La vanguardia de Barcelona Edición del sábado, 08 octubre 1927, página 21 Conferencia del señor Ossorio y Gallardo La Cámara del Libro celebró sesión solemne esta noche en el Círculo:de la Unión Mercantil, que estaba atestado! de gente. El conferenciante fue don Ángel Ossorio y Gallardo, quien disertó aperca de lo qué debe leer el abogado. El ilustre ex ministro teme que con la Fiesta del Libro ocurra como con otras fiestas instituidas, que siga imperando entre nosotros la falta de sinceridad, la palabrería y la ficción. Tiene que la Fiesta del libro se convierta en una nueva forma de juegos florales con oradores que cantan la patria y defraudan en la contribución; cantan la fe y no respetan su forma; cantan el amor y no se casan, por no padecer molestias. No sea que ocurra con las Fiesta del Libro lo que ocurre con la ¡Fiesta del Árbol, que sigue la tala sistemática de árboles, como siempre. Luego entra de lleno en su tema sobre lo qué deben leer los abogados. Describe con exacta visión de la época lo que era la librería de un, abogado por los años de 1840 y 1850, y describe también lo qué es la biblioteca de un abogado de hoy. En los años presentes hay una gran desproporción entre lo que sel escribe y lo que debiera escribirse en Derecho, pues hay muchas ramas de éste, como el mercantil, el penal y el internacional, que son muy pocos los libros que de ellos se ocupan. Clasificó el orador muy donosamente , las bibliotecas de algunas clases de abogados. Algunas se reducen a los tomos de Medina y Maranón. Otras añaden el Alcubilla, y muchas menos se componen He numerosos volúmenes de Derecho y algunos de Filosofía o Historia. Las bibliotecas serias, muy ricas en obras de jurisprudencia y en obras fundamentales del saber humano, son muy pocas. Los abogados necesitan leer mucho para adquirir el buen gusto literario necesario a la oratoria, como refugio de las miserias que en el despacho todos los días les preocupa. Cree que es más necesario al abogado la formación moral que la técnica, y aquélla se adquiere con el estudio de la Filosofía y de la Religión. No es partidario de que los abogados lean grandes obras de inmenso volumen, acerca de todo un código. Prefiere que lean las monografías que suelen tener por fundamento casos vividos en el despacho, y a estas monografías debe dedicar gran parte del tiempo. Terminó el conferenciante su disertación diciendo que en el libro está una gran parte de la expresión del pensamiento defendiendo esta libertad de expresión, contra la que nada puede la fuerza, que al fin es la que pierde en la batalla. Numerosas veces fue aplaudido el señor Ossorio y Gallardo y al final ovacionado calurosamente. |
La administración de Justicia en España Conferencia del Sr. Ossorio y Gallardo En la Real Academia dé Jurisprudencia el académico profesor don Ángel Ossorio y Gallardo ha empezado una serie de conferencias acerca de «La administración de justicia en España». El salón de la Academia estuvo atestado y nutridísimo público no pudó entrar en él. Presidió la junta directiva de la Academia y el fiscal del Tribunal Supremo, señor Crehuet. El señor Ossorio y Gallardo empezó su conferencia definiendo lo que es la magistratura española con estas palabras: «Un cuerpo de honradísimas personas hilvanadas por el escalafón, que se levantan todas las mañanas. con la intención de hacer justicia y que algunas veces lo consiguen». Advirtió que esto no es una frase como otra cualquiera y no tenían que tomarla los dignos funcionarios de la magistratura y jueces como algo ni siquiera con apariencias de desdén. Explicó como no es posible que los magistrados y jueces hagan absoluta justicia, por que esta es consecuencia de una gran educación ciudadana y de una colaboración de los ciudadanos con loe juecay y magistrados, y en España estos dignísimos funcionarios se encuentran absolutamente solos y aislados. Dijo también que los pueblos que no creen en Dios es una gran desgracia para ellos que tampoco temen a los magistrados. Estos deben pensar que juntos todos ellos deben imponer el respeto a la justicia, la cual se desarrolla en los pueblos que tengan suficiente valor para mantenerla. Cuando esto ocurra no es posible la violencia de los gobernantes. Cree que los magistrados están muy equivocados en cuanto a su misión, pues creen que son simples funcionarios del Estado y no se han dado cuenta de que ellos juntos son el poder más fuerte de toda la nación. Para hacer justicia no basta sólo ser buen juez, sino que tenga esta jurisdicción leyes apoyadas en la opinión pública y que reflejen exactamente las necesidades jurídicas de la nación. A los magistrados les falta el orgullo de a los demás; «1 vilipendio de uno de ellos no deshonra al cuerpo. Luego -de haber sentado este principio fundamental acerca de los principios de la justicia en España y lo que debe ser, expone el plan de las conferencias y explica lo que en ellas ya en primer Lugar, o sea la reforma de la jurisdicción civil, que es la más apremiante Los jueces ventilan al cabo del año cientos de pleitos, .sin contar las miles de causas y muchísimos actos de jurisdicción voluntaria a su juicio se llevan. Las alas del Supremo, las audiencias, ven tres, cuatro y aun más asuntos diarios cada una de las salas. Con esto es imposible que la justicia se administre bien, pues en primer lugar no es posible que los magistrados desarrollen bien su pape; y sería hasta inmoral que no solamente el ponente estuviese en el tribunal enterado del pleito que se discute. Es preciso apartar de la jurisdicción de los jueces todo lo que no es propiamente función judicial. Tendría que someterse a los jueces solamente los problemas estrictamente jurídicos y además dar competencia a las corporaciones o Cámaras de Comercio para que adoptaran unos sistemas especiales, de procedimientos sencillos para regular y resolver los pleitos mercantiles o de la clase que fuesen., según las dificultades que surgiesen entre sus asociados. Sería una especie de jurado presidido por un juez que quitaría a la administración de justicia una gran carga. Cree imprescindible ir a la instancia única y que los procedimientos de mayor cuantía sean elevados hasta 25.000 pesetas, como complemento de la instancia única, según la cual los jueces entrarían al pleito al ver las pruebas y la sentencia se.vería ante las salas de Audiencia, con la aplicación de una especie de guillotina para los pleitos en que se considere que los litigantes obran de mala fe, para cortarlos inmediatamente. El señor Ossorio y Gallardo fue muy aplaudido en varias partes de su discurso y ovacionado, al final. Mañana proseguirá su disertación, tratando sobre el tema «La Jurisdicción criminal». |
El Alma de la Toga |
«Ossorio es un caso de estudio. Inteligente, se tropieza pronto en él con la terquedad. Íntegro, de buena intención, con el grano de malicia para no caer en el papanatismo. Chistoso, mordaz, pronto al apasionamiento. Con fuertes nociones conservadoras sobre el Estado, la autoridad, el gobierno, etc., y ganoso de popularidad.»
—Manuel Azaña sobre Ossorio
Ángel Ossorio y Gallardo. (Madrid, 1873 - Buenos Aires, 1946) Ensayista, político y jurisconsulto español. Era hijo del escritor y bibliófilo Manuel Ossorio y Bernard, y hermano del periodista Carlos y de la escritora, traductora y periodista María de Atocha Ossorio y Gallardo de Riu. Biografía Estudió derecho en la Universidad Central de Madrid y emprendió una brillante trayectoria profesional, llegando a ocupar cargos como la presidencia de la Academia de Jurisprudencia y del Ateneo de Madrid, o el decanato del Colegio de Abogados. Políticamente militó siempre en las filas del Partido Conservador, y alcanzó los cargos de gobernador de Barcelona (1909) y ministro de Fomento (1917), aunque a raíz de la dictadura del general Primo de Rivera quedó relegado a un segundo plano. Tuvo una larga tradición de diputado en el Congreso durante la Restauración española por el distrito de Caspe de la circunscripción de Zaragoza como miembro del Partido Conservador, iniciando su carrera política como diputado por Zaragoza, escaño que obtendrá en las sucesivas elecciones celebradas hasta 1920. Durante dictadura del general Primo de Rivera se alejó de la política. Se mostró partidario de la República y con ella fue miembro de las Cortes Constituyentes (1931), en las que asumió la presidencia de la comisión jurídica encargada de redactar el anteproyecto de la nueva Constitución. Ossorio y Gallardo fue el abogado defensor del presidente Companys en el juicio al ejecutivo catalán por los hechos del seis de octubre,9 ante el Tribunal de Garantías Constitucionales (27 mayo-6 de junio de 1935). Fue nombrado entre 1936 y 1939 embajador en Francia, Bélgica y Argentina. Al finalizar la Guerra Civil se estableció en Buenos Aires, donde continuó sus actividades políticas y llegó a desempeñar el cargo de ministro sin cartera en el Gobierno en el exilio presidido por José Giral (1945). De este currículo se extrae una conclusión. Nacido en un ambiente conservador, Ossorio fue un hombre hecho a sí mismo, que todo lo debió a su trabajo y que, precisamente por ello, estuvo siempre especialmente sensibilizado para captar la problemática social, así como para corregir las desigualdades e igualar las oportunidades, pero haciéndolo siempre desde la negociación y el pacto, eludiendo cualquier tipo de violencia y sabiendo muy bien que todo ello sólo sería posible si los privilegiados están dispuestos a ceder una parte de su posición con el objetivo de conservar el resto. Ossorio fue un hombre con unos pocos principios firmes, que, para conservar aquellos –en cuya defensa siempre se mantuvo inmutable–, así como para preservar su forma de vida, apostó por la vía del acuerdo. De ahí que pueda decirse que le animaron siempre el espíritu de concordia, la voluntad de pacto y la predisposición transaccional. Todo lo cual se tradujo en una actitud política posibilista, sustentada siempre con vigor y buen estilo. Firmeza en sus principios, independencia de criterio, rechazo de la violencia y voluntad de pacto son las notas que definen la personalidad de un posibilista, que es lo que fue Ángel Ossorio, muy en la línea de lo que más tarde –después de la Segunda Guerra Mundial– sería la mejor democracia cristiana. No es extraño que Indalecio Prieto escribiese de él, ya en el exilio, este párrafo: “En el cerril catolicismo español había ya atisbos de un sentido de justicia social. Pronunciaré tres nombres. El primero no sólo con respeto, sino con admiración, el de don Ángel Ossorio y Gallardo. Y los otros dos, también con respeto, los de don Luis Lucia y don Manuel Giménez Fernández, ministros que fueron de la CEDA”. No puede extrañar este elogio de un socialista, si se tiene en cuenta que, algunos años antes (el 18 de abril de 1933), Ossorio había escrito en La Vanguardia estas palabras: “Convénzanse las gentes, socialmente conservadoras, de que no hay nada tan conservador como la democracia; y de que la democracia no tiene órgano de expresión mejor que el Parlamento. Frustrar la obra de éste es precipitar una conmoción trágica”. No parece ocioso recordar hoy, precisamente por ello, a Ángel Ossorio y Gallardo. |
Ángel Ossorio y Gallardo es un personaje complejo, jurista poliédrico que cultivó las más diferentes materias, y que defendió a la República desde 1931 hasta su muerte en el exilio argentino el 19 de mayo de 1946, teniendo intervenciones como intelectual muy sonadas.
