Caricaturas de Barrister (Abogados) en revista inglesa Vanity Fair

lunes, 1 de abril de 2013

141).-El Alma de la Toga (VIII): EL TRABAJO.-a

Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma; Paula Flores Vargas ; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo;  Soledad García Nannig;

Trabajo de Abogados

9.- EL TRABAJO.

Siendo personalísima la labor en todas las profesiones intelectuales, quizá en ninguna lo sea tanto como en la Abogacía. La inteligencia es insustituible, pero más  insustituibles aún son la conciencia y el carácter. Entre  nosotros, tanto o más se buscan y cotizan estas dos cualidades como aquella otra. Un sabio será peligroso como Abogado, porque propenderá a la intransigencia, y en su mano se enredarán las cuestiones. 
Otro ilustrado y despierto, pero de escasa pulcritud, constituirá un verdadero peligro social y su actuación debería clasificarse entre las industrias peligrosas, insalubres. Adviértase que entre ambos ejemplos no se acertaría a clasificar cuales son las condiciones más nocivas, si las buenas o las malas, porque un carácter esquinado es doblemente dañino si dispone de una gran competencia; y la falta de sentido moral no es tan de temer en los necios como en los inteligentes.
Diré mas. En el orden cultural el publico nos atribuye-y no va equivocado- un nivel genérico próximamente igual en todos, y donde establece las diferencias es en la rectitud de proceder, en la exteriorización artística, en la fama de que disfrutemos y -¡triste es decirlo!-en nuestra significación social, especialmente la política.
Rarísima vez oímos decir:  "¡Cuando sabe fulano!; le encomendaré mi pleito, porque tiene una erudición extensa y unos conceptos profundos".
En cmbio se ponderan y valoran las otras distintiva. "Consultaré a H porque es muy honrado y no me meterá en pleitos que no vea muy claros."
"Haré que defienda mi causa Z porque tiene una palabra arrebatadora " "Encomendaré el asunto a X porque pesa mucho en el tribunal."
No debemos delegar si es posible.

De estas innegables realidades se desprende que debemos esforzarnos en hacer por nosotros mismos los trabajos, ya que el cliente tomó en cuenta, al buscarnos, todas nuestras condiciones, desde la intimidad ética hasta el estilo literario. 
Mas como en gran parte de los despachos es absolutamente imposible que el titular realice personalmente la tarea integra, forzosamente habrá de delegar algunas en sus pasantes (Procuradores ) y quien proceda con escrúpulo efectuará la delegación por orden de menor a mayor importancia de los trabajos, llegando hasta no confiar a manos ajenas, mientras no sea inevitable, los escritos fundamentales, tales como el recurso de casación, el contencioso, la demanda, la contestación  y los dictámenes.      
Aun admitida la trasferencia, hay dos extremos a que no debe alcanzar (salvo acuerdo expreso o tácito con el cliente), a saber: el estudio del caso consultado y el informe oral. Podrá ser indiferente para el interesado que tal o cual escrito salga de manos del defensor o de las de un auxiliar suyo: pero la formación del juicio es cosa tan privativa de la psicología, tan dimanante de la conciencia, que el consultado se juzgaría defraudado si supiera que al decirlo que lleva o no lleva razón no habría intervenido nuestro temperamento, nuestro ojo clínico, nuestra experiencia, nuestra idiosincrasia, prendas que él buscó para su asesoramiento, muy por encima de la garantía de un simple titulo académico, igual en todos. 
Idéntico es lo que ocurre con las vistas. El litigante no requirió a un hombre con una toga puesta, sino al Abogado Fulano con su palabra, con sistema de razonar, con su acometividad y, sobre todo, con su prestigio en los estrados.
En cuanto a la manera de trabajar sería osado querer dar consejos, pues sobre la materia es tan aventurado escribir como sobre la del gusto. No quiero, sin embargo, dejar de exponer una observación personal. 

Método.

Parece lógico que, antes de coger la pluma, se haya agotado el estudio en los papeles y en los libros. seriamente, así debe hacerse, y no es recomendable ningún otro sistema. Pues, a pesar de reconocerlo, confieso que nunca he  podido sustraerme a practicar todo lo contrario.
Video meliora...         
Cuando empezó a escribir  son muy rudimentarias, muy someras las ideas que tengo sobre el trabajo que he de realizar. Las cuartillas con su misterioso poder de sugestión poder de sugestión son las que me iluminan unas veces, me confunden otras, me plantean problemas insospechados hasta un minuto antes, me estiman encienden y exaltan. Tal problema fundamental y gravísimo que no acerté  a ver mientras estuve considerando el caso, me aparece amenazador y desconcertarte enganchado en un mínimo inciso de una oración; cual argumento que no me alcanzó en el estudio, surge diáfano al correr del a pluma....
No hay nada en el mundo sin explicación y pienso que esta rareza también la tiene. Los sujetos de contextura mental apriorista, doctrinaria, forman ante todo su construcción ideológica y la trasladan liego al poder. Al revés, para los realistas el escrito es ya la vida en marcha y al formarle muéstrese ella con sus apremios invitándonos a contemplarla en plenitud. Mientras estudio me considero aislado, y como no logro darme importancia a mi mismo, tampoco llego a ultimar mi sistema ni mucho menos a enamorarse de él. 
Pero las cuartillas son ya el dialogo, la comunicación con el mundo, el peligro de errar, el vislumbre del éxito, la tentación de la mordacidad, la precisión ineludible de ahondar en un punto oscuro o de minar con respeto lo que antes fue desdeñado; son la evacuación inexcusable de una cita, la compulsa de un documento, el delinearse las figuras del drama, el presentimiento de la agresión contraria... ¡Son la potencia biológica, en fin, tumultuosa, multiforme, arrolladora y soberana, que a un tiempo mismo nos encandila y nos esclaviza, recordándonos que somos cada uno muy poca cosa y que todos estamos sometidos a su imperio incontrolable! Pudiera decirse de este sistema que por la improvisación nos conduce a la reflexión.
             
