Paula Flores Vargas; Ana Karina Gonzalez Huenchuñir ; Luis Alberto Bustamante Robin; José Guillermo Gonzalez Cornejo; Jennifer Angelica Ponce Ponce; Francia Carolina Vera Valdés; Carolina Ivonne Reyes Candia; Mario Alberto Correa Manríquez; Enrique Alejandro Valenzuela Erazo; Gardo Francisco Valencia Avaria; Álvaro Gonzalo Andaur Medina; Carla Verónica Barrientos Meléndez; Luis Alberto Cortes Aguilera; Ricardo Adolfo Price Toro; Julio César Gil Saladrina; Ivette Renee Mourguet Besoain; Marcelo Andrés Oyarse Reyes; Franco Gonzalez Fortunatti; Patricio Ernesto Hernández Jara; Demetrio Protopsaltis Palma; Nelson Gonzalez Urra ; Ricardo Matías Heredia Sánchez; Alamiro Fernández Acevedo; Soledad García Nannig;
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Las nueve técnicas para concentrarse en el trabajo. |
12 consejos para mejorar la concentración en el trabajo. |
1. Organízate. Elabora una lista con todas las tareas que tienes pendiente y fija un plazo para terminarlas. Antes de empezar una nueva tarea, céntrate en acabar las que tienes programadas para el día. Además, organiza las tareas pendientes en función de la prioridad que tengan. Así, podrás poner toda tu atención en las cosas que sean más urgentes. 2. No intentes hacer varias tareas a la vez. Aunque tengas muchas tareas por hacer, es importante que las hagas de una en una. Si intentas hacerlas al mismo tiempo, la calidad del trabajo podría verse afectada. En el caso de que tengas muchas tareas pendientes, organízate. Así conseguirás terminar todas las tareas en el menor tiempo posible y de forma eficiente. 3. Mantén tu espacio de trabajo en orden. Ordena y organiza todos los archivos y documentos. Evita que se te acumule el papeleo y mantén tu espacio de trabajo libre de desorden. Así, podrás centrarte en la tarea que estés realizando y evitarás las distracciones. Es recomendable que todos los días al finalizar la jornada dejes tu escritorio ordenado, con todos los papeles en su sitio para llegar al día siguiente y empezar la nueva jornada laboral sin estrés y sin distracciones. 4. Desarrolla la fuerza de voluntad. Para desarrollar la fuerza de voluntad debes tener claros cuáles son tus objetivos y comprometerte a cumplirlos. Existen algunas actividades de las que hablaremos más adelante que pueden ayudarte a mejorar la fuerza de voluntad, como la meditación. Cuanto más desarrolles la fuerza de voluntad, mejor te concentrarás y más objetivos cumplirás. 5. Practica la escucha activa. Otro aspecto que debes tener en cuenta para mejorar la concentración es practicar la escucha activa. Esta habilidad interpersonal implica escuchar con todos los sentidos. Practicar la escucha activa te ayudará a no mirar el móvil cuando hablas con alguien. Utiliza señales verbales y no verbales para mostrar interés a la persona que está hablando. Seguir este consejo te permitirá mejorar tu capacidad de atención y concentración. 6. Trabaja en los momentos más productivos. Harás mejor tu trabajo si lo realizas en los momentos en los que estás más alerta. Es importante que busques e identifiques el momento del día en que eres más productivo y tienes mayor capacidad de concentración. Hay personas que son más activas a primera hora de la mañana, mientras que otras son más productivas durante la tarde. Identifica cuál es tu período de mayor productividad y reserva esas horas para realizar los trabajos más complicados e importantes . 7. Elimina las distracciones. Durante tu jornada laboral pueden existir muchas distracciones que hagan que disminuya tu concentración. Revisar el correo electrónico, comprobar las notificaciones del móvil y mirar las redes sociales pueden ser actividades que te distraigan y te quiten tiempo para completar tus tareas. Identifica cuáles son tus distracciones más comunes e intenta eliminarlas aunque te resulte complicado. 8. Haz actividad física. El ejercicio moderado diario te ayuda a mejorar tu capacidad de concentración y tu rendimiento. Además, tener un peso adecuado es una buena manera de mejorar tu memoria. Realiza ejercicio regularmente o, incluso, ten cortos periodos de actividad física durante tu jornada laboral. Esto te permitirá mantener tu cerebro activo mejorando tu productividad. 9. Desconecta y descansa. Para conseguir una buena concentración en el trabajo es fundamental que aprendas también a desconectar. Busca un momento cada día para dejar de pensar en las obligaciones de trabajo. Evita trabajar horas extras y estar pendiente de asuntos laborales fuera de tu horario de trabajo. Apaga el ordenador y olvídate del móvil. Practica alguna actividad que te permita desconectar, descansar y relajarte. Esto te ayudará a disminuir los niveles de estrés y a mejorar la concentración. La meditación es una disciplina que enseña al individuo a mantener la mente focalizada una determinada actividad o pensamiento. Por lo tanto, activa la corteza frontal, mejorando la concentración y el aprendizaje. Además, reduce la actividad del lóbulo parietal, lo que disminuye la sensibilidad a los estímulos y el estrés. Puede ser recomendable que empieces el día con una sesión rápida de meditación o que hagas breves ejercicios de meditación durante la jornada laboral cuando sientas que estás perdiendo la concentración. Por otra parte, es importante dormir bien y descansar las horas necesarias. Esto te permitirá sentirte bien al día siguiente, con una mayor predisposición y capacidad de concentración. 10. Dedica tiempo al ocio. El cerebro necesita tiempo para descansar, desconectar del trabajo y realizar actividades que resulten agradables. Si no le das al cerebro ese momento de distracción, tu concentración fallará y afectará negativamente al trabajo. Haz actividades que sean placenteras y no te centres únicamente en las obligaciones. 11. Aliméntate bien. En primer lugar, debes tener en cuenta que existen algunos alimentos que facilitan la regeneración neuronal y, por tanto, tienen un impacto en tu concentración. Entre estos alimentos, se incluyen los cereales integrales, la fruta, los huevos o los productos lácteos. Además, también hay algunos nutrientes fundamentales para el correcto funcionamiento del cerebro. Por ejemplo, el zinc es un nutriente muy importante para preservar las membranas neuronales. Tomar alimentos ricos en zinc contribuirá a que tengas una mejor concentración en el trabajo. 12. Estimula tu mente. El cerebro, al igual que el resto del cuerpo, necesita ejercitarse. Incorpora a tu rutina diaria ejercicios de gimnasia mental. Hacer crucigramas y cuentas mentalmente o jugar al ajedrez son algunas actividades que ayudan a estimular la mente. Memorizar es un magnífico ejercicio para la mente. Además, la memoria es la base del aprendizaje. Si no ejercitas la memoria, no podrás concentrarte. Es recomendable que practiques esta capacidad y memorices todo lo que encuentres, desde simples frases hasta canciones completas. Si ejercitas tu mente de esta manera, aumentará tu capacidad de aprendizaje y concentración. Es posible que la falta de concentración y las distracciones continuas sean un problema a la hora de trabajar. Si deseas mejorar la concentración y la productividad, sigue algunos de nuestros consejos sobre cómo mejorar la concentración en el trabajo. Conseguirás disminuir el estrés y lograrás los objetivos laborales que te propongas. |
Anexo. |
El budismo. |
La naturaleza de las doctrinas de Buda manifiesta, en primer lugar, una extraordinaria e independiente capacidad especulativa. A partir de una posición tradicional y ortodoxa, en su sistema se aprecia cómo se van deshojando y destruyendo las bases de esas posturas tradicionales con la fuerza del raciocinio, y se forja un sistema religioso en el que no figura divinidad alguna: algo sin duda anómalo y herético en un ambiente como el indio, tan invadido por el sentimiento de lo divino. Buda vivió en una fase de la ideología indostánica durante la cual, y debido a nuevas concepciones doctrinales (la primera de ellas la creencia en la trasmigración), la antigua religión védica, con su culto a las divinidades y la exaltación del sacrificio como acto meritorio y omnipotente en sus efectos, había perdido todo valor, por cuanto la única realidad inexorable, pavorosa y terrible capaz de asustar al hombre era el eterno morir y renacer a través de una interminable sucesión de existencias, más o menos afortunadas según los méritos o deméritos adquiridos, pero siempre efímeras, pasajeras y acabadas todas ellas con el dolor que acompaña a la muerte. La interrupción del ciclo de las reencarnaciones y la evasión definitiva del océano infinito de las vidas mortales constituían el fin último anhelado por toda criatura viviente, la felicidad suprema y eterna, diversamente concebida por las distintas especulaciones desarrolladas en el período de intensa y fecunda investigación filosófica y religiosa que precedió y acompañó la aparición del budismo. Pero incluso en la historia de la India aparece Buda como una figura excepcional, y no sólo por su realidad histórica (en contraste con las formas meramente legendarias bajo las que la tradición cultural indígena presentaba a fundadores religiosos, filósofos y autores eminentes de todos los tiempos), sino también debido a las particularidades que caracterizan (diferenciándolo de otros movimientos espirituales coetáneos) su camino hacia la iluminación. La penitencia, y las mortificaciones y sufrimientos corporales consiguientes, eran ya entonces un método muy empleado por los sabios de la India. Buda lo experimentó también, pero sin éxito; por esta razón, lo abandonó muy pronto y reconoció con realista intuición los vínculos indisolubles existentes entre el vigor y las facultades del espíritu y del intelecto y la salud y la fuerza material del organismo corpóreo. Una vez logrado el perfecto equilibrio y la justa correlación entre la energía intelectual y la de carácter físico, Buda empezó a caminar