Caricaturas de Barrister (Abogados) en revista inglesa Vanity Fair

viernes, 30 de agosto de 2013

175).-El Alma de la Toga (XXV): LA ABOGACÍA Y LA POLÍTICA. Segunda parte.-a


Luis Alberto Bustamante Robin; Jose Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdes;  Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto  Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Alvaro Gonzalo  Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Melendez;  Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo  Price Toro;  Julio César  Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andres Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara;  Demetrio Protopsaltis Palma;Nelson Gonzalez Urra ; Ricardo Matias Heredia Sanchez;Paula Flores Vargas;Ana Karina Gonzalez Huenchuñir; Alamiro Fernandez Acevedo;  Soledad García Nannig; 

Alberto Bustamante Robin

LA ABOGACÍA Y LA POLÍTICA

II


En la política la que ha influido en la Abogacía, perturbándola, desquiciandola, deprimiendola. 
Establecido un paralelismo entre las dos actividades, el foro se amedrentó y, poco a poco, fue arrinconándose hasta el punto de pensar que nada valía si no era por la luz que sobre él proyectaban las representaciones electivas y los cargos públicos.
Quedó suprimida la jerarquía basada en el valer y aun en el éxito, y apareció sustituida por otra en que hay estos grados:
Ex ministros
Diputados y senadores
Diputados provinciales y concejales.
Periodistas
Propagandistas. 

Sr. H, profundo jurisconsulto, esta por debajo del Sr. X. que es un zoquete con casaca. El sr. A, que, en un pueblo , gana con su bufete 10.000 duros, significa menos que el Sr. B, que no gana una peseta, pero es concejal y habla una vez por semana sobre la apertura del macelo o la limpieza de la fuente. El joven R ha pronunciado en la audiencia un informe meritísimo, pero los pleitos hay que llevárselos al Sr. K, porque dijo cuatro palabras en un meeting o escribió gacetillas en un periódico.

Vergüenza semejante no se concibe entre otros intelectuales.Un medico que no acierte a curar las enfermedades no será llamado por nadie, aunque haya presidido veinte veces el Consejo de Ministros; un arquitecto a quien se le derrumben las casas no será solicitado, aunque sea senador vitalicio. 

Las causas de esta abyección son dos: una del Estado, otra del foro mismo.

La magistratura.  

El estado  ha creado en España una magistratura pobre de dinero y de independencia. Esa magistratura es honrada e incapaz de venderse. Lo menos que ha de hacer es atenuar las dificultades de su situación, procurando ascensos, destinos cómodos y colocaciones para la familia. Como eso lo dan los políticos, a los políticos ha de cultivar.  El publico lo advierte, lo multiplica y saca la deducción de que contando con un abogado político tiene asegurada la victoria, aunque el abogado sea el mayor de los ignorantes. La culpa del Estado estriba, pues, en no creer una magistratura positivamente autónoma.

   
El foro


La responsabilidad del foro no es menor. En vez de reaccionar contra el mal sistema y emancipar a la magistratura de esa tiranía, perdido el sentimiento de clase, se entregó al vicio mismo que le corroía y estableció entre sus individuos un pugilato para ver quien podría politiquear más, y, por consecuencia, influir más. Ya en esa vertiente, se perdió el decoro y hasta el instinto de conservación. Los jóvenes  no quieren practicar en los bufetes de maestros sabios, sino en los de campanillas; los veteranos rinden visita, no por la hidalga  tradición del orden de antigüedad, sino apresurándose a ir a casa del personaje
, aunque sea recién llegado a la profesión; todos cuidan de poner al frente de los colegios a quienes más alto hayan rayado en la política general  o en la local, pretiriendo a ancianos beneméritos, la gloriosa vida profesional, no son pocos los que, con modestia honrosa, pero torpe, se abstienen de contener con el compañero, político y recomienda al cliente que busque otro de igual talla; en general, se reputa como Estado Mayor de la profesión al núcleo que puede influir en el publico, desde ministro hasta gacetillero.   
¡Lo glorioso del caso es que no hay razón para vergonzosa entrega !
Porque bastantes abogados políticos dejan presumir sus influencia y otros alardean de ella y aun algunos la cobran, lo cierto es que no tienen, y si la tienen, no la emplean.
Hablo en general, Claro que hay funcionarios capaces de todo en holocausto a su padrino.
  