Sería muy difícil clasificar sus pensamientos escritos muchos de ellos con frases retóricas completas, con una prosa cuidada y medida. Manuel Azaña presentó el siguiente perfil de Ángel Ossorio en pleno conflicto civil:
"Ossorio es un caso de estudio. Inteligente, se tropieza pronto en él con la terquedad. Íntegro, de buena intención, con el grano de malicia para no caer en el papanatismo. Chistoso, mordad, pronto al apasionamiento. Con fuertes nociones conservadoras sobre el Estado, la autoridad, el gobierno, etc., y ganoso de popularidad. La busca, y a veces, la encuentra, precisamente por el contraste de su conservadurismo oficial y de abolengo con una manera de democratismo a la madrileña, declarado siempre con desparpajo y llaneza"7. Por otro lado, el propio Ossorio se definía a sí mismo en enero de 1936 como "una buena persona, que no da ni quita actas de diputado, ni capitanea grupos, ni dice desvergüenzas ni groserías8.
7 Manuel Azaña Díaz, Memorias políticas y de guerra, Madrid, 1981, vol. 4, pp. 86-87. Las valoraciones que de la personalidad de Azaña hizo Ángel Ossorio y Gallardo por escrito las ha recogido (no todas) Elena Martínez Barrios, en «Opiniones sobre Manuel Azaña de R. H. Mac Gregor y Ángel Ossorio y Gallardo en 1935», en Cuadernos Republicanos, 39 (1999), pp. 65-69. En la edición de las Memorias políticas y de guerra, Grijalbo, Barcelona, 1978, aparecen algunas referencias aisladas a Ossorio, vol. I, pp. 88, 99, 116, 216, 232, 240, 241, 247, 269, 280, 305, 306, 326, 347, 419-424, 427, 475, 480, 483, 515, 519, 521, 529, 576, 598, 630, 631, 657 y 683 y II, 20, 79-85, 119, 120, 142, 152, 166, 178, 217, 223, 230, 239, 243, 244, 249, 251, 258, 280-282, 306, 307, 309, 310, 312, 316, 349, 396 y 425. 8 Carta de Ángel Ossorio Gallardo a José R. Clemente, en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 743/3, carta del 15 de enero de 1936. |
Son muchas las consideraciones y líneas escritas por Ossorio sobre Azaña. Para Francisco Gallardo Sarmiento desde Buenos Aires el 28 de noviembre de 1932, lo que reiteraba el 10 de diciembre de 1934, Azaña era «el redentor de tanta pillería que los continuos gobiernos, formados de bigardones, dejaron como manifestaciones supremas de su inmoralidad en la historia política de nuestro país»9.
Ossorio estuvo al frente de la Comisión Jurídica Asesora constituida a poco de recién establecida la República. Redactó dicha Comisión un Anteproyecto de Constitución española en 1931. Sin embargo, el 29 de julio de 1931 presentó su dimisión ante el Ministro de Justicia Fernando de los Ríos ya que, en el Congreso de los Diputados, se había constituido una Comisión constitucional que no consideró ni oportuna ni necesaria la presencia de Ossorio en la misma10.
En una conferencia impartida en el Ateneo de Madrid el 9 de enero de 1933 parte de la idea de que no es posible la existencia de un Estado digno de alabanzas, mientras no se ocupe de formular y de llevar a la práctica el respeto de la individualidad. La exposición tenía por título Crisis de la libertad individualista y democracia, y trataba de resaltar que la oposición a la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930)11 llevó a unir a muchas personas
7 Manuel Azaña Díaz, Memorias políticas y de guerra, Madrid, 1981, vol. 4, pp. 86-87. Las valoraciones que de la personalidad de Azaña hizo Ángel Ossorio y Gallardo por escrito las ha recogido (no todas) Elena Martínez Barrios, en «Opiniones sobre Manuel Azaña de R. H. Mac Gregor y Ángel Ossorio y Gallardo en 1935», en Cuadernos Republicanos, 39 (1999), pp. 65-69. En la edición de las Memorias políticas y de guerra, Grijalbo, Barcelona, 1978, aparecen algunas referencias aisladas a Ossorio, vol. I, pp. 88, 99, 116, 216, 232, 240, 241, 247, 269, 280, 305, 306, 326, 347, 419-424, 427, 475, 480, 483, 515, 519, 521, 529, 576, 598, 630, 631, 657 y 683 y II, 20, 79-85, 119, 120, 142, 152, 166, 178, 217, 223, 230, 239, 243, 244, 249, 251, 258, 280-282, 306, 307, 309, 310, 312, 316, 349, 396 y 425. 8 Carta de Ángel Ossorio Gallardo a José R. Clemente, en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 743/3, carta del 15 de enero de 1936. 9 Carta de Francisco Gallardo Sarmiento a Ossorio, 10 de diciembre de 1934, en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 745. 10 El texto de la carta de Ossorio Gallardo ha sido publicado por Manuel J. Peláez y C. Serrano, en Epistolario selectivo de Fernando de los Ríos Urruti, II, Barcelona, 1995, pp. 83-84, nº 22 y por P. Zambrana, en Cuadernos informativos de Derecho histórico público, procesal y de la navegación, 19-20 (1996), pp. 5564-5565, nº 21. |
de tendencias políticas heterogéneas, pero que al proclamarse la República, en la evolución de la misma, se observó que «la libertad y la democracia no eran aquellas deidades sagradas que reverenciábamos muchos»12.
Pero la libertad no es anarquía, sino ordenación no abstracta, es decir una «ordenación disciplinada que no sea impuesta por el arbitrio del mandarín sino por la ley, trazada y administrada según el acuerdo de los ciudadanos»13.
Eso supone que la libertad sea acción dirigida por el cuerpo social a través de sus órganos de representación política, no por el dictador que se adueñe del poder, pues la «herramienta de la libertad no es otra que la democracia»14.
Sostiene, sin embargo, su afirmación de que Santo Tomás de Aquino y los teólogos españoles del siglo XVI hubieran escrito «que la democracia es de institución divina y la monarquía y la aristocracia de derecho humano»15. Ossorio manifestó en esta oportunidad la conveniencia de concluir con una idea de Harold Laski (1893-1950), que conocía a través de la traducción española de Teodoro González García bajo el título El Estado Moderno. Sus instituciones políticas y económicas16. Sin embargo, el pensamiento de Laski, laborista en un primer momento y comunista más tarde, está más bien
Sostiene, sin embargo, su afirmación de que Santo Tomás de Aquino y los teólogos españoles del siglo XVI hubieran escrito «que la democracia es de institución divina y la monarquía y la aristocracia de derecho humano»15. Ossorio manifestó en esta oportunidad la conveniencia de concluir con una idea de Harold Laski (1893-1950), que conocía a través de la traducción española de Teodoro González García bajo el título El Estado Moderno. Sus instituciones políticas y económicas16. Sin embargo, el pensamiento de Laski, laborista en un primer momento y comunista más tarde, está más bien
11 Ossorio creó una Sociedad de Estudios Políticos, Sociales y Económicos de oposición intelectual a la Dictadura de Primo de Rivera. 12 Ángel Ossorio Gallardo, Crisis de la libertad individualista y democracia, texto mecanografiado, p. 3. El original se encuentra en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 745. 13 Ángel Ossorio Gallardo, Crisis de la libertad individualista y democracia, texto mecanografiado, p. 16. 14 Ángel Ossorio Gallardo, Crisis de la libertad individualista y democracia, texto mecanografiado, p. 23. Añade además que «un demócrata no caerá en el pensamiento soviético y fascista de creer que el hombre es para el Estado. Muy al contrario, siempre pensará que el Estado es creación de los hombres y, por tanto, para ellos, para su convivencia, para sus garantías recíprocas, para facilitar su desenvolvimiento, para poner a cubierto sus derechos y sus intereses» (p. 23). 15 Ángel Ossorio Gallardo, Crisis de la libertad individualista y democracia, texto mecanografiado, p. 23. 16 Madrid, 1932. La versión original era A Grammar of Politics, London, 1925. Desde 2002 contamos con una edición en español siguiendo la traducción del catedrático de Derecho Político Teodoro González, pero más ajustada al título de la obra La Gramática de la Política. El Estado Moderno, Granada, 2002, con un estudio preliminar a cargo de José Luis Monereo Pérez, «La filosofía política de Harold Laski», pp. XV-C. |
distante del de Ossorio. No obstante, sí que hay dos ideas en las que el pensamiento de Ossorio coincide con el de Laski en materia de libertades públicas. La primera es que «no hay libertad sin derechos, porque si los hombres viven fuera de la órbita del derecho se verán obligados a obedecer normas y leyes totalmente divorciadas de sus propias necesidades»17 y
«la libertad se debate entre dos males: los excesos del gobierno, como tutela de los pueblos, y los excesos de la libertad, como anarquía de los individuos»18.