en pos de la verdad, que se le reveló, finalmente, una noche, mientras estaba meditando profundamente al pie de una higuera. En la base de toda la estructura doctrinal budista figura una concepción desolada y pesimista de la existencia: las alegrías de la juventud, la salud y la vida son efímeras, por cuanto la vejez, la enfermedad y la muerte se ciernen sobre las primeras de manera inexorable. Cualquier existencia aparece dominada por el dolor, que subsiste eternamente en la continua peregrinación de una a otra vida. Por ello, la aniquilación del dolor sólo puede obtenerse con la del deseo ("nirvana"); la ignorancia y el afán de placeres, o sea el apego a la existencia, provocan la reencarnación. El criterio de Buda sobre el misterio que rodea al hombre se halla resumido en las memorables palabras que parece haber pronunciado la noche de la iluminación : "He recorrido el ciclo de muchas vidas buscando sin descanso el constructor de la casa (es decir, la causa de la reencarnación): constructor de la casa, has sido descubierto; no elevarás ya ningún otro edificio, porque tus vigas están rotas y destruido el techo de la casa. El corazón, ya libre, ha extinguido cualquier deseo". El testamento espiritual comprendido en las breves y solemnes recomendaciones dirigidas por Buda, moribundo, a sus discípulos, constituye una conmovedora y al mismo tiempo realista síntesis de todas sus enseñanzas. Las últimas palabras suponen un aliento a una tranquila resignación en pos de la indiferencia y a una ferviente actividad en el camino de la liberación: "Yo os exhorto, pues, mis discípulos: cuanto existe se halla sujeto a la muerte; atended a vuestra salvación". La persona de Buda, tan amada por sus seguidores, no era en aquellos momentos sino una tenue sombra; los vivos rasgos humanos a los que tales vínculos de afecto y devoción les unían iban extinguiéndose ya para siempre. Explícitamente lo atestigua el maestro en el supremo tránsito a los fieles que, afligidos y llorosos, tenía junto a sí, al pedir conscientemente a la posteridad ignorancia y olvido de su propia persona. Como única herencia, dejaba su doctrina de salvación. La doctrina de Buda. La doctrina de Buda se transmitió primero de forma oral, y luego se recogió en una inmensa producción literaria escrita en diversas lenguas indias (sánscrito, pali, pracrito) y extraindias (tibetano, chino, tocarico). En todo caso, esos escritos no fueron compilados hasta el siglo I a.C., e incluyen textos de distintos géneros: prédicas, diálogos, máximas o poemas. De entre las numerosas escrituras canónicas, poseemos íntegramente el llamado Canon Pali o Tipitaka (tres cestos o canastas). Pitaka es una palabra pali que significa cesto; en ellos se guardaban los libros o textos, como se hace aún hoy día en los templos tibetanos. El Tipitaka comprende el Vinaya Pitaka o Cesto de la disciplina (escritos que se refieren a la comunidad de los monjes), el Sutra Pitaka o Cesto de los sermones o discursos (enseñanzas en forma de diálogo) y el Abhidhamma Pitaka o Cesto de la doctrina superior (tratados filosóficos y escolásticos). La doctrina de Buda se resume en las llamadas Cuatro Verdades Nobles. La primera alude al dukkha (literalmente, "sufrimiento") y afirma que la vida es sufrimiento. Este aserto no significa que en la vida predominen los dolores frente a los placeres, sino que la existencia humana es dolorosa por naturaleza desde el nacimiento hasta la muerte. En realidad, el sufrimiento ni siquiera se extingue al morir, ya que, de acuerdo con las enseñanzas del hinduismo, la muerte es simplemente el paso previo a una nueva reencarnación. El concepto es más fácil de comprender si en lugar de "sufrimiento" utilizamos un término como "insatisfacción": aunque depare satisfacciones, la vida humana es esencialmente insatisfactoria. Según la segunda noble verdad, la causa del sufrimiento es el tanha. Literalmente, tanha significa "sed" y es una obvia designación metafórica del deseo. El deseo provoca el sufrimiento, y ello se debe a que el hombre, al ignorar la verdadera naturaleza de la realidad, siente ansiedad y codicia y se apega a las cosas materiales. El ser humano desea algo permanente, ignorante de que en el mundo no existe la permanencia. Existe, sin embargo, una posibilidad de escapar al sufrimiento. La tercera verdad noble afirma simplemente esto, la existencia de un nirodha ("final"). Es posible conseguir la anulación del deseo y con ello poner fin al sufrimiento; para ello, el hombre debe superar su ignorancia e ir más allá de las ataduras mundanas. La cuarta noble verdad, por último, establece que existe un marga o camino para acabar con el sufrimiento. Tal camino es conocido como la Óctuple Senda o Camino de las Ocho Etapas, y exige tener una adecuada visión de las cosas, buenas intenciones, un modo de expresión correcto, realizar buenas acciones, llevar un estilo de vida adecuado, esforzarse de forma positiva, tener buenos pensamientos y dedicarse de forma conveniente a la contemplación. Planteados como preceptos, podrían enumerarse como rectitud de visión, rectitud de intención, rectitud de palabra, rectitud de acción, rectitud de vida, rectitud de esfuerzo, rectitud de pensamiento y rectitud en la meditación. Generalmente, estos ocho puntos se agrupan en tres categorías: conducta ética (sila), disciplina mental (samadhi) y sabiduría (prajna). Estas Cuatro Verdades Nobles son de hecho el corolario de toda una filosofía que parte de un análisis de la existencia humana. El ser humano es la integración de un conjunto de cinco realidades o skandhas: el cuerpo material, los sentimientos, las percepciones, la predisposición ante las cosas (es decir, las tendencias kármicas) y la conciencia. Cada persona es simplemente una combinación efímera de estos cinco aspectos, que a su vez están sometidos a cambios constantes. Ninguna de estos aspectos se mantiene idéntico en dos momentos sucesivos. De ahí que el budismo niegue que este conjunto de cinco realidades, tomadas individual o conjuntamente, pueda ser considerado como una alma (atmán), es decir, como una entidad permanente e independiente de su entorno. Es, pues, erróneo concebir que exista alguna unidad permanente que sea un elemento constitutivo del hombre. Buda sostuvo que es precisamente la creencia en un supuesto yo permanente lo que provoca que el ser humano sea egoísta, parezca ansiedad y, por lo tanto, sufra. Este yo, desde nuestro nacimiento, ha sido adscrito a un nombre, una casa, una familia, una religión, una cultura; ha sido cargado con un enorme bagaje de pautas sociales y rodeado de objetos y propiedades que intentan detener y congelar la realidad siempre cambiante y sujeta a trasformaciones constantes. Y en nuestra ansia por poseer las cosas, nos aferramos a los placeres y rechazamos el dolor, cuando unos y otros son también transitorios. Esta especie de frustración existencial es nuestro dukkha. Por ello enseñó Buda la doctrina de anatmán o negación de la existencia de un alma permanente. De hecho, los rasgos definitorios de la existencia humana son el anatmán (la ausencia de alma), la anitya (la transitoriedad, el cambio constante, que es común a todo lo existente) y el dukkha (el sufrimiento). La doctrina de anatmán hizo necesario que Buda reinterpretara el samsara, la creencia hindú en el ciclo de las reencarnaciones. Para ello, Buda desarrolló la idea del origen condicionado de la existencia (pratityasamutpada). Según esta doctrina, existe una cadena de doce causas que muestran cómo el haber sido ignorante en la vida anterior provoca que la persona tienda a desarrollar cierto conjunto de rasgos que determinará la actuación de la mente y los sentidos. El resultado de ese actuar será la ansiedad y el apego a la existencia, y ello conducirá a un nuevo ciclo de nacimiento, vida y muerte. A través de esta cadena de causas, por lo tanto, se vincula cada vida a la siguiente. Se llega así a un fluir de nuevas vidas más que a un existencia permanente que se transfiera de una vida a otra; de hecho, es la creencia en una reencarnación sin trasmigración. La doctrina del karma se encuentra estrechamente relacionada con esta particular visión de la reencarnación. El karma se origina en las acciones de la persona y en las consecuencias morales que se desprenden de sus actos. Las acciones determinan la reencarnación posterior: las buenas acciones son recompensadas y las malas son castigadas. El budismo sostiene que no hay placeres inmerecidos ni castigos injustificados, sino que todo es más bien el resultado de una justicia universal. Ahora bien, el proceso kármico actúa por medio de una ley moral natural; es casi como un abstracto principio de causalidad, sin que intervenga en él un sistema de justicia de origen divino. El karma de cada individuo determina aspectos como su apariencia física, su nivel de inteligencia, su longevidad, su salud y su clase social. De acuerdo con las enseñanzas de Buda, y en función de la naturaleza de su karma, el individuo se reencarnará en un ser humano, en un animal, en un fantasma, en un ser infernal o incluso en algún dios de la religión hindú. El budismo no niega la existencia de dioses, pero tampoco les concede ninguna importancia especial. Aunque su vida en el cielo sea larga y apacible, los dioses están sujetos a las mismas leyes y principios que cualquier otra criatura; pueden morir y reencarnarse en un estado de existencia inferior. Los dioses no crearon el mundo ni influyen en el destino de la humanidad, de modo que rezar o dedicarles ofrendas o sacrificios carece de utilidad. De hecho, de entre las distintas modalidades de reencarnación, se considera que la humana es la mejor, porque los dioses viven tan absortos en sus placeres que olvidan la necesidad de esforzarse para conseguir la redención. El objetivo final de la Óctuple Senda es lograr liberarse del sufrimiento inherente a la existencia fenoménica. Ello se logra