Caricaturas de Barrister (Abogados) en revista inglesa Vanity Fair

jueves, 21 de diciembre de 2017

314).-Comentarios políticos de don Fernando Villegas

Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdés;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Álvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Meléndez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Nelson Gonzalez Urra ; Ricardo Matías Heredia Sánchez; Alamiro Fernández Acevedo; Paula Flores Vargas; Soledad García Nannig; 


Comentario político sobre derrota de la Nueva Mayoría en elecciones 17 diciembre de 2017.





Nueva Mayoría es una coalición política chilena que agrupa a un conjunto de partidos de centroizquierda​ e izquierda, creada en 2013. Fue estrenada en las elecciones presidencial, parlamentarias y de consejeros regionales de 2013 —siendo inscrita por primera vez en el Servicio Electoral el 30 de abril de ese año—​ y posteriormente en las elecciones municipales de 2016.
Alejandro Guillier fue el candidato presidencia en elecciones de 2017, y perdió elecciones en ese año, ante Sebastián Piñera.

-“El día después” por Fernando Villegas

Sebastian Piñera presidente de República  2018-21

Habituados a concebir la vida como un reality show más que como realidad, son demasiados los chilenos que hoy desestiman y les quitan peso a los numerosos y crecientes signos de conflicto social que se han incentivado -no hay explosiones, sino incendiarios- e ido acumulando en los últimos años.

Chile es el país del “eso no pasa aquí”. En los años 60 y con una jactanciosa y desdeñosa mirada hacia los vecinos, en especial a Bolivia, se decía de los cuartelazos y golpes militares que “eso no pasa aquí”. A principios de los 90, ya con fuertes señales de narcotráfico localizadas en el norte, se dijo “eso no pasará de allá”. De la corrupción en el Estado que en artículos de prensa aparecía como afectando a otros países del continente el comentario era “eso no puede pasar en el nuestro”; luego era de rigor la consabida y reconfortante historia del turista que había tratado de sobornar a un carabinero y terminó preso. Y a la vista de autoridades de alto vuelo de Argentina o Brasil envueltos en escándalos financieros se afirmaba, ya lo adivinan, “eso no pasa aquí”. Al parecer nunca nada “pasa aquí”.
Hay varios mecanismos productores de la ceguera selectiva que fundamenta tan descomunal necedad. Primero y principal es el sentimiento chovinista -como consuelo recordemos que no es pecado exclusivo de los chilenos- inclinando a poner la tribu a la que se pertenece en una posición superior a las demás en la jerarquía de los valores y las virtudes. El segundo, también global, es el deseo de no querer ver y ni siquiera especular sobre posibles eventos desagradables que pudieran ocurrir de modo que no sólo NO se les presta atención, sino, más aún, se eliminan de la conciencia los signos, síntomas y pródromos de esa eventual desgracia o tropiezo. El tercero es lisa y llanamente falta de inteligencia para ver más allá de la punta de la nariz y de esa carencia estamos sobradamente provistos. El cuarto es la mala memoria. 

De estos polvos…

Habituados a concebir la vida como un reality show más que como realidad, a creer que las cosas no existen si no están frente a sus ojos en el episodio de la noche, son demasiados los chilenos que hoy desestiman y les quitan peso a los numerosos y crecientes signos de conflicto social que se han incentivado -no hay explosiones, sino incendiarios- e ido acumulando en los últimos años. En su afán por borrarlos, negarlos, los adjudican sólo a lo que se ventila en las redes sociales y aun dentro de estas a lo que hace media docena de tuiteros patológicamente aficionados a la agresión y el insulto. Fuera de eso dicen no ver ni sentir ninguna crispación, ningún desbalance. Se pregunta uno qué originó esa miopía. Lo cierto es que ya no hacemos uso en el análisis de la simple noción de que los procesos sociales se desarrollan en pequeños pasos sucesivos, no a saltos; tampoco recordamos que al comienzo sus manifestaciones son casi imperceptibles y se desenvuelven en cámara lenta; tal vez también hemos perdido de vista el algo más complejo fenómeno de los cambios del cambio, la manera como los mecanismos de causalidad se modifican en intensidad, cualidad y aceleración según las etapas de la trayectoria histórica. 
Quizás, además, somos víctimas de demasiadas raciones de cine y televisión que nos han llevado a confundir la historia, que es proceso lento pero inexorable, con un libreto, los cuales desarrollan el melodrama con inusitada rapidez y rasgos en exceso marcados, ritmo frenético al cual se agrega la exageración o, para usar una palabra que alguien puso de moda, la “hipérbole”. Por eso, si no hay un redoble de tambores anunciando que llega el momento culminante, a menudo nos sorprende cómo lo aparentemente inocuo, rutinario y hasta casi invisible de súbito da lugar a una coyuntura decisiva. Para decirlo coloquialmente, ya no recordamos la verdad de ese viejo refrán que dice “de esos polvos estos lodos”. Y así es como somos incapaces de aceptar el hecho de que lo comenzado de manera casi insignificante bien puede convertirse, luego de varias iteraciones, en fenómeno masivo y disruptivo.