También era objeto de admiración de Ossorio el ideólogo belga Henri de Man (1885-1953), autor de obras como Au delà du marxisme19 y Socialisme constructif20, en las que proponía - según Ossorio- un modelo de economía mixta con nacionalización de ciertos sectores productivos (carbón, electricidad y metalurgia). Una tercera obra suya que le dio notable fama sería L’idée socialiste, suivi du Plan de travail21.
Respecto a su ideología social cristiana es evidente la influencia que en Ossorio tuvo Luigi Sturzo, al que dedicó un libro22 y con el que mantuvo una correspondencia en 1936 muy significativa sobre la conveniencia o no de apoyar los católicos a la república y no a los franquistas durante la guerra civil.
Descubrimos algunas coincidencias también con el pensamiento de Carles Cardó Sanjuan (1884-1958), sacerdote católico vinculado al cardenal
17 Harold Laski, La Gramática de la Política, ed. 2002, p. 137. 18 Harold Laski, La Gramática de la Política, ed. 2002, p. 137, nota 1. 19 Bruxelles, 1927, 434 pp. También Henri de Man publicó, tras la guerra mundial, Au delà du nationalisme, Genève, 1946, 306 pp. 20 Paris, Alcan 1933, 249 p. 21 Trad. del alemán por H. Corbin y A. Kojevnikov, Paris, 1935, 593 pp. 22 Ángel Ossorio Gallardo, Un libro del abate Sturzo, Madrid, 1928. |
arzobispo de Tarragona Francesc Vidal Barraquer (1868-1943, muerto en el exilio sin haber podido regresar a España por presiones franquistas ante la Santa Sede) y que, en París en 1947, publicó el libro Histoire spirituelle des Espagnes. Étude historio-psychologique du peuple espagnol.
Igualmente es conocida la amistad y fraternidad ideológica de Ossorio con José María Semprún Gurrea (1893-1966), intelectual democratacristiano que apoyó a la República y fue Encargado de Negocios de España en La Haya.
En 1933 apareció una obra importante de Ossorio, El sedimento de la lucha, de claro sabor autobiográfico, en el que el autor presentaba una serie de problemas y censuraba agriamente los vicios de la administración de justicia durante la Monarquía, a la vez que «con insuperable clarividencia plantea los problemas palpitantes: fascismo, comunismo, socialismo, democracia, libertad. Y, naturalmente, surge o, mejor dicho, se ratifica, corregido y enmendado, el defensor apasionado de la Libertad, el liberal a machamartillo, que quiere, sin embargo, someter a revisión el concepto de propiedad y dar a ésta un valor de función social. Es también defensor del individualismo, pero armonizado con la democracia cristiana o socialismo cristiano»23.
a la política anticlerical de los ministros del régimen llegando a afirmar: «la República ha mantenido una política religiosa equivocada, injusta, inútil y peligrosa», aunque al mismo tiempo hacía una serie de consideraciones sobre el Estado de laicidad y la libertad de conciencia del católico24. También salió en defensa de la Generalitat de Cataluña en relación a la ley de contratos de cultivo aprobada por el Parlamento de
23 Publicidad de El sedimento de la lucha, de las eds. Aguilar, Madrid, 1933. 24 «Pero eso no tiene nada que ver con la conciencia del católico, que no ha sido molestado por sus creencias, ni estorbado en la práctica de su culto, ni privado de sus revistas y periódicos, en cuanto se han mantenido dentro de la finalidad religiosa, ni siquiera impedido de dar a sus hijos enseñanza católica por personal eclesiástico, aunque se haya prohibido enseñar a las Órdenes monásticas. La asistencia creciente a las iglesias da buen testimonio de mi afirmación. Baste con esto y no nos asustemos de un Estado laico, aunque algunos lo prefirieramos creyente en algo, porque no acabamos de enamorarnos de una entidad con fines morales que vive incomunicada con los vivos manantiales del espíritu humano. Aun respetando, como es debido, el valor de Concordatos, leyes y Gacetas, la fuerza social de los católicos no está ni en esos ni en otros textos, sino en la depuración de la conciencia individual. Si cada católico cumpliera con los mandamientos de la ley de Dios ¡valiente cosa representarían contra ellos todos los gobiernos laicos del mundo!» (Crisis de la libertad individualista y democracia, pp. 42-43). 25 Carta del 29 de junio de 1934 dirigida por Ossorio a Agustí Calvet, director de La Vanguardia, en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, legajo 737. 26 Se publicó en la Gaceta de Madrid, 22 de octubre de 1931. |
Cataluña y que, recurrida ante el Tribunal de Garantías Constitucionales de la Segunda República, obligó a que se aprobara una nueva, sin apenas modificación. Este asunto levantó una enorme polvareda política. Ossorio se manifestó resueltamente al lado de la Generalitat porque, para él, «esa ley de cultivos no sólo entra de lleno dentro de su jurisdicción, sino que tiene un tipo marcadamente conservador, puesto que no va encaminada a la colectivización de la propiedad, sino a la multiplicación de los propietarios, como recomendó León XIII y todos los sociólogos del catolicismo»25.
El 18 de mayo de 1932 en la Academia de Jurisprudencia y Legislación Ossorio habló sobre Los medios excepcionales de Defensa del Estado, ante el asunto de la tensión social producida en 1932 y la concesión de medidas excepcionales al Gobierno. Esto se había traducido en la ley de defensa de la república, que fue un texto que ha merecido históricamente valoraciones bien distintas, ya que se atacaba a la libertad de expresión y a la libertad de prensa y a los derechos de las organizaciones obreras, aunque también se pretendiera combatir la criminalidad, porque, como ya había dicho en su momento Antonio Maura en el Congreso de los Diputados
«la disciplina no se guarda ni se sirve confundiendo el ejercicio de la autoridad, cuyo nervio consiste en tener siempre el prestigio que da la razón, con aquellos actos de la voluntad pura, desligada de la razón».
La Ley de defensa de la república de 21 de octubre de 1931 26 no era un acto dictatorial, sino una ley. En tres ocasiones se dirigió al menos epistolarmente Ossorio a Manuel Azaña, entonces Presidente del Consejo de Ministros, en relación a la Ley de Defensa de la república. La primera en diciembre de 1931 «suplicando que tuvieran fin las medidas excepcionales coercitivas de la libertad individual» y se reestableciera «un régimen normal al amparo de los Códigos y de los jueces»27. Volvió a hacerlo en enero de 1932 y el 19 de agosto de 1932 en este caso proponiendo unas Bases de un futuro texto legislativo. Pretendía frenar los libelos de la prensa «con la austeridad serena de un rigurosa disciplina jurídica».
Por otro lado Ossorio en 1934 manifestaba su desacuerdo respecto a las tesis de Alicio Garcitoral contenidas en los doce puntos del programa de resurgimiento nacional, que le parecían como el libro de Marcelino Domingo Sanjuán, La experiencia del Poder28, una manifestación «de la tendencia al autoritarismo fascista», propugnando Ossorio que «toda desviación de los caminos del derecho para entrar en los de la arbitrariedad acaba volviéndose contra quien los emplea. Sin que juridicidad sea sinónimo de eficacia y de memez como algunos suponen. Mi voto ha estado siempre a favor de la ordenación jurídica eficaz, práctica y enérgica»29.
Por otro lado Ossorio en 1934 manifestaba su desacuerdo respecto a las tesis de Alicio Garcitoral contenidas en los doce puntos del programa de resurgimiento nacional, que le parecían como el libro de Marcelino Domingo Sanjuán, La experiencia del Poder28, una manifestación «de la tendencia al autoritarismo fascista», propugnando Ossorio que «toda desviación de los caminos del derecho para entrar en los de la arbitrariedad acaba volviéndose contra quien los emplea. Sin que juridicidad sea sinónimo de eficacia y de memez como algunos suponen. Mi voto ha estado siempre a favor de la ordenación jurídica eficaz, práctica y enérgica»29.