al alcanzar el nirvana, estado de iluminación en el que se extingue el fuego de todos los deseos y se superan la codicia, el odio y la ignorancia. Tal estado no debe confundirse con una aniquilación; una vez ha alcanzado el nirvana, el iluminado puede seguir viviendo y eliminar cualquier residuo de karma que pueda quedar, hasta entrar, en el instante de su muerte, a un último estado de nirvana absoluto, llamado parinirvana. En realidad, el nirvana es un estado de conciencia que no puede describirse con palabras y que está más allá de cualquier definición. Cuando se intenta describir, se incurre en negaciones y paradojas. Buda aludió a él con estas palabras (Udana 8.1): "Hay, monjes, algo sin tierra, ni agua, ni fuego, ni aire, sin espacio ilimitado, sin conciencia ilimitada, sin nada, sin estado de percepción; algo sin este mundo ni otro mundo, sin luna ni sol; esto, monjes, yo no lo llamo ni ir ni venir, ni estar, ni nacer, ni morir; no tiene fundamento, duración o condición. Esto es el fin del sufrimiento." Sin restar importancia a los demás preceptos de la Óctuple Senda, que funcionan como imprescindibles fundamentos, es preciso subrayar el último de ellos, la meditación, como la ciertamente difícil técnica cuya práctica correcta y continuada permite purificar la mente y ascender en sucesivos estados de conciencia hasta la iluminación. La meditación no es otra cosa que el cultivo de los cuatro fundamentos de la atención: el monje se sienta con las piernas cruzadas, mantiene el cuerpo erguido y su atención alerta y practica la observación del cuerpo, la de la mente, la de las sensaciones y la de los contenidos mentales. Éste sería un primer paso de la meditación, pero algo aparentemente tan simple implica ya trastocar el funcionamiento de la mente. El meditador debe evitar que la mente se enfoque en el mundo exterior o en las propias fantasías o imágenes mentales para fijarse en la respiración, en las sensaciones o en otros objetos según sea el tipo de meditación que siga. Así se ve inmerso en un mundo sin reacción y sin palabras, alejado y ajeno al abanico perceptual cotidiano que nos atrapa con sus mil facetas ilusorias; y la primera y fundamental ilusión es precisamente la de un yo inmutable. El meditador va tomando conciencia del cambio y fluir que caracterizan la existencia, de la constante y continua sucesión de percepciones y pensamientos, de la imposibilidad de algo permanente. Cualquier persona puede alcanzar el nirvana, aunque en la práctica se considera que es un objetivo accesible solamente para los miembros de una comunidad monástica, que dedican a ello su vida. En el budismo Theravada, quien alcanza la iluminación tras haber seguido la Óctuple Senda es llamado arhat (aquél que vale mucho). Los que no sean capaces de llegar al objetivo final deben procurar obtener una mejor reencarnación a través del perfeccionamiento de su karma. Normalmente es ésta la aspiración de los budistas laicos, cuyo principal propósito y esperanza es llegar, a través de mejores reencarnaciones, a una vida en la que alcancen la iluminación final. Biografía 558 a.C. Probable año de su nacimiento en Kapilavastu (Nepal). Hijo de Suddhodana, rey de Sakya, su madre fallece a los pocos días de nacer y es criado por su tía materna Mahaprajapati. 542 a.C. Contrae matrimonio con su prima Yasodhara, con la que tendrá un hijo, Rahula. Lleva una vida lujosa en palacio. 529 a.C. Los llamados «cuatro encuentros» le revelan el dolor de la existencia y le impulsan a la vida ascética. Abandona a su familia, renuncia a sus responsabilidades como príncipe y se traslada Rajagaha, capital de Magadha, donde conoce al rey Bimbisara. 529-523 a.C. Sigue las enseñanzas de los maestros de yoga Alara Kalama y Uddaka Ramaputa. Insatisfecho, se traslada a Sena, donde se entrega inútilmente a rigurosas prácticas ascéticas. 523 a.C. Abandona el ascetismo y se repone de sus excesos. Tras larga meditación al pie de una higuera, cerca de la ciudad de Gaya, alcanza la iluminación. En Sarnath, cerca de Benarés, pronuncia ante cinco antiguos compañeros su primera prédica sobre las Cuatro Verdades Nobles. Con al protección del rey Bimbisara, dedicará a la predicación itinerante el resto de su vida. 485 a.C. Intento de asesinato de su primo Devadatta, que acaba convirtiéndose. 477 a.C. Probable año de su fallecimiento en Kusinagara. |
Una historia breve de las escuelas budistas. |
Las diversas escuelas budistas de pensamiento, todavía activas en la actualidad, se desarrollaron tras la muerte del Buda (ca. 563 – ca. 483 a.C.), en un esfuerzo por perpetuar sus enseñanzas y hacer honor a su ejemplo. Todas ellas dijeron representar la visión original del Buda y siguen haciéndolo hoy en día. Aunque se dice que el propio Buda pidió que, tras su muerte, no se escogiera ningún líder para dirigir nada parecido a una escuela, eso no fue tenido en cuenta y sus discípulos rápidamente institucionalizaron el pensamiento budista, con sus normas, sus regulaciones y una jerarquía. Es posible que al principio hubiera una visión unificada de lo que el Buda enseñó, aunque con el tiempo surgieron desacuerdos sobre lo que constituía la “verdadera enseñanza”, que dieron lugar a la fragmentación en tres escuelas:
El budismo Theravada dice ser la escuela más antigua y mantener la visión original y las enseñanzas del Buda. El budismo Mahayana al parecer se escindió del Theravada por considerarlo demasiado centrado en sí mismo y habiendo perdido la visión verdadera; esta escuela también dice conservar la enseñanza original del Buda. En realidad, ambas escuelas podrían haberse fundado aproximadamente al mismo tiempo, con enfoques diversos, surgiendo probablemente de dos escuelas anteriores: la Sthaviravada (posible precursora de la Theravada) y la Mahasanghika (también llamada Mahasamghika, considerada por algunos como el primer Mahayana). La conexión entre esas primeras escuelas y las posteriores, sin embargo, ha sido cuestionada. El budismo Vajrayana se desarrolló, sobre todo en el Tibet, en respuesta a lo que se percibía como un exceso de normas en el budismo Mahayana y haciendo énfasis en recorrer el camino budista con naturalidad, sin hacer caso de lo que se suponía que uno tenía que hacer y, por tanto, dice ser el más auténtico. Todas las escuelas budistas mantienen la creencia en las cuatro nobles verdades y el camino óctuple, tal como lo predicó el Buda, pero difieren en cómo seguir ese camino. Las tres escuelas mantienen la creencia en las Cuatro Nobles Verdades y el Camino Óctuple, tal como lo predicó el Buda, pero difieren, a veces de manera significativa, en cómo seguir ese camino. Objetivamente, ninguna es considerada más legítima que las demás, aunque los seguidores de cada una de ellas piensen diferente pero, al mismo tiempo, reconozcan ser todos parte del Ekayana (“Un vehículo” o “Un camino”) en el sentido de que todos aceptan la visión central del Buda y buscan promover la armonía y la misericordia en el mundo. Aunque el budismo a menudo es percibido por los no-adeptos como un sistema de creencias uniforme, es tan diverso como cualquier otro aunque, al menos en teoría, un budista secular actual puede participar en rituales con un religioso budista sin preocupaciones ni conflictos, y todos trabajan con los mismos objetivos esenciales. Buda y el budismo Según la narración fundacional de la vida del Buda, nació como Siddhartha Gautama, un príncipe hindú cuyo padre, intentando evitar que siguiera un camino espiritual en lugar de sucederle como rey, le mantuvo lejos de cualquier experiencia que le hiciera conocer el sufrimiento y la muerte. Los planes del rey tuvieron éxito durante 29 años, hasta que un día, fuera del palacio, Siddhartha fue testigo de las famosas Cuatro Escenas – un anciano, un enfermo, un muerto y un asceta – y se dio cuenta de la realidad de la enfermedad, la vejez y la muerte. Renunció a sus riquezas y a su posición y siguió el ejemplo del asceta, alcanzando la iluminación al reconocer la fugacidad inherente a todos los aspectos de la vida y entender cómo puede vivirse sin sufrir. Desarrolló el concepto de las Cuatro Nobles Verdades, según las cuales el sufrimiento en la vida es ocasionado por el apego a las cosas de la vida, y el Camino Óctuple, la disciplina espiritual que hay que seguir para liberarse del apego y del dolor por el deseo y la pérdida. El profesor John M. Koller comenta: La enseñanza del Buda [de las Cuatro Nobles Verdades] se basó en su conocimiento del surgimiento interdependiente (pratitya samutpada) como naturaleza de la existencia. Surgimiento interdependiente significa que todo está cambiando constantemente, que nada es permanente. También significa que toda la existencia está interconectada, que nada existe separadamente por sí mismo. Y por encima de la fugacidad e interconexión de la existencia, el surgimiento interdependiente quiere decir que todo lo que surge o finaliza lo hace según determinadas condiciones. Por eso la comprensión de las condiciones que lo originan [el sufrimiento] es crucial para el proceso de eliminarlo [el sufrimiento]. (64) El Buda ilustró esas condiciones mediante la Rueda del Sufrimiento, que tiene en su centro la tríada de la ignorancia, el deseo y la aversión; entre este y el borde, los seis tipos de existencia en sufrimiento, y en el borde, las condiciones que originan el duhkha (traducido como “sufrimiento”). La ignorancia de la verdadera naturaleza de la vida estimula el deseo por las cosas que uno cree que son deseables y la aversión por las que uno teme y rechaza. Capturada en esa rueda, el alma está ciega frente a la verdadera naturaleza de la vida y se ve condenada al samsara, la repetición eterna de la reencarnación y la muerte. Difusión y fragmentación Buda predicó su visión desde el momento de su iluminación hasta su muerte, a los 80 años de edad, cuando pidió a sus discípulos que no escogieran ningún líder sino que cada uno