Caricaturas de Barrister (Abogados) en revista inglesa Vanity Fair

viernes, 12 de julio de 2013

165).-El Alma de la Toga (XXI): LA TOGA..-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Veronica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma;Nelson Gonzalez Urra ; Ricardo Matias Heredia Sanchez; Alamiro Fernandez Acevedo; Paula Flores Vargas;Ana Karina Gonzalez Huenchuñir;  Soledad García Nannig;

las togas

22.- LA TOGA.

   
Nunca olvidaré la extrañeza, entre asombrada y zumbona, que mostraron unos compañeros argentinos a los que enseñe nuestra toga y nuestro birrete. Se maravillaban de su arcaísmo y preguntaban si no se podría hacer justicia sin raro ropaje. Yo, en cambio, me maravillaba-aunque no se lo digo-del sentido mercantil que en sus labios tomaban las cosas judiciales.   
muchos españoles, con todo y tener acostumbrada la vista, muestran idéntica sorpresa, y algún humorista ha preguntado qué relación puede haber  entre la justicia y el gorro  poligonal de ocho lados.
Realmente, parece algo pueril confundir las virtudes más excelsas con atributos de   vestidura; sin que sea pequeño el riesgo de que, tomando la representación por lo  representado, crean gentes superficiales que la casulla es religión y la bandera patriotismo y la toga justicia. Satisfechos los ojos, se excusa la intervención del alma, y así se juzga patriota el que saluda con ceremonia cómica a la bandera, aunque defraude diariamente al Tesoro Nacional, y se tiene por religioso el que va a la procesión con cirio, sin perjuicio de vivir en alegre adulterio, y se reputa hombres de justicia sujetos vanales o danzantes sólo porque llevan una túnica o placa dorada.
No hay, pues, que sacar de sus límites los valores puramente alegóricos; mas tampoco cabe suprimirlos caprichosamente, porque ni fue arbitraria su invención ni se borran de cualquier modo los hechos seculares.
En una sociedad ideal donde el pueblo sintiera el bien por bien mismo, pusiera espontáneamente su voluntad en estrecha disciplina, acatare los valores y mantuviese en tensión su sensibilidad sin necesidad de excitaciones del exterior, sobrarían, y aun serian ridículos, banderas y estandartes, cintas y galones, músicas y estrados.  Mas,, por desgracia, no creo que exista ese pueblo soñado, en que todo es sustancia anímica y nada piden los sentidos; desde luego,España no lo es. 

Importancia de toga.


¿Para qué necesita, mirando las cosas sustancialmente, estar uniformado un ejercito? ¿No se puede respetar un juramento, prestar un servicio y hacer dejación de la vida vistiendo cada soldado como le plazca ?
Cierto que si. Y son embargo, suprímese el uniforme y el batallón quedará transformado en una horda. En cambio-¡ todas las apariencias tienen su intimo sentido! -empeñémonos en  poner uniforme al somatén catalán y desaparecerá el somatén.
y es que, así como los signos ofrecen el inconveniente antes señalado de que se tome el signo por la esencia y se forme una mentalidad frívola y superficial, así también la falta de signos lleva a un relajamiento de las esencias, perdiéndose primero un traje, y luego la circunspección que impone el traje, y luego la virtud de que solía ser muestra la circunspección...
La toga, pues, no es por sí sola ninguna calidad, y cuando no hay calidades verdaderas debajo de ella, se deduce a un disfraz irrisorio.
Pero después de hecha esta salvedad, en honor al concepto fundamental de las cosas, conviene reconocer que la toga, como todos los atributos profesionales, tiene, para el que la contempla, otros dos: diferenciación y respeto. 
Es freno, porque cohíbe la libertad en lo que pudiera tener de licenciosa. 
La conversación innecesaria con gentes ruines, la palabra grosera, el gesto innoble, el impulso iracundo, la propensión a la violencia quedan encadenados, ya que no extinguidos, por imperio del traje talar. 
En enojo de la polémica, ¡ cuantas pasiones torcidas son sofocadas por la toga!
"Ahora yo le diría... ahora yo descubriría ... a la salida yo haría... Pero no puede ser ¡Llevo la toga puesta !" 
Y solo con esto los nervios se templan la rebeldía se reduce, el furor se acorrala, y la irritación busca válvulas en severidad contundente, en la ironía acerada, en la imprecación ardorosa... Con lo que la bestia humana cede el paso a las emanaciones más delicadas y a los refinamientos más sutiles del entendimiento. 
Esto sin contar con que la toga es uno de los pocos recordatorios de que constituimos clase y de que en los estrados no está sola nuestra personalidad, acaso indomable, sino también la dignidad colectiva de todos nuestros compañeros, depositada en nuestras manos en aquel minuto.
Ante una mala tentación allí donde nos exhibimos al publico con la solemnidad de nuestra ropa oficial, no discurrimos solo "¡que pensarán de mi!", sino también y simultáneamente "¡que se dirá de los Abogados!"
Mirad a un individuo que va por la calle con americana y flexible. Puede hablar sin decencia, detenerse con mujeres escandalosas, embragarse. Poned a ese mismo hombre un uniforme y espada, y en el acto enfrenaría su irreflexión. 
No es que el malo se haga bueno, pero no ofenderá a los demás con su descaro. Mas, ¿a que busca ejemplos fuera de casa?    
El Abogado que asiste a una diligencia en local infecto de una notaria, usa un léxico guarda una compostura y mantiene unas fórmulas de relación totalmente distinta de las que le caracterizan cuando sube a un estrado con la toga puesta.   