A este propósito Ossorio animaba a Garcitoral a no dividir a los españoles y a robustecer las instituciones políticas, lo que no quedaba claro en su programa de resurgimiento nacional30.
recíprocas de lo espiritual y lo temporal». En concreto la Base 8ª la formula en su redacción Garcitoral de la siguiente forma: «A) Separación en principio de la Iglesia y del Estado.
27 Carta de Ossorio a Manuel Azaña, 16 de diciembre 1931 publicada por Patricia Zambrana, en Cuadernos informativos de Derecho histórico público, procesal y de la navegación, 19-20 (1996), pp. 5566-5567, nº 25. 28 Hemos de precisar que Alicio Garcitoral era autor de un libro precisamente sobre este Ministro de la República y líder del Partido Republicano Radical Socialista. En concreto La ruta de Marcelino Domingo. Ensayos, Madrid, 1930. 29 Carta de Ossorio a Alicio Garcitoral, 28 de agosto de 1934, en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 745. 30 Alicio Garcitoral, Manifiesto mensaje. Programa mínimo de resurgimiento nacional. Doce puntos, Madrid, 1934, 16 pp. Entre las propuestas aparece, desde el punto de vista cultural la curiosidad de propugnar en la Base 7ª una «escuela primaria nacional, estatal, laica, gratuita, acoplando al Estado las enseñanzas particulares y concediendo instrucción religiosa a quien lo solicite» (p. 14). Sin embargo, es en el ámbito entre la Iglesia católica y el Estado donde se apuntan ideas inaplicables en la práctica, que para Ossorio Gallardo están «expuestas a confusiones e intromisiones |
recíprocas de lo espiritual y lo temporal». En concreto la Base 8ª la formula en su redacción Garcitoral de la siguiente forma: «A) Separación en principio de la Iglesia y del Estado.
B) Organización oficiosa del clero bajo. C) Control por el Estado de todas las manifestaciones y organizaciones católicas. D) Si la nación lo solicitara, podría llegarse a la constitución de una Iglesia Nacional -con o sin Concordarto papal- mediante control del Estado y sancionando éste las jerarquías que se llevarían a cabo en parte por selección, en parte por los cauces democráticos que afirmó la propia Iglesia Católica. E) Libertad absoluta de conciencia, pero reservada la tolerancia en la exteriorización del culto sólo a las manifestaciones católicas reguladas por las autoridades del Estado» (p. 14).
31 Carta de Ossorio a Julián Ayesta, del 9 de mayo de 1934, en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 737. 32 Ésta ha sido tarea que ha estudiado sobre todo Elena Martínez Barrios, en Cuadernos Republicanos, en diversos artículos. 33 Carta del 3 de septiembre de 1936 publicada en Patricia Zambrana, en Cuadernos informativos de Derecho histórico público, procesal y de la navegación, 19-20 (1996), p. 5599, nº 77. |
En mayo de 1934 Ossorio se mostraba contrariado por la poca aceptación
que entre los españoles tenían los avances sociales de la democracia cristiana, que la diferenciaban de las derechas tradicionales españolas que, a su juicio, carecían de sentido y de contenido31.
En abril y mayo de 1936 Ossorio está plenamente vinculado a las tareas de la Unión Universal por la Paz32, aunque se puede decir que de hecho a lo largo de todo 1936 Ossorio estuvo ocupado con las actividades propias de dicha institución. Ya en plena guerra, el 3 de septiembre de 1936 hacía una petición al Ministro de Estado español Augusto Barcia Trelles (1881-1961) para que autorizase la presencia en Bruselas entre otros personajes de Carlos Montilla Escudero y del doctor Gregorio Marañón Posadillo (1887-1960)33. Al día siguiente de escribir la misiva una crisis de gobierno ponía al frente del ejecutivo a Francisco Largo Caballero (1869-1946) y era nombrado Ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo Olloqui (1891-1975), miembro destacado desde el primer momento de la Unión Universal por la Paz en la que había colaborado muy estrechamente con Ossorio.
que entre los españoles tenían los avances sociales de la democracia cristiana, que la diferenciaban de las derechas tradicionales españolas que, a su juicio, carecían de sentido y de contenido31.
En abril y mayo de 1936 Ossorio está plenamente vinculado a las tareas de la Unión Universal por la Paz32, aunque se puede decir que de hecho a lo largo de todo 1936 Ossorio estuvo ocupado con las actividades propias de dicha institución. Ya en plena guerra, el 3 de septiembre de 1936 hacía una petición al Ministro de Estado español Augusto Barcia Trelles (1881-1961) para que autorizase la presencia en Bruselas entre otros personajes de Carlos Montilla Escudero y del doctor Gregorio Marañón Posadillo (1887-1960)33. Al día siguiente de escribir la misiva una crisis de gobierno ponía al frente del ejecutivo a Francisco Largo Caballero (1869-1946) y era nombrado Ministro de Estado Julio Álvarez del Vayo Olloqui (1891-1975), miembro destacado desde el primer momento de la Unión Universal por la Paz en la que había colaborado muy estrechamente con Ossorio.
Mucho tuvo que ver Ossorio y Gallardo con la Unión Internacional para el estudio científico de los problemas de población34, en la que participó en su sección española con Severino Aznar, catedrático de Sociología en el doctorado de la Universidad de Madrid y de ideología socialcristiana. Cubrió este asunto su dedicación intelectual entre 1928 y 1936.
También Ossorio estuvo presente en una loable inciativa cultural y asistencial, como fue la creación de bibliotecas y clubes juveniles que fomentaran la formación y la instrucción de muchos niños y niñas fuera del horario escolar y, sobre todo, en el caso de los no escolarizados, incluyéndose juegos, ejercicios gimnásticos, sesiones de cine, cuentos y bibliotecas infantiles. Se proponían -según Ossorio- «salvar a los niños de los peligros morales y materiales de la vía pública y contribuir a su higiene y desarrollo, juntamente con su formación espiritual»35. Esta iniciativa comenzó a desarrollarla Ossorio Gallardo a partir de octubre de 1935. Se constituyó así la Asociación Auxiliar del Niño, dirigida a solucionar los problemas de la infancia desvalida. La franja de edad que cubría dicha asociación era la de los niños y niñas entre ocho y doce años.
Intervino también Ossorio, sin éxito en su momento, en la iniciativa política para la inclusión del servicio doméstico en los beneficios de las leyes de retiro obrero y accidentes de trabajo, de los que estaban entonces en España exceptuados de manera claramente injusta, secundando la iniciativa de la institución denominada Fomento del Civismo, Cultura y Ciudadanía. Ossorio, no obstante, consideraba que la no inclusión del servicio doméstico en la Ley de accidentes del Trabajo y en su reglamento era «incomprensible si se tiene en cuenta lo modesto de sus jornales, lo ilimitado de su jornada laboral, la falta de descanso semanal y la mayor facilidad para sufrir accidentes en relación a otros obreros a quienes la ley protege». Sin embargo, igualmente
34 Elena Martínez Barrios, «Una institución de final de la Dictadura y de la época de la República: la Unión Internacional para el Estudio Científico de los problemas de población y las relaciones entre Ángel Ossorio y Gallardo y Severino Aznar (1928-1936)», en Cuadernos Republicanos, nº 39 (1999), pp. 45-65. 35 Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 743/3, carta dirigida al alcalde de Madrid, 28 de diciembre de 1935. |
advertía Ossorio en 1933 que no se debía perder de vista «que el servicio doméstico se presta también en casas de gentes humildes que tienen un nivel poco mayor que sus propios criados y que viven angustiosamente. Extender a los servidores de todas las casas los efectos de la Ley de accidentes del Trabajo resultaría medida grave que daría lugar a mil protestas»36. También participó ocasionalmente en las tareas de la Liga Económica de Inválidos, que presidía Wenceslao Martín Martín. El fin de dicha institución era el de establecer «las condiciones económicas que permitan la defensa y el robustecimiento del inválido».
Colaboró Ossorio con la Escuela de Estudios Sociales para la Mujer y el Comité Femenino de Mejoras Sociales, con la Federación de Asociaciones Españolas de Estudios Internacionales que presidía Rafael de Altamira Crevea (1866-1951), catedrático de Historia de las instituciones políticas y civiles de América en la Universidad de Madrid y a quien la Sociedad de Naciones había nombrado en su momento uno de los expertos jurídicos encargados de elaborar el proyecto del Tribunal Permanente de Justicia Internacional.
Durante la guerra civil Ossorio ocupó tres Embajadas, las de París, Bruselas y Buenos Aires. Su conocimiento de Bélgica estaba formado en variadas lecturas. Había publicado en 1935 un artículo titulado La crisis belga37, donde estimaba Ossorio el que se hubiera podido llevar a cabo un gobierno de coalición con liberales, católicos y socialistas, que resultaba algo extraño
para nuestro país, pero que él aventuraba podía llegar a darse en España aunque no lo deseaba. Ossorio desconfiaba de estos gobiernos nacionales de concentración ya que -según él- estos acuerdos de voluntades sólo podían servir «para defenderse de un peligro común, como la invasión del territorio por un ejército enemigo o para alguna empresa igualmente concreta y circunstancial. Los Gabinetes nacionales no suelen servir sino para
provocar la parálisis de la función de gobierno y para desfigurar las doctrinas de los grupos concertados a fuerza de concesiones recíprocas»38.