siguiera su camino, y que sus restos descansaran en una estupa en un cruce de caminos. Ninguna de estas peticiones fue atendida: sus discípulos rápidamente se organizaron como grupo con un líder y se repartieron sus restos, escogiendo cada uno un lugar para dejarlos en una estupa. Las escuelas budistas tuvieron que competir con creencias fuertemente arraigadas y, en un esfuerzo por situarse a su nivel, desarrollaron una historia fundacional gloriosa. Hacia el 400 a.C., llevaron a cabo el Primer Concilio, en el que establecieron la doctrina budista aceptada, basada en las enseñanzas del Buda y, en el 383 a.C., el Segundo Concilio en el que, según la versión más aceptada, la escuela Sthaviravada insistió en la observancia, en la disciplina monástica, de diez prohibiciones, que la mayoría rechazó. Entonces, o bien la escuela Sthaviravada abandonó la comunidad (conocida como la sangha) o la mayoría se distanció de ella, llamándose a sí misma Mahasanghika (“Gran Congregación”). Todas las escuelas posteriores se desarrollaron a partir de este primer cisma. Estas escuelas tuvieron que competir con el hinduismo y el jainismo, creencias mucho más arraigadas y, en un esfuerzo por situarse a su nivel, desarrollaron una historia fundacional gloriosa, atribuyendo a su fundador numerosos milagros. Aun así, el budismo permaneció como una entre muchas sectas de la India, hasta que fue defendida por el rey maurya Ashoka el Grande (r. 268 – 232 a.C.), quien abrazó la fe y comenzó su difusión. Envió misioneros a otros países como Sri Lanka, China, Corea y Tailandia, lugares donde el budismo fue aceptado más rápidamente que en su país de origen. Sin embargo, las diferencias doctrinales dieron lugar a ulteriores divisiones dentro de la comunidad de adeptos. Al irse institucionalizando el sistema de creencias, esas diferencias se hicieron más significativas. Se desarrollaron diversos cánones de escrituras, considerados verdaderos por unos y rechazados por otros, y surgieron diferentes prácticas correspondientes a dichas escrituras. Por ejemplo, el canon Pali, originario de Sri Lanka, sostenía que el Buda era un ser humano que, a pesar de estar dotado de un gran poder espiritual, alcanzó la iluminación por su propio esfuerzo y, al morir, quedó liberado del samsara y logró la libertad completa de los asuntos humanos. No obstante, con la difusión del budismo, su fundador fue divinizado como un ser trascendente, que siempre había existido e iba a seguir haciéndolo. La muerte del Buda era interpretada como su nirvana, una desconexión de cualquier apego o deseo, aunque algunos seguidores ya no lo vieron tan sencillo como una liberación del samsara sino como una elevación a un estado duradero eternamente; libre del samsara, pero aún presente en espíritu. La escuela Mahasanghika mantuvo esta creencia igual que muchas otras (igual que la afirmación de que el Buda nunca había existido físicamente, sólo como una especie de aparición sagrada), lo que chocaba frontalmente con la escuela Sthaviravada y, posteriormente, con la Theravada. Aunque la visión central del Buda era mantenida por los adeptos, diferencias doctrinales como esa condujeron a la formación de diferentes escuelas de pensamiento budista. Aunque tuvieron lugar muchos cismas antes de la formación de las escuelas Theravada, Mahayana y Vajrayana (solamente la escuela Mahasanghika dio lugar a tres sectas diferentes en ca. 283 a.C.), se dice que la fragmentación de la sangha original en esas escuelas fue predicha por el propio Buda en los que es conocido como los Tres Giros. Este concepto se basa en la Dharmachakra (rueda de ocho radios, un popular símbolo budista), que representa el Camino Óctuple, inspirado por el dharma que, en el budismo, es interpretado como la “ley cósmica”. La Dharmachakra siempre ha estado y estará en movimiento pero, hasta donde llega su reconocimiento humano, fue puesta en marcha cuando el Buda impartió su primer sermón, dio su primera vuelta con el budismo Theravada, una segunda con el Mahayana, y una tercera con el Vajrayana. Budismo Theravada El budismo Theravada es considerado como la forma más antigua del sistema de creencias, aunque eso es cuestionado por expertos actuales. Robert E. Buswell Jr. Y Donald S. López, Jr. Explican: A pesar de la forma en que los expertos han descrito la tradición, Theravada no es sinónimo de budismo temprano ni de una forma más primigenia de la religión, previa al nacimiento del Mahayana. Dicha afirmación sugiere un estado de inercia sectaria que fundamenta la diversidad a lo largo del tiempo de la doctrina y la práctica, dentro de lo que se ha venido en denominar la tradición Theravada. (904) Aun así, muchos de los que se identifican como budistas Theravada siguen afirmando que es la versión más antigua del budismo y la más próxima a la visión del fundador. Es conocida como la “Escuela de los Ancianos”, que deriva del mismo nombre de la anterior escuela Sthaviravada, lo que a veces se interpreta en el sentido de que sus fundadores fueron los más próximos al Buda, aunque en realidad ese término se utilizaba habitualmente en la India para referirse a cualquier secta monástica, lo que se aplica directamente a la Theravada. Sus adeptos se centran en la Tres Enseñanzas (trisksa):
Esta disciplina se sigue como parte del Camino Óctuple y viene inspirada por la figura central de la escuela, el sabio Buddhaghosa (siglo V d.C.) cuyo nombre significa “la voz del Buda” por su capacidad de interpretar y comentar la doctrina budista. Mantienen el canon Pali como el más auténtico y se centran en una interpretación monástica del camino budista en el que el individuo busca llegar a ser un arhat (santo), sin la obligación de enseñar a otros el camino hacia la iluminación. Puede hacerse si uno lo decide así pero, a diferencia del budismo Mahayana, el objetivo no es convertirse en un guía espiritual sino liberarse del samsara. El budismo Theravada se divide en un clero de monjes y una congregación de laicos, entendiéndose que los monjes están más avanzados espiritualmente que la gente común. Se considera a las mujeres inferiores a los hombres e incapaces de alcanzar la iluminación hasta que son reencarnadas como un hombre. La escuela Theravada a veces es denominada Hinayana (“Pequeño Vehículo”) por los budistas Mahayana, lo que es considerado como un insulto por los budistas Theravada porque da a entender que su escuela es menos importante. Budismo Mahayana la Mahayana es la forma de budismo más extendida y popular en el mundo hoy en día. El budismo Mahayana se autodenomina “Gran Vehículo”, ya sea porque se considera el depositario de las enseñanzas verdaderas y capaz de conducir al mayor número de gente hasta la iluminación (como se ha afirmado) o porque se desarrolló a partir de la anterior “Gran Congregación”, la escuela Mahasanghika, y quiere distanciarse de ella, aunque sea ligeramente. Se fundó 400 años después de la muerte del Buda, probablemente inspirada por la anterior ideología Mahasanghika, y fue definida y codificada por el sabio Nagarjuna (ca. Siglo II d.C.), la figura central de la escuela. Puede ser que inicialmente se tratara de una escuela menor, antes de interactuar con la Mahasanghika o, según algunos expertos, se desarrollara por sí misma sin su influencia. En cualquier caso, la Mahayana es la forma de budismo más extendida y popular en el mundo hoy en día, difundiéndose, desde su aceptación inicial en China, Corea, Mongolia, Japón, Sri Lanka y el Tibet, hasta lugares diversos por todo el mundo. La escuela Mahayana cree que todos los seres humanos poseen una naturaleza de Buda y pueden alcanzar la consciencia trascedente, convirtiéndose en un Bodhisattva (“esencia de iluminación”), que puede guiar a otros por el mismo camino. Los adeptos buscan llegar a un estado de sunyata – la constatación de que todas las cosas están exentas de una existencia o naturaleza intrínseca y de un significado duradero –, un borrado de la mente que permite reconocer la auténtica naturaleza de la vida. Al alcanzar ese estado superior, tal como hizo el Buda, uno se convierte también en buda. Ese estado trascendental es similar a cómo el propio Buda vio a dioses y espíritus – como existentes pero incapaces de dar ningún servicio al individuo – pero, como Bodhisattva, tanto los hombres como las mujeres que han despertado pueden ayudar a otros y ayudarse a sí mismos. Igual que con la Theravada y las otras escuelas budistas, el foco está en el ‘yo’ – auto-perfección y auto-redención – y nadie más puede hacer el trabajo espiritual necesario para liberarse a uno mismo del sufrimiento. A pesar de que a veces el Buda es visto como un ser divinizado por los budistas Mahayana, su doctrina no anima a acudir a él en busca de ayuda. Siguiendo la propia visión del Buda, se desaconseja la creencia en un dios creador que presta atención a las oraciones, porque eso crea una vinculación entre un poder exterior y el propio ‘yo’ que va a producir desengaño y frustración cuando las plegarias no sean escuchadas. Esto no significa que ningún budista Mahayana rece directamente al Buda; la tradición de representarlo en objetos artísticos como estatuas, de rezar a dichos objetos y considerarlos sagrados – observada en el budismo Mahayana – fue introducida por la escuela Mahasanghika y está entre las razones de peso para creer que la nueva escuela emergió de la más antigua. Budismo Vajrayana El budismo Vajrayana (“Vehículo del Diamante”) se denomina así por su asociación de la iluminación con una sustancia indestructible. También se denomina “Vehículo del Rayo” en referencia al budismo tántrico o Zen, en el que la iluminación cae como un rayo después de que uno haya hecho el esfuerzo requerido para perfeccionarse a sí mismo. Con frecuencia es considerado descendiente del budismo Mahayana – incluso a veces es descrito como una secta de dicha escuela – aunque en realidad recoge doctrinas tanto del Mahayana como