Oratoria.

Informando  me ocurre todo lo contrario. Jamás  lo hagan son llevar guiones minuciosos, concretos, verdaderos extractos del pleito y cuya redacción (siempre hecha por mi propia mano, con signos convencionales y tintas de diversos colores) me invierte largo tiempo y me pone los nervios en insoportable tensión.  Esto responde, ante todo, al terror, al espantoso terror que me infunde el hacer uso de la palabra. Llevo cuarenta y cinco años hablando en todas partes y en todos los géneros , en Foro, en el Parlamento, en el Consejo, en el meeting ardoroso y en la serena conferencia académica, en centros de cultura y en villorrios humildemente; he ejercido ante los Tribunales de todas las jurisdicciones; he disertado en una escalera, en un pajar, en un horno de pan cocer (¡y encendido precisamente a mis espaldas! )en centenares de balcones, con auditorios de sabios para despellejarme o patanes para no comprenderme... Pues, a pesar de práctica tan dilatada y heterogénea, hoy me inspira la oratoria más espantosa que el primer dia. 
Lo cual obedece a que no hay obra más trascendente que la de poner nuestra alma en comunicación con otras y tratar de imbuirles nuestro propio pensamiento. Queremos, al hablar, que otros discurran como nosotros discurrimos, que obren como les recomendamos, que participen de nuestra responsabilidad... El orador es un autor por inducción para el cual no existe Código penal. Quien acometa ese empeño sin pánico es un insensato o un héroe. 
Para graduar, distribuir, acopiar y matizar la oración, el guion es indispensable. mas entiéndase que el guión no se refiere a las palabras , efectismo y latiguillos (destino que sólo le dan los cursis, quienes en materia oratoria están siempre en pecado mortal)ni constituye un atadero de la imaginación,ni una norma inquebrantable para formar el discurso. No. el guion es una especie de casillero donde llevamos convenientemente clasificadas las materias. Pero nosotros mandamos en el casillero, no el casillero en nosotros. Y así, al pronunciar el discurso sustituimos la materia, de una casilla, llenamos la que estaba vacía, vaciamos la que iba pletórica....y a veces pegamos fuego al casillero con todo su contenido.
Las contingencias de la polémica y las prescripciones de la oportunidad nos van recomendado lo que debemos hacer con el ideario clasificado; pero sin la clasificación previa, nuestro pensamiento  caería en la anarquía y seriamos juguetes del adversario diestro o del auditorio severo. Véase, pues, por qué al revés de lo que me ocurre con el trabajo escrito, voy en el oral por la reflexión a la improvisación. 

Resumen.

Como fin  de estas confesiones sobre el trabajo diré que, a mi entender, todas las horas son buenas para trabajar , pero más especialmente las primeras de la mañana, desde las seis hasta diez. Y ahí va la razón. a partir de las diez de la mañana nadie dispone de sí mismo. La consulta, las conferencias con otros colegas, las diligencias y vistas, las atenciones familiares, la vida de relación y las necesidades expansiones del espíritu consumen todo nuestro tiempo. Esto sin pensar en los Abogados que desempeñan destinos o que intervienen en la política. De modo que desde esa hora la Humanidad manda en nosotros. Hácese, pues, indispensable, si hemos de aprovechar la vida, que con antelación, y prevaliéndose de su sueño, gobernemos nosotros a la Humanidad. 
Michos advierten que lo mismo da trasnochar, recabando el tiempo cuando los demás se acuestan. no lo estimo así, porque antes de la diez de la mañana podemos dar el trabajo nuestras primacías y después de la diez de la  noche le concedemos sino nuestros residuos. Con la cabeza despejada se ordenan las ideas, se distribuyen las atenciones, se aprovechan el estudio. con el organismo fatigado después de una jornada de la abrumadora vida moderna, no es verosímil que se obtenga más que productos concebidos con esfuerzo, con artificio, en situación de agotamiento. 
En fin, todas las reglas del trabajo pueden reducirse a esta: hay que trabajar con gusto. Logrando acertar con la vocación y viendo en el trabajo no solo un modo de ganarse la ida, sino la válvula para la expansión de los anhelos espirituales, el trabajo es liberación, exaltación, engrandecimiento. De otro modo es insoportable esclavitud.      
Sin ilusión, se puede llevar los libros de un comercio, o ser delineante o tocar el trombón en una orquesta. En las mismas profesiones jurídicas cabe tener ilusión para el desempeño de un registro de la Propiedad, una secretaria judicial o una liquidación de Derechos reales. Son todas esas profesiones de las que se tira, obteniendo frutos análogos cualquiera que sea el estado de animo con que se ejerzan. pero abogado, no. el Abogado o lo es con apasionamiento lírico o no puede serlo, porque soportan de por vida una profesión que no estima es miserable aherrojamiento, solo comparable al de casarse con una mujer a la que no se ama; y quien lleva clavadas tales espinas no tiene resistencia más que para lo mecánico, para lo que puede hacerse con el alma dormida o ausente.

Comentario.

El señor  Ángel Ossorio y Gallardo

próximo capitulo

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