Un capítulo significativo de la defensa de la República desde una óptica católica se encuentra en la correspondencia entrecruzada en la segunda mitad de 1936 entre el mencionado Luigi Sturzo y Ángel Ossorio relacionada con los sacerdotes, religiosos, obispos y monjas asesinados en los territorios controlados por la República que en su conjunto a lo largo de los tres años de la guerra alcanzaron las 6.843 personas. Sin embargo, Ossorio, en carta dirigida a Sturzo, parece que veía las cosas de otro modo: «una cantidad enorme de presbíteros empuñan las armas con los facciosos. Los obispos dirigen las Juntas insurrectas y alguno de ellos, como el de Barcelona, me aseguran que ha repartido armas a los sublevados». Además añadía Ossorio:
para nuestro país, pero que él aventuraba podía llegar a darse en España aunque no lo deseaba. Ossorio desconfiaba de estos gobiernos nacionales de concentración ya que -según él- estos acuerdos de voluntades sólo podían servir «para defenderse de un peligro común, como la invasión del territorio por un ejército enemigo o para alguna empresa igualmente concreta y circunstancial. Los Gabinetes nacionales no suelen servir sino para
36 Carta al Presidente de Fomento del Civismo, Cultura y Ciudadanía, 28 de abril de 1933, Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 734/3. 37 Ver el original en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 737. |
provocar la parálisis de la función de gobierno y para desfigurar las doctrinas de los grupos concertados a fuerza de concesiones recíprocas»38.
Un capítulo significativo de la defensa de la República desde una óptica católica se encuentra en la correspondencia entrecruzada en la segunda mitad de 1936 entre el mencionado Luigi Sturzo y Ángel Ossorio relacionada con los sacerdotes, religiosos, obispos y monjas asesinados en los territorios controlados por la República que en su conjunto a lo largo de los tres años de la guerra alcanzaron las 6.843 personas. Sin embargo, Ossorio, en carta dirigida a Sturzo, parece que veía las cosas de otro modo: «una cantidad enorme de presbíteros empuñan las armas con los facciosos. Los obispos dirigen las Juntas insurrectas y alguno de ellos, como el de Barcelona, me aseguran que ha repartido armas a los sublevados». Además añadía Ossorio:
«El diario ABC dijo, durante la campaña electoral39, en un artículo de fondo, que cuando triunfasen sus amigos, suprimirían a 15.000 españoles, con lo cual España sería feliz. Las derechas y los sacerdotes han empezado a poner en práctica el consejo con casos tan horribles como el de los fusilamientos en masa de Badajoz y de muchas poblaciones andaluzas. Si los curas matan a los obreros, ¿cómo hemos de sorprendernos porque los obreros maten a los curas?»40.
Las publicaciones de Ossorio durante la guerra en defensa de la República son numerosas, aunque de reducido tamaño, ya que responden a conferencias y discursos en las ondas radiofónicas, como A un militar del otro lado, que se publicó en Barcelona en 1938 en un folleto de apenas ocho
38 La crisis belga, texto original mecanografiado en Archivo Histórico Nacional de Salamanca, Guerra Civil, Sección Político-Social, Madrid, 737. 39 Se refiere a la que precedió a las elecciones generales de febrero de 1936. 40 Carta del 25 de septiembre de 1936 enviada por Ossorio y Gallardo a Luigi Sturzo, parcialmente publicada y comentada por Francesc Vilanova Vila-Abadal, «Luigi Sturzo i la guerra civil espanyola, a través de la seva correspondència», en Fe i teologia en la història. Estudis en honor del prof. dr. Evangelista Vilanova, Barcelona, 1997, pp. 489-497, en especial pp. 489-490. |
páginas. A iniciativa del Ministerio de la Guerra el 25 de agosto de 1936 y del Partido Comunista de España el 6 de septiembre de ese año intervino en la radio, para tratar de secundar las tareas del Socorro Rojo Internacional. Ya en Argentina, en el Teatro Rivera Indarte de Córdoba trató de contrarrestar la ofensiva de la Embajada político-cultural franquista41 en Perú, Brasil, Uruguay, Chile y Argentina, desde octubre de 1937 a julio de 1938, y de la que formaban parte diversos intelectuales favorables a Franco como José Ibáñez Martín (1898-1969), Ferrán Valls Taberner (1888-1942), Eugenio Montes Domínguez (1897- 1982), el jesuita Francisco Peiró (1883-1969) y Gonzalo Valentí Nieto; este último, según el Conde de Gudalhorce (1876-1952) y el citado Peiró, fue el más eficaz de la misión encomendada.
Profesionalmente Ossorio permaneció en Buenos Aires y con sus publicaciones siguió defendiendo a la España del exilio. Su autobiografía apareció publicada poco después43. Al año siguiente veía la luz su particular visión de la función, la participación y la misión de los católicos en la guerra
41 Elena Martínez Barrios, Epistolario de la Embajada nacionalista Latinoamericana: 1937-1938 (análisis histórico-político e institucional), Zaragoza, 1998, 197 pp. 42 Martínez Barrios cita varios diarios que ha visto sobre este particular. Así, Mundo Obrero, 24 de diciembre de 1938; La Libertad, 24 de diciembre de 1938; Política, 24 de diciembre de 1938 y ABC, 24 de diciembre de 1938. 43 Ossorio Gallardo, La España de mi vida. Autobiografía, Buenos Aires, 1941. |
civil44, editada por un autodenominado Patronato Hispano-Argentino de Cultura. Después llegó un libro en el que pone de relieve sus opiniones sobre un mundo inmerso como éste se encontraba en la guerra más grande de la historia45.
Tras la derrota de los países del Eje, en 1945 llegó un momento de esperanza traducida en euforia colectiva para muchos republicanos del exilio. En agosto de 1945 José Giral Pereira fue nombrado Presidente de un Gobierno republicano del exilio en el que había republicanos de izquierdas, republicanos de centro, socialistas, catalanistas, anarquistas y nacionalistas vascos y en el que estaba con el cargo de Ministro sin cartera Ángel Ossorio. Cuando se produjo la remodelación de dicho ejecutivo en abril de 1946, salió del gobierno Fernando de los Ríos, entraron otros socialistas y también lo hizo Santiago Carrillo en representación del Partido Comunista de España. Ossorio continuó en el gobierno hasta su fallecimiento, aunque su participación en el ejecutivo debió ser a título meramente nominal, sobre el papel y con comunicación epistolar desde Buenos Aires. Su figura de intelectual independiente de ideología socialcristiana dejó un hueco en los gobiernos del exilio que cubrió el páginas atrás citado José María Semprún Gurrea (1893-1966) a partir del segundo gobierno presidido por Álvaro de Albornoz Liminiana desde febrero de 1949.
Semprún continuó como Ministro sin cartera en sucesivos gobiernos formados por Félix Gordon Ordás y Emilio Herrera Linares, hasta su fallecimiento en Roma en 1966. Era, como Ossorio, un jurista de fina sensibilidad que se mantuvo fiel a los ideales republicanos, católicos y de defensa de los derechos humanos y de fomento de las libertades públicas que en aquellos momentos eran con frecuencia olvidados en la España franquista oficial.