del Theravada, añadiendo innovaciones propias. Tanto en el budismo Theravada como en el Mahayana, uno decide seguir el camino, acepta las Cuatro Nobles Verdades y el Camino Óctuple como legítimos, y se compromete a una disciplina espiritual que conducirá a la iluminación, renunciando a los hábitos inútiles. En el budismo Vajrayana, se entiende que uno tiene ya una naturaleza del Buda – todos la tienen, tal como afirma el Mahayana – pero, en el Vajrayana solamente hay que darse cuenta de eso para despertar completamente. Un adepto, por lo tanto, no tiene que dejar los malos hábitos, como beber alcohol o fumar, de manera inmediata, para comenzar el trabajo en el camino; solamente ha de comprometerse a seguir el camino y el deseo de tener conductas dañinas o no saludables irá perdiendo progresivamente su atractivo. En lugar de distanciarse del deseo, se camina a través de él, abandonando el apego al ir avanzando en la disciplina. Igual que en el budismo Mahayana, la escuela Vajrayana se centra en llegar a ser un Bodhisattva para guiar a los demás. Fue sistematizado por el sabio Atisha (982 – 1054 d.C.) en el Tibet, por lo que a veces es denominado budismo tibetano. El Dalai Lama, considerado frecuentemente como el líder espiritual de todos los budistas, técnicamente sólo lo es de la escuela Vajrayana, y sus opiniones están muy en línea con esta escuela de pensamiento. Otras escuelas. Existen muchas otras escuelas budistas que se han desarrollado por todo el mundo a partir de las tres comentadas. En Occidente, la más popular es el budismo Zen, que pasó de China a Japón, donde se desarrolló completamente antes de llegar a Occidente. Tal como les gusta decir a los maestros Zen, “lo que llamas Zen no es Zen; lo que no llamas Zen no es Zen”, en el sentido de que el estado que uno desea alcanzar es indefinible, solamente puede ser experimentado. Se llega a ese estado por medio de la meditación profunda y la concentración mental sobre koans – normalmente traducido como “acertijos” – que no tienen solución, como el famoso “¿Cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?”, para borrar la mente, liberarse del deseo, y alcanzar el estado de samadhi, un estado de visión psicológica y espiritual similar al sunyata. Los estudiantes del budismo Zen a menudo siguen a un maestro que puede abofetearles, gritarles, o pegarles de repente con un bastón, para despertarles de la ilusión de quien creen ser y de lo que creen estar haciendo. Esos ataques repentinos van dirigidos, igual que los acertijos, a que los adeptos se liberen del pensamiento racional y lineal para ascender a un estado de consciencia superior. El budismo de la Tierra Pura también se desarrolló a partir del Mahayana, y su objetivo es la reencarnación en una “tierra pura” de un reino del Buda que existe en un plano superior. La creencia viene de un texto conocido como el Sutra de la Vida Infinita, en el cual el Buda explica una historia de un buda anterior llamado Amitabha que se convirtió en Bodhisattva y a quien fueron revelados los reinos del Buda accesibles para los iluminados. Los esfuerzos de Amitabha para salvar del sufrimiento a todas las criaturas sensibles dio lugar a la creación del reino de Sukhavati, el mayor de todos, en el cual se experimenta la felicidad completa después de abandonar el cuerpo tras la muerte. Aunque la Tierra Pura tiene su propia escuela, algunos budistas Mahayana observan las mismas doctrinas. Una escuela cada vez más popular en Occidente es el budismo secular, que rechaza todos los aspectos metafísicos del sistema de creencias para centrarse en la propia mejora por el propio interés. El budismo secular reconoce las Cuatro Nobles Verdades y el Camino Óctuple, aunque a nivel puramente práctico y psicológico. No hay santos, ni Bodhisattvas, ni reinos del Buda, ni concepto de reencarnación, a considerar. Uno simplemente se implica en la disciplina tal como la estableció el Buda, para ser una versión mejor de sí mismo y, al morir, se deja de existir. No existe el concepto de recompensa después de la muerte; los esfuerzos por ser la mejor persona posible en vida se consideran la recompensa por sí mismos. Conclusión. Resulta imposible decir cuál de las escuelas, si es que hay alguna, es la más próxima a la visión original del Buda. Siddhartha Gautama no dejó nada escrito sino que – como muchas otras grandes figuras espirituales a lo largo de la historia, cuyos seguidores fundaron una religión en su nombre – vivió acorde con sus creencias e intentó ayudar a los demás en sus dificultades. Como los primeros textos budistas fueron escritos siglos después de la muerte del Buda, en una época en que era habitual exaltar los eventos de la vida de una persona famosa, no se sabe si su llamada “biografía” es precisa y ni siquiera si lo son las fechas en que se dice que vivió. En cualquier caso, el Buda fundó un sistema de creencias que cuenta con más de 500 millones de adeptos en la actualidad y que, durante siglos, ha ofrecido a la gente un camino hacia la paz de espíritu y una inspiración para ayudar a los demás. La creencia budista en la santidad de cualquier vida – sin importar con qué escuela uno se identifica – promueve la atención hacia los demás seres humanos, animales y la propia tierra, en un esfuerzo para acabar con el sufrimiento y hacer propuestas de transformación. A este respecto, cada escuela apunta hacia objetivos que el propio Buda aprobaría y las diferencias en cómo alcanzarlos son irrelevantes. Bibliografía Baird, F. E. & Heimbeck, R. S. Philosophic Classics: Asian Philosophy. Routledge, 2005. Burtt, E. A. The Teachings of the Compassionate Buddha. Berkley, 2000. Buswell, R. E. jr & Lopez, D. S. jr. The Princeton Dictionary of Buddhism. Princeton University Press, 2013. Ebrey, P. B. The Cambridge Illustrated History of China edition. Cambridge University Press, 2010. Harvey, P. An Introduction to Buddhism. Cambridge University Press, 2013. Keay, J. India: A History. Grove Press, 2010. Koller, J. M. Asian Philosophies. Prentice Hall, 2007. Long, J. D. Jainism: An Introduction. I.B. Tauris, 2009. Reps, P. Zen Flesh, Zen Bones. Tuttle Publishing, 1998. Suzuki, D. T. Zen Buddhism. Harmony, 1996. |
Viajes Patricia Paulo: “La enseñanza de Buda te ayuda a vivir mejor, a liberarte del sufrimiento” Patricia Paulo es una de las guías expertas de EL PAÍS Viajes. Más allá de la historia y la religión, sus viajes a Nepal o la India son toda una aventura espiritual Sara Andrade Abad 24 JUN 2025 - |
Patricia Paulo es una enciclopedia viva: hay pocas cosas que no conozca sobre las religiones del mundo, y contagia sin esfuerzo su emoción y entusiasmo por cada una de ellas, sobre todo por el budismo, que es en la que más ha profundizado. Esta argentina de raíces españolas e italianas lleva desde 2017 guiando algunos de los viajes más populares de EL PAÍS Viajes a destinos como la India, Nepal o Japón, pero siempre en clave espiritual. Además de Licenciada en Ciencias de la Comunicación, está especializada en Relaciones Humanas; es investigadora de las grandes enseñanzas dadas a la humanidad por filósofos, religiones y escuelas de pensamiento; es coach y terapeuta holística y, recientemente, también profesora de yoga. Charlamos con ella para conocer mucho más sobre sus viajes y todo aquello que ofrece en cada uno de ellos. Pregunta. ¿Cómo empezaste a interesarte por las religiones y, especialmente, por el budismo, que es la doctrina de la que más hablas en tus viajes? Respuesta. Desde que tengo uso de razón. Todo lo espiritual fue siempre importante en mi vida. No tanto porque mi familia fuera practicante, aunque es verdad que nací en una familia católica cristiana y, por supuesto, tenía la base de los sacramentos básicos y demás, pero no era una familia que me empujara a seguir algo religioso, sino que fui yo quien se interesó. Es más, te diría que era más espiritual que todos los demás. P. ¿Lo heredaste de alguien? R. Sí, de mi abuela. Mis tías siempre recordaban que decía las mismas cosas que ella; y murió cuando yo tenía solo dos años. Sobre los 18 años, aproximadamente, estaba en una búsqueda más espiritual; buscaba algo que no solamente fuera una religión, sino que también me ayudara a estar mejor. No me interesaban tanto lecturas que fueran informativas, sino que me ayudaran a mí, en definitiva, es como que buscaba esa perfección como ser humano; ser mejor persona. Me fueron llegando distintas personas, situaciones de la vida, distintas corrientes filosóficas y religiones como el budismo, que para mí fue un mundo que se abrió. P. ¿Qué tenía que tanto te atrajo? R. Me pareció muy práctico, muy claro y fácil de aplicar en tu vida. Es lo que yo trato de hacer en mis viajes, que no solo te quedes con la teoría sino que la puedas aplicar en ti para ser mejor. P: ¿Por dónde empezaste? R: Por supuesto que con la historia. La leyenda del príncipe Siddhartha Gautama era para mí tan solo una leyenda, algo que existía pero que no era tangible. Empecé a profundizar más en la filosofía budista y me encontré con que la enseñanza de Buda realmente va más allá de la historia; se trata de una formación que te ayuda a vivir mejor, a liberarte del sufrimiento. Además, tuve la oportunidad de viajar a la India y al lugar donde él había nacido —sabía que existían estos sitios, pero no estaba tan segura de lo que iba a encontrar, porque estamos hablando de hace 2.600 años—. Este viaje lo hice entre el 2000 y 2005. Después volvería muchas más veces. P. ¿Qué significó para ti esa primera vez en la India? R. Para mí el viaje a la India fue muy movilizante porque, justo cuando llegué, me sentí como si estuviera en casa. Me sentía en un lugar donde lo espiritual va por delante, porque realmente lo que sucede en estos países (y es por eso que me encantan) es que a nivel de sociedad, a nivel de conciencia de las personas, lo prioritario es lo interno, la inofensividad, la bondad… Es verdad que te