Nuestra historia está llena de ejemplos de esa desmemoria, de esa inconsciencia histórica y estrechez de mirada. Desdeñando las potencias de lo que en el presente aparece sólo como meramente anecdótico, puntual y transitorio, de modo natural e irreflexivo creemos que lo hoy día visible sólo como semilla jamás será visto mañana como fruto. No habiendo grandiosas señales bíblicas en el Cielo ni un Moisés separando las aguas, nos decimos “no pasa nada”. Y por esa razón cuando oímos proyectos extravagantes anunciados en tono hostil afirmamos que son cosa de “sólo unos pocos termocéfalos”.

Desarmar los ánimos

Y sin embargo basta revisar la historia nacional e internacional para verificar que las crisis importantes se preparan no a partir de meras intrigas políticas del momento, sino a base de temperamentos colectivos exaltados y belicosos o siquiera iracundos y suspicaces que se han desarrollado gradual y acumulativamente hasta formar masas críticas de ciudadanos sin ninguna intención de acordar y pactar nada. De cómo eso finalice, de cómo de esas nubes salte el rayo, si será en la forma de simple parálisis política, disturbios, asonadas, huelgas surtidas, más elevadas tasas de crimen, estancamiento económico o cualquier otro resultado negativo depende de las circunstancias, de las temperaturas de la mutua hostilidad y de lo irreconciliable de las tesis en juego, PERO en todos los casos el resultado es malo y el combustible es siempre la ausencia de concordia y el exceso de resentimiento.

Chile no está libre de esa peligrosa crispación ni se deshará de ella mañana, terminado ya el proceso electoral. No debiéramos enterrar la cabeza en la arena y recitar el mantra “no habrá apocalipsis y no pasará nada”. Los ataques feroces contra candidatos y personas corrientes, la facilidad con que hemos visto estallar grescas por el menor motivo, los caudales de hostilidad y violencia acumulados en La Araucanía, la notoria irritabilidad del ciudadano común, las brutales descalificaciones por posturas políticas y valóricas, todo eso no ha sido simple efecto de la campaña presidencial ni es monopolio sólo de las redes sociales ni tampoco es obra de “unos pocos” como tantos desean creer en sintonía con la canción “aquí no pasa nada”; al contrario, expresan furores y rencores profundos, intensos y transversales. 
NO TODOS los ciudadanos están en esa actitud ni lo estarán, pero se olvida que para gatillar un conflicto no hace falta la participación masiva y total de la población, sino basta la existencia de minorías sustantivas que estén en pie de guerra, de militantes y activistas atrapados dentro de lógicas suma-cero, de “esos pocos” que copan el espacio público y encienden todas las mechas. Es, por ejemplo, para mencionarlo una vez más, el caso de La Araucanía.

Por eso la primera tarea de quien gane hoy debiera ser la de desarmar los espíritus de sus partidarios y adversarios hasta donde sea posible; es de ese modo como se aísla a los exaltados en su delirio y disminuye su capacidad de afectar a los demás. Debe hacerse porque estamos embarcados en el mismo buque. Cualquiera sea la mitad de chilenos que esta noche se hunda en el despecho y la depresión y la mitad que se ufane y exalte en el triunfo, mañana lunes ambas mitades seguirán a bordo y se hundirán o navegarán juntas.
 Tal vez la era de los grandes acuerdos no sea ya posible, pero siempre es posible siquiera un mínimo común denominador. Y ese denominador común es no sólo la civilidad y el respeto a las normas, sino sobre todo no olvidar que ninguno de los bandos tendrá una mayoría suficientemente abrumadora ni en la urna ni en el Congreso ni en la calle como para armar o desarmar el país a su antojo. No se debiera ver nunca la política como un juego agónico de supremacía, aplastamiento y victoria, sino como lo que es, como negociación, transacción y acuerdo civilizado. 
La democracia no ha de ser alguna variante pura o diet de la demencial consigna “Voto+Fusil” que voceaban ciertos tontones del año 70. La mitad más uno o más dos no da derecho a pisotear a la mitad menos uno o menos dos.