44 Ossorio Gallardo, La guerra de España y los católicos, Buenos Aires, 1942. 45 Ossorio Gallardo, El mundo que yo deseo: bases político-económico-jurídicas de una sociedad futura, Buenos Aires, 1943. |
Manuel Ossorio y Bernard (Padre) (Algeciras, 6 de diciembre de 1839 - Madrid 14 de septiembre de 1904) fue un periodista y escritor español. Una de sus obras más conocidas es el Viaje Crítico alrededor de la Puerta del Sol publicada en diversas entregas a partir de 1874. Fue padre de los periodistas Ángel Ossorio, Carlos Ossorio y María de Atocha Ossorio. Biografía Manuel Ossorio y Bernard nace en una familia de militares. Su abuelo fue Francisco de Paula Ossorio y Vargas, héroe del Sitio de Tolón (1793) contra las tropas francesas y de la batalla naval del Cabo de San Vicente y ministro de la Marina. El padre, Manuel Ossorio y Mallén fue un oficial de artillería que abandonó la carrera militar para ocuparse de ser administrador de Rentas Públicas. En uno de los destinos del padre, Algeciras, nació Manuel. Su infancia itineró a través de los viajes que realiza la familia en la España de mediados del siglo XIX. A la edad de doce años se establece en Madrid y poco después quedó huérfano a causa de la cólera (una epidemia que azotó Madrid en 1855). Un amigo lejano del padre le proporciona un trabajo de escribiente en el Tribunal de Cuentas. Desarrolla esta labor desde los diecisiete hasta los veintiséis años. Al poco de ingresar en este puesto se casa con Manuela Gallardo y tiene en su matrimonio tres hijos, Ángel, Carlos y María de Atocha, todos ellos vinculados posteriormente al mundo de la literatura y la política. Manuel alternaba el trabajo de funcionario con el de escritor y periodista. Con 21 años escribía artículos en La Idea, que dirigió desde 1859; también dirigió El Teatro (1864), El Noticiero de España (1868), La Independencia Española (1868), La Gaceta Popular (1873), El Cronista (1885), Diario Oficial de Avisos, La Correspondance d'Espagne, La Edad Dichosa, La Ilustración Católica y la Agencia Fabra, y formaba parte de la tertulia literaria de «La guardilla de los genios», a la que pertenecía también Nilo Fabra. Producía artículos de costumbres, comedias, críticas de arte, ensayo. Su trabajo como crítico le atrajo la enemistad de algunos de sus contemporáneos. En cuarenta años no hubo periódico madrileño que no publicara un artículo suyo; fue redactor de El Constitucional (1860), El Contemporáneo (1864), El Español (1865), La Ley (1867), Don Quijote (1869), Las Novedades (1870-1871), El Eco del Progreso (1872), El Cascabel, La Gaceta de Madrid, El Gobierno, El Día, La Correspondencia de España y Gente Vieja. Como bibliógrafo se le debe un importante Ensayo de un catálogo de periodistas españoles del siglo XIX (Madrid, 1904), de donde se han sacado parte de estas noticias, y como biógrafo una Galería biográfica de artistas españoles del siglo XIX en dos volúmenes. Fue también redactor de la Gaceta de Madrid, secretario del Conservatorio de Artes e individuo de las Sociedades Económicas y Literarias de Cádiz, Málaga, Lérida y Jerez de la Frontera. Fundó y dirigió dos periódicos infantiles: La Niñez (1880-84) y El Mundo de los Niños (1886-88). |
María de Atocha Ossorio y Gallardo de Riu. (Hermana) Escritora, traductora y periodista española, nacida en Madrid el 15 de agosto de 1876, y fallecida en lugar y fecha ignorados. El hecho de haber venido al mundo en el seno de una familia de escritores y periodistas (era hija del gran bibliófilo y estudioso de la literatura don Manuel Ossorio y Bernard, y hermana de los periodistas Ángel y Carlos Ossorio) fue determinante para la forja de su acentuado espíritu humanista, manifiesto en ella desde muy temprana edad. Comenzó colaborando con su padre en la redacción de varios escritos literarios, para ir poco a poco especializándose en la escritura de trabajos periodísticos, hasta que consiguió ser nombrada redactora única de La Elegancia (1899-1900). A partir de entonces empezó a publicar con asiduidad numerosos artículos en diferentes medios de comunicación, como El Globo, El Gráfico, ABC, Diario Español de Buenos Aires, El Imparcial, Blanco y Negro, Nuevo Mundo de Madrid, El Eco de la Moda (de Barcelona), La Última hora (de Palma) y La Prensa (de Buenos Aires). Pero, sobre todo, destacó por el impulso que dieron sus artículos y relatos a la publicación Gente Menuda (de Madrid), donde publicó, entre otros, los titulados "Cómo juzgan los juguetes" (19 de julio de 1906), "Travesuras de una niña buena" (24 de agosto de 1906), "Aventuras de Luisito" (7 de septiembre de 1906), "El instinto y la razón" (28 de septiembre de 1906), "El castigo de la envidia" (19 de octubre de 1906) y "El talento y la constancia" (23 de noviembre de 1906). Por estas y otras colaboraciones, María de Atocha Ossorio y Gallardo se convirtió en una de las figuras sobresalientes de la prensa española de su época, hasta el extremo de alcanzar algunos honores como el de se la primera mujer admitida en la Asociación de la Prensa de Madrid. Además, también fue inscrita en la Sociedad de Escritores y Artistas. Tras un primer matrimonio con Fernando Sevilla, enviudó y volvió a contraer nupcias con Emiliano Riu, subsecretario de Hacienda. A partir de este segundo enlace, la autora madrileña no volvió a escribir; atrás quedaron no sólo sus escritos periodísticos, sino también sus obras impresas en forma de libro, como la titulada Feminismo práctico (Barcelona: Edit. Ibero-Americana, 1906), que había aparecido prologada por el escritor y periodista onubense José Nogales. Además de este libro, María de Atocha Ossorio publicó una traducción al castellano de El casamiento de Chiffon (Barcelona: Heinrich y C.ª, 1909), de la Comtesse de Martel de Jarville, y una obra de carácter ensayístico titulada Las hijas bien educadas. Guía práctica para las hijas de familia (Barcelona: José Ariza, 1911). |
Carlos Ossorio y Gallardo (Hermano)
(1864- 1921) Escritor y periodista español. Obras: "El baile, con la calaboratión musical de los maestros Alfonso (D. Federico), Borrás de Palau (D. Juan), Costa y Nogueras (D. Vicente), etc. 1902 ; Crónicas Madrileñas / por Carlos Ossorio y Gallardo ; precedidas de una carta de José Fernández Bremón. 1893 |
«Cristiano, abogado y conservador», así se definía Ángel Ossorio y Gallardo. Nacido el 20 de junio de 1873 en Madrid, ejerció la abogacía durante 43 años,estuvo muy vinculado a la vida política. Durante más de 20 años ocupó el escaño de diputado a Corts por Caspe. Entre 1907 y 1909 fue gobernador civil de Barcelona, cargo del que dimitió tras oponerse a la declaración de guerra durante la semana trágica.
En 1913 fundó el partido maurista y en 1919 fue designado ministro de Fomento, bajo el reinado de Alfonso XIII. Durante la dictadura de Primo de Rivera ingresó en prisión por una carta que escribió a Maura y en 1930 pidió la abdicación del rey para poder sostener la Monarquía. Defendió la II República desde 1931 hasta su muerte. Entre 1936 y 1939 fue embajador en Francia, Bélgica y Argentina. Murió en Buenos Aires en 1946.
A grandes rasgos esta es la biografía de Ossorio y Gallardo, un hombre que destacó como un convencido católico republicano que se enfrentó a la política anticlerical del régimen, llegando a afirmar: «La República ha mantendio una política religiosa equivocada, injusta, inútil y peligrosa».
Como abogado, llegó a ser bautizado como el «Papa de la juridicidad», siendo uno de los primeros juristas que luchó por reconocer los derechos de las trabajadoras del servicio doméstico. En 1935 intentó crear la Asociación Auxiliar del Niño, con la instalación de bibliotecas y clubes juveniles para niños y muchachos.
Amigo personal de Manuel Azaña, fue el encargado de su defensa cuando ingresó en prisión en 1934 y el receptor de la última carta de su memoria política, escrita desde su exilio francés, que remitió a Buenos Aires, donde ya vivía Ossorio y Gallardo.
Biografía de Ángel Ossorio y Gallardo (1873-1946).
Ensayista, político y jurisconsulto español, nacido en Madrid en 1873 y fallecido en Buenos Aires (Argentina) en 1946. Descendiente de una estirpe de militares, se licenció en Derecho sin abandonar jamás una fuerte querencia por el periodismo. Dotado de inteligencia fina, genio rápido y palabra fácil, pronto sobresalió como abogado.
Era hijo del escritor y bibliófilo Manuel Ossorio y Bernard, y hermano del periodista Carlos y de la escritora, traductora y periodista María de Atocha Ossorio y Gallardo de Riu.
La intensa atmósfera cultural que respiró desde su más tierna infancia orientó sus pasos hacia el estudio de las disciplinas humanísticas, que a su vez le condujeron en su juventud a las aulas de la Universidad Central de Madrid, de donde egresó con el título de abogado. A partir de entonces, emprendió una brillante trayectoria profesional en los círculos políticos, jurídicos y culturales españoles de finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria, en los que llegó a ocupar altos cargos de responsabilidad, como la presidencia de la Academia de Jurisprudencia y del Ateneo de Madrid, o el decanato del Colegio de Abogados. Al mismo tiempo, ejerció con acierto la abogacía y se convirtió en uno de los defensores más prestigiosos de su tiempo, con una cartera de clientes en la que figuraban los nombres de los principales políticos del país, como Niceto Alcalá Zamora, Antonio Maura y Lluís Companys.
En su faceta política, siempre dentro de las filas del Partido Conservador, alcanzó los cargos de gobernador de Barcelona (1909) y ministro de Fomento (1917), aunque a raíz de la dictadura del general Primo de Rivera quedó relegado a un segundo plano en la vida institucional española, pues hizo pública su enemistad con el dictador y su desacuerdo con los modelos totalitarios. Tanto se alejó de quienes ostentaron el poder político durante la década de los años veinte, que acabó sumándose a quienes pidieron la abdicación del rey Alfonso XIII, y mostrándose firme partidario del advenimiento de la II República.
Tras la implantación del nuevo régimen republicano, Ángel Ossorio y Gallardo volvió de nuevo a la cresta de la vida pública española como miembro de las Cortes Constituyentes (1931), en las que asumió la presidencia de la comisión jurídica encargada de redactar el anteproyecto de la nueva Constitución; posteriormente, fue legatario en las delegaciones diplomáticas de España en Bélgica, Francia y Argentina. Siempre fiel al gobierno del Frente Popular, al término de la Guerra Civil se estableció en Buenos Aires, donde continuó sus actividades políticas y llegó a desempeñar el cargo de ministro sin cartera en el Gobierno en el exilio presidido por José Giral (1945).
Al tiempo que desarrollaba estas infatigables labores jurídicas y políticas, Ángel Ossorio y Gallardo cultivó con lucidez y fecundidad la creación ensayística, casi siempre ceñido a los ámbitos temáticos de la jurisprudencia y la historia española contemporánea. Entre sus títulos más sobresalientes, conviene recordar Julio de 1909 en Barcelona (1910), Historia del pensamiento político catalán durante la guerra de España con la República Francesa (1913) y Cartas a una señora sobre temas de derecho político (1930). Ya en el exilio, dio a la imprenta otras obras como Orígenes próximos de la España actual (1942), Anteproyecto del Código Civil boliviano (1943), La reforma del Código Civil argentino (1943), Los fundamentos de la Democracia Cristiana (1944), La gracia (1945), La España de mi vida (1945) y un libro autobiográfico titulado Mis memorias (1946), que vio la luz en el mismo año de su muerte. Con carácter póstumo, salieron de los tórculos Los derechos del hombre, del ciudadano y del estado (1946) y Diálogos femeninos (1947).