encuentras con situaciones físicas más limitadas y quizás están más descuidadas, pero ahí es cuando siempre hacemos el comparativo de que en realidad en estos viajes hay un trabajo más interno que externo: verás muchas carencias en lo externo, pero internamente son mucho más ricos y más cuidados que en el mundo occidental, donde quizás se cuida mucho lo externo, la apariencia, lo material, y lo interno se cuida menos. P. ¿Qué te llamó más la atención y te sigue llamando ahora mismo? R. Me llama la atención cómo todas esas religiones con distintas realidades conviven y se integran perfectamente; en algunas ocasiones, se rozan unas con otras y viven en perfecta armonía. El súmun fue cuando llegué a los lugares sagrados donde se sitúa la historia de Buda y me di cuenta de que no era una leyenda. Él nació hace 2.600 años, pero fue el hijo de un rey que, además, vivió hasta los 80 años impartiendo sus enseñanzas, movilizando a más de 5.000 personas y transformando a infinidad más. Muchos llegaron a alcanzar la iluminación gracias a esa enseñanza y, por eso, aquellos lugares quedaron registrados. Ashoka, un rey sanguinario que se convirtió al budismo, volviéndose compasivo, contribuyó a la expansión de esta doctrina fuera de India y marcó los lugares exactos donde estaba registrado el nacimiento de Buda; el lugar donde vivió; donde se iluminó; donde daba sus sermones… Gracias a él se pueden conocer a día de hoy. P. ¿Qué ocurre después de ese viaje? R. Voy profundizando más y más; en cada viaje siempre lo hago. Nunca hay uno igual. A medida que voy viajando a la India voy encontrándome con el hinduismo, los Sikhs, el jainismo, etcétera. Todo me intriga y quiero saber más. Entonces empiezo a estudiar y a ver cómo funcionan estas religiones, cómo fueron creadas, qué es lo que hacen… Quería comprenderlas sin juzgar, y llegué a la conclusión de que en todas hay espiritualidad. Siento mucho respeto cuando me acerco a ellas., y cuando tengo la oportunidad lo practico con ellos. O sea, si voy a un centro budista, soy budista; si voy a una iglesia católica, soy católica; y cuando voy a un centro sikh, soy un sikh. Y así hago en cada lugar que piso. P. La religión católica tiene sus propias normas de comportamiento, que más o menos todos conocen. Pero, al visitar un templo budista, muchos no saben cómo comportarse. ¿Qué es lo principal que debe tenerse en cuenta? R. Claro, cada uno de estos lugares tiene distintos protocolos. Sobre todo, el más importante es en Japón. En el budismo, lo primero que hay que tener en cuenta, es que no se adora al Buda en sí mismo, sino que lo que se hace es practicar su enseñanza y tratar de entenderla. Porque la enseñanza es una doctrina de sabiduría, y por lo tanto requiere el estudio y la comprensión. Lo primero que ellos valoran es que uno sea ser humano, porque ellos creen en la reencarnación y consideran que cuando tú naces como ser humano es tu gran oportunidad de aprender la enseñanza. Has de tener un nivel de conciencia suficiente para recibir esa enseñanza, comprenderla e inclusive llegar a compartirla. El budismo se basa en cuatro verdades: conocer que existe el sufrimiento; reconocer el sufrimiento tanto tuyo como en el mundo; darse cuenta de las causas de ese sufrimiento; y saber que puedes liberarte de ese sufrimiento y el modo en el que te liberas de él, que ellos lo resumen en ocho pasos. Es la rueda del Dharma, la rueda de la evolución de la enseñanza. El Dharma es la enseñanza. Practicando esas cuatro nobles verdades, y con esos ocho pasos, uno empieza a generar méritos y conciencia para poder aprender las enseñanzas del Buda, que te van a sacar de situaciones de sufrimiento. Y eso lleva a desarrollar en los seres humanos la compasión, la generosidad, la gratitud y otras grandes cualidades, que ellos ofrecen como prácticas que debemos tener incorporadas en nuestra vida diaria. P. ¿Qué pasa después? R. Cuando la persona se transforma y deja de sufrir, lo que le surge es la gratitud. Y de ahí viene la adoración al Buda. Cuando uno va a un templo budista debe poner las manos juntas en el pecho, a la altura del corazón, dando gracias a lo más sagrado que tenemos; o las manos puestas a la altura de la mente, entregando nuestra mente al Buda. Cada vez que tú haces eso, estás sumando méritos para poder seguir aprendiendo más. Otra cosa que hay que tener en cuenta es que nunca, por ningún motivo, se le da ni la espalda, ni se sienta uno con los pies apuntando hacia una imagen de Buda, porque consideran que la cabeza es lo más elevado que tenemos y los pies lo más bajo que tenemos. Los pies siempre tienen que estar en posición de loto, mostrando respeto a la deidad. También se le pueden hacer ofrendas: incienso, porque es purificador; flores; agua; perfumes; aromas… Debemos descalzarnos porque es una señal de respeto, aparte de por higiene, y recitar algunas enseñanzas, porque en el budismo no hay un rezo, sino que se recita la enseñanza de Buda. P. ¿Y cuáles son? R. Los sutras son los sermones, las enseñanzas que Buda compartió. Sutra significa hilo conductor, y eso quiere decir que el sutra en sí mismo, la enseñanza del Buda, no es la iluminación, sino lo que te sucede a ti después de recitarlo. Es como cuando lees un libro: terminas, te haces un proceso mental interno y, de golpe, entiendes muchas cosas que no están escritas en el libro, pero es el efecto que viene después de esa lección. Eso es lo que hace el sutra, y a lo que conduce es a la iluminación. Por eso, cuanto más se aprende, cuanto más se recita, más vas evolucionando, más vas despertando tu visión y mejor trabajas esos ocho pasos. Correcta observación, correcta concentración, correcta meditación, mejoras tu forma de pensar, tu forma de hablar, tu forma de actuar y tu forma de vivir con el correcto esfuerzo. P. Aparte del budismo, también te fascina el hinduismo. ¿Por qué? R. El hinduismo tiene más de 5.000 años, y no es una religión en sí, sino que tiene que ver con una civilización. Tiene muchísima información que se ha aplicado en el mundo desde distintos lugares; y a nivel de la parte religiosa, ellos adoran a los dioses, que son representaciones de energías poderosas y universales. Tienen, además, muchísimas imágenes, y cada una de ellas tiene un significado y un simbolismo, unas características diferenciadoras. En el hinduismo las adoraciones son aartis, celebraciones de bendiciones donde hay un Brahman, que sería como el sacerdote, el que está conectado con el dios, pidiendo y orando constantemente, a veces en voz alta, como un cántico. Es muy impresionante porque, además, hay un momento en el que se llevan las ofrendas, se bendicen y luego te las devuelven bendecidas para que te las lleves a tu casa (el Prasad). También marcan el tercer ojo como símbolo de protección, y cada templo hindú tiene una forma diferente de pintar tu frente. Dependiendo del dios que veneren, el tilaka (dibujo) que te van a hacer en la frente será diferente. P. ¿Esto lo viven contigo los viajeros de EL PAÍS Viajes? R. Sí, por supuesto. A mí me encanta cuando vamos a la India y llevamos a la gente a Benarés, que es la ciudad más sagrada del hinduismo. Allí, todos los días a las seis de la tarde hay un aarti frente al río Ganges. Es cierto que ese aarti es más turístico, pero es muy especial porque es como si fuera una coreografía de cinco sacerdotes al mismo tiempo ofreciendo fuego, flores, agua, incienso… Parece un festival de luz y sonido. Normalmente, suelo cerrar el viaje siempre allí, porque creo que te llevas un recuerdo muy bonito de lo que es la India y te vas haciendo tu ofrenda también al río Ganges. La idea de mis viajes es que la gente lo experimente y que lo viva por sí misma. P. ¿Qué más hacéis en vuestros viajes? R. Además de conocer el budismo e hinduismo, que son las religiones más fuertes, también nos encontramos con los Sikhs. Visitamos su lugar más sagrado, Amritsar, y también aprendemos sobre sus enseñanzas. Ellos trabajan sobre la conciencia de igualdad entre los seres humanos; y ofrecen alimentos gratuitamente durante todos los días, al mediodía y a la noche. En Delhi son más de 70.000 comidas diarias. Todos son voluntarios y todos comen la misma comida sentándose en el mismo lugar. No importa de qué casta sean o qué nivel tengan, todos son iguales. También nos acercamos al jainismo, que es una religión muy particular porque fue fundada por Mahavira, que era contemporáneo de Buda. Había como una competencia entre Mahavira y Buda; Mahavira daba también sermones hasta en los mismos lugares donde los impartía Buda en la misma época. Lo que trabaja Mahavira es la inofensividad, van ligeros de ropa y tiene una conexión muy importante con la naturaleza. El ejemplo número uno del jainismo fue Mahatma Gandhi, que movió el mundo desde esa conciencia. Cuando vamos a Delhi visitamos los lugares de Gandhi y hacemos ofrendas. P. Uno de tus viajes más populares es el de Tras las huellas de Buda. Nepal e India. ¿Qué destacarías de este viaje? R. En este viaje próximo, el 8 de octubre, empezamos por Nepal. Allí podremos ver los lugares sagrados, y luego bajar al lugar donde nació Buda, a Lumbini, que actualmente pertenece a Nepal. Esto hay que hacerlo con un autobús privado, por carretera, porque no hay forma de hacerlo con transporte público. No existe esta ruta. Nuestros grupos son reducidos para poder compartir cómodamente. Después de Nepal, seguimos haciendo toda la ruta del Buda y terminamos en Benarés, para conocer el hinduismo y el jainismo. Además (que está hecho con toda la intención), el viaje coincide con el Diwali, el festival de las luces o el Año Nuevo para los hindúes, que celebran la llegada de Lakshmi, que es la diosa de la prosperidad. Son cinco días de celebración, donde en uno de ellos se hace una cena familiar, hay fuegos artificiales y lo vemos en persona, y lo compartimos con una familia local para poder celebrarlo juntos. P. ¿Qué es lo que suele gustar más en estos viajes? R. Que no es solamente un viaje turístico en el que se visiten los lugares de mayor relevancia cultural, sino que hay una experiencia inmersiva donde podemos comprender y recibir eso que sucede solamente para los locales. Vivimos la historia de hace 2.600 años en el mismo lugar donde sucedió, y por lo tanto, la experiencia es muy potente para los viajeros. Lo que yo aporto es el toque profundo; en el viaje de Japón no solo les explico las diferencias del budismo zen, sino que les enseño muchas prácticas como la ceremonia del té, la caligrafía… En Nepal tenemos experiencias con cuencos tibetanos y, en el caso de Diwali, vamos a una casa de una familia para compartir y participar con ellos de la ceremonia. Visitamos templos que son poco visitados pero vamos bien preparados. P. ¿Qué es lo que más disfrutas? R. Me encanta compartir lo que yo siento cuando estoy en esos lugares, y que se lleven todas las bendiciones a casa. Que el viaje les mejore su vida. |