Los  “Ismos”  por Fernando Villega




(Comunismo, progresismo, feminismo, antipapismo, ambientalismo, animalismo, etc., etc.)


No debiera asombrar el modesto escándalo protagonizado por quienes morían de ganas de expresar su repudio por la visita papal. La puesta en escena incluyó atentados vandálicos contra instalaciones eclesiásticas y ásperas interpelaciones de damas y caballeros de diversas sensibilidades y referentes. 
A algunos chilenos todo eso quizás les pareció un arrebato fuera de lugar e inconducente, pero ya debiéramos saber que la ciudadanía tiene dificultades para mantener sus disgustos bajo control en vez de atizarlos en el seno de una horda; la virtud capital de la tolerancia y ojalá indiferencia no tiene cabida cuando reinan tiempos de tan democrática exaltación anímica. Recuérdese que se han espetado insultos hasta contra un bus por el cartel que acarreaba. 
Ya no hay postura u opinión que no se publique en las redes para en el acto convertirse en “movimiento”, en protesta o en “ismo”. El fenómeno recluta un masivo elenco: acólitos, militantes, activistas, combatientes, ayudistas, apóstoles y predicadores. A ellos se suman los comunicadores dispuestos a avivar la cueca por simpatía doctrinaria, los que hacen vista gorda por miedo a entrar en la lista de enemigos y los políticos inclinados a dejar actuar a los enardecidos por si eso se traduce en alguna ganancia. En La Araucanía ya hemos visto miles de esos extras en acción.

Resignación

Los escasos amigos de la paz y el sentido común que van quedando tienen que resignarse. Recuerden: los activistas y sus zalagardas son una constante histórica. Casi no hay sociedad libre de su perpetuo rezongar, agitarse y movilizarse, pero sobre todo no la hay en estos días, cuando “democracia” ha llegado a equivaler a una descomunal pandemia de hervores hormonales. Escasea el buen juicio y sobra la devoción. Las causas son a veces temporales -como la suscitada por la visita papal- y otras duraderas; en este último caso hablamos de pacientes desahuciados por la ciencia psiquiátrica, víctimas irrecuperables de credos devoradores, obsesivos, intolerantes y violentos en su retórica y a veces también en sus actos. 

¿De dónde viene tanta iracundia?

 Las fuentes pueden ser escándalos y abusos impunes, las revelaciones de un mesías, las promesas de un profeta, los dislates de un ideólogo o hasta, como en el islam, una remota discusión del siglo VII d.C. acerca de quién era el verdadero heredero espiritual y terrenal de Mahoma. Algunos “ismos” derivan de doctrinas científicas o con pretensiones de serlo pero convertidas en catecismo para alimentar espiritualmente una causa, cosa imposible si no se crea un “movimiento”, a su vez imposible si no se llega a la masa y esta de acceso imposible si no se lleva la doctrina a la caricatura. No se moviliza a nadie con las transformaciones de Lorentz, pero sí con un llamamiento del tipo “No+AFP” . Es la banalización la que da existencia al “ismo”.

De verdad a dogma

El núcleo originario de un “ismo” pudo ser mucho más que una suma de clichés y llamamientos a “la lucha”. En su médula a menudo se encuentran proposiciones razonables, pero eso ni calienta ni moviliza y peor aun, no cambia nada; lo “razonable” está repleto de matices, explica lo que es como resultado de lógicas y/o procesos inevitables, acepta la realidad, se goza en su comprensión teórica y por todo eso tiende -TIENDE- a acercarse a la postura de Buda, al disfrute intelectual del quietismo contemplativo. Y frente a eso los oponentes a dicha propuesta razonable, aliviados ante tan escaso empuje, tampoco hacen nada. Esta resistencia porfiada de lo que ES contra lo que debería ser está detrás del 90% del nacimiento de los “ismos”.