No niego tampoco la posibilidad de "la imposición ", cosa bien distinta de "la influencia", y por virtud de la cual, en ocasión señalada puede un magistrado colocarse ante el abogado político "de rodillas y a sus pies", pero eso es lo excepcional.    
Ordinariamente, la influencia no se produce, por las siguientes causas:

a).-Porque al político le tienen sus clientes completamente sin cuidado, y no pone el menor empeño en complacerlos.

b).-Porque en los tribunales colegiados las influencias políticas son contradictorias y se contrarrestan. Basta que el ponente o el presidente muestren gusto en servir a un prohombre, para que todos  los demás se complazcan  en fastidiarle. Es muy humano.

c).-Porque el magistrado asequible, por su misma condición, teme  al escándalo y a jugar demasiado claro.  

d).-Porque el magistrado tiene mil medios subalternos para corresponder al favor que espera (señalamientos y suspensiones de vista, noticias anticipadas, facilidades en los tramites dudosos, etc.)

e).-Porque, venturosamente, no están secas en el cuerpo judicial las fuentes del Bien. Todos los días se ofrece el caso de jueces que sirven a su conciencia y desagradan sus protectores. Revuelva cada cual su memoria. 
¿No le brotaran a centenares los recuerdos de pleitos en que los santones fueron derrotados por letrados modestísimos? 
No seamos pesimistas. Hay en la magistratura mucha más abnegación , mucha mas virtud--si dijera heroísmo, no sería hipérbole--de lo que el vulgo supone. 

Ejemplo

Recuerdo que siendo yo relativamente joven, hubo un año en que contendí con la figuras mas eminentes de la política, algunas en la plenitud de su poderío. A todas vencí. ¡Ya se ve que soy vanidoso!
Pues bien; en aquel mismo año me derrotaron ignominiosamente- ignominiosamente para mi--dos compañeros, uno recién salido de las aulas y totalmente desconocido; otro tan tosco y falto de sal, que la sala no podía reprimir  la risa mientras le escuchaba. Debo advertir que por entonces yo llevaba varios años de ser diputado a cortes.   
Cuando hacia balance de aquella temporada judicial, me decía: 


Si estos descalabros que acabo  de sufrir, y que me saben a injusticia y atropello, me los hubiera inferido alguno de los ex-ministros a quienes yo he aventajados con el éxito, ¡que cosas sospecharía! ¡Cuanta amargura se me depositaria en el alma, pensando que la influencia política habría sentenciado contra el derecho! 
¿Porque  hemos de suponer siempre lo peor?
¿ No será mucho mas acertado advertir que sobre la conciencia pasan múltiples estímulos de muy varia índole y es necio pensar que un hombre, por ser juez, responda solo a influjo político ?


Reduciendo el caso a formula aritmética, diré que en el vicio que vengo examinando la maldad de los  jueces pone un 10 por 100, la incuria del Estado un 40; la cobardía del foro el 50 por 100 restante.  
Recientemente, una corriente de opinión profesional pretendió borrar la mancha pidiendo que se excluya del ejercicio a los ex-ministros; con posterioridad amplio el veto a cuantos tuviesen representaciones electivas; ocasiones  ha habido en que ha llegado la cruzada  contra los notarios y los abogados del Estado, que, sin duda , tienen elementos para la captación de asuntos; supongo que la persecución se extenderá a los periodistas, que, con mas motivo, pueden seducir al litigante y cohibir al juzgador; sin  que tampoco queden en olvido los que tienen funciones, o participación o relaciones  con las fuentes compañías que pueden dar destinos, pases de ferrocarriles o tranvías, facilidades en la delegaciones de Hacienda o en el ayuntamiento; ni los pollos casaderos, disponibles para aligerar la carga familiar del magistrado; ni los juristas amenos que pueden distraer sus ocios provincianos dejándose ganar al tresillo o contando chascarrillos oportunos... 

Conclusión.

No . por el camino de los vetos llegaríamos a hacer del foro una tertulia de ignorantes y desarrapados donde sólo podrían ingresar los que no tuvieran prestigio social, ni pluma, ni  palabra, ni dinero, ni familia....Y cuando lo hubiéramos  conseguido, seguirá las cosas como ahora, porque podrían operar sobre los jueces inconsistentes todas las influencias subrepticias, inconfesables.  

Al revés. El foro debe alegrarse y enorgullecerse (como lo haría cualquier colectividad en todo caso) de contar en sus filas hombres políticos, financieros afortunados, literatos populares, con poder, con autoridad, con simpatía.
Conocidos los orígenes del mal, es bien fácil deducir la terapéutica. Con que el foro sepa hallarse a si mismo todo  estará resuelto. Y si se quiere  un indice de drogas, ahí van unas cuantas:

Constante, ordenada y ardorosa lucha por la independencia del Poder Judicial. Establecimiento de sistemáticas relaciones profesionales para conocer los casos clínicos, juzgarlos y hacer lo que proceda, cuando proceda.  
Exaltación de los méritos forenses, y simple respeto para los que los togados acrediten fuera del foro. 
Frecuentación de la critica en las revistas profesionales. 
Resurrección delos Colegios de abogados. Fomento de las instituciones para compenetrar a la magistratura con el foro. Estamos ante un problema de dignidad y las heridas de la dignidad se curan con bálsamos que cada cual lleva consigo... o son incurables. Fuera del propio ser, es inútil buscar remedios. 

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