que da rabia es ver su absoluta carencia de bibliotecas. Muchos se valen solo del Alcubilla (Diccionario básico jurídico) No pocos fatos de este Diccionario, se bandea con los manuales de Medina y Marañon (manuales básicos de derecho procesal o derecho civil). Contar con Manresa y Muncius no es habitual; y alcanzar una cifra de 500 volúmenes es rarísimo. Movimientos científico moderno, revistas jurídicas extranjeras, libro de historia, de política o sociología, novelas, versos, comedias... ¡Dios lo de! Y claro, al no leer viene el atasco intelectual, la atrofia del gusto, la rutina para discurrir y escribir, los tópicos, los envilecimiento del lenguaje.... Efectivamente, cuando llega a ese abandono, apenas hay diferencia entre un Abogado y un picapedrero; y la poca que hay a favor del picapedrero.
Se argüirá: "leer es caro y no todos los abogados ganan bastante para permitirselo". Lo niego.
Es inasequible para los bolsillos modestos forman una gran biblioteca; a nadie se le puede exigir tenerla, pero es fácil para todo el mundo reputar los libros como articulo de primera necesidad y dedicar a su adquisición un cinco o un cuatro o un tres por ciento de lo gane, aunque para ello sea preciso privarse de otra cosas.
Mas costoso es para los médicos crear, entretener y reponer el arsenal mínimo de aparatos que la ciencia exige hoy para el reconocimiento y para la intervención quirúrgica, así como los elementos de higiene, desinfección, asepsia, etc; y a ningún medico le faltan ni se lo toleraría el publico.
Y si el Abogado no pueda alcanzar ni aun ese limite mínimo, que no ejerza. La Abogacía es una profesión de señores y, a la manera que el derecho de sufragio, debe estar vedada a los mendigos. No se eche esto a la cuenta de un orgullo mortificante, sino a la una rudimentaria dignidad.
¿Que diríamos de un medico que no tuviera fonendoscopio para auscultar ni espéculum para mirar la nariz y el oído, ni un depresor para la lengua, ni un bisturí, ni lanceta, ni una lampara de alcohol, ni jofaina y jabón para lavarse las manos? Pues apliquemos la alusión al Abogado y tratémosle de igual manera.
Es tan cómodo cuando disolvente la exculpación cotidiana de la miseria togada. "Como no tengo dinero no puedo ilustrarme". "Como no tengo dinero, no puedo pagar la contribución, y he de defraudarla o defender la cuota a puñetazos ". "Como no tengo dinero, no puedo sostener casa y despacho y he de pasar la consulta en un café". "Como no tengo dinero, no puedo detenerme a elegir asuntos y he defender todo los que me traigan, dando así de comer a mis hijos... aunque deje sin comer a los hijos de los demás".
Consideradas las cosas con tan holgado juicio, el titulo de Licenciado en Derecho se convierte en una patente de corso.
Todas las profesiones requieren un mínimo de independencia económica, y quien no la alcanza no puede practicarla. no hay carpintero sin banco, ni zapatero sin lezna, ni relojero sin lente, ni militar sin uniforme, ni sacerdote sin sotana; la excepción son los Abogados, que reputan muy natural serlo sin toga y sin libros.
Hay que reaccionar contra esos conceptos, que son mas bien hijos de la barbarie y la pereza que de la necesidad. Se discurre y se vive así porque es lo mas cómodo.
el bogado debe tener inexcusablemente:
A).-Una revista jurídica española y otra extranjera.
B).-Una mitad - según las aficiones - de todos cuantos libros jurídicos se publiquen en España.
Y lo digo así, en conformidad, casi al peso, porque, desgraciadamente, en ese orden puede asegurarse que no producimos casi nada. Sin hipérbole cabe asegurar que todas las publicaciones jurídicas españolas no cuentan cien pesetas al año. Recomendando un dispendio de cincuenta no me pongo fuera de lo racional.
C).-Unos cuantos libros de novela, versos, historia, crónica, crítica, sociología y política.
¿Novelas? ¿ versos? Si. novelas y versos. Esa los recomendé porque son la gimnástica del sentimiento y del lenguaje.Se puede vivir sin mover los brazos ni piernas, pero a los pocos años de tan singular sistema los músculos estarían atrofiados y el hombre será un guiñapo.
Pues lo mismo ocurre en el orden mental. La falta de lectura que excite la imaginación, amplié el horizonte ideal y mantenga viva la renovada flexibilidad del lenguaje, acaba por dejar al Abogado muerto en sus partes mas nobles, y le reduce a una ley de enjuiciamiento con figura humana, a un curialete con titulo académico.
Permítome advertir que también existen Bibliotecas Publicas; pero no insisto en el concepto para no verme en la aflictiva necesidad de demostrar que nosotros contribuimos en muy escasa proporción al contingente de lectores.
En fin, hay que estudiar, hay que leer, hay que apreciar el pensamiento ajeno, que es tanto como amar la vida, ya que la discurrimos e iluminamos entre todos; Hay que hacerlo o resignarnos con el insulto de Ganivet.
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