Hay excepciones, ideólogos que no se quedan en el Verbo y la Teoría y en su activismo llegan al asesinato al estilo del terrorista americano apodado “Unabomber”, pero movilizar significa mucho más que enardecer a un profeta solitario; significa sacar de su torpor a gente común y corriente y eso entraña despertar sus emociones para uncirlas a una causa que, al menos en el palabreo, tenga relación con sus intereses materiales y subjetivos. No siendo estos, normalmente, de muy elevada factura, ahí mismo comienza la simplificación. Para espolear al adormilado ciudadano ha de agregarse, además, un blanco contra el cual pueda dirigir los odios y rabias que son el fruto venenoso de sus frustraciones. 
No habría habido un Ku Klux Klan con meras disquisiciones raciales y eugenésicas de salón, si no se requería también crucificar y quemar a un negro desvalido de tanto en tanto. En una variante más grata de ese principio el dramaturgo Peter Weiss se preguntaba -en Marat-Sade- “qué sería de la revolución sin una general copulación”. No basta predicar la “solidaridad”, debe colgarse del árbol al pecador que no comulga. Curioso, pero nada incita más el Odio que un llamamiento al Amor. Es el consabido paso de la teoría al dogma y del dogma al linchamiento.

Chile

¿Qué “ismos” proliferan en Chile? 
Hay muchos y algunos tuvieron o aún tienen, bajo capas y capas de mala semántica y emocionalidad, un meollo razonable. El estante del supermercado dedicado a los movimientos progresistas ofrece animalismo, ecologismo, feminismo, vegetarianismo, radicalismo, comunismo, socialismo, liberalismo, antipapismo (por agotarse), nihilismo y de seguro pronto ofrecerá varias corrientes más, aun por inventarse. 
Clientes naturales son los jóvenes por toda clase de razones: deseo de “ser parte” de algo, necesidad de crearse identidades glamorosas, disponer de blancos para descargar sus frustraciones, un territorio donde probar fuerzas, el afán por la aventura y huir del tedio y de las responsabilidades estudiantiles, de la competencia y de la jodida vida a fin de cuentas. Esa mezcla se llama “afán de justicia”. Se suman los adultos y hasta ancianos que o han regresado a esa etapa o nunca salieron de ella.

Ottone

Los que sí salieron son personas como Máximo Pacheco, cuyas palabras sobre el descuido del PS y la NM acerca del tema económico caerán, como anunciamos, en oídos sordos. Lo mismo vale para lo escrito por mi estimado y brillante colega Ernesto Ottone respecto de cómo la izquierda debiera repensar su repertorio de ideas y proclamas. Todo eso caerá, a su vez, en ojos ciegos. Individuos aislados o en pequeños paquetes pueden hacer la transición y hasta hay un grupo proveniente de la decé en ese predicamento, pero una golondrina no hace verano y menos un aggiornamiento. En tanto que colectividades con timbre de agua y sede social, a veces también provistos de cuantiosos fondos, de seguro seguirán orando al periclitado Dios de costumbre; ya no levanta a nadie de su tumba, no cura al paralítico, no convierte en pianista al manco ni asegura pitutos estatales, pero es una divinidad a la que han dedicado todos sus afanes y hay un largo hábito de persignaciones; es un modo de vida, una trampa sin salida.

Nostradamus

Si Nostradamus viviera tal vez escribiría una vez más la siguiente cuarteta:
Tras larga ausencia de los dos grandes luminarias,
Que ocurrirá entre abril y marzo:
¡Oh qué precio!: pero dos grandes generosos
Por tierra y mar socorrerán en todas partes.

¿Qué significa? 

Vaya a saber uno, pero quizás significa que entre marzo de este año y un abril más lejano los partidos de la NM en su conjunto se apagarán políticamente, sufriendo la misma suerte que el Partido Radical sufrió desde 1958 en adelante, una lenta o rápida caída en la irrelevancia y a la condición de sociedad de socorros mutuos y/o secta para ancianos aburridos; mientras tanto los jóvenes que ahora militan en alguna de las 14 fracciones del FA saltarán de una sensibilidad extrema a otra, luego del extremo al centro, de la fe al escepticismo, del ánimo entusiasta al reposado, de lo utópico a lo realista. Será en medio de ese fenomenal barullo que emergerá otra política, otros nombres, otras corrupciones, otras decepciones y otros logros escasos y de mediano calibre. Será el socorro viniendo por tierra y mar. Ite missa est.