Dificultades occidentales para definir el budismo. Una discusión muy común en la cultura occidental es la de si el budismo es o no una religión. El budismo es considerado de manera general por la práctica totalidad de la literatura occidental como una religión que afirma una vía de liberación espiritual al sufrimiento. No obstante, Buda Gautama refuta la existencia de deidades, rechazando tanto el dogmatismo como la fe. El nirvana no es debido a una revelación divina, sino que se produce como un descubrimiento directo y personal de la realidad última. Un buda no es un dios, ni un mesías, ni un profeta. El budismo no afirma la existencia de un creador del universo como causa última de la realidad, y sus enseñanzas no son percibidas por sus seguidores como dogmas. Según modelos adoptados por los estudiosos occidentales de las religiones, como por ejemplo el que usa Ninian Smart,[1] los aspectos religiosos del budismo son entre otros: Por experiencia propia y emotivo: esto se observa en el énfasis que pone el budismo en el valor de la propia experiencia personal directa y en una búsqueda de conexión emocional con algo más grande que el sí mismo, a lo que Myokyo-Ni se refirió como "religarse" a la existencia, la vida o a la "base del ser".[2] Práctica ritual y devocional: aunque el énfasis de las escuelas budistas en la devoción y la práctica de rituales es muy variable, todas ellas las llevan a cabo. Narrativas y mitos: el budismo utiliza innumerables historias y parábolas edificantes e instructivas. La misma historia de Siddhartha Gautama se ofrece como un modelo de vida y contiene elementos claramente fantásticos y simbólicos. Aparte de estas tres características, este modelo también incluye otras cuatro dimensiones adicionales: "Doctrinal/Filosófica", "Ética/Legal", "Social/Organizativa" y "Material/Objetos" todas ellas también presentes en el budismo. El motivo que genera dificultades en la mente de muchos occidentales para poder calificar el budismo como religión es su carácter no teísta. Al "heredar" la cosmología del brahmanismo, el budismo menciona devas (ángeles o deidades), pero niega que estas deidades tengan una esencia eterna; no se conciben como una realidad independiente del sujeto que las percibe y no pueden afectar o interceder en la liberación de la persona. Otra complicación aún mayor lo constituye el hecho de que el budismo rechaza la existencia del alma o espíritu, si bien no puede ser considerado nihilista (véase Ātman). En Occidente se suele asociar la religión con la conexión del alma con la divinidad. Esto es un patrón cultural influenciado por las religiones abrahámicas, pero no se trata de algo universal aunque provoque que muchas personas vean el budismo como una filosofía, un modo de vida y práctica o incluso únicamente una técnica de mejoramiento personal. De hecho, aparte de no afirmar la existencia de un dios como última explicación de la realidad, el budismo realiza además indagaciones muy elaboradas sobre las características y la naturaleza fundamental del ser humano, la mente y la realidad. Sin embargo el budismo no es considerado en occidente como una filosofía ya que no es solo un mero cultivo intelectual o personal, sino también social, moral y contradictoriamente espiritual. Apreciaciones sobre la importancia relativa de esta discusión. Sin embargo, este debate sobre la naturaleza del budismo sea posiblemente un fenómeno mayoritariamente occidental porque las lenguas no-occidentales no poseen una traducción exacta para la palabra religión.[3] De hecho, en la opinión de algunos eruditos budistas orientales, como Walpola Rahula, cualquier tipo de concepto con el que identifiquemos al budismo no constituye más que un "etiquetado" [4] carente de relevancia. A partir de finales del siglo XIX el budismo ha sido reconocido en Occidente, donde ha influenciado el pensamiento, el arte y la psicología humanista y existencial. Referencias
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Llegada del budismo a Occidente. En el siglo XIII, viajeros internacionales, como Giovanni de Piano Carpini y Guillermo de Ruysbroeck , enviaron informes sobre el budismo a Occidente y notaron algunas similitudes con las comunidades cristianas nestorianas. El famoso escritor de viajes Marco Polo (1254-1324) escribió mucho sobre el budismo, sus ritos y costumbres, en lugares como Khotan, China y Sri Lanka. Cuando los estados europeos hicieron un contacto más directo con el budismo a principios del siglo XVI, los misioneros jesuitas en Asia, como San Francisco Javier e Hipólito Desideri, enviaron relatos detallados de la doctrina y las prácticas budistas. Hipólito Desideri pasó mucho tiempo en el Tíbet, aprendiendo el idioma tibetano y la doctrina budista tibetana antes de escribir un relato de sus viajes y del budismo tibetano. También escribió varios libros en tibetano que promovían el cristianismo y criticaban el budismo. Otros escritores jesuitas influyentes sobre el budismo son Alessandro Valignano (1539–1606) y Matteo Ricci (1552–1610). Los esfuerzos coloniales portugueses en Sri Lanka durante los siglos XVI y XVII vieron algunos de los primeros contactos directos a gran escala entre budistas y mundo occidental. Según Stephen Berkwitz, a finales del siglo XVII, "la existencia de una religión en toda Asia que adoraba imágenes de Buda, conocido y mencionado por muchos nombres diferentes, era un hecho bien conocido entre los eruditos europeos". Este reconocimiento de que el budismo era, en efecto, una religión asiática distinta con sus propios textos, y no solo una forma de paganismo local, llevó a los misioneros católicos a considerarlo un serio rival del cristianismo en Asia y a promover su estudio para combatirlo. También intentaron explicar cómo podía existir una religión que parecía desviarse de las que provenían de la revelación divina y, sin embargo, contenía numerosas similitudes (órdenes monásticas, nacimiento virginal de su fundador, creencia en el cielo y el infierno, etc.). Con la llegada de los textos sánscrito y los estudios orientales a las universidades europeas a finales del siglo XVIII, y la posterior disponibilidad de textos budistas, los estudios budistas occidentales comenzaron a tomar forma en Universidades y Academias de Ciencias.. En la segunda mitad del siglo XIX, el budismo atrajo la atención de los intelectuales occidentales y, durante el siglo siguiente, el número de adeptos aumentó en occidente. También en este siglo principalmente a través de la inmigración asiática a lugares americanos, como Estados Unidos, donde trabajadores chinos y japoneses construyeron templos y compartieron sus tradiciones budistas a los occidentales. Posteriormente, en el siglo XX, el interés creció entre los occidentales gracias a las obras académicas , el intercambio cultural tras la Segunda Guerra Mundial y la influencia de maestros destacados como D. T. Suzuki, y la llegada de refugiados tibetanos después de 1959 también amplió el público occidental del budismo tibetano, especialmente durante los movimientos contraculturales de la década de 1960. |
Daisetsu Teitaro Suzuki (鈴木 大拙 Suzuki Daisetsu?, 18 de octubre de 1870 - 12 de julio de 1966) fue un filósofo japonés, reconocido como uno de los promotores del zen en Occidente. Su nombre de nacimiento fue Teitarō (貞太郎?) y su nombre budista como monje fue Daisetsu, pero internacionalmente fue conocido con sus dos nombres juntos, así como D. T. Suzuki o Daisetz Teitaro Suzuki.