Otras obras suyas de gran interés son El alma de la toga y El divorcio en el matrimonio civil.
Abogado defensor de Manuel Azaña
Ossorio y Gallardo, ejemplo del Derecho de Defensa para todos
... Hay que agradecer que ABC, con una brisa suave y cuidadosa, nos haya traído su recuerdo aunque sea al hilo de un concreto episodio, al rememorar que, con ocasión del golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934, Ángel Ossorio fue el abogado que designó don Manuel Azaña...
LUIS MARTÍ MINGARRO PRESIDENTE DE LA UNIÓN IBEROAMERICANA DE COLEGIOS DE ABOGADOS. DE LA REAL ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN Martes, 03-02-09
NOS llega una sentencia de la Audiencia Nacional en la que se debate el derecho de la familia de don Ángel Ossorio y Gallardo a la restitución de los papeles particulares de su brillante y patriota antecesor. Algo que, de paso, beneficiará a tantos otros en pie de igualdad.
Los tristes, ácidos y crueles avatares de la guerra civil llevaron a Ossorio por América donde hubo de beber el cáliz amargo del exilio. Y allí es recordado como nunca nosotros debíamos dejar de hacerlo.
Y es que la figura de Ossorio no es sólo parte de nuestra memoria histórica. Toda la abogacía de Iberoamérica venera su recuerdo, como modelo y maestro de abogados y como ejemplo de servidor público coherente y generoso. La ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, materializó esa devoción, y hoy su Colegio de Abogados hermanado con el de Madrid acoge su biblioteca dándonos un ejemplo de cuánto pasado compartimos y de cuánto nos ha de ser común en el futuro.
Hay que agradecer que ABC, con una brisa suave y cuidadosa, nos haya traído su recuerdo aunque sea al hilo de un concreto episodio, al rememorar que, con ocasión del golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934, Ángel Ossorio fue el abogado que designó don Manuel Azaña, a la sazón ya ex presidente del gobierno, aunque luego alcanzara la más alta magistratura del Estado, y que aparecía imputado en la causa criminal incoada con motivo de aquellos gravísimos momentos.
La cita de aquel suceso ha traído a mi memoria la posición tomada desde siempre por don Ángel Ossorio y Gallardo en relación con el Derecho de Defensa. Derecho de defensa para todos. Lo cierto es que apenas un año después de proclamarse la república una sublevación que había encabezado el general Sanjurjo y que fue hábil y eficazmente abortada por el gobierno Azaña, dio con el general golpista y sus cómplices en la cárcel, en virtud de un procedimiento en el que se les imputaba la gravísima rebeldía contra la Constitución y el orden, y se solicitaba para ellos la pena de muerte que la sentencia sumarísima efectivamente acordó.
Ángel Ossorio, fue uno de los tantos prohombres que habiéndolo dado todo en servicio de España a los gobiernos de la Monarquía, bascularon hacía el relevo institucional y contribuyeron decididamente a la llegada de la república. Ossorio y el Colegio de Abogados de Madrid lideraron el apoyo al indulto del general Sanjurjo. Con ello se constituía en ejemplo vivo de lo que es de verdad el derecho de defensa para todos. No hay situación que un estado social y democrático de derecho resista, en tanto construcción jurídica e institucional, si no impera el derecho de defensa como clave de todo el arco del sistema de impartir justicia. Y aunque al general Sanjurjo lo había defendido con gran calidad otro ex decano, Bergamín, aquellos juicios sumarísimos, con pena de muerte en juego, no merecían llamarse justicia. Durante su decanato el propio Ossorio luchó pública y denodadamente contra la Ley de Defensa de la República, una ley de excepción que ya en pleno nacimiento de la república tomó una vigencia que, más o menos, hemos tenido que soportar los españoles durante muchos años.
En la lacerante actualidad de los lejanos días de agosto de 1932, Ossorio dio una lección pública y generosa demostrando como, desde posturas ideológicas bien alejadas, se puede asumir con gallardía, con suficiencia y con eficiencia la defensa de quien, sin ser correligionario, necesita ser defendido. De aquella, Sanjurjo, a quien se conmutó la pena de muerte, salvó la vida, que luego perdió en los inicios de otro golpe, el de 1936. La página, de alguna manera, se reproduciría con motivo de los sucesos de octubre de 1934, y Ossorio, esta vez sí desde la correlación política -él siempre católico y convencido republicano institucional- asumió ante toda la sociedad la defensa de Azaña en un proceso que, al menos para el ex presidente del gobierno republicano no tuvo ninguna consecuencia.
En alguna ocasión he dicho que el decano Ossorio sólo con titular el libro el Alma de la Toga tal como lo hizo dio alas para esa fe tan imprescindible con la que hemos de ejercer nuestra tarea.
Los abogados no debemos perder de vista nunca esta condición esencial del derecho de todos los ciudadanos a una defensa libre para configurarse y expresarse, e independiente de todo poder fáctico o jurídico que es la sustancia del derecho a un proceso con todas las garantías.
Ossorio así lo predicó siempre y él, que mereció durante muchos años la confianza de sus compañeros que lo eligieron decano del Colegio de Abogados de Madrid, dio testimonio vivo de esa posición. Don Ángel había sido un hombre público muy participativo y desempeñó funciones muy relevantes. Nunca dejó entrar a nada ni a nadie en el ámbito personal ni profesional donde hizo imperar, además de su personal catolicidad, los dos grandes valores específicos que la abogacía debe cultivar siempre: libertad e independencia.
En aquellos tiempos revueltos que acabaron en la tragedia de la guerra civil siguió fiel a sus principios. En momentos en los que ya nada de eso importaba a mucha gente él siguió su trayectoria.
No se puede olvidar que Ossorio, siempre coherente demócrata, en vista de que también había llegado al Colegio de Abogado la alborotada marea de la división y la politización, se sometió a una moción de censura; y aunque la ganó, por muy pocos votos, luego dimitió haciendo bueno su deseo de «no presidir a unos contra otros».
Ossorio fue, desde luego, otra de las víctimas de la crueldad de las guerras civiles, donde las querellas políticas prenden de manera sangrienta entre los conciudadanos, que dejan de serlo para convertirse en violentos fratricidas. Allí desaparece el derecho, único cañamazo sobre el que es posible bordar la difícil e imperfecta justicia de los hombres. Al amparo de la ley, igual para todos, es posible la paz pública que sólo fructifica cuando está protegida por un reconocido y efectivo derecho de defensa para todos como quería don Ángel. Recordarlo es dar valor de futuro a la memoria histórica. O sea, aprender de la historia y no repetirla.
Puede que la Audiencia Nacional, en la sentencia que desencadena estas líneas, haya recordado la imagen señera de don Ángel Ossorio; lo que, nada menos, ha dado lugar a que el Gobierno de la Nación rectifique la reglamentación de manera inmediata para que un derecho -el reconocido en la Ley 21/2005- sea de verdad igual para todos. El retrato de Ossorio en la galería de decanos es muy original: está con toga, pero no resguardado en el despacho; su figura aparece en la galería de pasos perdidos del Supremo, asomado a un ventanal y, como todos los abogados, parece esperar la llamada a entrar en Sala.
Biografía de Ángel Ossorio y Gallardo (1873-1946).
Ensayista, político y jurisconsulto español, nacido en Madrid en 1873 y fallecido en Buenos Aires (Argentina) en 1946. Descendiente de una estirpe de militares, se licenció en Derecho sin abandonar jamás una fuerte querencia por el periodismo. Dotado de inteligencia fina, genio rápido y palabra fácil, pronto sobresalió como abogado.
Era hijo del escritor y bibliófilo Manuel Ossorio y Bernard, y hermano del periodista Carlos y de la escritora, traductora y periodista María de Atocha Ossorio y Gallardo de Riu.
La intensa atmósfera cultural que respiró desde su más tierna infancia orientó sus pasos hacia el estudio de las disciplinas humanísticas, que a su vez le condujeron en su juventud a las aulas de la Universidad Central de Madrid, de donde egresó con el título de abogado. A partir de entonces, emprendió una brillante trayectoria profesional en los círculos políticos, jurídicos y culturales españoles de finales del siglo XIX y comienzos de la siguiente centuria, en los que llegó a ocupar altos cargos de responsabilidad, como la presidencia de la Academia de Jurisprudencia y del Ateneo de Madrid, o el decanato del Colegio de Abogados. Al mismo tiempo, ejerció con acierto la abogacía y se convirtió en uno de los defensores más prestigiosos de su tiempo, con una cartera de clientes en la que figuraban los nombres de los principales políticos del país, como Niceto Alcalá Zamora, Antonio Maura y Lluís Companys.