Reciclaje sesentero


Pero ¿qué significa HOY ser socialista, el socialismo? Muchos de ellos ni siquiera pronuncian ese vocablo, silencio selectivo realmente extraordinario. No sería más raro escuchar una homilía del Papa en la que no se pronunciara ni una sola vez la palabra “Cristo”.


Mientras el país se apronta para un nuevo gobierno y la mayoría -de seguro superior a la que ganó la elección– desea, como es natural, que eso traiga prosperidad o siquiera algunos años sin tantos puños en alto, retroexcavadora y majaderos de las transformaciones profundas, hoy llamadas “el legado de Bachelet”, la decé se desgarra entre la facción que se obstina en continuar como vagón de cola del progresismo, antes convoy que no se sabía adónde iba y hoy detenido en un ramal que no va a ninguna parte, en tanto que otra, en “proceso de reflexión”, amenaza renunciar y/o advierte que ha descubierto su verdadero domicilio no en la centroizquierda sino en el centro puro y duro, hoy sólo estación intermedia en viaje hacia la derecha y no punto de reposo para siempre jamás. Al mismo tiempo una fuerte minoría del país, confusa en todo menos en su clara desconfianza y hasta repulsa, sigue bailando al son de la tonada de la coalición derrotada porque, a fin de cuentas, no han transcurrido en vano las muchas décadas durante las cuales la izquierda se estuvo presentando como concesionaria vitalicia de la voluntad y el bienestar popular. Ahora, tras la derrota, su lucha por el proletariado tomará la forma de una “defensa de las conquistas”. Así lo describió el señor Duarte, secretario general de la decé. No detalló cuáles conquistas.

Para esa defensa cuentan con el Congreso, la ANEF, el Colegio de Profesores, algunos gremios más, y en especial la carne de cañón estudiantil que una nueva hornada de dirigentes, a quienes se les abrió el apetito viendo a los Jackson y a las Vallejo convertirse en muy bien pagados señores y señoras políticos, están disponibles para azuzarla. Sobre todo cuentan con el ejército de combatientes apernados en la administración pública. De ellos se espera la debida y revolucionaria tarea de atornillar al revés. Eso, la captura de buena parte del Estado, fue el gran logro político de la NM. Puede que hayan estancado (a pesar de las “semillas” de Eyzaguirre y los brotes verdes de Arenas) al país, amén de sumirlo en lógicas menos históricas que histéricas, pero confían en ese enclave de camaradas incrustados en el aparato público.

Esa preparación para una nueva chance, ahora la del año 2022, podría parecer “una mirada de futuro”, pero no es más mirada de futuro que la de esas sectas que, al no cumplirse la fecha del Juicio Final anunciado a la feligresía, entonces la postergan para otra. En eso están el PC, el PS, el PPD, el PR y la mitad de la decé. Muy natural; la izquierda no mira al futuro más que como otra oportunidad para revivir el pasado. Decimos “izquierda”. Ya es hora de retornar al verdadero nombre de ese sector en vez de aceptarles el acomodaticio “progresismo”. Sus devotos debieran imitar a su antecesores, quienes no se andaban escondiendo. En esos tiempos todo socialista proclamaba abiertamente su afán por construir el socialismo y más tarde el comunismo. Creían con fervor que a eso conducía la marcha de la humanidad. Lo recitaban así: primero el hombre primitivo y recolector, luego los imperios esclavistas, después el régimen feudal, en seguida el actual capitalismo y ya venía, ya vendría el socialismo.

Hoy

Pero ¿qué significa HOY ser socialista, el socialismo? 