[1] Ha sido uno de los pilares que prepararon el terreno para que otros maestros del Ch'an y el Zen pudieran darse a conocer posteriormente. Con sus numerosos libros y ensayos sobre Budismo, Zen y Shin, fomentó el interés de Occidente por la espiritualidad Zen y Shin. Fue además un gran traductor de literatura china, japonesa y sánscrita. Aunque su lugar de nacimiento hace ya tiempo que dejó de existir, un monumento marca su localización. Su nombre budista "Daisetsu", cuyo significado es "Gran Simplicidad", le fue dado por su maestro Zen Soyen Shaku. Biografía Nació en Honda-machi, Kanazawa, en la prefectura de Ishikawa. Cuarto hijo del médico Ryojun Suzuki. La clase samurái en la familia Suzuki decayó con la caída del feudalismo, lo que obligó a su madre, una budista Shin, a criarle en un entorno de pobreza tras la muerte de su padre. Cuando tuvo suficiente edad para tomar conciencia de la situación en la que había nacido, comenzó a buscar respuestas en las diferentes formas de religión. Su intelecto filosófico, por naturaleza agudo, encontró dificultad para aceptar algunas de las cosmologías a las que fue expuesto. Su hermano, abogado, financió su vida y educación en Tokio, en la Universidad de Waseda. En 1890 ingresó en la Universidad de Tokio, pero intensamente atraído por el budismo Zen, estudió en Kamakura con Imagita Kosen Roshi, abad del monasterio Engaku-ji, y tras su muerte con Soyen Shaku. Soyen fue un monje Zen excepcional. En su juventud, su maestro Kosen y otros le habían reconocido como muy avanzado. Tres años después de recibir la "Transmisión del Dharma" de Kosen, a la edad de 25 años, Soyen tomó la determinación de viajar a Ceilán (actualmente, Sri Lanka) para estudiar Pali y Budismo Theravāda, viviendo la vida retirada del bhiksu durante tres años. Bajo la tutela de Soyen Shaku, los estudios de Suzuki fueron esencialmente internos y no-verbales, incluyendo largos períodos de zazen (meditación sentado). Una labor comprometida que Suzuki describió como cuatro años de esfuerzo mental, físico, moral e intelectual. Durante sus períodos de entrenamiento en Engaku-ji, Suzuki vivió la vida de cualquier monje. El describe esta vida y su propia experiencia en Kamakura en su libro "El entrenamiento de un monje budista Zen". Fue invitado por Shaku Soen a visitar los Estados Unidos en la década de 1890. En 1906 tradujo uno de sus libros al inglés, lo que significó el punto de partida en su carrera como escritor de libros en inglés. Carrera profesional . En su juventud, Suzuki adquirió buenos conocimientos de diversas lenguas (chino, sánscrito, pali), incluyendo varios idiomas europeos. Shaku Soen fue uno de los conferenciantes invitados al Parlamento Mundial de religiones en Chicago, en 1893. Cuando un erudito alemán (que residía en La Salle, Illinois), el Dr. Paul Carus, se dirigió a Shaku Soen para solicitarle ayuda en la traducción y preparación de literatura espiritual oriental para su publicación en Occidente, le recomendó a su discípulo Suzuki para dicha labor. Suzuki vivió en casa del Dr. Carus, trabajando con él en un principio en la traducción del clásico chino Tao Te King. En Illinois, Suzuki comenzó los primeros esbozos de su trabajo sobre el Budismo Mahāyāna. El mismo Carus había escrito un libro ofreciendo una visión del Budismo, titulado "El Evangelio de Buda". Shaku Soen escribió una introducción para él, y Suzuki tradujo el libro al japonés. En esta época, a finales de siglo, un buen número de occidentales y asiáticos (Carus, Soen y Suzuki incluidos) se involucraron en el reavivamiento mundial del budismo, que había comenzado levemente en la década de 1880. Desde 1897 a 1909 residió en La Salle, Illinois, Estados Unidos, como traductor y editor de obras filosóficas y religiosas para The Open Court Publishing Co., colaborando con el Dr. Paul Carus. También fue intérprete de Soyen Shaku durante su gira estadounidense (1905/6) y en 1909 continuó sus estudios de Zen en Kamakura con el citado maestro, alcanzando el satori (la iluminación) bajo su guía. Matrimonio Mientras vivía en los Estados Unidos, Suzuki viajó por Europa antes de convertirse en profesor en Japón. Posteriormente fue profesor de la Peer´s School de Tokio (1909/21) y en este período contrajo matrimonio (1911) con una estadounidense, Beatriz Erskine Lane, una teósofa. Posteriormente, Suzuki se unió a la Sociedad Teosófica convirtiéndose en un activo teósofo. Dedicados a la propagación del Budismo Mahayana, vivieron en una cabaña en los terrenos del Engaku-ji hasta 1919, en que se mudaron a Kioto, donde Suzuki comenzó su carrera como profesor en la Universidad de Otani, en 1921. Mientras estaba en Kioto, visitó al Dr. Hoseki Shinichi Hisamatsu, un famoso erudito Budista Zen, y discutieron sobre el Zen en el Templo Shunkoin en el complejo del Templo Myoshinji. En el mismo año en que ingresó en la Universidad Otani, él y su esposa, Beatrice, fundaron la "Eastern Buddhist Society" (Sociedad Budista Oriental), y el periódico The Eastern Buddhist (1921), para el cual escribió muchos artículos que fueron la base de sus futuros libros de los cuales ya había publicado dos en 1900 y 1907; la sociedad estaba enfocada al Budismo Mahayana y ofrecía lecturas y seminarios, publicando un periódico, el "Eastern Buddhist". Enseñó después en las universidades Otani de Kioto (1921/41) y en la de Universidad Columbia de Nueva York (1951/57). Realizó muchos viajes disertando sobre Zen en las universidades de Oxford, Cambridge, Yale, Harvard, Cornell, Princeton y otras. Suzuki mantuvo contactos con Occidente, jugando un papel en el Congreso Mundial de las Diversas Fes en 1936, en la Universidad de Londres (durante este año, él era un profesor de intercambio). En 1949 fue designado miembro de la Academia Japonesa y condecorado por el Emperador con la medalla cultural, y anteriormente había recibido el grado de doctor honoris causa en la Universidad de Otani. En 1960 visitó la India como huésped de honor del Estado. Al tiempo que enseñaba sobre la práctica y la historia del Budismo Zen (o Ch'an), Suzuki fue un experto erudito sobre la filosofía Kegon. Siendo aún profesor de filosofía budista en las primeras décadas del siglo XX, Suzuki escribió algunas de las introducciones más celebradas sobre Budismo, y particularmente de la escuela china Ch'an (aunque él siempre utilizó el término "Zen" para esta línea de Budismo, ya que es la pronunciación japonesa de su nombre). Suzuki estaba especialmente interesado en los siglos formativos de esta tradición budista, en China. Muchos de los escritos de Suzuki en inglés rondan sobre los textos Ch'an de Biyan Lu (Registros del Precipicio Azul) y el Wumenkuan (Paso sin Entrada), que registra los estilos de enseñanza y las palabras de los maestros clásicos chinos. También estaba interesado en cómo esta tradición, una vez importada a Japón, influyó en el carácter y la historia de este país, y escribió en inglés sobre la cultura japonesa y el Zen. La reputación de Suzuki estaba respaldada por la que ya tenía en los Estados Unidos. Aparte de estos trabajos, Suzuki escribió una traducción del Lankavatara Sutra y unos comentarios sobre su terminología sánscrita. Posteriormente sería un profesor visitante en la Universidad de Columbia. Influyó en los trabajos de Saburo Hasegawa, Judith Tyberg, Alan Watts y otros que trabajaban en la Academia de California de Estudios Asiáticos (ahora conocido como Instituto de California de Estudios Integrales), en San Francisco en la década de 1950. Suzuki es vinculado a menudo a la Escuela de Kioto de filosofía, pero no está considerado como uno de sus miembros oficiales. Suzuki se interesó en otras tradiciones además del Zen. Su libro "Zen y Budismo Japonés" ahonda en la historia e influencia de la mayoría de las Líneas de Budismo Japonés. En sus últimos años, comenzó a explorar en la fe Shin de su educación materna, y escribió un pequeño volumen sobre Budismo Shin: "El Buda de la Luz Infinita". D.T. Suzuki también produjo una traducción incompleta en inglés del Kyo gyo shin sho ("La Verdadera Enseñanza, Práctica, Fe y Logro"), el trabajo principal de Shinran, el fundador de la escuela de Jodo Shinshu. Sin embargo, Suzuki no procuró popularizar la doctrina Shin en Occidente, puesto que creía que el Zen se ajustaba mejor a las preferencias occidentales por el Misticismo Oriental. También se interesó en el Misticismo Cristiano y en algunos de los místicos más significativos de Occidente, especialmente en Meister Eckhart, a quien él comparaba con el Budismo Jodo Shinshu. El Dr. Suzuki fue un erudito de reputación internacional y sus libros y conferencias enseñaron a Occidente la naturaleza y la finalidad del Zen. Maestro espiritual y filósofo, autor prolífico y profundo, y primera autoridad mundial en budismo Zen, su obra señaló una única y efectiva labor de acercamiento espiritual entre Oriente y Occidente. Obra Estos ensayos fueron enormemente influyentes cuando salieron, haciendo que el Zen fuera conocido en Occidente por primera vez:
Poco después le siguieron:
Después de la Segunda Guerra Mundial, una nueva interpretación:
Miscelánea:
Beatrice Erskine Lane Suzuki ( c. 1878-1939) fue una teósofa estadounidense que desempeñó un papel decisivo en la promoción de la Teosofía en Japón. |
Planeta de los simios. |
Boulle, Pierre Planet of the Apes The Vanguard Press, 1963. 1st Edition. Hardcover. Fine / Near Fine. Item #1407002
EL PLANETA DE LOS SIMIOS por Pierre Boulle Autor de "El puente sobre el río Kwai", etc. "Confío este manuscrito al espacio, no con la intención de salvarme, sino para ayudar, quizás, a evitar el terrible azote que amenaza a la raza humana. ¡Señor, ten piedad de nosotros!" Con estas palabras, Pierre Boulle lanza al lector al Planeta de los Simios. En este mundo simiesco, la civilización está patas arriba: los simios son hombres y los hombres son simios; los simios gobiernan y los hombres corren salvajes; los simios piensan, hablan, producen, visten ropa, y los hombres están mudos, desnudos, exhibidos en ferias, utilizados para la investigación biológica. En el planeta de los simios, el hombre, habiendo alcanzado la apoteosis de su genio, se ha vuelto inerte. A este planeta llegan un periodista y un científico. El científico es puesto en un zoológico, el periodista en un laboratorio. Solo el periodista conserva la fuerza espiritual y la inteligencia creativa para intentar salvarse a sí mismo, para luchar contra el terrible azote, para seguir siendo un hombre A partir de esta situación, Pierre Boulle ha tejido una historia tan desgarradora, extraña y significativa como cualquier otra en la brillante lista de este maestro narrador. Con su ingenio, ironía e intelecto y estilo disciplinados habituales, el autor de El puente sobre el río Kwai cuenta una historia conmovedora que trata sobre los conflictos del hombre y lleva al lector a una órbita llena de suspenso y extrañamente fascinante. THE VANGUARD PRESS, INC. 424 Madison Avenue Nueva York 17, NY 4,50 $ US Fine in a near fine dust jacket. First U.S. Edition, and the First Edition in English. Translated by Xan Fielding. Original price of $4.50 printed on the front flap of the dust jacket. Jacket has slight rubbing and very slight soiling, but is otherwise intact and not creased. A very nice copy. Housed in a custom-made collector's slipcase. |
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