En su faceta política, siempre dentro de las filas del Partido Conservador, alcanzó los cargos de gobernador de Barcelona (1909) y ministro de Fomento (1917), aunque a raíz de la dictadura del general Primo de Rivera quedó relegado a un segundo plano en la vida institucional española, pues hizo pública su enemistad con el dictador y su desacuerdo con los modelos totalitarios. Tanto se alejó de quienes ostentaron el poder político durante la década de los años veinte, que acabó sumándose a quienes pidieron la abdicación del rey Alfonso XIII, y mostrándose firme partidario del advenimiento de la II República.
Tras la implantación del nuevo régimen republicano, Ángel Ossorio y Gallardo volvió de nuevo a la cresta de la vida pública española como miembro de las Cortes Constituyentes (1931), en las que asumió la presidencia de la comisión jurídica encargada de redactar el anteproyecto de la nueva Constitución; posteriormente, fue legatario en las delegaciones diplomáticas de España en Bélgica, Francia y Argentina. Siempre fiel al gobierno del Frente Popular, al término de la Guerra Civil se estableció en Buenos Aires, donde continuó sus actividades políticas y llegó a desempeñar el cargo de ministro sin cartera en el Gobierno en el exilio presidido por José Giral (1945).
Al tiempo que desarrollaba estas infatigables labores jurídicas y políticas, Ángel Ossorio y Gallardo cultivó con lucidez y fecundidad la creación ensayística, casi siempre ceñido a los ámbitos temáticos de la jurisprudencia y la historia española contemporánea. Entre sus títulos más sobresalientes, conviene recordar Julio de 1909 en Barcelona (1910), Historia del pensamiento político catalán durante la guerra de España con la República Francesa (1913) y Cartas a una señora sobre temas de derecho político (1930). Ya en el exilio, dio a la imprenta otras obras como Orígenes próximos de la España actual (1942), Anteproyecto del Código Civil boliviano (1943), La reforma del Código Civil argentino (1943), Los fundamentos de la Democracia Cristiana (1944), La gracia (1945), La España de mi vida (1945) y un libro autobiográfico titulado Mis memorias (1946), que vio la luz en el mismo año de su muerte. Con carácter póstumo, salieron de los tórculos Los derechos del hombre, del ciudadano y del estado (1946) y Diálogos femeninos (1947).
Otras obras suyas de gran interés son El alma de la toga y El divorcio en el matrimonio civil.
Abogado defensor de Manuel Azaña
Ossorio y Gallardo, ejemplo del Derecho de Defensa para todos
... Hay que agradecer que ABC, con una brisa suave y cuidadosa, nos haya traído su recuerdo aunque sea al hilo de un concreto episodio, al rememorar que, con ocasión del golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934, Ángel Ossorio fue el abogado que designó don Manuel Azaña...
LUIS MARTÍ MINGARRO PRESIDENTE DE LA UNIÓN IBEROAMERICANA DE COLEGIOS DE ABOGADOS. DE LA REAL ACADEMIA DE JURISPRUDENCIA Y LEGISLACIÓN Martes, 03-02-09
NOS llega una sentencia de la Audiencia Nacional en la que se debate el derecho de la familia de don Ángel Ossorio y Gallardo a la restitución de los papeles particulares de su brillante y patriota antecesor. Algo que, de paso, beneficiará a tantos otros en pie de igualdad.
Los tristes, ácidos y crueles avatares de la guerra civil llevaron a Ossorio por América donde hubo de beber el cáliz amargo del exilio. Y allí es recordado como nunca nosotros debíamos dejar de hacerlo.
Y es que la figura de Ossorio no es sólo parte de nuestra memoria histórica. Toda la abogacía de Iberoamérica venera su recuerdo, como modelo y maestro de abogados y como ejemplo de servidor público coherente y generoso. La ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, materializó esa devoción, y hoy su Colegio de Abogados hermanado con el de Madrid acoge su biblioteca dándonos un ejemplo de cuánto pasado compartimos y de cuánto nos ha de ser común en el futuro.
Hay que agradecer que ABC, con una brisa suave y cuidadosa, nos haya traído su recuerdo aunque sea al hilo de un concreto episodio, al rememorar que, con ocasión del golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934, Ángel Ossorio fue el abogado que designó don Manuel Azaña, a la sazón ya ex presidente del gobierno, aunque luego alcanzara la más alta magistratura del Estado, y que aparecía imputado en la causa criminal incoada con motivo de aquellos gravísimos momentos.
La cita de aquel suceso ha traído a mi memoria la posición tomada desde siempre por don Ángel Ossorio y Gallardo en relación con el Derecho de Defensa. Derecho de defensa para todos. Lo cierto es que apenas un año después de proclamarse la república una sublevación que había encabezado el general Sanjurjo y que fue hábil y eficazmente abortada por el gobierno Azaña, dio con el general golpista y sus cómplices en la cárcel, en virtud de un procedimiento en el que se les imputaba la gravísima rebeldía contra la Constitución y el orden, y se solicitaba para ellos la pena de muerte que la sentencia sumarísima efectivamente acordó.
Ángel Ossorio, fue uno de los tantos prohombres que habiéndolo dado todo en servicio de España a los gobiernos de la Monarquía, bascularon hacía el relevo institucional y contribuyeron decididamente a la llegada de la república. Ossorio y el Colegio de Abogados de Madrid lideraron el apoyo al indulto del general Sanjurjo. Con ello se constituía en ejemplo vivo de lo que es de verdad el derecho de defensa para todos. No hay situación que un estado social y democrático de derecho resista, en tanto construcción jurídica e institucional, si no impera el derecho de defensa como clave de todo el arco del sistema de impartir justicia. Y aunque al general Sanjurjo lo había defendido con gran calidad otro ex decano, Bergamín, aquellos juicios sumarísimos, con pena de muerte en juego, no merecían llamarse justicia. Durante su decanato el propio Ossorio luchó pública y denodadamente contra la Ley de Defensa de la República, una ley de excepción que ya en pleno nacimiento de la república tomó una vigencia que, más o menos, hemos tenido que soportar los españoles durante muchos años.
En la lacerante actualidad de los lejanos días de agosto de 1932, Ossorio dio una lección pública y generosa demostrando como, desde posturas ideológicas bien alejadas, se puede asumir con gallardía, con suficiencia y con eficiencia la defensa de quien, sin ser correligionario, necesita ser defendido. De aquella, Sanjurjo, a quien se conmutó la pena de muerte, salvó la vida, que luego perdió en los inicios de otro golpe, el de 1936. La página, de alguna manera, se reproduciría con motivo de los sucesos de octubre de 1934, y Ossorio, esta vez sí desde la correlación política -él siempre católico y convencido republicano institucional- asumió ante toda la sociedad la defensa de Azaña en un proceso que, al menos para el ex presidente del gobierno republicano no tuvo ninguna consecuencia.
En alguna ocasión he dicho que el decano Ossorio sólo con titular el libro el Alma de la Toga tal como lo hizo dio alas para esa fe tan imprescindible con la que hemos de ejercer nuestra tarea.
Los abogados no debemos perder de vista nunca esta condición esencial del derecho de todos los ciudadanos a una defensa libre para configurarse y expresarse, e independiente de todo poder fáctico o jurídico que es la sustancia del derecho a un proceso con todas las garantías.
Ossorio así lo predicó siempre y él, que mereció durante muchos años la confianza de sus compañeros que lo eligieron decano del Colegio de Abogados de Madrid, dio testimonio vivo de esa posición. Don Ángel había sido un hombre público muy participativo y desempeñó funciones muy relevantes. Nunca dejó entrar a nada ni a nadie en el ámbito personal ni profesional donde hizo imperar, además de su personal catolicidad, los dos grandes valores específicos que la abogacía debe cultivar siempre: libertad e independencia.
En aquellos tiempos revueltos que acabaron en la tragedia de la guerra civil siguió fiel a sus principios. En momentos en los que ya nada de eso importaba a mucha gente él siguió su trayectoria.
No se puede olvidar que Ossorio, siempre coherente demócrata, en vista de que también había llegado al Colegio de Abogado la alborotada marea de la división y la politización, se sometió a una moción de censura; y aunque la ganó, por muy pocos votos, luego dimitió haciendo bueno su deseo de «no presidir a unos contra otros».
Ossorio fue, desde luego, otra de las víctimas de la crueldad de las guerras civiles, donde las querellas políticas prenden de manera sangrienta entre los conciudadanos, que dejan de serlo para convertirse en violentos fratricidas. Allí desaparece el derecho, único cañamazo sobre el que es posible bordar la difícil e imperfecta justicia de los hombres. Al amparo de la ley, igual para todos, es posible la paz pública que sólo fructifica cuando está protegida por un reconocido y efectivo derecho de defensa para todos como quería don Ángel. Recordarlo es dar valor de futuro a la memoria histórica. O sea, aprender de la historia y no repetirla.
Puede que la Audiencia Nacional, en la sentencia que desencadena estas líneas, haya recordado la imagen señera de don Ángel Ossorio; lo que, nada menos, ha dado lugar a que el Gobierno de la Nación rectifique la reglamentación de manera inmediata para que un derecho -el reconocido en la Ley 21/2005- sea de verdad igual para todos. El retrato de Ossorio en la galería de decanos es muy original: está con toga, pero no resguardado en el despacho; su figura aparece en la galería de pasos perdidos del Supremo, asomado a un ventanal y, como todos los abogados, parece esperar la llamada a entrar en Sala.
uno de los personajes importante de la segunda república española, un patriarca de los abogados, famoso por su libro "El alma de la toga" y su vida profesional
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