Muchos de ellos ni siquiera pronuncian ese vocablo, silencio selectivo realmente extraordinario. No sería más raro escuchar una homilía del Papa en la que no se pronunciara ni una sola vez la palabra “Cristo”. De seguro en las asambleas en las que examinaron sus pecados el tema acerca de la razón de ser última de su postura no pasó por la mente de nadie. ¿Para qué ahondar en honduras teológicas? La NM o como sea se rebautice sólo tiene una doctrina: oponerse a rajatabla. Para eso propone una nueva alianza incluso a los restos de la histriónica y ya patética decé, la cual de asamblea en asamblea no hace nada decisivo salvo anunciar una próxima asamblea. Fuera de eso le hacen pucheritos al Frente Amplio, la nueva y desdeñosa chiquilla del barrio a la que quieren enamorar. Se les oye también aquí y allá, salpicado como condimento, el mantra “defender el legado de Bachelet”. Ese es hoy el progresismo. Esa es la defensa de las “conquistas”. Ese es su ánimo. Ese es el valor de sus introspecciones. Eso es todo. De ideas, ni hablar; de un honesto interés por averiguar lo que le conviene al país, ni en broma. Más fácil aceptar la tesis Gutiérrez según la cual los electores son una horda de fachos pobres y rubias imbéciles. Por eso, si alguien de sus propias filas les hubiera pedido escudriñar qué significa hoy ser socialista, sus palabras habrían sido recibidas con ese pasmo que producen las preguntas tocando algo esencial y fundamental, pero por lo mismo dado por sabido y simultáneamente totalmente ignorado.

Los jóvenes

Tal vez los jóvenes que se proclaman hijos de Fidel, del Che, del difunto Chávez y hasta de Maduro y/o son parte de algunas de las 14 facciones del Frente Amplio o simplemente militan en las juventudes socialistas o comunistas o espetan diariamente su flamígera ira contra el modelo desde las redes pudieran estar en condiciones para siquiera interesarse en la pregunta, pero difícilmente podrían responderla. Se agitan en la confusión. Hemos oído a una de las pasionarias que pululan en dicho movimiento anunciando una oposición “dura”, pero a su vez Gabriel Boric ha dicho que el FA debe ser propositivo y no solamente antipiñerista. ¿Por dónde pecatas meas, entonces? Entre las posturas de quienes simplemente se proclaman antimodelo y las de quienes hablan de ir viendo y examinar cada paso hay un enorme espacio intermedio con toda laya de nichos. Hay incluso espacio hasta para que quepan los radicales. ¿A qué aspiran, entonces? Imposible saberlo aun leyendo con la mayor buena voluntad a sus personeros más alfabetos.

Con qué nostalgia uno piensa en los sesenta, cuando todo era más fácil. Los veinteañeros de dicha década proclamaban sin eufemismos y a gritos su adhesión al socialismo, proyecto que parecía de futuro, incluso inevitable; el acto de sumarse equivalía a subirse al ómnibus de la historia. Hoy, en cambio, ser socialista a esa edad tiene un cariz completamente distinto. Salvo en el caso de algunos estudiantes serios que han leído a los mistagogos de la cábala marxista, también a Foucault y a otras estrellas del firmamento post y pre Althusseriano, el masivo y ululante resto de la congregación se suma a la Fe no como fruto de una profunda reflexión política, ni siquiera por oler que hay allí un flamante producto al que vale la pena echarle una probadita, sino porque es la onda contestataria y “retro” que está de moda en sustitución del jean con agujeros y rajaduras de fábrica. Hoy sencillamente viste mucho hablar santurronamente del Che. Decirse progresista –o sea, socialista sin decirlo– es como plegarse a quienes proclaman que “lo que la lleva” es regresar al uso del tocadiscos y el LP. Ser socialista, hoy, cualquiera sea su actual nombre, es un acto de reciclaje sesentero y una dieta para bajarle el peso al tedio.

Los ancianos


Habrá entonces que girar en redondo y regresar a la cohorte sexagenaria a la que hemos dejado sentada en una asamblea haciéndose una “autocrítica”. Tal vez sean más dados a la reflexión que sus compañeritos, pero también y mucho más a la inercia. Casi inconcebible que un viejo izquierdista con 40 años de servicio en la administración del Estado y bueno para enarbolar automáticamente el puño en ocasiones sacramentales vaya, por mucho que se tiente, a dar el gran salto hacia la duda cartesiana. La historia señala a las claras adónde van estos movimientos, por poderosos que hayan sido, cuando la vida los ha estacionado al lado del gallinero; ya no van a ninguna parte y la hierba crece entre sus ruedas. En casos como estos sólo queda la memoria, la nostalgia, las frases de siempre, algo así como el gesto técnico del boxeador convertido en paquete, el pugilista de relleno que caerá al primer round pero sabe aún ponerse los guantes y saludar al respetable. ¡Dale, Martín, dale!

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