La toga es ilusión.

No puede cada hombre-quizá no nos convenga- Limpiase del deseo de una cosa distinta de los demás. No distinta por los arrumacos y floripondios, sino por nuestra función, por nuestro valer, por nuestra significación.
Y la toga nos recuerda la carrera estudiada, lo elevado de nuestro ministerio en la sociedad, la confianza que en nosotros se ha puesto, la índole científica y artística del torneo en que vamos a entrar, la curiosidad, más o menos admirativa que el publico nos rinde... cuando todo eso pasa por nuestra mente  (y pasa siempre, en términos más o menos difusos )  la toga es un llamamiento al deber, a la verdad y a la belleza. 
Con la toga puesta, ante un publico, interesado o indiferente, pero siempre censor, junto al anhelo del éxito judicial y al de la vanidad artística (¿por qué no confesarlo ?), aparece la necesidad de ser más justo, más sabio y más elocuente que los que nos rodean; el temor a errar o a desmerecer; el respeto a los intereses que llevamos entre manos... ¡ah! Eso del peso de la toga sobre los hombros no es un tópico vano, aunque el uso le haya hecho cursi.
La toga obra sobre nuestra fantasía y haciéndonos limpiamente orgullosos, nos lleva, por el sendero de la imaginación, a la contemplación de las más serias realidades y de las responsabilidades más abrumadoras. 
La ilusión es estimulante espiral y potencia creadora de mil facultades ignotas, y alegría en el trabajo y recompensa del esfuerzo... Todo eso significa la toga, toda ésa es su fuerza generatriz. Declaro que al cabo de cuarenta y dos alis de vestirla, ni una vez ni una sola, me la he puesto sin advertir el roce de una suave y consolada emoción.    
    
La toga es, ante el público, diferenciación. por ella se nos distingue de los demás circunstantes en el Tribunal; y siempre es bueno que quien va a desempeñar una alta misión sea claramente conocido.  
La diferenciación  no sería nada si no fuera acompañada del respeto. Y el pueblo, ingenio, sencillo y rectilíneo, lo tributa con admirable espontaneidad. 
En los pasillos de una Audiencia, casi todo el mundo se descubre el paso un togado, aunque no hay disposición que lo ordene, ni alguacil que lo requiera. Y no es por temor ni por adulación. 
Temor ¿para que? Es porque el clarividente sentido popular, al contemplar a un hombre vestido de modo tan severo, con un traje que consagraron los siglos y que sólo aparece para menesteres de la vida, discurre con acertado simplicismo. "ese hombre debe ser bueno y sabio"    
y sin duda tenemos la obligación de serlo y de justificar la institución de los humildes. ¡ Pobres de nosotros si no lo entendemos así  y no acertamos a comprender toda la austeridad moral, todo el elevado lirismo que l toga significa e impone !


Comentario.


El señor  Ángel Ossorio y Gallardo

próximo capitulo

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